El problema de la Salud no es bajo presupuesto, sino pésima gestión y corrupción

Jaime de Althaus
Para Lampadia

La repartición de culpas no cesa. ¿Quiénes son los culpables de la precaria capacidad de respuesta de nuestro sistema de Salud? No faltaba más: los “neoliberales”. Eduardo Dargent escribía en El Comercio hace un par de semanas: “Pero nuestras debilidades históricas en servicios sociales, en parte agravada por anteojeras ideológicas neoliberales más recientes, nos hacen vulnerables. Cuando esta noche aplauda al personal sanitario por su sacrificio, recuerde que su alto riesgo actual se explica en parte por nuestro pasado desinterés en la salud”.

Conozco a liberales, pero no a neoliberales. No sé qué significa eso. Pero no importa. Lo intuyo. Su única preocupación es mantener bien las cuentas fiscales a costa de los servicios sociales, porque tampoco quieren subir los impuestos, que son bajos, pues solo piensan en los negocios y no en la gente.

Falacia tras falacia. Lo que hemos hecho en los últimos 25 años ha sido reconstruir poco a poco el sistema de salud paupérrimo y en escombros que dejó el Estado intervencionista y anti liberal de los 70 y 80, donde ninguna atención -si la había- era gratis.

Es un mito que el Estado peruano haya abandonado el sector salud en las últimas décadas. En el siguiente cuadro vemos que el presupuesto del dicho sector pasó de 2,308 millones de soles el 2000 a 15,307 millones el 2020. Son soles del 2007, es decir, constantes. Lo que quiere decir que el presupuesto del sector salud se ha multiplicado ¡por 7! en términos reales en 20 años.

¿Qué se hizo con ese incremento enorme en el gasto? ¿Por qué no mejoró también de manera también sustancial la calidad del servicio? Eso es lo que vamos a responder más adelante.

Se dirá que el PBI también ha crecido en esos 20 años, y por lo tanto un incremento presupuestal de 7 veces no refleja una prioridad en el gasto. Falso nuevamente. En el siguiente gráfico, preparado por el IPE a pedido nuestro, vemos cómo el presupuesto del sector salud se ha multiplicado por 3 como porcentaje del PBI:

En otros países esa participación en el PBI es mayor, sí, pero ello tiene que ver con la estructura informal de nuestra economía, cuyos responsables podemos señalar. Es otra discusión. Lo que estamos refutando aquí es la acusación de que una supuesta ideología neoliberal, insensible, haya condenado al final de la cola al sector salud. No es así. Contradiciendo nuevamente el mito prevaleciente, constatamos en el siguiente gráfico que la participación del presupuesto del sector salud en el presupuesto nacional, se ha doblado. Redondeando, pasó de 6% al 12% de presupuesto en 20 años. Extraordinario. Significa que el gasto en Salud fue priorizado en relación a otros sectores, que perdieron prioridad.

El problema no es entonces el de una pecaminosa avaricia ideológica neoliberal que condena al servicio público de salud a la inopia. Los recursos han aumentado dramáticamente. El problema es ineficiencia y corrupción profundas en el sector. Los médicos -herencia de una ley del primer gobierno de Alan García, en épocas en las que los sueldos eran irrisorios-, tienen una jornada laboral de apenas 4 horas efectivas, si es que algunos de ellos no se escapan a sus consultorios privados a las dos horas (exceptuemos acá a los que están arriesgando sus vidas con valentía y honor estos días). No hay mantenimiento de los establecimientos ni de los equipos y más bien estos se malogran deliberadamente para poder derivar pacientes a los consultorios privados.  Los medicamentos se desvían a las farmacias vecinas mientras los asegurados no reciben todos sus medicamentos gratis, habiendo los recursos. Hay problemas serios de gestión y de corrupción. Ese es el problema.

  • Si el SIS pagara a los establecimientos por resultados en términos de si los pacientes se llevan sus medicamentos gratis y resuelven sus problemas de salud, y no por número de atenciones -que incentiva el sobregasto y la corrupción-, el servicio de salud alcanzaría una calidad muy superior y con menos recursos que en la actualidad. Con menos haríamos más.
  • Si los hospitales estuvieran concesionados, la gestión sería también mucho más eficiente y el margen de corrupción se reduciría al mínimo.

Pero todas esas soluciones encuentran resistencia no en la logia “neoliberal”, sino en reductos sindicales y políticos de un signo absolutamente opuesto al liberal. Sería interesante trabajar para alcanzar un consenso que permita volcar las voluntades hacia los cambios necesarios. Una ayuda para eso de parte de Dargent y compañía sería muy positiva para el país.

Lo mismo que para resolver el problema más general que advertíamos líneas arriba: el tamaño del presupuesto nacional -límite absoluto de la inversión en salud-, que podría ser mayor si la economía se formalizara y volviera a crecer a tasas altas. Pero eso requiere de una legislación laboral y tributaria inclusiva que permita a las personas y empresas invertir, crecer y contratar trabajadores formalmente. Y una reducción sustantiva del peso de la legalidad en general sobre los hombros de las pocas empresas que pueden soportarlo.

¿Quiénes se oponen? No es necesario responder.

Mas o menos los mismos que impulsaron los grandes elefantes blancos de Talara, la interoceánica y el gasoducto del sur, ductos de corrupción que solo sirven para sustraer ingentes recursos que se hubieran podido usar para mejorar la infraestructura sanitaria, dentro de los límites del presupuesto nacional actual.

Mirar la viga en ojo propio antes de ver la paja en el ajeno. Lampadia




Yuval Noah Harari: el mundo después de coronavirus

Financial Times
20 de marzo de 2020
Yuval Noah Harari

La humanidad ahora se enfrenta a una crisis global.  Quizás la mayor crisis de nuestra generación.  Las decisiones que las personas y los gobiernos tomen en las próximas semanas probablemente darán forma al mundo en los próximos años.  Darán forma no solo a nuestros sistemas de salud, sino también a nuestra economía, política y cultura.  Debemos actuar rápida y decisivamente.  También debemos tener en cuenta las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones.  Al elegir entre alternativas, debemos preguntarnos no solo cómo superar la amenaza inmediata, sino también qué tipo de mundo habitaremos una vez que pase la tormenta.  Sí, la tormenta pasará, la humanidad sobrevivirá, la mayoría de nosotros aún viviremos, pero habitaremos en un mundo diferente.

Muchas medidas de emergencia a corto plazo se convertirán en un elemento vital.  Esa es la naturaleza de las emergencias.  Avanzan rápidamente los procesos históricos.  Las decisiones que en tiempos normales podrían llevar años de deliberación se aprueban en cuestión de horas.  Las tecnologías inmaduras e incluso peligrosas se ponen en servicio porque los riesgos de no hacer nada son mayores.  Países enteros sirven como conejillos de indias en experimentos sociales a gran escala.  ¿Qué sucede cuando todos trabajan desde casa y se comunican solo a distancia?  ¿Qué sucede cuando escuelas y universidades enteras se conectan?  En tiempos normales, los gobiernos, las empresas y las juntas educativas nunca aceptarían realizar tales experimentos.  Pero estos no son tiempos normales.

En este momento de crisis, enfrentamos dos opciones particularmente importantes.  El primero es entre la vigilancia totalitaria y el empoderamiento ciudadano.  El segundo es entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad global.

Vigilancia bajo la piel

Para detener la epidemia, poblaciones enteras deben cumplir con ciertas pautas.  Hay dos formas principales de lograr esto.  Un método es que el gobierno monitoree a las personas y castigue a quienes infringen las reglas.  Hoy, por primera vez en la historia humana, la tecnología hace posible monitorear a todos todo el tiempo.  Hace cincuenta años, la KGB no podía seguir a 240 millones de ciudadanos soviéticos las 24 horas del día, ni podía esperar procesar efectivamente toda la información reunida.  La KGB dependía de agentes y analistas humanos, y simplemente no podía ubicar a un agente humano para seguir a todos los ciudadanos.  Pero ahora los gobiernos pueden confiar en sensores ubicuos y algoritmos poderosos en lugar de fantasmas de carne y hueso.

En su batalla contra la epidemia de coronavirus, varios gobiernos ya han implementado las nuevas herramientas de vigilancia.  El caso más notable es China.  Al monitorear de cerca los teléfonos inteligentes de las personas, hacer uso de cientos de millones de cámaras que reconocen la cara y obligar a las personas a verificar e informar sobre su temperatura corporal y condición médica, las autoridades chinas no solo pueden identificar rápidamente portadores sospechosos de coronavirus, sino también rastrear sus movimientos y Identificar a cualquiera con quien hayan entrado en contacto.  Una variedad de aplicaciones móviles advierte a los ciudadanos sobre su proximidad a los pacientes infectados.

Este tipo de tecnología no se limita al este de Asia.  El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, recientemente autorizó a la Agencia de Seguridad de Israel a desplegar tecnología de vigilancia normalmente reservada para combatir terroristas para rastrear a pacientes con coronavirus.  Cuando el subcomité parlamentario pertinente se negó a autorizar la medida, Netanyahu la aplicó con un «decreto de emergencia».

Podría argumentar que no hay nada nuevo en todo esto.  En los últimos años, tanto los gobiernos como las corporaciones han estado utilizando tecnologías cada vez más sofisticadas para rastrear, monitorear y manipular a las personas.  Sin embargo, si no tenemos cuidado, la epidemia podría marcar un hito importante en la historia de la vigilancia.  No solo porque podría normalizar el despliegue de herramientas de vigilancia masiva en países que hasta ahora las han rechazado, sino aún más porque significa una transición dramática de la vigilancia «sobre la piel» a «bajo la piel».

Hasta ahora, cuando su dedo tocaba la pantalla de su teléfono inteligente y hacía clic en un enlace, el gobierno quería saber exactamente en qué estaba haciendo clic.  Pero con el coronavirus, el foco de interés cambia.  Ahora el gobierno quiere saber la temperatura de su dedo y la presión arterial debajo de su piel.

El pudin de emergencia

Uno de los problemas que enfrentamos al determinar dónde estamos parados en la vigilancia es que ninguno de nosotros sabe exactamente cómo estamos siendo vigilados y lo que pueden traer los próximos años.  La tecnología de vigilancia se está desarrollando a una velocidad vertiginosa, y lo que parecía ciencia ficción hace 10 años son hoy viejas noticias.  Como experimento mental, considere un gobierno hipotético que exige que cada ciudadano use un brazalete biométrico que monitorea la temperatura corporal y la frecuencia cardíaca las 24 horas del día.  Los datos resultantes son atesorados y analizados por algoritmos gubernamentales.  Los algoritmos sabrán que estás enfermo incluso antes de que lo sepas, y también sabrán dónde has estado y a quién has conocido.  Las cadenas de infección podrían acortarse drásticamente e incluso cortarse por completo.  Tal sistema podría detener la epidemia en cuestión de días.  Suena maravilloso, ¿verdad?

La desventaja es, por supuesto, que esto le daría legitimidad a un nuevo y aterrador sistema de vigilancia.  Si sabe, por ejemplo, que hice clic en un enlace de Fox News en lugar de un enlace de CNN, eso puede enseñarle algo sobre mis puntos de vista políticos y tal vez incluso mi personalidad.  Pero si puede controlar lo que sucede con la temperatura de mi cuerpo, la presión arterial y la frecuencia cardíaca mientras veo el video clip, puede aprender qué me hace reír, qué me hace llorar y qué me pone realmente, muy enojado.

