Reformar la salud con participación privada

La Cuadratura del Círculo es un espacio producido por Infraestructura Institucionalidad y Gestión – IIG, con la colaboración de Lampadia como media partner.

Presentamos nuestro video sobre reformar la salud con participación privada.

Participa como invitado Fernando Barrios, ex presidente de ESSALUD junto con Fernando Cillóniz, Gonzalo Prialé y Rodrigo Acha, asociados de IIG.

Las opiniones vertidas no necesariamente representan la opinión institucional de IIG sobre los temas tratados.




¡Qué mueran los ricos!

CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia

El absurdo argumento del presidente Francisco Sagasti vertido en una entrevista el domingo pasado, entrará a la antología de las canalladas dichas y hechas durante la pandemia, junto con la vacunación clandestina de Martín Vizcarra, y la de ministras y otros funcionarios del Gobierno de Sagasti.

Para negar la posibilidad de la importación de vacunas por empresas privadas sostuvo que por “equidad” no quería que el que tiene plata se vacune y que el que no tiene no lo haga. Un argumento usual de las izquierdas contra los privilegios de los ricos. En este caso, entran en la categoría de privilegiados, ricos, acaudalados, opulentos, millonarios, aquellos peruanos que pueden disponer de 35 soles para eventualmente administrarse una vacuna rusa Sputnik V que cuesta eso. O de 70 soles, para las dos dosis y quedar a salvo del virus.

Sin duda el académico Sagasti, un connotado intelectual de izquierda, acaba de establecer una nueva línea divisoria entre ricos y pobres, donde entran en la primera categoría todos aquellos que para salvar su vida están en condiciones de invertir 70 soles en una vacuna.

Naturalmente, todo esto es una quimera, pues el Gobierno se niega a autorizar el uso de la vacuna rusa en el Perú, vacuna que ya está acreditada en decenas de países y tiene una eficacia superior a la china que ha adquirido Sagasti en condiciones oscuras y cuestionables.

Es decir, los peruanos ricos, los que tienen más de 70 soles, no tienen la opción de vacunarse con la importación de vacunas por empresas privadas y tendrán que esperar -y seguir muriendo- mientras que la ineficiente gestión de Sagasti pueda traer más vacunas chinas y administrarlas con una lentitud e indolencia digna de un Gobierno de intelectuales de izquierda.

En realidad, la obstinada negativa de Sagasti a permitir que otros importen vacunas parece explicarse no solo por su ceguera ideológica sino también, como ha señalado Ernesto Bustamante, por corrupción.

Si empresas privadas -o gobierno regionales o municipales- pudieran traer vacunas a un precio menor que las que ha comprado el Gobierno, sería una evidencia que se ha estado pagando un sobreprecio que solo se explicaría por lo que muchos están sospechando ya.

Además, si las empresas privadas pudieran vacunar a sus trabajadores más rápido que la lentísima maquinaria estatal, también quedaría al descubierto su deficiente gestión.

Por lo demás, probablemente muchas empresas privadas estarían dispuestas a vacunar gratuitamente a sus trabajadores, lo que sería un golpe demoledor a las ideas populistas e izquierdistas de los actuales gobernantes y varios candidatos, que sostienen la teoría de la maldad intrínseca del capitalismo.

Así, mientras siguen muriendo peruanos que podrían vivir si Vizcarra y Sagasti hubieran comprado vacunas de calidad a tiempo -como hizo Chile-, estamos entrampados en discusiones absurdas sobre como no favorecer a aquellos ricos que pueden disponer de 70 soles. Lampadia 




Reflexiones para el cuidado de la humanidad

El brillante historiador israelí, Yuval Noah Harari, autor de los ‘Best Sellers’ Sapiens y Veintiún lecciones para el siglo veintiuno, analiza el impacto del Covid con una perspectiva histórica y disecciona los elementos que pueden salvarnos de las pandemias y los riesgos en los que podemos caer.

En su análisis Harari enfatiza que los avances científicos actuales nos ponen en una situación mucho mejor que las que la humanidad tuvo para enfrentar anteriores pandemias.

Al mismo tiempo, rescata nuevos peligros, como el de la manipulación de datos sobre las personas y el riesgo de una suerte de pandemia digital que paralice muy rápidamente a toda la humanidad.

Pero lo más llamativo de su análisis se refiere a las limitaciones de los políticos, que a diferencia de los científicos, no tienen vocación de colaboración mutua, y no están a la altura de los retos que trae una pandemia. Veamos un par de frases:

Los éxitos científicos y tecnológicos sin precedentes de 2020 no resolvieron la crisis de Covid-19. Convirtieron la epidemia de una calamidad natural en un dilema político. Cuando la Peste Negra mató a millones, estaba claro que estaba más allá del poder de los gobernantes detener la epidemia, por lo que nadie los culpó por el fracaso.

Pero hoy la humanidad tiene las herramientas científicas para detener Covid-19. Varios países, desde Vietnam hasta Australia, demostraron que incluso sin una vacuna, las herramientas disponibles pueden detener la epidemia. Sin embargo, estas herramientas tienen un alto precio económico y social. Podemos vencer al virus, pero no estamos seguros de estar dispuestos a pagar el costo de la victoria. Por eso los logros científicos han puesto una enorme responsabilidad sobre los hombros de los políticos.

Desafortunadamente, demasiados políticos no han estado a la altura de esta responsabilidad.

El artículo de Harari que compartimos líneas abajo es largo, pero muy fácil de leer. Nosotros recomendamos muy firmemente su lectura.

Yuval Noah Harari: lecciones de un año de Covid

Financial Times
26 de febrero de 2021
Yuval Noah

En un año de avances científicos y fracasos políticos, ¿qué podemos aprender para el futuro?

¿Cómo podemos resumir el año de Covid desde una perspectiva histórica amplia? Mucha gente cree que el terrible precio que ha cobrado el coronavirus demuestra la impotencia de la humanidad ante el poder de la naturaleza. De hecho, 2020 ha demostrado que la humanidad está lejos de ser indefensa. Las epidemias ya no son fuerzas incontrolables de la naturaleza. La ciencia los ha convertido en un desafío manejable.

Entonces, ¿por qué ha habido tanta muerte y tanto sufrimiento? Por malas decisiones políticas.

En épocas anteriores, cuando los humanos se enfrentaban a una plaga como la Peste Negra, no tenían idea de qué la causaba o cómo se podía detener. Cuando golpeó la influenza de 1918, los mejores científicos del mundo no pudieron identificar el virus mortal, muchas de las contramedidas adoptadas fueron inútiles y los intentos de desarrollar una vacuna eficaz resultaron inútiles.

Fue muy diferente con Covid-19. Las primeras alarmas sobre una posible nueva epidemia comenzaron a sonar a fines de diciembre de 2019. Para el 10 de enero de 2020, los científicos no solo habían aislado el virus responsable, sino que también secuenciaron su genoma y publicaron la información en línea. En unos meses más, quedó claro qué medidas podrían ralentizar y detener las cadenas de infección. En menos de un año, se produjeron en masa varias vacunas eficaces. En la guerra entre humanos y patógenos, nunca los humanos habían sido tan poderosos.

Moviendo la vida en línea

Junto con los logros sin precedentes de la biotecnología, el año Covid también ha subrayado el poder de la tecnología de la información. En épocas anteriores, la humanidad rara vez podía detener las epidemias porque los humanos no podían monitorear las cadenas de infección en tiempo real y porque el costo económico de los bloqueos prolongados era prohibitivo. En 1918 se podía poner en cuarentena a las personas que contraían la temida gripe, pero no se podían rastrear los movimientos de los portadores presintomáticos o asintomáticos. Y si ordenara a toda la población de un país que se quedara en casa durante varias semanas, habría resultado en la ruina económica, el colapso social y el hambre masiva.

Por el contrario, en 2020 la vigilancia digital facilitó mucho el seguimiento y la localización de los vectores de enfermedades, lo que significa que la cuarentena podría ser más selectiva y más eficaz. Aún más importante, la automatización e Internet hicieron viables los bloqueos prolongados, al menos en los países desarrollados. Si bien en algunas partes del mundo en desarrollo la experiencia humana aún recordaba plagas pasadas, en gran parte del mundo desarrollado la revolución digital lo cambió todo.

Considere la agricultura. Durante miles de años, la producción de alimentos se basó en el trabajo humano y alrededor del 90 por ciento de las personas trabajaban en la agricultura. Hoy en los países desarrollados, este ya no es el caso. En los EE. UU., Solo alrededor del 1,5 por ciento de las personas trabajan en granjas, pero eso es suficiente no solo para alimentar a todos en casa, sino también para convertir a EE. UU. en un exportador de alimentos líder. Casi todo el trabajo agrícola se realiza con máquinas inmunes a las enfermedades. Por lo tanto, los cierres tienen solo un pequeño impacto en la agricultura.

Imagina un campo de trigo en el apogeo de la Peste Negra. Si les dice a los peones que se queden en casa en la época de la cosecha, se muere de hambre. Si les dice a los peones que vengan a cosechar, podrían infectarse entre sí.

¿Qué hacer?

Ahora imagine el mismo campo de trigo en 2020. Una sola cosechadora guiada por GPS puede cosechar todo el campo con una eficiencia mucho mayor y con cero posibilidades de infección. Mientras que en 1349 un campesino promedio cosechaba alrededor de 5 bushels por día, en 2014 una cosechadora estableció un récord al cosechar 30,000 bushels en un día. En consecuencia, Covid-19 no tuvo un impacto significativo en la producción mundial de cultivos básicos como el trigo, el maíz y el arroz.

