La elección congresal y el futuro del país

La Cuadratura del Círculo es un espacio producido por IIG – Infraestructura Institucionalidad y Gestión, con la colaboración de Lampadia como media partner.

Presentamos nuestro video semanal esta vez sobre la elección congresal y el futuro del país. Participan Carlos Melendez, politólogo, como invitado y Jaime de Althaus y Gonzalo Prialé.

Lampadia




Límites morales en la democracia

Lamentablemente, en el mundo actual se toma muchas veces los discursos de progreso a través de ganar a toda costa. Esto implica que se pueden debilitar las barreras morales que los políticos y líderes globales no están dispuestos a quebrar para ganar las elecciones y posiciones de poder. El mundo ha creado incentivos perversos que muchas veces permiten que las corporaciones y los políticos ganen a cualquier precio. Sin embargo, un reciente artículo de Project Syndicate afirma que “los ciudadanos comunes pueden contrarrestar esta tendencia ejerciendo opciones morales que todavía tienen a la mano”.

Su propuesta está basada en la teoría de juegos que podría igualar el terreno para aquellos que buscan mantener una línea base de moral. Esto implicaría que, si los ciudadanos deciden que votarán por su propio interés dentro de las restricciones de un código moral, las prácticas inmorales de campaña impondrían repentinamente un costo, en lugar de otorgarles una ventaja. Una regla general para promover la cooperación es ayudar a aquellos que tienen buena reputación y no a aquellos que tienen mala reputación. Esto también ayudaría a aquellas empresas que sí quieren adherirse a mínimos estándares morales, pero no pueden por temor a perderlo todo.

Sin embargo, hacer un juicio moral confiable requiere tiempo, esfuerzo y dinero. Como afirma Project Syndicate, “para que los ciudadanos comunes desarrollen y acaten dichos códigos morales, necesitamos, como mínimo, una mejor educación cívica, para que las personas entiendan el poder latente que ejercen y para que los usuarios de plataformas digitales aprendan a verificar las fuentes de las noticias que encuentran.”

Compartimos el artículo de Project Syndicate líneas abajo:

Cómo prevenir la democracia del ganador-se-lleva-todo

Project Syndicate
22 de agosto de 2018
Kaushik Basu, ex Economista Jefe del Banco Mundial, es profesor de Economía en la Universidad de Cornell y miembro no residente del Brookings Institute.
Traducido y glosado por Lampadia

En las democracias avanzadas, las tecnologías digitales y otros desarrollos han creado incentivos estructurales para que las corporaciones y los partidos políticos ganen a cualquier precio. Pero los ciudadanos comunes pueden contrarrestar esta tendencia ejerciendo opciones morales que todavía tienen a la mano.

La democracia está en crisis. Las noticias falsas (y las acusaciones falsas de noticias falsas) se encuentran en todas partes del discurso civil, y los partidos políticos han demostrado estar cada vez más dispuestos a usar la xenofobia y otras estrategias malignas para ganar las elecciones. Al mismo tiempo, los poderes revisionistas como la Rusia de Vladimir Putin han estado intensificando sus esfuerzos para interferir en las elecciones en todo el Oeste. Estados Unidos raras veces ha sido testigo de ataques tan descarados contra su sistema político; y rara vez el mundo ha visto esos ataques en tiempos de paz.

Y, sin embargo, la crisis de la democracia no es completamente nueva. Cuando era estudiante en Delhi a principios de la década de 1970, era común suponer que Estados Unidos «participaba» en las elecciones indias. Entonces, como ahora, los rumores que circulaban en los canales de comunicación informales dificultaban que los ciudadanos comunes pudieran distinguir los hechos de la ficción. La broma (que no siempre era una broma) era que, si sospechaba que alguien era un agente de la CIA, debería llamar inmediatamente a la oficina local de inteligencia india, pero no debería sorprenderse si la misma persona contestara el teléfono.

Dicho esto, los eventos de hoy han llegado a un nivel completamente diferente. El Reino Unido pronto abandonará la Unión Europea, con o sin un acuerdo formal de salida. Y EEUU está librando creciente una guerra comercial, que podría ser seguida por una debilitante guerra de divisas. ¿Cómo puede suceder todo esto en las democracias, y qué se puede hacer al respecto? 

En la primera pregunta, una hipótesis es que las nuevas tecnologías digitales están cambiando los incentivos estructurales para las empresas, los partidos políticos y otras instituciones importantes. Un ejemplo es el caso de las corporaciones. La riqueza de los datos de propiedad sobre las preferencias y el comportamiento de los consumidores está produciendo masivos rendimientos a escala que, como consecuencia, solo unos pocos gigantes monopolizan los mercados. En otras palabras, los mercados están cada vez más orientados hacia un juego de ‘el-ganador-se-lleva-todo’: todas las empresas pueden competir, pero solo el ganador se queda con las ganancias.