Es crucial recordar que la ira, la alegría, el aburrimiento y el amor son fenómenos biológicos al igual que la fiebre y la tos.  La misma tecnología que identifica la tos también podría identificar las risas.  Si las corporaciones y los gobiernos comienzan a recolectar nuestros datos biométricos en masa, pueden llegar a conocernos mucho mejor que nosotros mismos, y no solo pueden predecir nuestros sentimientos, sino también manipularlos y vendernos lo que quieran, ya sea un producto o un político.  El monitoreo biométrico haría que las tácticas de piratería de datos de Cambridge Analytica parecieran algo de la Edad de Piedra.  Imagine a Corea del Norte en 2030, cuando cada ciudadano tiene que usar un brazalete biométrico las 24 horas del día.  Si escuchas un discurso del Gran Líder y el brazalete recoge los signos reveladores de ira, estás listo.

Podría, por supuesto, defender la vigilancia biométrica como una medida temporal tomada durante un estado de emergencia.  Se iría una vez que termine la emergencia.  Pero las medidas temporales tienen el desagradable hábito de sobrevivir a las emergencias, especialmente porque siempre hay una nueva emergencia al acecho en el horizonte.  Mi país de origen, Israel, por ejemplo, declaró un estado de emergencia durante su Guerra de Independencia de 1948, lo que justificó una serie de medidas temporales, desde la censura de la prensa y la confiscación de tierras hasta regulaciones especiales para hacer budines (no es broma).  La Guerra de la Independencia se ganó hace mucho tiempo, pero Israel nunca declaró que la emergencia había terminado y no había abolido muchas de las medidas «temporales» de 1948 (el decreto de pudín de emergencia fue abolida misericordiosamente en 2011).

Incluso cuando las infecciones por coronavirus se reducen a cero, algunos gobiernos hambrientos de datos podrían argumentar que necesitan mantener los sistemas de vigilancia biométrica en su lugar porque temen una segunda ola de coronavirus, o porque hay una nueva cepa de Ébola en África central, o porque…  ¿entiendes la idea?  Se ha librado una gran batalla en los últimos años por nuestra privacidad.  La crisis del coronavirus podría ser el punto de inflexión de la batalla.  Para cuando las personas tienen la opción de elegir entre privacidad y salud, generalmente elegirán la salud.

La policía de jabón

Pedirle a la gente que elija entre privacidad y salud es, de hecho, la raíz del problema.  Porque esta es una elección falsa.  Podemos y debemos disfrutar tanto de la privacidad como de la salud.  Podemos elegir proteger nuestra salud y detener la epidemia de coronavirus no instituyendo regímenes de vigilancia totalitaria, sino empoderando a los ciudadanos.  En las últimas semanas, Corea del Sur, Taiwán y Singapur organizaron algunos de los esfuerzos más exitosos para contener la epidemia de coronavirus.  Si bien estos países han utilizado algunas aplicaciones de seguimiento, se han basado mucho más en pruebas exhaustivas, en informes honestos y en la cooperación voluntaria de un público bien informado.

El monitoreo centralizado y los castigos severos no son la única forma de hacer que las personas cumplan con pautas beneficiosas.  Cuando a las personas se les informan los hechos científicos, y cuando las personas confían en las autoridades públicas para contarles estos hechos, los ciudadanos pueden hacer lo correcto incluso sin un Gran Hermano que vigile sobre sus hombros.  Una población motivada y bien informada suele ser mucho más poderosa y efectiva que una población ignorante y vigilada.

Considere, por ejemplo, lavarse las manos con jabón.  Este ha sido uno de los mayores avances en la higiene humana.  Esta simple acción salva millones de vidas cada año.  Si bien lo damos por sentado, solo en el siglo XIX los científicos descubrieron la importancia de lavarse las manos con jabón.  Anteriormente, incluso los médicos y enfermeras procedían de una operación quirúrgica a la siguiente sin lavarse las manos.  Hoy, miles de millones de personas se lavan las manos todos los días, no porque le tengan miedo a la policía del jabón, sino porque entienden los hechos.  Me lavo las manos con jabón porque he oído hablar de virus y bacterias, entiendo que estos pequeños organismos causan enfermedades y sé que el jabón puede eliminarlos.

Pero para lograr ese nivel de cumplimiento y cooperación, necesita confianza.  La gente necesita confiar en la ciencia, confiar en las autoridades públicas y confiar en los medios de comunicación.  En los últimos años, los políticos irresponsables han socavado deliberadamente la confianza en la ciencia, en las autoridades públicas y en los medios de comunicación.  Ahora, estos mismos políticos irresponsables podrían verse tentados a tomar el camino al autoritarismo, argumentando que simplemente no se puede confiar en que el público haga lo correcto.

Normalmente, la confianza que se ha erosionado durante años no se puede reconstruir de la noche a la mañana.  Pero estos no son tiempos normales.  En un momento de crisis, las mentes también pueden cambiar rápidamente.  Puede tener discusiones amargas con sus hermanos durante años, pero cuando ocurre alguna emergencia, de repente descubre un depósito oculto de confianza y amistad, y se apresura a ayudarse mutuamente.  En lugar de construir un régimen de vigilancia, no es demasiado tarde para reconstruir la confianza de las personas en la ciencia, las autoridades públicas y los medios de comunicación.  Definitivamente deberíamos hacer uso de las nuevas tecnologías también, pero estas tecnologías deberían empoderar a los ciudadanos.  Estoy totalmente a favor de controlar la temperatura de mi cuerpo y mi presión arterial, pero esos datos no deberían usarse para crear un gobierno todopoderoso.  Más bien, esos datos deberían permitirme tomar decisiones personales más informadas y también responsabilizar al gobierno por sus decisiones.

Si pudiera rastrear mi propia condición médica las 24 horas del día, aprendería no solo si me he convertido en un peligro para la salud de otras personas, sino también qué hábitos contribuyen a mi salud.  Y si pudiera acceder y analizar estadísticas confiables sobre la propagación del coronavirus, podría juzgar si el gobierno me está diciendo la verdad y si está adoptando las políticas adecuadas para combatir la epidemia.  Siempre que la gente hable de vigilancia, recuerde que la misma tecnología de vigilancia generalmente puede ser utilizada no solo por los gobiernos para monitorear a las personas, sino también por las personas para monitorear a los gobiernos.

La epidemia de coronavirus es, por lo tanto, una prueba importante de ciudadanía.  En los días venideros, cada uno de nosotros debería optar por confiar en los datos científicos y los expertos en atención médica sobre las teorías de conspiración infundadas y los políticos egoístas.  Si no tomamos la decisión correcta, podríamos encontrarnos renunciando a nuestras libertades más preciadas, pensando que esta es la única forma de salvaguardar nuestra salud.

Necesitamos un plan global

La segunda opción importante que enfrentamos es entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad global.  Tanto la epidemia como la crisis económica resultante son problemas mundiales.  Solo se pueden resolver de manera efectiva mediante la cooperación global.

En primer lugar, para vencer al virus, necesitamos compartir información a nivel mundial.  Esa es la gran ventaja de los humanos sobre los virus.  Un coronavirus en China y un coronavirus en los Estados Unidos no pueden intercambiar consejos sobre cómo infectar a los humanos.  Pero China puede enseñar a los Estados Unidos muchas lecciones valiosas sobre el coronavirus y cómo tratarlo.  Lo que un médico italiano descubre en Milán a primera hora de la mañana bien podría salvar vidas en Teherán al anochecer.  Cuando el gobierno del Reino Unido duda entre varias políticas, puede recibir consejos de los coreanos que ya se han enfrentado a un dilema similar hace un mes.  Pero para que esto suceda, necesitamos un espíritu de cooperación y confianza global.

En los próximos días, cada uno de nosotros debería optar por confiar en los datos científicos y los expertos en atención médica en lugar de teorías de conspiración infundadas y políticos egoístas.

Los países deberían estar dispuestos a compartir información abiertamente y buscar consejo humildemente y deberían poder confiar en los datos y las percepciones que reciben.  También necesitamos un esfuerzo global para producir y distribuir equipos médicos, especialmente kits de prueba y máquinas respiratorias.  En lugar de que cada país intente hacerlo localmente y atesore cualquier equipo que pueda obtener, un esfuerzo global coordinado podría acelerar en gran medida la producción y garantizar que el equipo que salva vidas se distribuya de manera más justa.  Así como los países nacionalizan industrias clave durante una guerra, la guerra humana contra el coronavirus puede requerir que «humanicemos» las líneas de producción cruciales.  Un país rico con pocos casos de coronavirus debería estar dispuesto a enviar equipos preciosos a un país más pobre con muchos casos, confiando en que, si posteriormente necesita ayuda, otros países acudirán en su ayuda.

Podríamos considerar un esfuerzo global similar para agrupar al personal médico.  Los países menos afectados actualmente podrían enviar personal médico a las regiones más afectadas del mundo, tanto para ayudarlos en su momento de necesidad como para obtener una valiosa experiencia.  Si más tarde en el foco de los cambios epidémicos, la ayuda podría comenzar a fluir en la dirección opuesta.

La cooperación global también es vital en el frente económico.  Dada la naturaleza global de la economía y de las cadenas de suministro, si cada gobierno hace lo suyo sin tener en cuenta a los demás, el resultado será un caos y una crisis cada vez más profunda.  Necesitamos un plan de acción global, y lo necesitamos rápido.

Otro requisito es llegar a un acuerdo global sobre viajes.  Suspender todos los viajes internacionales durante meses causará enormes dificultades y obstaculizará la guerra contra el coronavirus.  Los países deben cooperar para permitir que al menos un goteo de viajeros esenciales continúe cruzando fronteras: científicos, médicos, periodistas, políticos, empresarios.  Esto puede hacerse alcanzando un acuerdo global sobre la preselección de los viajeros por su país de origen.  Si sabe que solo los viajeros cuidadosamente seleccionados fueron permitidos en un avión, estaría más dispuesto a aceptarlos en su país.

Desafortunadamente, en la actualidad los países apenas hacen nada de esto.  Una parálisis colectiva se ha apoderado de la comunidad internacional.  Parece que no hay adultos en la habitación.  Uno esperaría ver hace unas semanas una reunión de emergencia de líderes mundiales para elaborar un plan de acción común.  Los líderes del G7 lograron organizar una videoconferencia solo esta semana, y no resultó en ningún plan de este tipo.

En crisis mundiales anteriores, como la crisis financiera de 2008 y la epidemia de ébola de 2014, Estados Unidos asumió el papel de líder mundial.  Pero la actual administración estadounidense ha abdicado del trabajo del líder.  Ha dejado muy claro que le importa mucho más la grandeza de Estados Unidos que el futuro de la humanidad.

Esta administración ha abandonado incluso a sus aliados más cercanos.  Cuando prohibió todos los viajes desde la UE, no se molestó en darle a la UE ni siquiera un aviso previo, y mucho menos consultar con la UE sobre esa drástica medida.  Escandalizó a Alemania al ofrecer supuestamente mil millones de dólares a una compañía farmacéutica alemana para comprar los derechos de monopolio de una nueva vacuna Covid-19.  Incluso si la administración actual eventualmente cambia de táctica y presenta un plan de acción global, pocos seguirían a un líder que nunca se responsabiliza, que nunca admite errores y que rutinariamente se atribuye todo el crédito a sí mismo mientras deja toda la culpa a los demás.

Si el vacío dejado por los EE. UU. No lo llenan otros países, no solo será mucho más difícil detener la epidemia actual, sino que su legado continuará envenenando las relaciones internacionales en los próximos años.  Sin embargo, cada crisis es también una oportunidad.  Debemos esperar que la epidemia actual ayude a la humanidad a darse cuenta del grave peligro que representa la desunión global.