Para alimentar a la gente no basta con cosechar cereales. También es necesario transportarlo, a veces a lo largo de miles de kilómetros. Durante la mayor parte de la historia, el comercio fue uno de los principales villanos en la historia de las pandemias. Los patógenos mortales se movían por todo el mundo en barcos mercantes y caravanas de larga distancia. Por ejemplo, la peste negra hizo autostop desde el este de Asia hasta el Medio Oriente a lo largo de la Ruta de la Seda, y fueron los barcos mercantes genoveses los que la llevaron a Europa. El comercio planteaba una amenaza tan letal porque cada vagón necesitaba un vagón, se requerían decenas de marineros para operar incluso pequeñas embarcaciones, y los barcos y posadas abarrotados eran focos de enfermedades.

En 2020, el comercio mundial podría seguir funcionando de manera más o menos fluida porque involucra a muy pocos seres humanos. Un buque portacontenedores actual en gran parte automatizado puede transportar más toneladas que la flota mercante de todo un reino moderno temprano. En 1582, la flota mercante inglesa tenía una capacidad de carga total de 68.000 toneladas y requería unos 16.000 marineros. El buque portacontenedores OOCL Hong Kong, bautizado en 2017, puede transportar unas 200.000 toneladas y requiere una tripulación de solo 22.

Es cierto que los cruceros con cientos de turistas y los aviones llenos de pasajeros jugaron un papel importante en la propagación del Covid-19. Pero el turismo y los viajes no son esenciales para el comercio. Los turistas pueden quedarse en casa y los empresarios pueden hacer zoom, mientras que los barcos fantasmas automatizados y los trenes casi sin humanos mantienen en movimiento la economía global. Mientras que el turismo internacional se desplomó en 2020, el volumen del comercio marítimo mundial se redujo solo en un 4%.

La automatización y la digitalización han tenido un impacto aún más profundo en los servicios. En 1918, era impensable que las oficinas, escuelas, tribunales o iglesias pudieran seguir funcionando encerradas. Si los estudiantes y los profesores se refugian en sus casas, ¿cómo pueden impartir clases? Hoy conocemos la respuesta. El cambio en línea tiene muchos inconvenientes, entre ellos el inmenso costo mental. También ha creado problemas previamente inimaginables, como abogados que se presentan ante los tribunales como gatos. Pero el hecho de que pudiera hacerse es asombroso.

En 1918, la humanidad habitaba solo el mundo físico, y cuando el mortal virus de la gripe se extendió por este mundo, la humanidad no tenía lugar a donde huir. Hoy en día, muchos de nosotros vivimos en dos mundos: el físico y el virtual. Cuando el coronavirus circuló por el mundo físico, muchas personas cambiaron gran parte de su vida al mundo virtual, donde el virus no podía seguirlo.

La policía montada en Hannover, Alemania, dispersa a un grupo que juega en un parque © Rafael Heygster / Helena Manhartsberger

Por supuesto, los humanos siguen siendo seres físicos y no todo se puede digitalizar. El año Covid ha destacado el papel crucial que desempeñan muchas profesiones mal pagadas en el mantenimiento de la civilización humana: enfermeras, trabajadores de saneamiento, camioneros, cajeros, repartidores. A menudo se dice que cada civilización está a solo tres comidas de la barbarie. En 2020, los repartidores eran la delgada línea roja que mantenía unida a la civilización. Se convirtieron en nuestras más importantes vías de vida para el mundo físico.

Internet se aferra

A medida que la humanidad automatiza, digitaliza y cambia las actividades en línea, nos expone a nuevos peligros. Una de las cosas más notables del año Covid es que Internet no se rompió. Si aumentamos repentinamente la cantidad de tráfico que pasa por un puente físico, podemos esperar atascos de tráfico y tal vez incluso el colapso del puente. En 2020, las escuelas, oficinas e iglesias cambiaron en línea casi de la noche a la mañana, pero Internet se mantuvo.

Difícilmente nos detenemos a pensar en esto, pero deberíamos hacerlo. Después de 2020 sabemos que la vida puede continuar incluso cuando todo un país está encerrado físicamente. Ahora intente imaginar lo que sucede si nuestra infraestructura digital falla.

La tecnología de la información nos ha hecho más resistentes frente a los virus orgánicos, pero también nos ha hecho mucho más vulnerables al malware y la guerra cibernética. La gente suele preguntar: «¿Cuál es el próximo Covid?» Un ataque a nuestra infraestructura digital es un candidato líder. El coronavirus tardó varios meses en propagarse por el mundo e infectar a millones de personas. Nuestra infraestructura digital podría colapsar en un solo día. Y mientras que las escuelas y las oficinas podrían cambiar rápidamente en línea, ¿cuánto tiempo cree que le llevará volver del correo electrónico al correo postal?

¿Qué cuenta?

El año Covid ha expuesto una limitación aún más importante de nuestro poder científico y tecnológico. La ciencia no puede reemplazar a la política. Cuando llegamos a decidir sobre la política, tenemos que tener en cuenta muchos intereses y valores, y dado que no existe una forma científica de determinar qué intereses y valores son más importantes, no hay una forma científica de decidir qué debemos hacer.

Por ejemplo, al decidir si imponer un bloqueo, no es suficiente preguntar: «¿Cuántas personas se enfermarán con Covid-19 si no imponemos el bloqueo?». También deberíamos preguntar: “¿Cuántas personas experimentarán depresión si imponemos un bloqueo? ¿Cuántas personas sufrirán una mala alimentación? ¿Cuántos faltarán a la escuela o perderán su trabajo? ¿Cuántos serán maltratados o asesinados por sus cónyuges? «

Incluso si todos nuestros datos son precisos y fiables, siempre deberíamos preguntarnos: “¿Qué contamos? ¿Quién decide qué contar? ¿Cómo evaluamos los números entre sí? » Ésta es una tarea política más que científica. Son los políticos quienes deben equilibrar las consideraciones médicas, económicas y sociales y elaborar una política integral.

De manera similar, los ingenieros están creando nuevas plataformas digitales que nos ayudan a funcionar encerrados y nuevas herramientas de vigilancia que nos ayudan a romper las cadenas de infección. Pero la digitalización y la vigilancia ponen en peligro nuestra privacidad y abren el camino para el surgimiento de regímenes totalitarios sin precedentes. En 2020, la vigilancia masiva se ha vuelto más legítima y más común. Luchar contra la epidemia es importante, pero ¿vale la pena destruir nuestra libertad en el proceso? Es trabajo de los políticos, más que de los ingenieros, encontrar el equilibrio adecuado entre la vigilancia útil y las pesadillas distópicas.

Tres reglas básicas pueden ser de gran ayuda para protegernos de las dictaduras digitales, incluso en tiempos de plaga.

  • En primer lugar, siempre que recopile datos sobre personas, especialmente sobre lo que sucede dentro de sus propios cuerpos, estos datos deben usarse para ayudar a estas personas en lugar de manipularlas, controlarlas o dañarlas. Mi médico personal sabe muchas cosas extremadamente privadas sobre mí. Estoy de acuerdo, porque confío en que mi médico utilizará estos datos para mi beneficio. Mi médico no debería vender estos datos a ninguna corporación o partido político. Debería suceder lo mismo con cualquier tipo de “autoridad de vigilancia de pandemias” que podamos establecer.

Investigadores del Instituto de Microbiología Bundeswehr de Múnich, un centro de investigación militar que diagnosticó el primer caso alemán de Covid-19 © Rafael Heygster / Helena Manhartsberger

  • En segundo lugar, la vigilancia debe ir siempre en ambos sentidos. Si la vigilancia va solo de arriba hacia abajo, este es el camino más alto hacia la dictadura. Por lo tanto, siempre que aumente la vigilancia de las personas, debería aumentar simultáneamente la vigilancia del gobierno y las grandes corporaciones también. Por ejemplo, en la actual crisis, los gobiernos están distribuyendo enormes cantidades de dinero. El proceso de asignación de fondos debería ser más transparente. Como ciudadano, quiero ver fácilmente quién obtiene qué y quién decide adónde va el dinero. Quiero asegurarme de que el dinero vaya a las empresas que realmente lo necesitan en lugar de a una gran corporación cuyos dueños son amigos de un ministro. Si el gobierno dice que es demasiado complicado establecer un sistema de monitoreo de este tipo en medio de una pandemia, no lo crea.
  • En tercer lugar, nunca permita que se concentren demasiados datos en un solo lugar. No durante la epidemia y no cuando se acabe. Un monopolio de datos es una receta para la dictadura. Entonces, si recopilamos datos biométricos sobre personas para detener la pandemia, esto debería hacerlo una autoridad de salud independiente en lugar de la policía. Y los datos resultantes deben mantenerse separados de otros silos de datos de ministerios gubernamentales y grandes corporaciones. Seguro, creará redundancias e ineficiencias. Pero la ineficiencia es una característica, no un error. ¿Quiere evitar el auge de la dictadura digital? Mantenga las cosas al menos un poco ineficientes.