La democracia electoral está a la deriva en la misma dirección. Los beneficios de ganar una elección se han vuelto tan grandes que los partidos políticos se reducirán a nuevos mínimos para obtener una victoria. Y, al igual que con las empresas, pueden hacerlo con la ayuda de información sobre las preferencias y los comportamientos del público electoral, y con nuevas estrategias para llegar a las principales partes interesadas.

Esto plantea un dilema para los partidos y políticos democráticos con buenas intenciones. Si un partido «malo» está dispuesto a fomentar el odio y el racismo para aumentar sus posibilidades de ganar, ¿qué debe hacer un partido «bueno»? Si se apega a sus principios, podría terminar cediendo la victoria al partido «malo», lo que lo hará aún más daño una vez que esté en el cargo. Un partido «bueno» puede tratar de anticiparse a ese resultado dando un paso hacia abajo en la escalera moral, precipitando una carrera de pérdida moral sin fin. Este es el problema con cualquier juego de ‘el-ganador-se-lleva-todo’. Cuando el segundo lugar no confiere ningún beneficio, el costo de mostrar una restricción unilateral puede ser intolerablemente alto.

Pero este problema no es tan desesperado como parece. A la luz de la crisis democrática de hoy, haríamos bien en volver a leer el ensayo seminal de 1978 de Václav Havel «El poder de los débiles». Primero publicado como samizdat que fue escabullido como contrabando de Checoslovaquia, el ensayo presenta un argumento simple pero convincente.

Las dictaduras y otras formas aparentemente omnipotentes de autoritarismo pueden parecer estructuras grandes y de ‘arriba-hacia-abajo’, pero en el análisis final, son simplemente el resultado de las creencias y elecciones de las personas comunes y corrientes.

Havel no tenía las herramientas de la teoría económica moderna para demostrar formalmente su argumento. En mi nuevo libro The Republic of Beliefs, demuestro que a la esencia de su argumento se le puede dar una estructura formal usando la elemental teoría de juegos. Esto, a su vez, muestra que los individuos comunes tienen opciones morales que pueden no estar disponibles para los grandes actores institucionales.
El «poder de los impotentes» tiene un rol clave para salvar la democracia. A diferencia de las corporaciones y los partidos políticos, los ciudadanos comunes no están encerrados en el juego del ‘ganador-se-lleva-todo’, porque pueden hacer pequeños compromisos morales sin incurrir en costos intolerables.

Considere el caso de la fabricación de calzado en un país en desarrollo. Si solo hay dos empresas en el sector, la que se niega a violar las normas laborales mínimas corre el riesgo de perder todo el mercado ante un competidor inmoral, que en última instancia puede vender sus zapatos a un precio más bajo. Pero si los consumidores demuestran que pagarán un poco más por los zapatos fabricados sin violar las normas laborales, pueden socavar la ventaja de la empresa inmoral.

La misma dinámica se aplica a la votación. La mayor parte de la teoría del voto clásico, iniciado por el estadístico matemático y teórico económico Harold Hotelling y el economista y teórico político Anthony Downs, asume que la gente vota por su propio interés. Sin embargo, si los ciudadanos deciden que votarán por su propio interés dentro de las restricciones de un código moral, las prácticas inmorales de campaña impondrían repentinamente un costo, en lugar de otorgarles una ventaja. Una visión similar se expresa en las memorias no terminadas de Sebastian Haffner, ‘Desafiando a Hitler’. Como Cass Sunstein, al comentar sobre Haffner, dijo: «la salvaguardia máxima contra los aspirantes a autoritarios y los lobos de todo tipo radica en la conciencia individual».

Para que los ciudadanos comunes desarrollen y acaten dichos códigos morales, necesitamos, como mínimo, una mejor educación cívica, para que las personas entiendan el poder latente que ejercen y para que los usuarios de plataformas digitales aprendan a verificar las fuentes de las noticias que encuentran.

Creo que hay corporaciones y grupos políticos que realmente quieren adherirse a mínimos estándares morales, pero no pueden, por temor a perderlo todo.

Deben invertir dinero para efectuar el cambio que necesitan nuestras democracias.