La humanidad necesita tomar una decisión.  ¿Recorreremos el camino de la desunión, o adoptaremos el camino de la solidaridad global?  Si elegimos la desunión, esto no solo prolongará la crisis, sino que probablemente dará lugar a catástrofes aún peores en el futuro.  Si elegimos la solidaridad global, será una victoria no solo contra el coronavirus sino contra todas las futuras epidemias y crisis que podrían asaltar a la humanidad en el siglo XXI.

Yuval Noah Harari es autor de «Sapiens», «Homo Deus» y «21 lecciones para el siglo XXI»
Copyright ©  Yuval Noah Harari, 2020
Derechos de autor The Financial Times Limited.




La importancia (y cruel falta) de un enfoque local

David Belaunde Matossian
Para Lampadia

El gráfico de la semana ilustra lo que ya sabíamos, pero que siempre es útil visualizar de manera sintética. Enfocando el análisis sobre nuestra capital, lo que comenzó como un fenómeno de la Lima tradicional se ha desplazado hacia los distritos más densamente poblados (San Juan de Lurigancho por ejemplo cuenta con más de 1.1 millones de personas, comparado con los 80 mil de Miraflores) – algo que indica también el “potencial” que aún tiene la enfermedad.

Ya comenté anteriormente la ineficacia relativa de la cuarentena en el Perú si consideramos la velocidad de impacto que ha tenido en metrópolis como Nueva York, y el rol de factores estructurales en ese resultado. La pregunta es: ¿el gobierno no los conocía? ¿No conoce los patrones de consumo? ¿No podía anticipar el hecho de que – como lo hemos mencionado antes – las restricciones más fuertes generan aglomeración en horas “libres”?

La impresión que genera la acción gubernamental es que es la “correcta” a grandes rasgos – o por lo menos en línea con recomendaciones de la OMS – pero a nivel local siempre termina siendo inadecuada: no aprovecha las oportunidades que ofrece la baja densidad y mayor presencia del retail moderno en una parte de la ciudad, ni genera esquemas que permitan verdaderamente cumplir con las medidas en zonas más densas y con mayor comercio tradicional. Y, en general, no parece entender muy bien los aspectos comportamentales.

Tratando de cubrir esa brecha, el Gobierno ha convocado a un equipo de sociólogos y psicólogos que le permitan entender más el “factor humano”. No solo debió haberse hecho esto antes, sino que es insuficiente. Lo que realmente se necesitaba era involucrar a las autoridades locales – no tanto como entes ejecutores, para lo cual muchas veces son supremamente ineficaces, sino trabajar con ellos en la elaboración de medidas – y así beneficiarse de su mayor familiaridad con las situaciones particulares de cada zona urbana.

El alcalde de Lima no fue parte de la elaboración del corpus de decisiones que hoy gobiernan las condiciones de vida de los limeños. Se entiende que existen reservas sobre las capacidades de muchas autoridades locales, pero… ¿la Municipalidad Metropolitana de Lima?

No confundamos el problema de la mala descentralización – y la manera como a veces se permite que intereses políticos en las regiones perjudiquen al país, como en el caso de Tía María – con el imperativo de permitir una mejor la representatividad y tomar en cuenta realidades locales en la toma de decisiones.

Lampadia




Prioridades equivocadas

Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para
Lampadia

La anecdótica, pero impactante, confesión del gobierno (en boca del señor Matuk), de haber priorizado el deseo de “combatir el patriarcado en el Perú” sobre su objetivo fundamental y urgente de combatir el impacto del COVID-19, al haber dispuesto días específicos de circulación de mujeres y hombres durante la semana, me llevó a pensar en la cantidad de disparates, “bien intencionados”, que se realizan desde el Estado.

Felizmente el Estado Peruano tiene funciones claras y específicas fijadas en la Constitución, tales como; defender la soberanía nacional, garantizar la vigencia de los derechos humanos, proteger a la población de amenazas a su seguridad, justicia y desarrollo integral y equilibrado de la Nación, pero actuando fundamentalmente en la promoción del empleo, la salud, educación, servicios públicos e infraestructura. Parte del principio que, “el Estado es uno e indivisible” y que su gobierno es unitario. Para cualquier otra cosa tiene sólo un rol subsidiario que, deberá estar debidamente justificado y aprobado por ley.

Dije que felizmente tiene sólo algunos roles, porque aún así no los ejerce correctamente y la realidad evidencia que los individuos que actúan dentro del Estado, por sus ideologías, no fijan debidamente los objetivos de las tareas que se le encomienda. Un caso patético es el del inicio de este artículo, pero tenemos ingentes casos donde ese “atributo” sale a relucir.

Es clara la preferencia de este gobierno central por repartir dinero a los 25 gobiernos regionales y a los 1874 gobiernos municipales, en lugar de asumir el reto de administrar eficientemente la cosa pública y maximizar el beneficio de la ciudadanía como producto de su trabajo.

Ya habíamos criticado el encargo dado a estos gobiernos sub-nacionales (llenos de corrupción e ineficiencia), de comprar alimentos para distribuirlos a las poblaciones más pobres de su localidad. Sabe Dios qué estarán comprando, a quienes, cuánto habrán pagado y si finalmente estos productos estarán llegando al destino correcto. ¿No era más lógico diseñar una canasta básica a nivel nacional, con productos no perecibles, comprarlos de manera centralizada y optimizando el precio de compra, con entrega descentralizada conducida por una empresa logística y alguna organización de apoyo social (CARITAS por mencionar alguna) que pueda armar las canastas y entregarlas a los más necesitados y contando con el apoyo de las fuerzas del orden? De esta manera habríamos hecho un uso más eficiente del dinero, hubiéramos llegado a los más necesitados, en lugar de exponerlos a contagio y la operación hubiera sido más rápida, evitando todas las pérdidas de dinero que se producen cuando se distribuye a tales gobiernos sub-nacionales el dinero sin control alguno.

Este caso se replica en los programas alimenticios para escolares, el diseño y composición de la dieta, su calidad y el origen de los productos que se les suministra. Muchos creen que este es un instrumento para beneficiar a pequeños productores y comerciantes locales, cuando el objetivo central es nutrir a la mayor cantidad de niños, optimizando el gasto público destinado a este fin. Pero no, muchas veces se ha verificado la mala calidad de los desayunos y almuerzos, generando problemas de salud a los niños y enriqueciendo a mafiosos de cada localidad.

Recientemente he leído “la idea brillante” respecto al uso de los fondos de las AFP para financiar a las MYPES a bajo costo e invertir en proyectos nacionales de dudosa calidad y retorno (esto último ya hecho con fondos de la seguridad social en el pasado y que nadie lo va a aceptar). ¿Cuando comprenderán que los fondos previsionales NO SON DINERO DE LAS AFP, sino que pertenecen a los trabajadores y que ponen un ahorro con el objetivo de ser gestionados por estas instituciones especializadas para optimizar la rentabilidad de largo plazo, gestionando el riesgo para maximizar la pensión de jubilación el día que se retiren del trabajo?

Este mismo problema se presenta en la disyuntiva que sufre el gobierno central (gobierno unitario, tal como se mencionó) entre ser eficiente o satisfacer los apetitos de los gobiernos sub-nacionales en el manejo de Salud, entre otros. ¿Cómo es posible que no tengamos centralizado el manejo de compra de equipos para todos los establecimientos de salud del Perú? Ahora resulta que cualquier proveedor, como el de los ventiladores mecánicos que “vendió” estos equipos para el hospital de Tacna a 56,469 soles cada uno, se burló del Perú y su ineficiente burocracia, dando por anulada la venta a Tacna y vendiendo los mismos equipos al hospital de Ate, pero esta vez a 179,000 soles.

El problema más serio no es ésta anécdota, sino que al presidente se le ha repetido hasta el cansancio que no está gestionando el país, que no está haciendo ningún esfuerzo por corregir la deformación del aparato del Estado, que está permitiendo (si no fomentando) la corrupción del poder ejecutivo, repartiendo dinero a los gobiernos sub-nacionales y sin tomar control centralizado del sistema de salud, ni del sistema de educación. Debo saludar que el Sr. Vizcarra, al recibir la información del caso de los ventiladores mecánicos, ha dispuesto la suspensión de dicha compra. No obstante, esto es como alegrarse por haber podido matar un mosquito con la mano en lugar de poner un mosquitero y ¡evitar que estos te levanten en peso!

El gobierno de PPK ya había dispuesto la estandarización de los hospitales y colegios; planos, equipamiento y mobiliario, ciertamente en función de la ubicación geográfica (Costa, sierra o selva) y del tamaño de población a atender. Lo dicho ya era un pequeño avance para la gestión del Estado, pero, señor Vizcarra, su gestión desestimó este esfuerzo y dio rienda suelta a la iniciativa de gobernadores sub-nacionales y sus creativas ineficiencias llenas de incapacidad y dolo.

Ya hemos dicho antes que ¡la corrupción es un grave problema, pero la corrupción atomizada es incontrolable! Lampadia




Reactivar la economía no atenta contra la lucha al Covid19

Por: Álvaro Díaz C.
Abogado en Derecho Empresarial y Minería
Para
Lampadia

Tras la conducta de cada uno depende el destino de todos” (Alejandro Magno)

Reactivar la economía de forma ordenada y previendo el uso de los protocolos sanitarios que den mayores garantías para no contagiarse y no contagiar a los trabajadores, no atenta, mengua u opaca los esfuerzos sanitarios contra el Covid19, sino que, al contrario, sería considerado una ayuda directa y evitaría en parte el impacto de la siguiente crisis (que ya se siente) como es la económica que también trae consigo enfermedades, muerte y delincuencia.

En efecto, reactivar sectores como la minería y petrolera formal en zonas remotas tiene las ventajas implícitas de un aislamiento “per se” (están alejados de las ciudades o poblaciones y con accesos controlados), cuentan con los recursos económicos para hacerlo, amplia experiencia en ejecución de exigentes normas y políticas de salud y seguridad (sistemas, organizaciones y capacitaciones), y cuentan con médicos “in house”,  servicios de empresas de salud especializadas en la salud ocupacional y preventiva para ejecutar, monitorear e ir ajustando los protocolos de salud que se apliquen para tal reactivación.

Estas actividades o industrias pueden aplicar pruebas rápidas a todo trabajador convocado para reintegrarse (excluidas las personas sensibles -mayores o con enfermedades crónicas no transmisibles, entre otros padecimientos- y quienes tengan los síntomas que hagan sospechar de tener el Covid19), es decir, no todos los trabajadores pueden reincorporarse, sino sólo los de menor riesgo. 

Del grupo a reintegrarse, que es básicamente población sana, están justamente los que pueden tener o contraer el coronavirus sin manifestar síntomas (los asintomáticos).

Los asintomáticos o de leves síntomas estarían representando, se estima, entre el 50% y 60% de todos los que contraen el virus (*) y, justamente por no saberlo, lo van propagando por todo lado.  Los que tienes síntomas (los sintomáticos) al ser evidente su estado, por cuidado propio y consideración por los demás, son aislados y toman medidas de cuidado para evitar contagios.

Para saber que asintomáticos tienen el virus la mejor forma es aplicar las pruebas. La forma masiva más eficiente son las pruebas rápidas, que si bien no captan a los enfermos del virus los primeros días (mientras no generaron los antígenos), por ello es que se estima que tienen un nivel de sensibilidad del 60% a 80% según en el momento en que se aplique tal test (**).   Es mucha información que ahora no se tiene, o es poca y no focalizada. Toda esta información debería ser reportada diariamente al MINSA.

Los que salgan positivos en la prueba rápida serán incluidos dentro del protocolo del Ministerio de Salud (MINSA) para el diagnóstico con la prueba molecular (PCR) y el aislamiento correspondiente de los 14 días (recordemos que son asintomáticos, ni se enterarían que tienen el virus, pero que sí pueden contagiar).