A los políticos

Los éxitos científicos y tecnológicos sin precedentes de 2020 no resolvieron la crisis de Covid-19. Convirtieron la epidemia de una calamidad natural en un dilema político. Cuando la Peste Negra mató a millones, nadie esperaba mucho de los reyes y emperadores. Aproximadamente un tercio de todos los ingleses murieron durante la primera ola de la Peste Negra, pero esto no causó que el rey Eduardo III de Inglaterra perdiera su trono. Estaba claro que estaba más allá del poder de los gobernantes detener la epidemia, por lo que nadie los culpó por el fracaso.

Pero hoy la humanidad tiene las herramientas científicas para detener Covid-19. Varios países, desde Vietnam hasta Australia, demostraron que incluso sin una vacuna, las herramientas disponibles pueden detener la epidemia. Sin embargo, estas herramientas tienen un alto precio económico y social. Podemos vencer al virus, pero no estamos seguros de estar dispuestos a pagar el costo de la victoria. Por eso los logros científicos han puesto una enorme responsabilidad sobre los hombros de los políticos.

Desafortunadamente, demasiados políticos no han estado a la altura de esta responsabilidad. Por ejemplo, los presidentes populistas de EE. UU. Y Brasil minimizaron el peligro, se negaron a prestar atención a los expertos y, en cambio, vendieron teorías de conspiración. No idearon un plan de acción federal sólido y sabotearon los intentos de las autoridades estatales y municipales para detener la epidemia. La negligencia e irresponsabilidad de las administraciones de Trump y Bolsonaro han resultado en cientos de miles de muertes evitables.

En el Reino Unido, el gobierno parece inicialmente estar más preocupado por el Brexit que por el Covid-19. A pesar de todas sus políticas aislacionistas, la administración Johnson no logró aislar a Gran Bretaña de lo que realmente importaba: el virus. Mi país de origen, Israel, también ha sufrido una mala gestión política. Como es el caso de Taiwán, Nueva Zelanda y Chipre, Israel es de hecho un “país insular”, con fronteras cerradas y solo una puerta de entrada principal: el aeropuerto Ben Gurion. Sin embargo, en el apogeo de la pandemia, el gobierno de Netanyahu ha permitido que los viajeros pasen por el aeropuerto sin cuarentena o incluso un control adecuado y ha descuidado la aplicación de sus propias políticas de cierre.

Investigadores en la estación de pruebas de conducción Covid-19 en el centro de exposiciones de Saarbrücken © Rafael Heygster / Helena Manhartsberger

Tanto Israel como el Reino Unido han estado posteriormente a la vanguardia del despliegue de las vacunas, pero sus errores de juicio iniciales les han costado muy caro. En Gran Bretaña, la pandemia se ha cobrado la vida de 120.000 personas, colocándola en el sexto lugar del mundo en tasas de mortalidad promedio. Mientras tanto, Israel tiene la séptima tasa promedio más alta de casos confirmados y, para contrarrestar el desastre, recurrió a un acuerdo de “vacunas por datos” con la corporación estadounidense Pfizer. Pfizer acordó proporcionar a Israel suficientes vacunas para toda la población, a cambio de grandes cantidades de datos valiosos, lo que generó preocupaciones sobre la privacidad y el monopolio de los datos, y demostró que los datos de los ciudadanos son ahora uno de los activos estatales más valiosos.

Si bien algunos países se desempeñaron mucho mejor, la humanidad en su conjunto no ha logrado contener la pandemia ni diseñar un plan mundial para derrotar al virus. Los primeros meses de 2020 fueron como ver un accidente en cámara lenta. La comunicación moderna hizo posible que personas de todo el mundo vieran en tiempo real las imágenes, primero de Wuhan, luego de Italia, luego de más y más países, pero no surgió ningún liderazgo global para detener la catástrofe que envolvía al mundo. Las herramientas han estado ahí, pero con demasiada frecuencia ha faltado la sabiduría política.

Extranjeros al rescate

Una de las razones de la brecha entre el éxito científico y el fracaso político es que los científicos cooperaron a nivel mundial, mientras que los políticos tendían a pelearse. Trabajando bajo mucho estrés e incertidumbre, los científicos de todo el mundo compartieron información libremente y confiaron en los hallazgos y conocimientos de los demás. Muchos proyectos de investigación importantes fueron realizados por equipos internacionales. Por ejemplo, un estudio clave que demostró la eficacia de las medidas de bloqueo fue realizado conjuntamente por investigadores de nueve instituciones: una en el Reino Unido, tres en China y cinco en los EE. UU.

Por el contrario, los políticos no han logrado formar una alianza internacional contra el virus ni acordar un plan global. Las dos principales superpotencias del mundo, Estados Unidos y China, se han acusado mutuamente de retener información vital, de difundir desinformación y teorías de conspiración e incluso de propagar deliberadamente el virus. Al parecer, muchos otros países han falsificado o retenido datos sobre el progreso de la pandemia.

Uno de los 400 centros de vacunación establecidos en el Festhalle de Frankfurt, que suele ser una sala de conciertos © Rafael Heygster

La falta de cooperación global se manifiesta no solo en estas guerras de información, sino aún más en los conflictos por el escaso equipamiento médico. Si bien ha habido muchos casos de colaboración y generosidad, no se hizo ningún intento serio de poner en común todos los recursos disponibles, racionalizar la producción mundial y asegurar una distribución equitativa de los suministros. En particular, el “nacionalismo de las vacunas” crea un nuevo tipo de desigualdad global entre los países que pueden vacunar a su población y los países que no lo son.

Es triste ver que muchos no comprenden un hecho simple sobre esta pandemia: mientras el virus continúe propagándose en cualquier lugar, ningún país puede sentirse verdaderamente seguro. Supongamos que Israel o el Reino Unido logran erradicar el virus dentro de sus propias fronteras, pero el virus continúa propagándose entre cientos de millones de personas en India, Brasil o Sudáfrica. Una nueva mutación en algún pueblo brasileño remoto podría hacer que la vacuna sea ineficaz y provocar una nueva ola de infección.

En la emergencia actual, las apelaciones al mero altruismo probablemente no prevalecerán sobre los intereses nacionales. Sin embargo, en la emergencia actual, la cooperación global no es altruismo. Es fundamental para garantizar el interés nacional.

Antivirus para el mundo

Los argumentos sobre lo que sucedió en 2020 repercutirán durante muchos años. Pero la gente de todos los campos políticos debería estar de acuerdo en al menos tres lecciones principales.

  • Primero, necesitamos salvaguardar nuestra infraestructura digital. Ha sido nuestra salvación durante esta pandemia, pero pronto podría ser la fuente de un desastre aún peor.
  • En segundo lugar, cada país debería invertir más en su sistema de salud pública. Esto parece evidente, pero los políticos y los votantes a veces logran ignorar la lección más obvia.
  • En tercer lugar, debemos establecer un poderoso sistema global para monitorear y prevenir pandemias. En la guerra milenaria entre humanos y patógenos, la línea del frente pasa por el cuerpo de todos y cada uno de los seres humanos. Si esta línea se rompe en cualquier parte del planeta, nos pone a todos en peligro. Incluso las personas más ricas de los países más desarrollados tienen un interés personal en proteger a las personas más pobres de los países menos desarrollados. Si un nuevo virus pasa de un murciélago a un humano en una aldea pobre en alguna jungla remota, en unos pocos días ese virus puede dar un paseo por Wall Street.

Los laboratorios de Bioscientia, donde se diagnostican, evalúan y archivan las pruebas de coronavirus © Rafael Heygster

El esqueleto de tal sistema global contra la plaga ya existe en la forma de la Organización Mundial de la Salud y varias otras instituciones. Pero los presupuestos que respaldan este sistema son escasos y casi no tiene fuerza política. Necesitamos darle a este sistema algo de influencia política y mucho más dinero, para que no dependa por completo de los caprichos de los políticos egoístas. Como se señaló anteriormente, no creo que a los expertos no electos se les deba encomendar la tarea de tomar decisiones políticas cruciales. Eso debería seguir siendo el dominio exclusivo de los políticos. Pero algún tipo de autoridad sanitaria global independiente sería la plataforma ideal para recopilar datos médicos, monitorear peligros potenciales, dar alarmas y dirigir la investigación y el desarrollo.

Mucha gente teme que Covid-19 marque el comienzo de una ola de nuevas pandemias. Pero si se implementan las lecciones anteriores, el impacto de Covid-19 podría resultar en que las pandemias se vuelvan menos comunes. La humanidad no puede evitar la aparición de nuevos patógenos. Este es un proceso evolutivo natural que ha estado ocurriendo durante miles de millones de años y continuará también en el futuro. Pero hoy en día la humanidad tiene el conocimiento y las herramientas necesarias para evitar que un nuevo patógeno se propague y se convierta en una pandemia.

Si Covid-19, no obstante, continúa propagándose en 2021 y mata a millones, o si una pandemia aún más mortal golpea a la humanidad en 2030, esto no será ni una calamidad natural incontrolable ni un castigo de Dios. Será un fracaso humano y, más precisamente, un fracaso político. Lampadia




¿Cómo te ayudo?

Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia

El Perú tiene el gran desafío de retomar el paso, superando los problemas sanitarios y económicos, después del proceso de selección y contratación de vacunas contra el COVID 19. Debemos manejar eficientemente el proceso de vacunación, para lograr la inmunidad de rebaño que sólo por esa vía, alcanzaríamos pronto. El Estado peruano tiene pues, entre manos, una tarea para la que no está preparado y probablemente, nadie lo haya estado.