Los votantes deben aprender que sus decisiones electorales y de consumo pueden alterar fundamentalmente la naturaleza del juego en el que las corporaciones y los políticos participan. El futuro de la democracia está en manos de los ciudadanos. Lampadia




Venezuela Hora Cero

La crisis económica y política de Venezuela no ha disminuido, más bien empeora día a día. Es una crisis humanitaria que está condenando a muerte a muchísimos venezolanos, especialmente infantes y adultos mayores. La escasez de lo más elemental es generalizada, empezando por alimentos y medicinas. La hiperinflación agrava la miseria aceleradamente y ya se ha desatado una migración imparable, que está dejando sin servicios a los que no pueden migrar, creando además, una serie de problemas en los países vecinos, que se ven forzados a abrir los brazos a gente que ya no tiene más opciones de vida.

Según la Superintendencia Nacional de Migraciones, a diciembre del 2017, en el Perú ya habíamos recibido unos 115,000 venezolanos. Sin embargo, muchos de ellos solo están aquí ‘de paso’, pues según sus declaraciones, tienen como último destino a Chile y Argentina. «Así como el Perú es un país de acogida, también es un país de tránsito», explicó Eduardo Sevilla Echevarría, Superintendente Nacional de Migraciones. Estos 115 mil venezolanos están en calidad migratoria de turista y, de esa cifra, 31,300 se han acogido a un Permiso Temporal de Permanencia (PTP).

La siguiente inconografía publicada por La Nación de Argentina, muestra el destino de la diáspora venezolana:

Fuente: La Nación de Argentina

Nosotros tenemos que darles la mano a nuestros vecinos que están sufriendo una crisis humanitaria que ya está siendo comparada por la CNN como equivalente a la crisis migratoria de Siria. Felizmente, nuestra política ha sido particularmente atractiva para los migrantes que buscan oportunidades económicas, pero también para el estatus legal que es difícil de adquirir en otros lugares, ya que (a diferencia del Perú), otros países de la región están poniendo cada vez más las restricciones a los venezolanos, especialmente Colombia, el más cercano, que ya alberga más de medio millón de refugiados.

En general, los peruanos tendemos a darles la bienvenida a los inmigrantes, una actitud probablemente adquirida por nuestros recuerdos de haber vivido un período de conflicto interno e hiperinflación, y una emigración que se llevó el 10% de nuestra población. Hay 3  millones de peruanos en el exterior, y durante el auge petrolero de Venezuela, miles de técnicos y profesionales peruanos se mudaron a Caracas y se establecieron allí, formando familias de doble ciudadanía. Estos hombres y mujeres fueron ahora los primeros en regresar al Perú.

El País: Miles de venezolanos cruzaban la frontera hacia Colombia, en julio del año pasado. 
Fuente: GEORGE CASTELLANO AFP

Como dice Sevilla, «El Perú ha sido, es y será siempre un pueblo hospitalario. Tenemos 3 millones de peruanos en el exterior. ¿Se imaginan ustedes alguna señal, alguna muestra (de rechazo) a alguno de esos 3 millones en los distintos países del mundo? Que los afecte, que trascienda por los medios y las noticias… La tolerancia, el pluralismo y el diálogo va al compás de los tiempos modernos». Y tal solidaridad y tolerancia les brinda a los venezolanos un sentido de pertenencia, estén donde estén, y las fuerzas para seguir adelante a pesar de haber abandonado su hogar.

La situación de desabastecimiento que vive el país vecino llevó a que más de 200.000 personas cruzaran la frontera el fin de semana pasado en busca de víveres y medicinas. Foto: Juan Pablo Bayona

Lamentablemente, hay casos de discursos xenofóbicos, como el de Fernando Vivas en su columna de El Comercio, en la que propone restringir el ingreso de venezolanos porque son “más blancos y atractivos que el peruano promedio”, lo que generaría discriminación en contra de los peruanos. Un argumento ridículo. Más bien, al día siguiente Mariátegui respondió diciendo que “Tu postura ayer en tu columna de EC de restringir el ingreso de venezolanos porque son “blancos” es digna de Antauro Humala o su excéntrico viejo. (…) Venezuela SÍ nos abrió las puertas en los horripilantes 70 y 80. Es más, yo viví un tiempito allá en 1998 y era uno de los poquísimos países del mundo que nos recibían a los apestados peruanos con las puertas abiertas en aquel entonces”.

Más allá de las columnas de opinión, desde el lado de nuestra política interna, también se aprecian comentarios negativos hacia la aceptación de más venezolanos, marcadamente así, por parte de las izquierdas, con mucho énfasis en el sur del país. Por ejemplo, el congresista Apaza tuvo el muy desatinado comentario de que se debe restringir el ingreso de los venezolanos porque les estarían quitando empleos a los peruanos.