Aquellos (asintomáticos) que, por este procedimiento, pasen los 14 o 15 días de aislamiento, se estima que estarán “vacunados”, es decir, ya no contraerían el coronavirus y, por ende, no lo contagiarían (***).

De allí, en el reingreso laboral, la toma de temperatura varias veces al día, los túneles de desinfección, las mascarillas, el distanciamiento laboral, el lavado de manos, la desinfección periódica de equipos y materiales, el no contacto entre los cambios de turno, etc., son las medidas que harían de la zona del trabajo remoto probablemente un lugar aún más seguro que estar en la ciudad, donde muchas veces se debe salir a comprar a los mercados de abastos, supermercados o instalaciones muchas veces colmadas de gente donde recién poco a poco se está respetando los estándares y recomendaciones, pero que serían reglas obligatorias  en las labores remotas formales que se anotan.

Diversos estudios están estableciendo la relación directa entre a mejor “estilo de vida saludable” (EVS) menor riesgo de mortalidad o sintomatología importante del Covid19, así como que las enfermedades o síndromes relacionado con no tener un buen EVS (nutrición, ejercicio, sueño y manejo del estrés) son las poblaciones sensibles a las peores consecuencias de tal virus. Los EVS evitan o ayudan a que maduren los síndromes metabólicos (que se incuban silenciosamente durante 5 a 20 años) y desencadenan en enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT – diabetes, hipertensión, etc.). Asimismo, el tabaquismo, drogas, alcoholismo tienen el mismo efecto negativo.

Los contratistas mineros y petroleros estarán obligados a iguales exigencias, lo que no sólo protegería de la misma forma a sus trabajadores que destaquen a esas zonas remotas, sino que generaría una cultura y ejemplo de como cuidarlos para cuando se reactiven otros sectores económicos a los que también dan servicios tales contratistas. Algo similar pasó hace treinta años con los cinturones de seguridad en el manejo de vehículos, cuando en las operaciones mineras y petroleras ya era una regla cardinal su uso y en el resto del Perú prácticamente nadie lo usaba.

Las empresas están llamadas promover los EVS en sus trabajadores, no sólo mantendrá sanos a los trabajadores, sino que el sistema inmune estará en su estado óptimo (con los beneficios colaterales de productividad, ánimo, predisposición y otros colaterales positivos).

Pero activar la economía en estos sectores (como el minero) es especialmente importante, pese a que probablemente no podrá reactivarse al 100%, igual representaría una parte importante (una gran parte del Impuesto a la Renta u otros) que recibe el erario peruano, con lo cual se podría continuar financiando, por ejemplo, muchas de las medidas que se necesitarán para que el Perú no colapse en salud y económicamente en el futuro inmediato (hoy se está consumiendo los ahorros que Perú logró los últimos 15 años). 

Un informe del Instituto Peruano de Economía resalta que, en promedio, la minería aporta en un rango entre el 20% al 30% de todo el impuesto a la renta que recauda el Perú (hablamos de pocas empresas con un altísimo impacto económico).

La propia actividad minera con rebote de 1 a 8 en generación de empleo (directo-indirecto) y dinamismo de la economía vinculada a la misma, como la contribución en impuestos al Estado Peruano, es sin duda parte importante de la ecuación para mantener a flote el país.  Mientras más se demore en reactivar este sector (cada día cuenta) más daños colaterales económicos sentirá el país.

En total, añadió, la minería ha desembolsado S/85.000 millones en impuestos y otros gravámenes en los últimos 10 años.  (fuente “El Comercio” 28/08/2019, usando data del Instituto Peruano de Economía -IPE-) (****)

Diego Macera (IPE) nos recordaba el año 2017 la realidad sobre la tributación en Perú en general, para poder entender de donde vienen y vendrán los ingresos que más que nunca necesitará el Estado y la economía privada en general:

Porque hay que decirlo claro: casi nadie paga impuestos directos en el Perú. El Impuesto a la Renta (IR) se colecta principalmente de empresas (formales) en función a sus utilidades y de trabajadores (formales) en función de sus salarios. Respecto de las primeras, de los 8,7 millones de unidades productivas que había en el Perú en el 2015, solo 2 millones eran formales. Más aun, de esos 2 millones, solo 300 empresas aportan más del 40% del IR empresarial. Y el número ha mejorado. En el 2010, el 0,02% de unidades productivas contribuía con el 63% de este tributo.

Seguir combatiendo al Covid19, que no se irá hasta que se descubra y pruebe la vacuna, se elaboren las siete mil millones de dosis que se necesitan, se distribuyan y se apliquen a todos, serán largos y difíciles meses, para ello, se necesita una economía andando y poder enfrentar esos costos y pérdidas de producción de otros sectores que tardarán más en recuperarse, intentando que el impacto, en especial sobre los más pobres, sea el menor posible.

Tengamos cuidado con esos slogans tan fácil de vender como tan manipulados y sin contenido “prefiero perder veinte, cincuenta, cien días y salvar con ello mil vidas”, “si estás por la reactivación económica estás contra la vida”, porque reactivar responsablemente la actividad económica puede y debe ayudar a mejorar aún más los controles de salud para esa población a la vez que generar fondos para las empresas de todo tamaño, vinculadas a tales sectores, y al Estado mediante los diversos impuestos.

Un eficiente y técnico sistema de fiscalización por parte de las diversas autoridades como el propio MINSA u otras, debería verificar el cumplimiento de los protocolos sanitarios en tales empresas, y no tener tolerancia con los que quieran burlar los mismos (sin que ello sea un arma mal usada por funcionarios que quieran abusar de interpretaciones extremistas y a su vez permita evitar las “fake news” que seguro querrán elaborarse para atacar al sistema).

Reiniciar estratégicamente, y con todos los cuidados de salud, determinadas actividades, no atenta contra la guerra al Covid19, y sí nos prepara para seguir teniendo fondos para continuar con la misma y, a la vez, atenuar la segunda crisis en que estamos entrando, que es la económica local y mundial.

No es el más fuerte ni el más inteligente el que sobrevive, si no el más capaz de adaptarse a los cambios” (Charles Darwin).

 

(* ) La República 06 de abril 2020: La comunidad científica y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han sugerido a los gobierno del mundo realizar la mayor cantidad de pruebas de despistaje posible, para prevenir la enfermedad COVID-19.

En ese sentido, sobresale un grupo de personas que según algunos expertos podrían ser la clave para contener el brote: las personas que no presentan los síntomas.

El diario español La Vanguardia el 08 de abril 2020 dice “Usar mascarillas en público puede ser útil para controlar la transmisión de la Covid-19 entre la población general asintomática, afirma un nuevo informe del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés), en el que cambia, con cautela y muchos matices, las que eran hasta el momento sus recomendaciones sobre el uso de esta protección y asegura que “deben ser contempladas como una medida complementaria”.

(**) el diario La Vanguardia de España publica el 06 de abril 2020 que Los test rápidos que este domingo y mañana lunes distribuirá el Gobierno entre las comunidades autónomas tienen una sensibilidad del 64 % en pacientes que acaban de iniciar los síntomas de la COVID-19 y de más del 80% en las infectadas durante siete o más.

En un comunicado, el Ministerio de Sanidad ha apuntado que esa es la fiabilidad de las pruebas comprobada por el Instituto de Salud Carlos III.

(***) Existen algunos casos aislados de recaídas (reinfección) con el virus, pero esta situación aún está en estudio, una de las teorías más fuertes es que no hay reinfección sinó que la infección no terminó de curarse en esas personas (Dr. Luis Enjuanes y científico Isidoro Martínez citados por BBC Mundo 19 de marzo 2020). La excepción no debería detener lo que explica la regla, por el contrario, como dice el Dr. Elmer Huerta, es posible que el plasma de los que ya pasaron la infección sea probablemente la fuente de las primeras vacunas contra este mal, así también lo resalta CNN el 08 de abril 2020 citando al Dr. José Luis Vergara).

(****) La minería ha aportado S/. 85,000 millones en diez años, las habilitaciones de fondos para combatir el coronavirus son muchas y de los órdenes siguientes, para poder tener una idea de la necesidad de fondos para seguir atendiéndolas:

Gobierno implementa nuevas medidas para la protección de la salud de la población y minimizar el impacto sanitario del coronavirus

-Se destinan S/ 50 millones para acciones de prevención, limpieza y desinfección de las unidades de transporte público urbano y terrestre de personas.

-Se destina S/ 90 millones al Ministerio de Salud sus organismos públicos, y las unidades ejecutoras de salud de los Gobiernos Regionales para financiar bono extraordinario a favor del personal de salud.

-Se autoriza a Midis modificación presupuestario de S/ 40 millones para creación de una red de soporte para el adulto mayor de alto riesgo y personas con discapacidad severa.




El campo es santo… el Estado no tanto

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 17 de abril de 2020
Para Lampadia

La frase original es “El campo es santo… la ciudad no tanto”. Y proviene de Fray Ramón Rojas – más conocido como el Padre de Guatemala – quien allá por el año 1830 hizo brotar agua en el desierto de Ica, en un lugar conocido como Pozo Santo. Para muchos iqueños, el fraile guatemalteco es un santo de facto. “Un santo buscador de hombres en su existencia, en su vida sencilla, y su trato cotidiano”. (Ver “Vida y Prodigios de Fray Ramón Rojas” escrito por Alberto Benavides Ganoza)

A lo que quiero llegar es que el Estado peruano no es – ni remotamente – tan santo como debiera. Los ciudadanos no nos sentimos adecuadamente servidos por él. La política – o, mejor dicho, la politiquería – lo ha malogrado todo. El hecho es que el Estado ha devenido en un ente inoperante, maltratador, sobredimensionado, engorroso, indolente, despilfarrador, parasitario, y – sobre todo – corrupto. Incluso, chantajista. Y encima, abusivo y mandón.

La coima y el clientelismo político son sus principales atributos. Ciertamente, hay servidores públicos honestos, eficientes, y muy serviciales. Pero – lamentablemente – hay muchos malandrines también… en todas las instituciones públicas, y a todo nivel.

La pregunta es… pasada la pandemia ¿vamos a seguir con el Estado, tal cual? ¡De ninguna manera! Lo estamos viendo en estos días de emergencia. La precariedad de los hospitales públicos. Las compras de mascarillas y equipos de pésima calidad… y recontra sobrevalorados. Alcaldes y autoridades regionales apropiándose ayuda humanitaria. Calles inmundas. Sin agua… ni para lavarnos las manos. ¿Y qué decir de la corrupción en el Poder Judicial? La verdad, la verdad… el Estado no sirve.

Bueno pues, así como la pandemia está propiciando un cambio radical de usos y costumbres en la ciudadanía y en el sector empresarial, lo mismo debe ocurrir en el Estado. Claro que los cambios en el Estado debieron ocurrir hace tiempo… mucho antes de la pandemia. Pero no discutamos eso. Traguémonos el sapo. Y discutamos – más bien – el cómo y quién debe cambiar al Estado. Más vale tarde que nunca.

El Estado tiene que concentrarse – prioritariamente – en mejorar los servicios de agua, salud, educación, y seguridad. ¡Y punto! El único gran objetivo debe ser la vida – y el bienestar – de las personas y la naturaleza. Eso implicaría aumentar significativamente los presupuestos de los cuatro servicios antes mencionados. Entonces ¿de dónde pecata mea? Pues de la reducción de muchos programas e instituciones públicas innecesarias y redundantes, que no sirven para nada… y que cuestan un montón de plata.