Para manejar un proyecto de estos, es indispensable; tener una clara identificación de la población a ser vacunada, una estricta cuantificación de los distintos grupos a ser atendidos, las prioridades para su atención y una muy clara razón para otorgar la prioridad, así como una nítida definición de los miembros que componen cada grupo.

El gobierno ha dispuesto tres fases y ha fijado los objetivos de cada fase:

Fase I.- Objetivo: Proteger la integridad del sistema de salud y continuidad de los servicios básicos.

  • Personal del sector salud.
  • Personal de las fuerzas armadas y policiales.
  • Bomberos y miembros de la Cruz Roja.
  • Personal de seguridad, serenazgo, brigadistas y personal de limpieza pública.
  • Estudiantes de la salud.
  • Miembros de mesas electorales.

Fase II.- Objetivo: Reducir la morbilidad severa y mortalidad en población de mayor riesgo.

  • Adultos mayores de 60 años.
  • Personal con comorbilidad.
  • Población de comunidades nativas e indígenas.
  • Personal del INPE y personas privadas de la libertad.

Fase III.- Objetivo: Reducción de la transmisión de la enfermedad en continuidad y alcanzar inmunidad de rebaño.

  • Personas entre 18 y 59 años.

El primer paso es tener una clara definición de cada grupo, la posibilidad indubitable de identificarla y una clara razón para priorizarla, así que veamos:

  • El personal de la Fase I, por su exposición directa, contacto con población infectada y contar con claros instrumentos de identificación, puede y debe ser vacunado de inmediato.
  • El personal de la Fase II, tiene segmentos que cuentan con buenas razones para ser atendidos con prioridad; mayores de 60 claramente identificados con DNI. Personal con comorbilidad, tienen alto riesgo, pero si bien la mayoría puede demostrar historias clínicas que lo comprueben, hay un margen de población, que no lo podrá demostrar fehacientemente. Otro tanto ocurre con la población de comunidades nativas e indígenas, para quienes no hay una clara razón de su prioridad y menos una prueba indubitable de su pertenencia a determinada población indígena o nativa. Finalmente, en el grupo de funcionarios del INPE y personal privado de la libertad, no hay márgenes de duda ni de error.

Obviamente, en la Fase III, debemos de hacer nuestro máximo esfuerzo por inmunizarlo a la brevedad.

Si medimos la población de los distintos grupos y Fases, podremos ver de qué magnitud es el esfuerzo y así podremos diseñar la logística que tendremos que desplegar para cumplir metas de tiempo razonables, pues a diferencia de los mensajes políticos a los que nos tienen acostumbrados, esto se trata de gerencia para cumplir metas claramente cuantificadas y controlables.

En términos generales y de forma global, si quisiéramos llegar, a más tardar al 30 de setiembre 2021, con la meta del 100% de la población de mayores de 18 años vacunada, vale decir, 22 millones de personas, lo que significa 3.14 millones de vacunados al mes o 105 mil personas al día, si se atiende 24×7 (150 mil, si no vacunan sábados y domingos). Lo dicho es menos de la mitad del trabajo que hoy hace Chile (220 mil personas al día), teniendo sólo el 55% de nuestra población.

Sin entrar en la triste discusión de la disponibilidad de vacunas por ineficiencias en el proceso de adquisición, el sector privado se ha ofrecido a comprar, importar y aplicar vacunas a sus trabajadores, seguro habientes y a otros relacionados. La respuesta del gobierno viene siendo que “sólo el Estado está habilitado, por ahora” para comprar vacunas y que el sector privado lo podría hacer, siempre que las entregue “al mismo precio que el Estado”, esto es gratis y siempre que en la compra no interfiera (compita) con el Estado, lo curioso es que se amparan en la facultad de DIGEMID para autorizar o no, las vacunas de ciertos laboratorios.

Si el Estado estuviera vacunando a razón de 100 a 150 mil personas al día, nadie en el sector privado tendría argumentos para discutir su trabajo, pero no es así. El máximo atendido por el Estado hoy es de 12 mil al día, por lo que, a ese paso, tardaría más de 5 años para cumplir la meta y el Perú, más que ningún país del mundo, necesita volver a la normalidad y recuperar su economía. Preocupa que estén asumiendo la misma actitud que tuvieron cuando se les quiso apoyar, desde el sector privado, con donación de plantas de oxígeno y ahora después de casi un año, vemos las consecuencias.

El personal a ser vacunado en la Fase I asciende a 1.2 millones, incluyendo a los 518 mil miembros de mesa, titulares y suplentes. Esto significa que tenemos máximo 5 semanas para alcanzar esa meta, por lo que se debe estar vacunando, al menos 35 a 40 mil personas por día y el Estado está avanzando a sólo 12 mil.

En la Fase II, 3.8 millones son adultos de más de 60 años, cerca de 120 mil entre miembros de INPE y reos en cárcel, el número de ciudadanos con comorbilidad no es muy claro, pero más incierto aún es el correspondiente a los ciudadanos de comunidades nativas e indígenas, pues es un número indeterminado y dependiendo de los grados de libertad para su clasificación, pueden ser una población mucho mayor que la de los adultos mayores. Por ello, una tarea URGENTE, sería se defina esa clasificación y se haga constar en su DNI tal inscripción, no sea que nos llevemos una sorpresa, a menos que el Ministerio de Cultura haya completado la tarea de identificar certeramente y cuantificado a sus miembros. De ser así, sería muy importante lo den a conocer públicamente y nos confirme que RENIEC ya los inscribió como tales.

Una de las características de los políticos de ciertas ideologías, es la constante de juntar elementos tangibles y concretos, con elementos indefinidos y subjetivos, tal como encontramos en este caso específico. Ciertamente, por esa vía, no se puede lograr una respuesta taxativa y se elimina la posibilidad de establecer metas claras y cuantificables.

Comenzaba preguntando; ¿cómo te ayudo? Y se me ocurre, que la primera forma es dando ideas para lograr un enfoque objetivo y establecer un plan en base a elementos definidos de antemano, para luego ayudar en la gerencia del proceso y su ejecución.

Sorprende la alta susceptibilidad del sector público para dar a conocer los proveedores y los términos y condiciones de la compra de vacunas, pero más sorprende que no puedan compartir su Plan de Vacunación, con fechas y cantidades, con las que podamos evaluar su gestión.  Los invitamos a abrir sus mentes y convocar a los privados, a tiempo, para que ayuden a acelerar la distribución y aplicación de las vacunas, siguiendo el orden de prioridad definido por el Estado y de forma gratuita, pero agilizándolo, de manera que podamos normalizar nuestra situación entre junio y setiembre 2021.

¡Si se puede! Lampadia




La salud no fue abandonada, fue tomada por la corrupción

Por: Jaime de Althaus, Periodista y antropólogo
El Comercio, 1 de mayo de 2020

No pasó mucho tiempo para que la pandemia se convirtiera en apetitoso botín ideológico para algunos, que ya empezaron a repartir culpas para cosechar seguramente en las elecciones. Sinesio López (“La República”) acusa a la “derecha neoliberal” de haber “construido un Estado en el que sus aparatos económicos (MEF, BCR, SBS, etc), al servicio del capital, recibieron todo el apoyo, mientras los aparatos sociales… fueron abandonados a su suerte… Se hizo perversamente que la salud pública y educación pública fueran un desastre para convertirlas en un negocio privado”.

Pero quien llevó al Estado social a su mínima expresión fue el socialismo intervencionista y estatista de los años 70 y 80, al punto que hacia la segunda mitad de los 80 los hospitales públicos carecían hasta de jeringas y los médicos cobraban por atender en clínicas privadas al interior de los hospitales: una verdadera privatización “fáctica”.

Más bien fue la relativa liberalización y privatización a partir de los 90 la que permitió reconstruir paulatinamente el Estado, y de una manera notable considerando los escombros en los que quedó luego del experimento socialista.

En los últimos 20 años el presupuesto del sector Salud ¡se ha multiplicado por 7 en soles constantes!, es decir, en términos reales (IPE). Y se ha multiplicado por 3 como porcentaje del PBI, y por 2 como porcentaje del presupuesto. Lo que significa que no solo ha tenido muchos más recursos, sino que ha recibido un tratamiento prioritario en el presupuesto nacional, a costa de otros sectores.

Entonces es un mito, una mentira escandalosa, lo de que la salud pública fue abandonada. La pregunta es qué se hizo en el sector con esos mucho mayores recursos que los tecnócratas “neoliberales” aprobaron y que los impuestos pagados por las empresas posibilitaron. La respuesta hay que pedírsela a un sistema de gestión patrimonialista dominado por la corrupción y los intereses particulares de sus distintos estamentos, donde los recursos se desvían a toda clase de beneficiarios menos a los pacientes.

No es falta de presupuesto, es exceso de corrupción, que sifonea medicamentos a farmacias privadas, malogra deliberadamente equipos para derivar pacientes a consultorios privados, e impide una gestión racional, meritocrática y por resultados.

Evidentemente no son los “neoliberales” quienes operan ese sistema patrimonialista. Entonces sería bueno que las fuerzas políticas y no políticas honestas –si cabe el término–, en lugar de enrostrarse culpas, se sentaran a discutir qué cambios introducir para alcanzar un sistema de salud eficiente. Pero eso requiere despojarse de intereses políticos y económicos y atenerse a los números. Sería condenable una “solidaridad de clase” en la corrupción.