Curioso fenómeno, las izquierdas, que defendieron ciegamente a Chávez y ahora a Maduro, prefieren que los venezolanos vivan su suplicio allende nuestras fronteras, y que no los tengamos en el Perú, como testimonios vivientes del clamoroso fracaso del socialismo y el estatismo que siguen persiguiendo imponernos.

Los testigos del fracaso del socialismo y el estatismo

Los venezolanos que están en el Perú, ya sea que trabajen de vendedores ambulantes, en los micros, en restaurantes o en cualquier otra posición, están dando sus testimonios sobre las empobrecedoras políticas del régimen cubano chavista en Venezuela. Muestran con escándalo los billetes de alta denominación de Bolívares, que valen menos que el papel en que están impresos (cómo nuestros antiguos Intis de García I), y transmiten el rechazo absoluto a las políticas que nuestros izquierdistas planean imponernos a los peruanos, si les damos la oportunidad de gobernar.

Como hemos publicado en varias ocasiones, la crisis humanitaria y política a la que se enfrenta Venezuela, ha sido labrada a pulso por los crímenes de ‘leso gobierno’ del chavismo. Además, de destrozar el país, Venezuela se dio el lujo de usar parte importante de sus recursos para mantener la caduca dictadura cubana, varios pequeños países de Centro América y el Caribe y, de financiar a partidos izquierdistas de la región con sus ínfulas del ‘socialismo del siglo xxi y el albismo.

Esta lastimosa experiencia, de un querido país sudamericano, es una dura lección sobre las consecuencias de sus políticas dirigidas a capturar todo el poder dizque ‘en pro de los pobres’ y, según los resultados, a entronizar un odioso nivel de corrupción. No podemos dejar de preguntarnos cómo es posible que la izquierda peruana, cegada por su obsoleta ideología, tenga cara para seguir apoyando uno de los peores, o el peor, gobierno de la historia latinoamericana.

Recordemos que economía de Venezuela continúa colapsando. Se espera que la inflación alcance 13,000% este año. La escasez absoluta deja las tiendas vacías, y muchos hospitales están mal equipados para tratar incluso los problemas básicos. La malnutrición está aumentando y algunos padres que no pueden alimentar a sus hijos los han entregado a orfanatos. La violencia es generalizada y las fuerzas de seguridad han sido acusadas de ejecuciones extrajudiciales y otros abusos. Se dice que el venezolano promedio ha bajado un promedio de 9 kilos de peso en los últimos tiempos.

Hasta hace pocos meses, la población venezolana estaba en las calles dando la batalla para sacar a Maduro. Como dijimos en Lampadia, es poco probable que el pueblo venezolano gane esta batalla sin apoyo externo. Lamentablemente, si no se cambia el régimen pronto, se consolidará en el poder, el ‘Eje Cuba-Venezuela’, controlado por tres mafias (como dice Moisés Naim), el narcotráfico, los cubanos, y los corruptos militares venezolanos. Ese nefasto ‘eje’ hará todo lo posible por extender su influencia a todo Sudamérica, y representa una amenaza que debe ser eliminada cuanto antes.

A pesar del inmenso rechazo popular al régimen, se espera que Maduro retenga el poder en las elecciones del 22 de abril, que, desde ya, están plagadas de irregularidades y fraude. Y es que, como dijo Roger Santodomingo, ex chavista y autor de ‘De verde a Maduro’, en una entrevista en El Comercio: “Maduro no va a dejar el poder por las buenas (…) Maduro se ha convertido en el dictador más cruel de la historia venezolana y ha durado más de lo que cualquiera podía haber esperado.”

A pesar de la desastrosa crisis humanitaria, y la exacerbación de la violencia del gobierno, es bastante claro que el ‘Eje-Cuba-Venezuela’ se está consolidando. Más vale que vayamos pensando en nuevas formas de combatir y derrocar al detestable régimen que ha hecho casa en el país de nuestros hermanos venezolanos. Ver en Lampadia: No permitamos la consolidación del ‘Eje Cuba-Venezuela’.

Acá no queda otra cosa que superar la actual política internacional hacia Venezuela, basada en el ‘appeasement’ (el síndrome de Chamberlain en el Reino Unido en los albores de la Segunda Guerra Mundial), y recordar la visión de Churchill, que logró, en soledad, enfrentar a Hitler y reconquistar la libertad. Hay momentos en que la vida nos pone ante disyuntivas muy difíciles, pero nunca se debe salir de ellas, por el engañoso camino del apaciguamiento de los monstruos.  Lampadia