El clientelismo político debe terminar. La meritocracia y la carrera pública deben establecerse como normas sagradas en el aparato estatal. Para ello hay que replicar el modelo de autonomía y profesionalismo del Banco Central de Reserva (BCR) en los demás servicios básicos. Hay que acabar con las prerrogativas ministeriales, regionales y municipales de cambiar funcionarios públicos según sus filiaciones partidarias, familiares o amicales.

Hay que ir – firmes y directos – a la transformación digital del Estado. Cero papeles. Cero colas. Cero coimas. Compras y contrataciones, permisos y licencias, certificados, títulos de propiedad… todo debe digitalizarse.

Ahora bien. Dado que el Estado no se va a cambiar a sí mismo ¿quién debería cambiarlo? En mi opinión, el cambio lo tendríamos que forzar desde la ciudadanía. No queda otra. Desde la ciudadanía tenemos que evaluar con objetividad los servicios del Estado, y desenmascarar a los corruptos e indolentes. La prensa tendría que jugar un rol preponderante en esta materia. Y así por el estilo.

En fin. Estas son ideas – solo ideas – para que el Estado sea tan santo como el campo. Veremos – con el tiempo – cómo nos va. Lampadia




Estado y capitalismo poco inclusivos impiden dar batalla al coronavirus

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Es notorio como las debilidades que nos impiden dar respuestas más eficientes a la pandemia tienen todas que ver con la falta de inclusión social, legal y financiera de las mayorías. No tenemos un Estado ni un capitalismo inclusivos.

Los bonos no llegan a todos

Veamos, por ejemplo, el reparto de los bonos. Luego de más de tres semanas, solo se ha podido alcanzar a los 2/3 de los beneficiarios, provocando además aglomeraciones y colas inmensas en los bancos. Lo que se delata allí es la falta de inclusión financiera -no más de un 40% cuentas o tarjetas de crédito o débito- y de difusión de la billetera electrónica (BIM), para que los pagos se puedan hacer por celular.

Más profundamente aun, lo que se delata es la falta de inclusión económica, legal. Es decir, la informalidad. Hay mucha gente que no es detectada y queda fuera de los padrones de ayuda. La informalidad es exclusión de la legalidad, invisibilidad. Y esto se debe a una legalidad o formalidad demasiado onerosa y engorrosa que la baja productividad de los informales no puede solventar. Incluso formales mas productivos no pueden pagar la cantidad de gente y recursos que necesitan para cumplir con todas las regulaciones laborales, municipales y sectoriales. El sistema es excluyente.

Entonces tiene que colocarse en la agenda nacional la necesidad imperiosa de reducir el costo de la formalidad para hacerla incluyente. Eso significa aplicar Análisis de Impacto regulatorio (RIA) a todas las normas existentes y por venir de los sectores clave de la economía, y reducir los trámites de manera drástica mediante análisis de calidad regulatoria (ACR) efectivos y tupas estandarizados para las licencias de construcción y funcionamiento en los municipios. También para acelerar la recuperación pasada la cuarentena.

Cuarentena es inviable en sectores populares

La propia cuarentena es inviable cuando la mayoría vive en el día a día, un 35% carece de refrigeradora y muchos viven hacinados en viviendas de una sola habitación. Es indispensable, como diría Hernando de Soto, reconocer derechos económicos. Porque esas familias, pese a su precariedad, tienen capital, pero no está titulado o el título no se usa. Se necesita un movimiento de pinzas, que incluya el fortalecimiento de los derechos de propiedad y políticas de inclusión financiera, para impulsar esos sectores. La repartición del bono debería permitir abrir cuentas a todos en los bancos. 

Se requiere que las microempresas se puedan formalizar y crecer. Eso demanda también una reforma tributaria que elimine los regímenes especiales para ir a uno solo gradual y progresivo que elimine los saltos mortales que desalientan el crecimiento formal. Es decir, un sistema tributario inclusivo y promotor. Y lo mismo en el campo laboral.

Empresas no se pueden adaptar debido a reglas laborales

Pues para que las microempresas se puedan formalizar y crecer, y para que las formales puedan dar más empleo formal, necesitamos también reglas laborales mucho más flexibles. Y la gran limitación de la estrategia económica para enfrentar el coronavirus consiste en que las empresas formales no se pueden adaptar a la situación debido a la rigidez de las normas laborales. Corren el riesgo, entonces, de quebrar. La flexibilidad laboral es indispensable no para despedir, sino, al contrario, para no perder empleos. Si no la hay, mueren Sansón y los filisteos. Sin empresa, no hay empleo. Es algo que el gobierno no entiende. Y su falta de entendimiento está causando un daño irreparable a la economía y al empleo.

La débil salud Pública

Por supuesto, la salud Pública ha mostrado su gran falencia en esta batalla. Sin un buen servicio público de Salud, no hay inclusión social. Es mucho mejor que lo que teníamos hace 30 años, cuando colapsó por completo, pero es claramente insuficiente y corrupto. Se requiere poner en agenda el tema de la reforma de la salud, que no es sencillo porque implica un sistema de pagos por resultados, rendimientos y jornada laboral de los médicos que sin duda afectará el statu quo. El acuerdo no será fácil. 

La pésima gestión del agua

La otra gran limitación para una lucha efectiva contra la propagación del virus, es que más de 6 millones de peruanos carecen de agua potable en sus casas y una cantidad aun mayor la tiene de manera intermitente. Entonces el lavado de manos con jabón, pieza vital, es impracticable o esporádico. Esto pone de relieve la necesidad de abordar de una vez por todas la reforma y concesión de las empresas municipales de saneamiento, que adolecen de una gestión paupérrima y son saco roto en el que se pierden los 5 mil millones anuales que gasta el Estado en programas de agua y desagüe. Aquí también se requiere tomar decisiones que pueden encontrar resistencia, pero hay que hacerlo.

Razón vs. populismo

Todas estas son decisiones lógicas, racionales, que deben ser gestionadas políticamente, acordadas, lo que se puede complicar en un año electoral. Pues mientras las soluciones técnicas para lograr un Estado y un capitalismo más inclusivos que nos permitan salir rápidamente de la crisis y estar preparados para eventos futuros apuntan en una dirección, las ofertas electorales en un contexto de angustia social pueden apuntar en el sentido contrario, agravando, mediante propuestas populistas o autoritarias, los males que queremos remediar.

Por eso es importante ir planteando los temas que deberían ocupar la agenda nacional ya desde este momento. Lampadia




Una globalización reajustada

La crisis de la pandemia ha generado todo tipo de especulaciones sobre el futuro del mundo global. Quién sabe si es muy pronto para definir un nuevo escenario global, pues aún estamos en el vórtice de la crisis.

Hoy se ven como permanentes, la distancia física entre las personas, algo imposible de mantener por siempre; la relocalización de los medios de producción hacia redes productivas localistas, algo ineficiente y costoso; y una nueva filosofía de vida, más conservadora y más solidaria.

Nos parece difícil que estos cambios devengan en permanentes. Lo que sí debemos afrontar es construir mejores capacidades de los sistemas de salud en todo el mundo y mecanismos de prevención de epidemias, como recomendó hace un quinquenio Bill Gates. Hay que evitar que se experimente con armas bacteriológicas y estar listos a reaccionar ante el menor síntoma de brotes epidémicos, no como se hizo en esta ocasión en China y el resto del mundo.

Líneas abajo compartimos un artículo de la Fundación para el Progreso de Chile, sobre posibles cambios en el mundo global.

El fin de la globalización tal como la hemos conocido hasta ahora

Fundación para el Progreso
Mauricio Rojas
Publicado en El Libero
14.04.2020

El impacto de la pandemia

La coyuntura global ha estado dominada por la expansión del coronavirus y sus efectos, entre ellos un severo impacto económico, una creciente conciencia de la vulnerabilidad como factor clave del mundo actual y respuestas que apuntan hacia una fase de desglobalización parcial y reorganización de la economía mundial.

En la actualidad, el número de diagnosticados con Covid-19 se acerca a 2 millones y el de fallecidos a 130 mil. Ello implica una dramática expansión global de la pandemia durante el mes recién pasado, multiplicándose por 12 el número de diagnosticados y por 20 el de fallecidos. Su epicentro se ha desplazado de China a Europa y luego a Estados Unidos, y su rápida difusión en países menos desarrollados, como los de América Latina, el sur de Asia y África, nos pone ante un desarrollo aún más dramático que el experimentado hasta hoy.

Las medidas adoptadas para contener la difusión de la pandemia ̶ que por regla general han implicado un aislamiento masivo entre y en los países, así como una disrupción mayor de las actividades productivas y los transportes ̶ han desencadenado una recesión a escala mundial y una fuerte caída del comercio internacional. La Organización Mundial del Comercio (OMC) estimó el 8 de abril que el volumen del comercio de mercancías podría caer un 13% en 2020, pero su director general, Roberto Azevêdo, advirtió que la cifra podría llegar hasta 32% si la pandemia no es controlada y los gobiernos fracasan en la coordinación de sus respuestas políticas. Esto, en un escenario de fuerte recesión de la economía mundial, que podría ir, según los cálculos de la OMC, desde de -2,5% del PIB global hasta -8,8%, con América Latina y el Caribe sufriendo el impacto más duro con un descenso del PIB entre -4,3 y -11%.

Por su parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI), como expuso su directora gerente Kristalina Georgieva el 9 de abril, esperaba un crecimiento del ingreso per cápita para 2020 en más de 160 de sus 189 países miembros antes del brote pandémico. Hoy, por el contrario, se estima que 170 países experimentarán una caída del ingreso per cápita en lo que el Fondo caracteriza como la peor crisis económica desde 1929.

Estos pronósticos son muy inciertos, especialmente por no conocerse el comportamiento futuro del virus y la posibilidad de una segunda ola de contagios como la de la “gripe española” de 1918. Aún más inciertos son los pronósticos para 2021, aunque la tendencia predominante es suponer una cierta normalización sanitaria y un rebote económico significativo para ese año. Sin embargo, esta perspectiva optimista de una especie de “V”, con una fuerte caída abrupta y luego una pujante y rápida recuperación, es considerada ilusoria por muchos analistas como el destacado historiador Niall Ferguson, quien hace poco escribió lo siguiente en The Sunday Times: “Se ha hablado en esferas bancarias de una recuperación con forma de ‘V’. Esa predicción fue errónea después de 2009 y será aún más errónea en 2020. La forma que tenemos en mente es algo parecido a una raíz cuadrada invertida o a la espalda de una tortuga. Por cierto, la velocidad de la recuperación se asemejará más a la de una tortuga que a la de una liebre.”

Más allá de esta incertidumbre, lo que sí parece indiscutible es que debemos prepararnos para experimentar trastornos sociales y políticos de gran envergadura, en particular en las regiones más vulnerables del planeta, así como un avance generalizado del gasto, la intervención y los controles estatales, así como de las restricciones a la libertad individual y las tendencias autoritarias. Todo esto ya está en marcha, pero se acentuará dramáticamente en los meses venideros.

Por su parte, América Latina vivirá lo que podemos definir como su hora más difícil. La pandemia golpeará con fuerza inmisericorde a un conjunto de países que, en su gran mayoría, se caracterizan por tener economías altamente vulnerables, instituciones débiles, democracias frágiles, élites profundamente deslegitimadas, sistemas de salud insuficientes, importantes situaciones de pobreza y clases medias precarias.

En este contexto, la lucha por la hegemonía mundial entre Estados Unidos y China se agudizará y el proceso de globalización experimentará importantes cambios. El gigante asiático tendrá una serie de ventajas estratégicas a partir de su capacidad de contener la pandemia en su territorio y transformarse en un gran proveedor mundial de material y personal sanitario, así como su enorme peso industrial, tecnológico y financiero. El “modelo chino” de capitalismo autoritario verá crecer su reputación, especialmente en los países en desarrollo, más allá de su responsabilidad por la difusión inicial del virus. Con toda probabilidad, veremos un fenómeno similar al ocurrido después de la Segunda Guerra Mundial con relación a la Unión Soviética y las supuestas bondades de la economía planificada.