Por eso, la iniciativa de Transparencia de convocar a un nuevo “Acuerdo Nacional”, no puede consistir, como el anterior, en ponerse de acuerdo en lo que todos estamos de acuerdo. Sino en plantear los problemas que tenemos que resolver y buscar acuerdos sobre qué hacer. Uno de ellos es la reforma del sistema de salud. En general, el gran tema es la incorporación de todos a la República, que tiene dos dimensiones: a la ley (formalización), y a servicios públicos de calidad (universalización). ¿Qué hacer para lograrlo? Esa debe ser la agenda.

¿Cómo se contagia el coronavirus?

Covid-19 se contagia por el contacto de una persona sana con otra que esté infectada. Esta enfermedad se propaga de persona a persona mediante las gotículas procedentes de la nariz o boca cuando el que se encuentra enfermo tose o exhala.

En muchos casos, estas gotículas caen sobre objetos o superficies, que después tocan otros individuos y se llevan a la nariz, ojos o boca cuando pasan sus manos por la cara.

¿Cómo prevenir la propagación del coronavirus?

  • Para reducir la probabilidad de contagio existen varias maneras. Las principales son:
  • Lavarse las manos con agua y jabón por 20 segundos y usar alcohol o gel desinfectante.
  • Mantenerse a una distancia mínima de 1 metro de cualquier persona.
  • Evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca, debido a que las manos al palpar muchos objetos y superficies pueden recoger el virus.
  • Mantener una buena higiene respiratoria: si tose o estornuda deberá cubrirse la boca y la nariz con el codo doblado o con un pañuelo de papel, que deberá desecharse de inmediato.
  • Permanecer en casa si no se encuentra bien. En caso tenga fiebre, tos y dificultad para respirar, busque atención médica y siga las instrucciones que le de personal de salud.



¡Oxígeno. . . Por favor!

José Antonio Luna Bazo
Sociólogo y Periodista
Para Lampadia

Conforme trascurren los días de la segunda ola del coronavirus, los niveles del drama de la escasez de oxígeno medicinal adquieren ribetes que dan cuenta de la incapacidad del Estado para resolver, con decisiones inmediatas y pertinentes, las urgencias que la vida de las personas exige. Cientos de familiares continúan aguardando, en las zonas de expendio de oxígeno esperando ser atendidos. Pasan las noches en la vía pública aferrados a la esperanza de obtener uno o dos balones de oxígeno.  Mientras tanto, los pacientes agonizan por falta de este vital insumo.

Aun hay plantas que han sido donadas y que no funcionan. Otras contratadas a fabricantes no son entregadas y los plazos para cumplir se dilatan. Tampoco se ha resuelto la logística para trasladar el oxigeno de Chile a los puertos del Perú. Nuestras incapacidades son expresión de la improvisación en la que nos desenvolvemos, a lo que se suma la perniciosa burocracia, junto a la ineptitud de los tomadores de decisiones.

Hace varias décadas uno de nuestros profesores en la universidad afirmaba que la improvisación es característica de los países sub desarrollados. Seguimos siéndolo. Los hospitales están a su máxima capacidad y el oxígeno escasea en muchos de ellos. Algunos han anunciado reservas solo para las próximas 24 horas y en otros están agotadas. Nos preguntamos ¿Cuántos ciudadanos más tendrán que morir hasta que la escasez de oxígeno se resuelva?  

En el contexto de este drama humano, en un medio de comunicación masivo[i]  se anuncia, en llamativo aviso, la preventa de Concentradores de Oxigeno de 10 litros (Olive-modelo OLV10). El punto no es si puede o no un medio de comunicación vender estos concentradores. La pregunta que exige y amerita explicación es cómo una empresa, que no es droguería, puede importar y comercializar estos equipos, cuando está definido -por una absurda normatividad- que la DIGEMID[ii] es la única instancia que autoriza el ingreso de esos “dispositivos médicos”.

Veamos. La norma exige

  1. una receta médica, en la que se establezca el motivo o necesidad de uso del equipo y la marca de éste (¿?).
  2. La autorización excepcional es individual y se concreta en una resolución de la Digemid. Este trámite, entre la presentación de la receta y la emisión de la resolución, debe durar, en el mejor de los casos, 72 horas. En paralelo el importador ha identificado a su proveedor e iniciado el proceso de compra. Confirmada la disponibilidad y el transporte, presumiblemente vía aérea por la urgencia,
  3. el equipo es embarcado y trasladado al destino, proceso que puede durar 72 o 96 horas adicionales, con lo cual ya se tienen 144 o 168 horas, es decir estaríamos en el día 7. Confirmado el arribo de la importación,
  4. mínimo se requieren (3) tres días adicionales para el desaduanaje, con lo cual el proceso habría durado 10 días, siempre que no ocurra ningún contratiempo. 

Mientras todo este proceso corre por un curso de tiempos burocráticos e inseguros, los familiares siguen sumidos en la angustia y la desesperación y el paciente ruega por oxígeno. A la sazón, la Directora Ejecutiva de la Digemid anuncia que la entidad que lidera, otorgará autorizaciones excepcionales para la importación de Concentradores de Oxígeno. Lo que no se dice y se soslaya en la DIGEMID, es que el proceso de autorización requiere dos componentes, primero, Receta médica que se establezca la necesidad de uso del equipo y segundo que se otorga una autorización excepcional individual. 

No se trata sólo de flexibilizar el mercado de los Concentradores de Oxígeno, sino de liberalizarlo y hacerlo asequible a todos los ciudadanos y entidades privadas que lo requieran, de modo que no sea un bien escaso y altamente demandado que distorsione el mercado. El actual ministro de Salud, Oscar Ugarte Ubillus, en declaraciones a la prensa [iii] ha precisado, que la línea de trabajo que está impulsando el sector a su cargo se corresponde con “una estrategia que la vinculamos al primer nivel de atención como los centros de atención transitoria comunitario en torno a municipalidades e iglesias, que es una estrategia más directa”.

La más alta autoridad del Minsa ha abierto la puerta para destrabar el mercado y lo que corresponde, en esa misma lógica y sin mayor dilación, es derogar la normatividad que permite a la Digemid-Minsa continuar otorgando autorizaciones excepcionales. Lo que urge es dejar sin efecto la intervención innecesaria de la Digemid. Ugarte Ubillus ha ido más allá, al afirmar “para el registro (sanitario) de productos que llegan por importación lo hace y lo puede hacer rápidamente Digemid. Si hay empresas o empresarios que están en esa condición, que le presenten a Digemid nosotros garantizamos la autorización muy rápidamente”. Y a mayor compromiso, el ministro ha subrayado “las personas naturales también lo pueden hacer (importar concentradores para su uso), pero necesitan un registro (sanitario) o habilitación para esa función. Me comprometo a que eso cambie. Lo vamos a aplicar en todos los espacios que aparezca”.

Ministro Ugarte Ubillus, sus declaraciones merecen traducirse en la derogatoria de las normas que esgrime la Digemid para la importación de los Concentradores de Oxígeno, aun cuando ahora otorgue autorizaciones excepcionales. Lampadia

[i] La República, pag.14; 23 de febrero de 2021

[ii] Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas – Minsa.

[iii] Diario Gestión 21 de febrero 2021.




¿Siguen creyendo que el Estado va a administrar bien las vacunas?

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 19 de febrero de 2021
Para Lampadia

Sinceramente, no entiendo por qué tanto asombro por el caso de la vacunación subrepticia del expresidente Vizcarra y sus amigos. ¿Acaso el tipo – aparte de corrupto y coimero – no era un mentiroso patológico… un mitómano? ¿Tan rápido se olvidaron de los contratos moqueguanos y de los favores pandilleros… con el inefable Richard Swing a la cabeza?

Por otro lado, yendo al grano de la salud pública en nuestro país ¿acaso en los hospitales del Estado no se esconden camas hospitalarias para luego venderlas – por lo bajo – al mejor postor? ¿Acaso no se compran – por millones – medicamentos vencidos, previas coimas millonarias de por medio?

Y ¿qué decir del robo sistemático de medicamentos de las farmacias de los hospitales públicos?

  • ¿De dónde – si no – se abastecen los miles de farmacias y boticas que se ubican frente a los hospitales del Estado?
  • ¿Acaso no hay médicos corruptos que abandonan los hospitales en horarios de trabajo, y cobran como si hubieran trabajado normalmente?
  • ¿Acaso no es así la situación en la Salud Pública de nuestro país?

Ojo. Por enésima vez debo aclarar que tenemos muy buenos médicos, enfermeras y servidores en la salud pública. Ciertamente no me estoy refiriendo a ellos cuando doy cuenta de la corrupción, indolencia y crueldad en el sector. Pero no seamos ingenuos. El sector de la Salud Pública está dominado por la corrupción. A esa corrupción me estoy refiriendo en el presente artículo. A la corrupción de las vacunas… por ejemplo.

En ese sentido se nota que no todos los peruanos conocen al monstruo por dentro. Bueno pues… yo sí lo conozco. Lo conocí cuando fui Gobernador Regional de Ica, allá por los años 2015 al 2018. Efectivamente, yo vi con mis propios ojos la corrupción, la crueldad y la indolencia del sistema que – dicho sea de paso – es igual en Lima, en Chiclayo, en Cusco, en Iquitos… en todo el país. Colas interminables – de amanecida – simplemente porque médicos indolentes abandonan los hospitales… ¡en horario de trabajo! Falta de medicamentos, falta de oxígeno, falta de instrumentos hospitalarios, equipos malogrados, pésima atención… muerte y desolación por todos lados.