Sin embargo, otros factores frenarán el avance de China. Los cambios más significativos a escala mundial tendrán que ver con la centralidad del concepto de vulnerabilidad, que se transformará en el eje de las preocupaciones económicas y políticas a nivel internacional. La pandemia, con su disrupción de las cadenas productivas y comerciales, ha puesto en evidencia la fragilidad del orden mundial vigente y los riesgos de su gran dependencia de la potencia industrial y tecnológica de China, especialmente en lo referente a bienes intermedios de importancia clave en los campos de la computación, la electrónica en general, los productos farmacéuticos y el transporte. Esta vulnerabilidad global y la dependencia de China han sido aún más evidentes para los productores de insumos industriales, como combustibles, metales y minerales.

La nueva conciencia sobre los riesgos de la vulnerabilidad y dependencia actuales derivará en una doble reorientación a escala mundial que impulsará una tendencia desglobalizadora en diferentes planos, recordando de alguna manera la evolución internacional iniciada con la Primera Guerra Mundial.

Por una parte, tendremos una búsqueda de mayor autonomía nacional en todo sentido, con el consiguiente reforzamiento de las atribuciones y la soberanía de los Estados nacionales en cuanto arena privilegiada de movilización de recursos, solidaridad social y protección de los ciudadanos. Por otra parte, se verá un reforzamiento de las alianzas y la cooperación regionales dentro de los “círculos de confianza” de cada nación para poder compensar las pérdidas de eficiencia y otros problemas asociados a la “renacionalización” de una serie de industrias estratégicas.

Ambas cosas quedaron claramente reflejadas en las palabras expresadas por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el 31 de marzo recién pasado: “esta crisis nos enseña que debemos tener una soberanía europea sobre ciertos bienes, ciertos productos, ciertos materiales, que se impone por su carácter estratégico (…) Nuestra prioridad es producir más en Francia y producir más en Europa  (…) Debemos reconstruir nuestra soberanía nacional y europea (…) nos hace falta recuperar la fuerza moral y la voluntad para producir más en Francia y recobrar esa independencia. Es lo que estamos empezando a hacer con fuerza y lo que seguiremos haciendo después.” Y resumió su mensaje con las palabras: “Soberanía, soberanía y solidaridad”.

El ministro de Economía francés, Bruno Le Maire, había enunciado con anterioridad esta idea, apuntado directamente a la necesidad de reducir la dependencia de China. En una entrevista del 9 de marzo en France Inter afirmó que “habrá un antes y un después del coronavirus en la historia de la economía mundial”, lo que, a su vez, llevará a repensar la globalización. Y desarrollando esta idea acotó: “Pienso que es necesario sacar todas las consecuencias de largo plazo de esta epidemia sobre la organización de la globalización. Es necesario reducir nuestra dependencia respecto de ciertas grandes potencias como China. No se puede tener, como hoy, un 80% de los componentes activos de un medicamento producidos en el exterior.”

Tendremos una búsqueda de mayor autonomía nacional en todo sentido, con el consiguiente reforzamiento de las atribuciones y la soberanía de los Estados nacionales en cuanto arena privilegiada de movilización de recursos, solidaridad social y protección de los ciudadanos.

Un análisis reciente de la consultora McKinsey subraya las consecuencias de estas tendencias para la firmas y la economía globales, especialmente respecto de la necesaria reestructuración de las cadenas de producción y abastecimiento, pronosticando una masiva reorganización de las mismas y su reubicación más cerca de los consumidores finales tendiendo, en lo posible, a privilegiar el entorno local o regional.

Esta orientación hacia una renacionalización de diversas actividades económicas no es nueva y ha constituido una demanda central de nuevas corrientes políticas, con Donald Trump como exponente paradigmático, que han vuelto a enarbolar la vieja bandera del nacionalismo económico con todo su arsenal de medidas proteccionistas. Los argumentos usados para proponer cierto “desenganche” de la globalización han apuntado, fundamentalmente, a la protección del empleo y la subsistencia de comunidades y regiones amenazadas por la “desindustrialización”, pero también el tema de la seguridad nacional ha tenido importancia, como en el caso de la disputa entre Estados Unidos y China en torno a la quinta generación de tecnologías de telefonía móvil o 5G.

El impacto de estos nuevos vientos, con sus guerras comerciales y nuevas regulaciones, ya se había notado en el esfuerzo de diversas firmas de disminuir su “chinodependencia”, pero todo ello se potenciará ahora de una manera dramática y contará, a partir del trauma del Covid-19, con un apoyo popular incomparablemente mayor que en el pasado, llegando incluso a constituir la base de un nuevo gran consenso político en el mundo occidental.

Esta tendencia que propende a la renacionalización de industrias estratégicas y la regionalización del proceso de internacionalización les abre grandes posibilidades a conglomerados de países como la Unión Europea y también puede posibilitar el renacimiento de la alianza atlántica entre Estados Unidos y Europa Occidental. Otras potencias regionales, como Rusia o India, también encontrarán un espacio para crear sus esferas de interés y estrecha colaboración, mientras que China tratará de amarrar la mayor cantidad de países, especialmente en desarrollo, a su potente carro mediante una intensificación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta y su gran peso en los mercados de materias primas y alimentos.

En resumen, todo indica que estamos ante el fin de la globalización tal como la hemos conocido hasta ahora.

Lampadia




Un llamado a la acción a las empresas peruanas

PhD. Remy Michael Balarezo Nuñez, Universidad de Piura – UDEP PhD. Ivan Montiel, Baruch College, City University of New York
Para Lampadia

El Covid-19 llegó al país abruptamente haciendo que el Gobierno tome medidas drásticas, pero necesarias, que han sacudido nuestra economía y sociedad. Por un lado, el impacto en nuestra sociedad y en la salud pública es muy significativo, con un número de contagiados de 4,342 y un total de 121 muertos (cifras que crecen día a día) a fecha 8 de abril del 2020. El daño económico por otro lado, está siendo también muy significativo, con un 55% del PBI paralizado y con alta probabilidad que más de un millón de personas pierdan sus trabajos.

Nuestro país no es ajeno a eventos disruptivos y que han puesto a prueba al Gobierno, a las empresas y a la sociedad. En los últimos 40 años hemos pasado por una guerra contra el terrorismo, hiperinflación, shock económico, fenómeno del Niño de 1998, terremoto de Pisco del 2007 y hace apenas tres años el Niño Costero. Hoy nos enfrentamos a un nuevo gran reto de la sociedad actual, el Covid-19. Hemos decidido llamarlo un gran reto, ya que los profesores George, Howard-Greville, Joshi y Tihanyi (2016:1880) definen este tipo de retos como “formulaciones de problemas globales que pueden ser solucionados mediante el esfuerzo coordinado y colaborativo”. Claramente, en cada uno de los eventos anteriores que ha afrontado nuestro país y en el Covid-19 en estos momentos, la manera de solucionarlos es como indican los profesores citados, a pesar si la “solución potencial” (en el caso de Covid-19, una vacuna) existiera. Dado que somos profesores e investigadores en gestión de empresas escribimos este artículo para hacer un llamado a las empresas peruanas a la acción rápida.

Desde el día que se planteó el aislamiento obligatorio empezaron las primeras reacciones por parte de las empresas peruanas y gremios industriales. Algunas de estas acciones han liderado la respuesta para ayudar a limitar el impacto negativo del Covid-19. Por ejemplo, las principales acciones han sido reunir importantes sumas de dinero para poder adquirir y donar al Gobierno respiradores, material sanitario y pruebas, o donación de productos propios o alimentos a las poblaciones más vulnerables. Por otro lado, y en menor medida, organizaciones que han puesto a disposición de los ministerios y el Gobierno sus capacidades y recursos para reparar instrumentos médicos, producir mascarillas, desarrollar APPs informativos, repatriar – albergar peruanos del exterior, etc. y empresas que han decidido mantener la planilla y el pago de sus colaboradores a pesar de la cuarentena obligatoria.

El primer tipo de acciones, y las más comunes en nuestro país en situaciones similares, las podemos clasificar como filantrópicas. La extrema pobreza y desigualdad que convive dentro de las grandes ciudades del país y la cultura solidaria que tenemos por aspectos religiosos – familiares hace que los directivos y trabajadores de las empresas realicen este tipo de acciones. El segundo tipo de acciones, menos comunes en nuestro país en situaciones similares, las podemos clasificar como innovación rápida responsable (Gutierrez, Castillo y Montiel, 2020). Nuestra posición es llamar a la acción a las empresas peruanas en desarrollar innovaciones rápidas responsables ante situaciones como el Covid-19. Creemos que, si bien la filantropía es una acción de responsabilidad social loable, la consideramos deficiente al momento de enfrentar grandes retos. Por eso nuestro llamado a que las empresas peruanas evolucionen hacia una responsabilidad social “5.0”, mediante la innovación rápida responsable. Importante también será el no tomar acciones simbólicas o relaciones públicas, intentando aparentar que se ayuda a paliar Covid-19 pero sin realmente contribuir sustancialmente a solucionar la crisis, en un fenómeno que se empieza a denominar “coronawashing”. Aquellas empresas las cuales los ciudadanos descubran a posteriori este comportamiento simbólico y engañoso, pagarán un precio bien caro. No solamente eso, sino que tal comportamiento es del todo irresponsable.

A continuación, damos ideas de acciones que pueden realizar las empresas peruanas ante el

Covid-19 o futuras situaciones similares.

1. Promover prácticas que protejan a todos los grupos de interés (stakeholders).

Este tipo de prácticas debe generar un beneficio social a todos los grupos de interés. Acá las empresas deben evitar quedar atrapadas en la visión financiera, sino más bien capturar los diversos intereses de los grupos de interés teniendo una visión sostenible de largo plazo (Kaplan, 2020; Barney, 2020). En el Perú algunas empresas han llevado este tipo de prácticas ni bien se impuso el aislamiento obligatorio. Por ejemplo, distintas cadenas de hoteles nacionales e internacionales pusieron su infraestructura a disposición del Gobierno para recibir a peruanos repatriados del exterior como también para albergar a trabajadores de la sanidad y de las fuerzas armadas. Por otro lado, algunos fundos agroexportadores ubicados en localidades de bajos recursos al interior del país pusieron a disposición sus maquinarias e insumos a los municipios con la finalidad de poder desinfectar las calles y lugares públicos.

Finalmente, pequeños empresarios (bodegueros) de los distritos emergentes, han decidido ir contratando por día a distintos trabajadores de la zona – cuadra. De esta manera un día le dan trabajo a su vecino, al día siguiente al hermano del vecino, luego al otro vecino y así con la finalidad de que puedan llevar un ingreso diario a la familia.

2. Innovar rápido y responsablemente.

Nos referimos a cambios rápidos que generan beneficio social, como desarrollar productos- servicios distintos a los ordinarios, desplegar los recursos y capacidades actuales de la empresa para nuevas actividades o desarrollar nuevas formas organizativas. En el Perú, los pequeños textileros del cluster de Gamarra han empezado a fabricar una mascarilla especial hecha con tela de anti-fluido y que son reutilizables y a coste muy bajo con la finalidad de evitar contagios entre la población. Por otro lado, algunas universidades privadas, concretamente en las facultades de ingeniería, han empezado a reparar y fabricar respiradores mecánicos que son escasos en el sistema de salud de nuestro país y que son claves para evitar muertes de Covid-19. También tenemos constancia de lavanderías que han puesto sus servicios a disposición y están innovando y creando nuevos protocolos sanitarios en sus procesos para poder lavar material sanitario si se les pide.

Finalmente, una empresa del sector construcción con la iniciación del trabajo remoto en casa y la implementación de reuniones virtuales (Zoom, Microsoft Teams, etc.) ha hecho que ya no se realicen visitas a subsidiarias y/o proyectos al interior del país y en la región. Su CEO ha decidido este año eliminar los viajes, generando un ahorro de aproximadamente USD 150K y con ese dinero poder mantener puestos de trabajo y sueldos durante la cuarentena obligatoria.

3. Colaborar de manera ágil con todos los grupos de interés (stakeholders).

Finalmente, el trabajo colaborativo y coordinado entre el Gobierno, ONGs, Ministerios, Fuerzas Armadas, Policía, Organismos Internacionales, etc. Este tipo de prácticas han sido difíciles de encontrar en nuestro país. Como ejemplo, la Marina de Guerra del Perú en su buque insignia está potabilizando (desanalizando el agua de mar) y de manera conjunta con SEDAPAL y las Municipalidades está haciendo llegar esa agua potable a 40 asentamientos humanos. Por otro lado, para evitar que los estudiantes de los colegios públicos pierdan clases, el Ministerio de Educación de manera conjunta con el medio de comunicación público han empezado a transmitir las clases en la T.V y radio.

Cada una de estas acciones tiene matices que las asemejan al concepto de innovación rápida responsable y que debe desarrollarse en el muy corto plazo con la finalidad de proteger la sociedad y salvar vidas (Gutiérrez et al., 2020). Creemos que las empresas privadas tienen mayor capacidad y recursos que otros tipos de organizaciones para detectar áreas de necesidad luego de un desastre, aprovechar oportunidades de respuesta y reconfigurar sus recursos de manera rápida para solucionar los problemas (Ballesteros, Useem y Wry, 2017) y son más eficientes cuando se deben desarrollar soluciones novedosas para enfrentar problemas sociales y mejorar el bien social (Luo y Kaul, 2018). Estudios recientes muestran que empresas que han invertido en capacidades de innovación y relación con sus stakeholders durante una crisis, como la crisis financiera del 2008, han sido capaces de mantener su competitividad luego de terminada la crisis (Flammer y Ioannou, 2018; Wenzel, Stanske y Lieberman, 2020)

Por tal motivo, este artículo es un llamado a las empresas peruanas a la acción inmediata, pero no desde una acción filantrópica ni mucho menos simbólica coronawashing. En vez, el sector empresarial debe volcarse en explorar vías para la innovación rápida responsable que permitan a las empresas cooperar con sus grupos de interés de manera ágil, coordinar y crear valor social para paliar la pandemia y/o cualquier otro gran reto. Lampadia

Referencias

Ballesteros, L., Useem, M., & Wry, T. (2017). Masters of disasters? An empirical analysis of how societies benefit from corporate disaster aid. Academy of Management Journal, 60(5), 1682-1708.

Barney, J. B. (2020). Measuring performance in a way that is consistent with strategic management theory. Academy of Management Discoveries, 6: 5–7 (https://journals.aom.org/doi/10.5465/amd.2018.0219).

Flammer, C., & Ioannou, I. (2018). To save or to invest? Strategic management during the financial crisis. Strategic Management during the Financial Crisis (October 28, 2018)Available at SSRN: https://ssrn.com/abstract=2621247 or http://dx.doi.org/10.2139/ssrn.2621247.

George, G., Howard-Grenville, J., Joshi, A., & Tihanyi, L. (2016). Understanding and tackling societal grand challenges through management research. Academy of Management Journal, 59(6), 1880-1895.

Leopoldo Gutierrez-Gutierrez, Ana Castillo, & Ivan Montiel (2020), «Companies vs. Coronavirus: A Call for Rapid Responsible Innovation» (https://one.aom.org/covid-19-insights- from-business-sustainability-scholars)

Luo, J., & Kaul, A. (2019). Private action in public interest: The comparative governance of social issues. Strategic Management Journal, 40(4), 476-502.

Kaplan,  S.  L.  (2020).  Beyond  the  business  case  for  social  responsibility.  Academy  of Management Discoveries, 6: 1–4 (https://journals.aom.org/doi/10.5465/amd.2018.0220).

Wenzel M, Stanske S, Lieberman MB. Strategic responses to crisis. Strat Mgmt J. 2020;41:V7– V18. https://doi.org/10.1002/smj.3161




El Congreso Virus en las AFP

Fernando Muñoz Nájar Perea
Para Lampadia

Nuestros políticos, en su mayoría, tienen siempre el mismo comportamiento populista. Aquí precisaremos algunos conceptos y cifras y haremos una propuesta de una reforma de pensiones que podría resolver el problema de los independientes, que son la gran mayoría de la población. Alejándonos del pensamiento de esos políticos que tratan de ganar popularidad a costa del dinero de los trabajadores en los Fondos de Pensiones, causándoles daño en su futura pensión.

Revisemos las propuestas de los políticos en las últimas crisis:

  • En la crisis del 2008 se propuso: que las AFP paguen.
  • En el Niño Costero se propuso: que las AFP paguen.
  • En el Corona Virus se propone: que las AFP paguen.

Y cuando llegue el día de la jubilación le dirán:

Que Dios te pague la pensión, porque tú ya la gastaste.

Y el congresista “amigo” le dirá:

¿por qué la gastaste?, tú tienes la culpa.

Cada día es más urgente hacer una “reforma de pensiones”, que incluya en los colegios un curso dedicado a enseñar la necesidad de las pensiones de jubilación. Así se eliminarán las propuestas “salvadoras” de las crisis para regalar los fondos de las AFP a sus propietarios, quienes además son una pequeña porción de la población.  

Para las etapas de crisis deben crearse seguros de desempleo, utilizar los fondos de emergencia, etc. Las propuestas ya han desvirtuaron la finalidad de la CTS, ahora quieren hacerlo con las AFP. Utilizan la engañosa frase “las AFP no te quieren dar tu plata”. Sucede que el dinero es del trabajador y lo recibe cuando se jubila, es así de sencillo. Cualquier cosa diferente es mentira y aceptarla le costará muy caro al trabajador.

Antes de analizar la propuesta de una posible reforma precisemos algunos conceptos, que luego de 27 años de funcionamiento de las AFP no se han entendido, en especial respecto del dinero del Fondo de Pensiones en las AFP:

  • El dinero del Fondo NO es de las AFP, es de cada trabajador. Ahorrado con esfuerzo, con el sacrificio de sus ingresos mensuales en toda su vida laboral. Es un robo al trabajador utilizarlo para otro fin.
  • El dinero del Fondo es de propiedad del trabajador, y si este fallece, constituye herencia al igual que una casa, un auto o cualquier bien. La AFP NUNCA se queda con un sol del trabajador.
  • El dinero del Fondo tiene como objeto lograr una pensión de jubilación para el trabajador. Que al cumplir 65 años tendrá una expectativa de vida de 87 años, en promedio, deberá vivir de su pensión 22 años. Es claro entonces que NO es para solucionar crisis, NO es para cuando se cae la economía del país, tampoco para fenómenos del clima, ni para problemas de epidemias. Tampoco para viajar o comprar autos. Hay que repetirlo, para esos fines están la CTS, los seguros de salud, ahorros, etc., y los supuestos fondos de contingencia del Estado.
  • Ese dinero es INTANGIBLE según la ley que creó el SPP. Pero ese término no lo entienden los congresistas, ni los presidentes de turno y menos la prensa roja.
  • El rendimiento del Fondo del trabajador va a la cuenta del mismo trabajador, la AFP NO puede tocar un sol de ese dinero. La AFP se sostiene de las comisiones que cobra, no de las utilidades del Fondo del trabajador. Para hacer clara la diferencia existen dos contabilidades separadas la de la AFP y la del Fondo.
  • El dinero del Fondo está invertido 55% en el Perú y 45% en el extranjero, por dos razones: i) para una amplia diversificación de la inversión la cual produce mayor rentabilidad para el trabajador y ii) porque en el Perú NO hay suficientes instrumentos financieros de largo plazo en donde invertir. Más claro, no hay obras de infraestructura nuevas hace tiempo, o hay muy pocas y son de lentísimo inicio, porque nuestros gobiernos no las han realizado.  
  • El dinero del Fondo normalmente tiene fluctuaciones, que van de acuerdo a la economía del país y del mundo. Es natural que se reduzca y que luego recupere con creces. Como sucedió en la crisis del 2008, en que inicialmente se redujo por pérdidas en la bolsa, pero meses después se recuperó con creces. Para eso está bien invertido y controlado por la SBS día a día. Igual sucede hoy con el problema del Corono virus.

Veamos la composición de la Población Económicamente Activa (PEA) o en edad de trabajar, dividiéndola en dependientes e independientes, según estén o no en una planilla de sueldos de una empresa:

Revisemos ahora cuántas son las personas que están en una AFP y cuántas en la ONP (cuyas pensiones son bastante reducidas) y que porcentaje del total de la PEA representan:  

Preguntas que surgen luego de ver las cifras:

¿Por qué no se hace un sistema para los 13 millones de trabajadores que no tienen acceso a ningún sistema? ¿No es el grupo más grande sin derecho alguno a pensiones y salud?

¿Por qué nadie menciona que la ONP deja sin pensión a un tercio de sus aportantes? ¿Ignorancia de lo que pasa en la ONP? ¿tal vez porque es empresa pública y siendo pública no tiene importancia que deje en la calle a miles de peruanos? 

¿Por qué en cada crisis se pretende arreglar el problema del Perú dando dinero de su propio Fondo a los trabajadores afiliados aportantes a las AFP?, Si son solo el 18.2% de la PEA? (aportantes 3,2 MM / PEA 17.6 MM)? ¿Es por odio hacia el sistema de AFP?

Revisemos también cuántos son los pensionistas en las AFP, que actualmente son beneficiarios del dinero de su Fondo:

Estas casi 180 mil personas viven de su pensión actualmente y hay más de tres millones en camino de recibir su pensión al cumplir los 65 años, si es que los congresistas se lo permiten, si no, al jubilarse tendrán que vivir en la miseria o en la incertidumbre, como la mayor parte de los trabajadores peruanos.

Una propuesta responsable para los trece millones de independientes

Es esta una importante coyuntura para hacer cambios en favor de la población, cambios dirigidos a dotar de beneficios a los que no los tienen y que hasta hoy el Estado no ha sido capaz de brindarlos.

La propuesta es la siguiente:

Crear un fondo para pensiones y salud, dirigido a los casi 13 millones de trabadores independientes, utilizando una porción del IGV y del ISC que paga cada uno de ellos, trasladándola, a una cuenta individual a su nombre.

Con el dinero de esa cuenta se pagará su seguro de salud y se creará un Fondo para su futura pensión.

Esta propuesta tiene la ventaja de que el independiente no tendría que pagar un sol, su aporte sale de los impuestos que hoy paga. La mayoría de independientes desconoce cuánto es lo que paga por IGV y por el ISC día a día.

La ley que se propone debe prohibir que el ciudadano retire, tome prestado el dinero o lo use para un concepto diferente. Deberá también especificar penas privativas de libertad para toda persona que incentive, plantee o trate de cambiar su uso. Evitando de esa forma que políticos inescrupulosos de siempre propongan utilizar ese dinero para ganar votos, causando miseria en la etapa de jubilación de los trabajadores y/o desapareciendo el servicio de salud.

La administración del Fondo que se crearía se licitaría a instituciones privadas y públicas, de reconocido prestigio. Debería estar a cargo de la SBS.  