Así las cosas ¿alguien – en su sano juicio – esperaba que el Estado iba a gestionar bien la lucha contra la pandemia… sobre todo la cuestión de las vacunas? ¡No pidamos peras al olmo! Aunque – valgan verdades – no solo autoridades políticas insisten en el monopolio estatal para el manejo de la pandemia. En fin… a los políticos y médicos corruptos – por obvias razones – les conviene el estatismo. Pero ¿por qué tantos periodistas, académicos, personas en general – y ciertamente, candidatos presidenciales y congresales – insisten en el tema?

He ahí la responsabilidad ciudadana a la cual me he referido en varios artículos anteriores, en Lampadia. Los ciudadanos debemos alzar la voz, y exigir nuestra participación – y la de muchas empresas e instituciones no gubernamentales – en la lucha contra la pandemia. Tal como lo están haciendo casi todos los países del mundo.

Debemos exigir la despolitización de la gestión de la salud pública… tal como hicimos en Ica durante el Gobierno Regional 2015 – 2018, con excelentes resultados. Es decir, encargar la gestión de los hospitales y centros de salud a gerentes públicos idóneos; muchos de los cuales provinieron de la Autoridad Nacional del Servicio Civil (SERVIR).

Lamentablemente, el actual Gobernador Regional ha deshecho todo lo avanzado y cambió a todo el equipo directivo de los hospitales de Ica. Efectivamente, por la política – mejor dicho, por el clientelismo político – volvieron las colas, los maltratos, la corrupción… y hasta el Dengue que estaba totalmente bajo control. Aparte – por supuesto – de la pandemia, que en Ica viene siendo de extrema gravedad.

CONCLUSIÓN: Despolitizar la salud pública en el país. La Salud Pública no debe estar en manos de los Gobiernos Regionales, ni del Ministerio de Salud. Una institución autónoma y apolítica – tipo Banco Central de Reserva (BCR) – altamente profesionalizada, meritocrática y respetuosa de la carrera pública… eso es lo que se necesita para el sector salud.

El Estado peruano es un pésimo proveedor de servicios especializados… salud, educación, agua y desagüe, limpieza pública, etc. Participación ciudadana activa y especializada – sobre todo empresarial e institucional – eso es lo que se necesita para acabar con este desmadre de las vacunas… y – en general – para acabar con la pésima gestión de la salud pública en nuestro país. Lampadia




No vacunan y no dejan que nos vacunemos

Fausto Salinas Lovón
Desde Cusco
Para Lampadia

Actuar como el perro del hortelano con las vacunas, en medio de la segunda ola de la pandemia y del Vacunagate, a pesar de la incapacidad estatal de proveer oxígeno y atención médica a los peruanos, no es una comedia de Lope de Vega. Es más que una tragedia. Podría ser un crimen.

En la comedia de Lope de Vega (1618), el argumento central es que Diana, la dama que no puede amar a Teodoro, impide que este ame y sea amado. Ella actúa como el perro del hortelano: “ni come, ni deja comer”.

En la tragedia peruana que nos toca vivir en estos días, los perros del hortelano no nos vacunan, ni dejan que nos vacunemos. No firmaron contratos con laboratorios internacionales para proveernos de vacunas como lo han hecho todos los países vecinos, y lo que es peor, no dejan que otros puedan traer vacunas para que nuestra población se inmunice.

  • ¿Quiénes son esos perros del hortelano?
  • ¿Quién es la Diana de la comedia de Lope de Vega en esta tragedia nacional?
  • ¿Qué buscan? ¿Sólo imponer la hegemonía sanitaria? ¿No hay tal vez un afán deliberado de desaparecer a un sector de la población que no le es afín?

Perros del hortelano hay varios.

El primero es Vizcarra. No sólo traicionó a quienes lo sacaron de Moquegua, a los que votaron por él y a los que confabularon para ponerlo de presidente, sino también a los cándidos e ignotos peruanos y peruanas (sic) que creyeron en su cacareo anti corrupción y lo aplaudían con tweets, posts y marchas. Apenas 10 días después de haber dicho en la ONU el 21.09.20 que la vacuna debe ser un “bien público global” hizo todo lo contrario: pidió que lo vacunen a él y su esposa, en privado, sin público, sin que nadie sepa. Luego, hizo poco o nada para conseguirla para los peruanos, habiendo indicios de que busco dificultar la llegada de otras vacunas.

La corte de ministros, funcionarios, asesores, diplomáticos y medios que han avalado al MINSA y a la CANCILLERIA en la idea de “la vacuna como bien público global”. De nada importa que el bien sea público, universal, global o privado, gratuito o pagante si no existe. Lo que importa es que exista.

El gobierno de Sagasti, que es el segundo acto de la misma tragedia. Ha concretado la compra de la vacuna que inocularon a su antecesor. Pagó el favorcito. Sin embargo, no consigue que lleguen otras vacunas e impide que se abran canales para que entidades privadas, gobiernos sub nacionales, ONGs u organismos de servicio que tienen experiencia en vacunación, puedan acceder al mercado secundario de vacunas y traerlas para los peruanos. Aprobó un reglamento a inicios de enero, pero reculó cuando Verónica Mendoza, le recordó los mandamientos de la hegemonía sanitaria: el Estado es el único que vacuna.

El nuevo ministro de salud Ugarte, que no le hace caso al sentido común de sus primeras declaraciones sino al designio de sus mandantes ideológicos y ha retrocedido, cerrando la posibilidad de la participación privada en la provisión de vacunas. Ugarte es miembro del Partido Humanista, agrupación que lidera el camarada Yehude Simon al cual ya acompaño como Ministro de Salud y es el partido que ha fundado Juntos por el Perú, la agrupación que postula a la presidencia a la candidata de Maduro, Verónika Mendoza. Ella fue la primera en cuestionar la participación privada para la provisión de vacunas en una declaración que el portal cubano PL amplificó el 11 de enero: “Hace un mes el presidente Francisco Sagasti defendía en la ONU que la vacuna fuera un bien público y ahora su gobierno emite un decreto autorizando su comercialización”

¿La Diana de la tragedia peruana?

Impedir que el sector privado participe en la provisión de bienes y servicios es ignorar como funciona la economía del mundo, es no haber leído ni un manual de economía elemental. Impedir que participen cuando el Estado ha demostrado que es incapaz de hacerlo deja de ser un prejuicio ideológico, es una maldad.  Una maldad como la de Diana en la comedia de Lope de Vega, quien al no poder amar, impide que otros amen.

Si tuviéramos que identificar a una Diana en esta tragedia nacional podría ser Verónica Mendoza. Una Diana a la que podríamos responsabilizar en el futuro de todos aquellos que caigan o vayamos a caer por no haberse podido vacunar a causa de sus ideas. Esta a tiempo de dejar de actuar como el perro del hortelano y dejar que nos vacunemos.

¿Que buscan?

Detrás de estas medidas está solamente el afán de imponer la hegemonía sanitaria de la cual hablamos en ¿VACUNAS A CAMBIO DE VOTOS? (Lampadia 15.01.2021) y que ya puso en práctica Nicolas Maduro en Venezuela según lo denuncia el Diario Clarín de Buenos Aires este 11 de febrero, donde los militantes chavistas serán los primeros en recibir la vacuna Sputnik.  Podría haber más. Preguntémonos:

  • ¿No habrá el interés de desaparecer emprendedores, comerciantes, profesionales, empresarios, trabajadores, agricultores, emergentes y todos aquellos que pueden pagarse una vacuna, que no van a esperar que el Estado se las provea y que, obviamente, no van a votar por la izquierda?
  • ¿No existirá el interés de que los mayores de 60, que han visto la caída del muro del Berlín, las atrocidades de Sendero Luminoso, la dictadura de Velasco y el fin del comunismo histórico desaparezcan para dejar el terreno con mayoritaria presencia de pulpines a quienes el embauque socialista puede convencer?
  • ¿No habrá, además de la hegemonía sanitaria un interés deliberado de afectar la composición etárea y social de la masa electoral para hacerla más afín al voto populista?

Si así fuera no solo sería un drama que hay que advertir, sino un crimen que hay que denunciar. Lampadia




Los cambios que necesita el Perú

La pandemia dejó al descubierto las brechas estructurales del Perú y de muchos otros países latinoamericanos. Por un lado, nuestro precario sistema de salud pública, junto a la terrible gestión de Vizcarra y de sus ministros de salud Víctor Zamora y Pilar Mazzetti – que subsiste en el gabinete Sagasti – no solo no permitieron una adecuada respuesta a la crisis sanitaria, sino que nos posicionó como el peor país en muertos por la covid-19 (ver Lampadia: Perú encabeza exceso de muertes por millón).

La debilidad de la salud pública en el Perú, se presenta a pesar que durante los últimos 20 años, el presupuesto público de salud creció un 7% anual en términos reales.

Asimismo, la destructiva cuarentena que impuso el gobierno en marzo del año pasado – que además no tomó en cuenta las altas tasas de informalidad y la baja bancarización de la población – nos sometió a la peor crisis económica de nuestra historia republicana y la peor caída económica del mundo, a pesar de los subsidios al ingreso dirigidos a los hogares más vulnerables.

En este contexto diversas voces se han alzado desde el ámbito político – no solo en nuestro país sino en toda nuestra región – sobre la necesidad de un “nuevo contrato social” que permita generar las condiciones para que más personas puedan acceder a servicios públicos de calidad y cuenten con un mínimo nivel adecuado de vida (ver artículo de The Economist a continuación).

Al respecto, si bien coincidimos con que deben realizarse reformas, consideramos que estas no deben pasar por retroceder en lo avanzado. Los pedidos de la izquierda en nuestro país por ejemplo se empecinan en forjar desde cero una nueva Constitución que le otorgue mayores funciones al Estado. Pero es justamente el Estado, como ya explicamos, el que no ha estado a la altura de las necesidades de gestión. Su incapacidad generó una calamidad con la pandemia, exacerbando la crisis con su mal manejo y generando la tragedia de la que aún somos parte. Además ha sido su complejo de “Superman”, lo que ha hecho nula su cooperación con el sector privado, no solo en el tema sanitario, sino también en otros ámbitos que hubieran gestado mejores servicios públicos desde antes de la pandemia, como son los mecanismos de inversión de cofinanciamiento privado (ver Lampadia: Lecciones para impulsar la inversión pública). El impulso de estos esquemas de inversión, que se han venido menguando con el tiempo como porcentaje de la inversión pública (ver gráfico líneas abajo), no sólo hubieran generado mejores hospitales y postas médicas con mejor equipamiento, sino mayor empleo de calidad.

Fuente: SIAF-MEF,BCRP y Proinversión, 2020. Elaboración CPC

Como dice Carlos Oliva, el tema es mejorar la eficiencia del Estado. No es darle más responsabilidades. Ni siquiera con lo que está en la Constitución puede, entonces como le quieres dar una mayor preponderancia en el capítulo económico. Donde miremos, lo que es responsabilidad del Estado, no lo estamos cumpliendo. Por lo tanto, el análisis para mejorar tendría que ser al revés. Pásale a otros lo que no puedes hacer. Ver en Lampadia: Cambiar la Constitución no resuelve nada.

Es necesario pues que ad portas de las elecciones reflexionemos sobre las propuestas de los candidatos cuya bandera se alza en agigantar el Estado, pues ya sabemos de qué pie cojean. No volvamos a caer en esta trampa populista de nuevo, como caímos en los años 70-80, la cual nos estancó por 30 años. Será, por el contrario, el camino de la reducción y la racionalización del Estado, así como la cooperación con los privados y la sociedad civil, lo que realmente nos hará tener mejores prospectos en los años venideros. Lampadia

América Latina necesita un nuevo contrato social

Pero debe ser realista

The Economist
6 de febrero, 2021
Traducida y comentada por Lampadia

En la ciudad de México y Lima, los pacientes con covid-19 vuelven a ser rechazados en hospitales sin camas de sobra, mientras que en Manaus, en el norte de Brasil, una nueva variante del virus está matando a cien personas al día. La recesión de la pandemia empujó a 33 millones de latinoamericanos por debajo de la línea de pobreza de 5,50 dólares al día el año pasado, según el Banco Mundial. Los gobiernos de la región están luchando por alinear las vacunas. Por tanto, puede parecer un momento extraño hablar de un nuevo contrato social: una abstracción.

Sin embargo, el término se ha convertido en un mantra en América Latina. Tanto el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) como la OCDE, un grupo de países principalmente ricos, están trabajando en importantes informes relacionados con el tema. Esto se debe a que la pandemia ha dejado al descubierto fragilidades de larga data. Los planes de salud y protección social de la región están fragmentados y son desiguales. Sus economías se han estancado durante los últimos seis años, en gran parte debido a la baja productividad. Los sistemas políticos están desacreditados. Los ciudadanos están enojados. La gente siente que las democracias latinoamericanas no pueden seguir así. La pregunta es cuánto y con qué rapidez pueden cambiar.

Para algunos de la izquierda, un nuevo contrato social ofrece un espejismo de convertir América Latina en Escandinavia con un chasquido de dedos de un burócrata internacional. Otros piensan en una nueva constitución. En Chile, en abril se elegirá una asamblea para redactar una; es probable que exija más prestaciones sociales estatales. La izquierda en Perú también quiere una nueva constitución, para darle un mayor papel económico al estado. Algunas personas de la derecha temen un deslizamiento hacia el socialismo.

Algunos países de América Latina, como Uruguay y Costa Rica, tienen estados de bienestar de base amplia. En otros, se han superado los regímenes de seguridad social contributiva de Bismarck, establecidos a mediados del siglo XX. En promedio, la mitad de la población trabaja en la economía informal y está fuera de estos esquemas. Los gobiernos han ofrecido algunos beneficios no contributivos a estas personas, creando incentivos para permanecer informales. Las ideas más sensatas para un nuevo contrato social enfatizan tres cosas: crear un piso de protección social universal; aumentar los impuestos para pagar esto; y aumentar la participación de los ciudadanos en la política de manera que fortalezca la democracia representativa.

La pandemia ha puesto de relieve el problema de la informalidad, con trabajadores que violan los cierres para ganarse la vida diaria. Los reformadores sostienen que todos los latinoamericanos, cualquiera que sea su situación en el mercado laboral, deberían ser elegibles para el seguro de desempleo financiado por los contribuyentes y las pensiones básicas de jubilación e invalidez. Eso significaría reservar financiación contributiva para seguros complementarios y planes de pensiones. Esto alentaría el empleo formal con menores costos de nómina. Los planes de transferencias de efectivo condicionadas pueden ofrecer un ingreso mínimo para los ciudadanos más pobres.

Estos cambios costarían anualmente alrededor del 3% del PBI, estima Luis Felipe López-Calva, jefe del PNUD para América Latina. Cree que esto podría pagarse en parte aumentando los impuestos a la propiedad, que recaudan solo alrededor del 0.5% del PBI en América Latina, en comparación con alrededor del 3% en Europa.

El dinero será especialmente escaso durante los próximos años y hay muchas necesidades urgentes. Estos incluyen, inmediatamente, implementar programas de vacunación y hacer que las escuelas vuelvan a funcionar. Muchos países necesitan gastar más en infraestructura de transporte y educación. Los gobiernos están acumulando deudas que tendrán que pagar. Los reformadores proponen un plan mediante el cual nuevas medidas de protección social e impuestos y otras reformas entran en vigor, digamos, en tres años.

Habrá resistencia. Tomemos a Colombia. “La clase media alta dice ‘basta’”, dice Sergio Clavijo, un economista colombiano. Señala que la tasa máxima del impuesto sobre la renta ha aumentado constantemente (hasta el 39%) y que los colombianos acomodados pagan un impuesto sobre el patrimonio. Aboga por cerrar las lagunas a través de las cuales los ricos evitan impuestos y ampliar la base impositiva (solo 1 millón de colombianos paga impuestos sobre la renta). Ambos pasos tomarán tiempo.

Con legislaturas y partidos políticos en descrédito en muchos países, se necesita un debate público más amplio para establecer prioridades, que reúna a políticos, empresarios, sindicatos y otros grupos sociales y cívicos. Uno de esos ejercicios comenzará pronto en Panamá. “Si no reunimos a la gente para discutir el camino a seguir, la alternativa es muy caótica, probablemente con mucho descontento”, dice López-Calva. «Esto no es fácil. Pero es la mejor manera de capear la tormenta». Lampadia




La escasez de oxígeno y el drama de sobrevivir

José Antonio Luna y Augusto Coello
Para LAMPADIA

En el marco de una comprensible expectativa nacional, el domingo 7 de febrero arribó al aeropuerto internacional “Jorge Chávez” el carguero de Air France, procedente de Beijing, con la ansiada carga de las primeras 300 mil vacunas del laboratorio Sinopharm. Los medios televisivos y de prensa escrita cubrieron el aterrizaje del avión, la desestiba y el traslado de los contenedores refrigerados. El despliegue de seguridad y resguardo desde el aeropuerto hasta los almacenes del Centro Nacional de Abastecimiento de Recursos Estratégicos de Salud, CENARES, pusieron una nota de suspenso y de dramatismo.

Con las 300 mil vacunas se podrá atender, con una primera dosis, a 150 mil trabajadores del sector salud que están en la primera línea del combate contra el Covid 19, desplegando un esfuerzo sobre humano por salvar vidas. Encomiable tarea que merece el reconocimiento de todos. Sin embargo, ese trabajo denodado y responsable de médicos, enfermeras, auxiliares y personal de salud, podría naufragar sino está acompañado de decisiones firmes y oportunas que garanticen que la recuperación de los enfermos tenga respuesta adecuada en la convalecencia posterior. Entonces, ¿Ante qué escenario nos encontramos?

Un complejo escenario socio sanitario

Los fallecidos por Covid registrados al 4 de febrero pasado por el Ministerio de Salud, es del orden de las 42,121 personas (a). Por otro lado, las altas hospitalarias por Covid son 47,785 personas, (b). El total de casos atendidos por el sistema de salud, (a + b) equivale al 100%, en los que (a) es el 46.85% y (b) 53.15 %. La cifra dramática indica que, en lo que va de la pandemia, son más de 103 mil personas los fallecidos, según los registros en el Sistema Nacional de Defunciones (SINADEF).