El procedimiento sería sencillo, el trabajador se identificaría con su número de DNI al adquirir un bien o un servicio, la SUNAT separaría una porción del IGV que se depositaría directamente en la cuenta individual administrada por el Fondo de independientes.

La finalidad del Fondo de Independientes será único y exclusivo:

  • Pagar el seguro de salud que el trabajador libremente escoja y
  • Crear un fondo dirigido a su pensión de jubilación que también iría a la administradora que el trabajador escoja libremente.   

Considerando que la recaudación del IGV y el ISC en el año 2019 ha sido de 42,600 millones de soles, un monto casi igual al del impuesto a la renta, sería muy razonable que una porción se utilice directamente para brindar salud y pensiones al trabajador que paga esos impuestos.

Se entiende que esta facilidad estará dirigida exclusivamente a los trabajadores independientes. Una ventaja adicional es que permitiría a la SUNAT identificar a las personas con un nivel alto de consumo que no tributan.

Fuentes:

  • SBS para datos de las AFP.
  • Sunat para datos tributarios.
  • ONP no hay información exacta.

Las cifras han sido respetuosamente redondeadas para facilitar su comprensión.

Lampadia




Se nos rompe la cadena de pagos

EDITORIAL DE LAMPADIA

A estas alturas de la crisis sanitaria y económica-social, todos sabemos qué significa que se rompa la cadena de pagos, porque ya lo estamos viviendo. Cada día se multiplican los impagos y los despidos. Es como una gran explosión hacia abajo; una vez que se desata es muy difícil de parar.

En su afán de evitar, o por lo menos aminorar, un desarrollo tan negativo para toda la sociedad, el BCR ofreció otorgar una línea de crédito de 30,000 millones de soles al sistema financiero, para que sea canalizada a las empresas para cubrir planillas y proveedores. Los créditos debían contar con garantía del Estado por el 100% en la gran mayoría de casos, y debieran incluir costos especialmente reducidos. Para ello, el BCR volvería a reducir la tasa de interés de referencia en los siguientes días, como efectivamente hizo, llevándola a 0.25% por año.

La idea era que el sistema financiero fuera una suerte de canal de distribución de los créditos, evitando la mayoría de los análisis crediticios, ya que la facilidad debía ponerse a disposición de las empresas de la manera más ágil y a la brevedad posible.

Lamentablemente, el MEF, sin aparentemente entender la coyuntura ni la propuesta del BCR, diseñó ‘Reactiva Perú’, el programa que tendría que efectivizar la excelente propuesta del Banco Central.

Efectivamente, el decreto que crea el programa fue ampliamente criticado por lo más graneado del establishment económico y financiero del Perú. Ver en Lampadia: Reactiva Perú – ¿Un fallido intento de parar el corte de la cadena de pagos?

Las críticas hicieron especial interés en la necesidad de garantizar el 100% de los créditos y en los montos de los mismos.

Pero el gobierno, con gran necedad, ha producido un reglamento que no corrige los errores más importantes del decreto y crea una serie de figuras que malogran el instrumento y lo hacen ineficaz para cumplir con sus fines, evitar el corte de la cadena de pagos. Veamos:

  • Se insiste en no dar cobertura de riesgo por el 100% de los créditos, dejando márgenes a cubrir por las empresas que van del 2 al 20%, dependiendo del monto. Esto evita que las empresas más pequeñas accedan a los créditos, aumenta los costos y alarga los plazos de desembolso.
  • Se hace intervenir a Cofide como agente intermediario, complicando la operación y encareciéndola. Se estima que el costo de intermediación de Cofide desde 0.5% anual, el doble que el costo de la fuente de 0.25% del BCR.
  • Se establecen límites máximos de desembolso muy pequeños, restando efectividad al programa.
  • Se mantiene la exclusión de empresas con adeudos a la Sunat.
  • Se exige que las empresas estén en situación de ‘Normal’ en el sistema financiero.
  • Se excluyen empresas de “sectores con percepción social negativa”, como serían los productores de tabaco, alcoholes y juegos de azar. Una absurda discriminación, ya que el objetivo del programa es salvar puestos de trabajo, pero parece que para este gobierno es más importante la ideología y la politiquería disfrazada de falsa moral.

Con este diseño del programa ya se especula que los créditos podrán llevar tasas innecesariamente altas, del orden del 8 al 10% anual.

En resumen, se puede decir que el programa será un gran fracaso, y la pérdida de una buena oportunidad de evitar costos sociales. Mientras tanto Chile ha sacado un programa que sigue al pie de la letra las ideas originales del BCR en el Perú.

¿Cuándo vamos a hacer las cosas bien? Lampadia




«Hechos fácticos» del coronavirus

Rafael Venegas
Director Independiente de Empresas y Senior Advisor de Spencer Stuart
Para Lampadia

¿Alguna vez a alguien se le pasó por la mente que más de medio mundo estaría encerrado en sus casas por varias semanas? Esta situación surrealista es ahora parte de nuestras vidas. Es algo nunca visto y es debido a una pandemia, que se presenta en plena era de la tecnología y del mundo virtual, lo que implica que todos estaremos expuestos a una excesiva y muchas veces mentirosa información.

En las últimas semanas, venimos siendo bombardeados por una incesante hemorragia de información relacionada al COVID-19. Disertaciones y explicaciones de médicos de todo tipo, hasta de veterinarios. Vacunas y curas inminentes desde Francia, USA, China, Corea, etc. Estadísticas, gráficos y mapas de universidades, especialistas médicos y organizaciones internacionales. Recetas caseras, gárgaras de sal, secador de pelos en la nariz, sauna, pócimas de ajo, kion y cebolla, entre otras. La gran mayoría de todo esto es falso, o no tiene sustento aceptable y solo sirve para confundir, asustar y agobiar a todos nosotros, que estamos encerrados en casa con el celular, el IPad, el lap-top, YouTube y Netflix.

Dado que todo el mundo está con muy poco poder de concentración y prefiere leer todo lo que se trate del tema del momento, decidí escribir también algo sobre esto haciendo un recuento de los principales ¨hechos fácticos¨, que se han presentado en esta inverosímil situación.

El primero es que el gobierno ha tenido que actuar rápidamente con medidas drásticas, como la cuarentena y el toque de queda, porque el verdadero problema, no es la enfermedad en sí, sino el posible colapso de la infraestructura y las facilidades de nuestro pobre sistema público de salud. Esto sucederá si es que el número de infectados supera su capacidad, cosa que lamentablemente será relativamente fácil. Esto dado la precariedad que se tiene en este importante frente, a pesar de haberse contado con los medios suficientes para modernizarla y soportarla.  

Otro hecho fáctico es que felizmente este tema nos agarra en buena posición económica como país, con buenas reservas y liquidez, lo que nos permitirá abordar en buena forma el frente económico, sobretodo después de la crisis. Esto se debe a la disciplinada ejecución, por varios años consecutivos, de un buen plan (etiquetado como neo-liberal), por el BCR, liderado por su presidente Julio Velarde.

Es un hecho fáctico también que mientras en el frente económico estamos muy sólidos y preparados, en el de salud, sucede todo lo contrario y es allí donde nos pasará la factura esta crisis. La culpa de esta situación la tienen los funcionarios públicos que dirigieron el sector en los últimos años y que permitieron que exista una de las más grandes corrupciones, en perjuicio de la población. Estos malos elementos serán los verdaderos culpables del caos que ojalá no se presente, pero que tiene muchas posibilidades de producirse.

Espero que la Contraloría haga un repaso de los últimos 20 años por lo menos, ya que no es justo que un país que, con mucho sacrificio y disciplina, tiene los recursos como para haber mejorado y modernizado convenientemente el sector salud, esté ahora en esta situación al borde del colapso y el caos, ante esta epidemia.

En cuanto a la enfermedad en sí, un claro hecho fáctico es que el Covid-19 es altamente contagioso y tiene la terrible peculiaridad que una persona puede ser portadora del virus y ser asintomática por un periodo que se calcula entre 7 y 14 días y en este periodo puede contagiar a diestra y siniestra. Contra hay dos tipos de tácticas que se pueden aplicar. Defensivamente el aislamiento social, el lavado constante de las manos y el uso de mascarillas.

Ofensivamente pruebas, pruebas y más pruebas de descarte (esto, si se tiene el número necesario de kits, que lamentablemente no es el caso). Esto, según hemos visto en los casos exitosos como Corea del Sur y China, no se debe hacer solo cuando se tienen los síntomas (que será muy tarde porque ya habrá contagiado), sino especialmente para los que no tienen síntomas, pero se sospecha que puede ya tener el virus, por haber estado expuestos. Aquí está la gran diferencia.

Otro hecho fáctico es que los países orientales, vienen controlando la situación mucho mas rápido y mejor que los países occidentales. Esto se debe fundamentalmente a tres razones. Primero, porque la población es más disciplinada para acatar las medidas defensivas. Segundo, porque tienen más experiencia en el manejo de epidemias, por casos recientes como el SARS y MERS y tercero, porque utilizan tecnología de georreferenciación digital, que está considerada como ¨invasiva¨ y hasta está prohibida, en la mayor parte de los países occidentales.

Otro hecho fáctico sucede en nuestro país, donde hemos comprobado que hay una enfermedad que contagia mucho más rápido que el Coronavirus y es La Demagogia y el populismo barato. Esto ha quedado clara y vergonzosamente demostrado, con las primeras aprobaciones del novísimo e inexperto Congreso. La lamentable propuesta de la nueva Ley de las AFPs es una verdadera barbaridad. ¡Aparentemente, la única diferencia con el Congreso anterior es que ahora lo hacen con una máscara en la cara!

Otro hecho que es muy importante notar, es que existen varios grupos de científicos que están muy cerca de conseguir la ansiada vacuna contra el Covid-19. Esto ha creado una falsa esperanza, porque lamentablemente no nos servirá ahora, ya que la pandemia está en plena vigencia. La vacuna es un elemento preventivo (previo), que además de necesitar mucho testeo, requiere de un exhaustivo proceso de aprobación regulatorio. En caso de descubrirse la vacuna, está no podría ser usada masivamente antes de un año (con suerte) y la pandemia ya habrá avanzado demasiado.

Por eso todos los esfuerzos y concentración científica en plena pandemia, deben ser enfocados en ENCONTRAR LA CURA de la enfermedad, para cortarla y evitar que sigan incrementando las muertes. En este frente también hay varios equipos trabajando, testeando y experimentando con los pacientes más graves. Se está probando con combinaciones de medicamentos existentes (hidroxicloroquina), así como también con antiparasitarios (Invemectina) y con anticuerpos generados por humanos, que ya han tenido el virus en su metabolismo (Distributed Bio). Hay varias posibles soluciones cerca y ojalá se logre conseguir la que cure definitivamente el Covid-19 cuanto antes. Esto es lo que deben apoyar los gobiernos y también las grandes empresas.

Otro hecho que se ha comprobado en está situación de cuarentena, es que el trabajo, incluyendo las reuniones y las clases desde casa, son perfectamente posibles y en muchos casos hasta más eficientes. Plataformas de comunicación virtual como Microsoft Teams, Zoom, Google Hangouts y hasta Skype, son ahora muy utilizadas y seguramente lo serán mucho más en el futuro, lo que ahorrará mucho tiempo y dinero.

Obviamente los hechos fácticos más importantes que se vienen consiguiendo en este proceso, son mejorar la relación de las familias, así como la limpieza del medio ambiente, aunque esta sea temporal.  La vida después de esta surrealista situación de todas maneras no será igual que antes.

Como dijo Albert Einstein: ¨La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. Es en la crisis que nacen la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias¨.

¡Ojalá esto sea cierto para nosotros y para nuestro país! Lampadia