Las altas Hospitalarias Minsa más las altas domiciliarias complejas estimadas, de quienes no asistieron a los centros de salud, al 4 de febrero de 2021, superarían las 117 mil personas. Esta cifra, por cierto, se incrementará considerablemente debido a la intensidad de la pandemia y por el tiempo en que se extenderá la vacunación total de nuestra población, hasta alcanzar la inmunidad de rebaño. La situación es aún más compleja, pues no existen datos ciertos y confiables de altas domiciliarias, es decir de los casos Covid que se atendieron en sus viviendas, por no haber capacidad hospitalaria o recursos de servicios hospitalarios. Entonces, se estima que la mayor cantidad de muertes por Covid registradas por SINADEF, deduciendo los fallecidos reportados por el MINSA, serían 61,379 personas.

Las altas no hospitalarias, deducidas de aplicar la misma proporción de los datos MINSA, se estiman como mínimo en más de 70 mil personas. Ese sería el universo estimado proyectado a la actualidad de personas afectadas y con secuelas severas de Covid, luego de haber superado un proceso de hospitalización o de cuidados en domicilio. Relevante cifra que se traducirá, a corto y mediano plazo, en una demanda sucesiva de atención en los servicios de salud. Estamos ante un escenario socio sanitario, en el que el problema de la carencia de oxígeno y de los pacientes que no encuentran cama en los hospitales, se sumarán a todos aquellos que demandarán atenciones para su rehabilitación y la superación de las secuelas del Covid 19.

Las debilidades del sector salud

Cuando a mediados de marzo del 2019 se anunció la cuarentena socio sanitaria, también se dio cuenta de las falencias y debilidades del sistema de salud. De esta situación han transcurrido trece meses y conforme la pandemia se ha ido agudizando, quedó evidenciado, sin necesidad de mayores investigaciones ni evaluaciones, que resultaba evidente que los hospitales nacionales no contaban con capacidades suficientes en materia de camas y camas UCI y, en paralelo, insuficientes plantas de oxígeno, amén de los ventiladores para los enfermos graves.

El Sistema de Salud -MINSA y EsSalud- no está preparado para afrontar una pandemia ni las graves secuelas de ésta en el organismo de las personas que logran superar la infección del virus. Los diversos centros de salud en el país no tienen equipamiento ni personal suficiente para afrontar la creciente demanda de los más de 117,418, por ahora, casos de afectados con secuelas cardiológicas, neurológicas, cerebrales, renales y sobre todo pulmonares.

La mirada científico asistencial, desde el sector salud, debe permitir proyectar que los servicios no estén sólo limitados a superar la crisis de la infección del Covid 19, sino también, tan importante como lo anterior, permitir la atención y la recuperación de las secuelas del Covid 19. Puede ocurrir que el paciente supere la crisis infecciosa, mas no las secuelas, por ejemplo, de la fibrosis pulmonar, el daño renal o cardiovascular. ¿O sí?  

En un estudio, –Zoe Covid Symptom Study-, se señala que 1 de cada 10 pacientes diagnosticados con Covid 19, pueden permanecer sintomáticos más allá de 3 semanas y algunos de ellos, en menor proporción, durante meses. En las series de pacientes que han requerido hospitalización este porcentaje es, sin embargo, muy superior, pudiendo llegar hasta el 50-90%”. Las evidencias médicas precisan que la secuela más característica del Covid-19 es, probablemente, la fibrosis pulmonar. Los casos complejos convierten a estos pacientes en oxígeno dependientes para lo que les reste de vida. Es decir, sobrevivir con un balón de oxígeno próximo y desplazarse con él. 

Liberar y destrabar los procesos

Los pacientes que han sido ingresados a las Unidades de Cuidados Intensivos, UCI, muestran dificultad para respirar, junto con un recurrente cansancio y la afectación de la fuerza muscular y motora. También son habituales los trastornos cognitivos, como el deterioro de la memoria y algunas alteraciones emocionales, derivadas fundamentalmente de la situación de aislamiento, producto de la cuarentena.

Las secuelas sobre el sistema vascular son igualmente relevantes y puede dar lugar a la formación de trombos tanto pulmonares como en otras localizaciones del cuerpo. En los pacientes que superaron el Covid 19, también son frecuentes los trastornos psicológicos, los cuadros de ansiedad y el insomnio. Todas estas secuelas del Covid 19 requerirán la atención de los servicios de salud públicos. En suma, las secuelas más frecuentes de la Covid-19, muestran astenia o cansancio extremo, incapacidad o imposibilidad para realizar las tareas cotidianas.

Una vía de alivio, recomendada por los médicos, es con el suministro de oxígeno medicinal con equipos portátiles domésticos, aprobados por la Organización Panamericana de la Salud, OPS, y que son útiles para aliviar los primeros síntomas al inicio de la enfermedad para los casos leves y terapia hiperbárica para los casos más severos. Un ejemplo valioso en el continente es la acción emprendida en México desarrollando tratamientos post Covid con hiperbaria y en Argentina por la Sociedad de Hiperbaria, capacitando a sus asociados en los tratamientos post Covid-19.

El reto inmediato es destrabar los procesos de importación de equipos de concentración de Oxígeno -10 litros por minuto- así como las cámaras hiperbáricas de baja presión. La emergencia nacional urge de decisiones inmediatas que rompan la inercia y la desaprensión del Estado. Es necesario que el ejecutivo vuelva los ojos a la ciudadanía y decida en función de sus demandas y necesidades, en suma, que asegure la vida ahora y que respirar no sea nunca un acto de sobrevivencia. Lampadia

Fuentes: Open Covid Perú; Zoe Covid Symptom Study & King’s College London.




Vacunación desde el Sector Privado

No podemos dejar la vacunación en manos del gobierno

Empresario Consciente
Para Lampadia

El problema de este gobierno (y muchos otros antes) es su ya comprobada inutilidad de gestión, por un lado, y la soberbia, por otro. Combinación mortal.

Creo que ya deberíamos haber dejado en libertad a los privados de adquirir las vacunas.

Estoy completamente seguro que en el sector privado tenemos la capacidad económica y de gestión para comprar y distribuir las vacunas.

Además, creo también que en el sector privado tenemos la grandeza moral para donar lo necesario no solo para vacunarnos nosotros sino a todo el Perú.

Sacando cuentas: necesitamos aproximadamente 50 millones de vacunas, a US$ 10 cada una, suman 500 millones de dólares.

¿No creen que podemos hacer una Campaña (tipo Teletón) y reunir ese dinero?

Por mi lado, en mi empresa, tenemos 30,000 clientes en la base de la pirámide social. Bien podríamos donar 30,000 vacunas.

Y si el gobierno permitiera ‘Vacunas por Impuestos’, fácil, pero recontra fácil, reunimos los 500 millones de dólares. Lampadia




Peor que antes

CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia

Era difícil imaginar que pudiéramos caer más después del desastroso gobierno de Martín Vizcarra, pero Francisco Sagasti nos ha demostrado que sí nos podemos seguir despeñando por el abismo. La absurda cuarentena total que ha impuesto en Lima y varias regiones, y semi inmovilización en el resto del país tendrá efectos devastadores.

El punto es que esa medida no evitará la propagación del virus, como ocurrió el año pasado. Desde mediados de marzo, cuando la pandemia recién se iniciaba, se impuso la durísima cuarentena, aplaudida frenéticamente por la coalición vizcarrista, que arruinó la economía y arrojó al desempleo a millones de personas. El resultado fue que el Perú tuvo la mayor proporción de muertos por habitante en el mundo. Es decir, el peor de los escenarios.

Lo razonable era antes y es ahora, tomar medidas intermedias, impidiendo las aglomeraciones –y no propiciándolas como hizo Vizcarra y hace ahora Sagasti-, difundiendo medidas preventivas y mejorando la precaria situación de los establecimientos de salud del Estado.

Porque en un país con 70% de informalidad (que ahora debe ser más) es imposible establecer una cuarentena rígida que funcione adecuadamente.

La nueva cuarentena será un golpe demoledor para la maltrecha economía, sobre todo para las pequeñas y medianas empresas y, por supuesto, para los millones de peruanos que viven al día. Muchos de los pequeños negocios que habían sobrevivido a duras penas y otros que se crearon en los últimos meses sufrirán un garrotazo mortal.

Mientras tanto, los ineptos que gobiernan son incapaces de traer las vacunas de China. Se han visto obligados a aceptar esta vez la ayuda de la empresa privada para traerlas, pero siguen resistiendo en otros ámbitos la participación privada.

La ideología izquierdista y estatista es aún más fuerte que sus propias necesidades políticas, porque es obvio que su desempeño mejoraría si accedieran a recibir la colaboración que se les ofrece.

Y, por supuesto, no es casualidad que todos los políticos izquierdistas clamen por una cuarentena total e indefinida.

Finalmente, si con Sagasti seguimos cayendo al abismo, es claro que si cualquiera de los varios candidatos izquierdistas triunfa en las elecciones, sumirá al Perú en una catástrofe de proporciones inimaginables. Ollanta Humala y Martín Vizcarra gobernaron un país todavía boyante, con una economía en crecimiento y lo dejaron peor de lo que lo encontraron. Esta vez, con una situación precaria, una economía en crisis, millones de desempleados y millones en pobreza extrema, déficit fiscal y deuda creciendo, no cabe duda que aplicarían las políticas populistas que ya están anunciando y nos hundirían en un hueco negro.

Hay que impedirlo. Lampadia