Anemia infantil en Perú 2019-1

Moisés Rosas
Para Lampadia

Hace ya varias semanas, se ha conocido el porcentaje de niños entre 6 a 36 meses de edad que habrían sufrido anemia en Perú durante el primer semestre del 2019. Es un tema que nos afecta a todos, porque su evolución es un indicador importante de gestión sectorial e intersectorial, así como de efectividad de los programas gubernamentales, entre muchas otras cosas. Sin embargo, parece que la noticia ha sido poco comentada por los expertos y por los medios.

Según el INEI, la prevalencia de anemia infantil en Perú para el primer semestre de 2019 fue 42.2%. Según el propio INEI, en términos estadísticos, comparada con el 43.5% del 2018, se trata de una disminución sin valor estadístico, es decir, probablemente no es real. En términos prácticos, se puede afirmar que la diferencia lograda de ‑1.3% es muy pequeña en relación con el tremendo despliegue que se habría realizado para combatir este flagelo.

A ese ritmo, aun cuando esa pequeña diferencia a la baja fuera real, nos tomaría entre 15 a 25 años disminuir a 20%, cerca de la meta oficial planteada. Casi una generación.

Fuente. Encuesta ENDES 2019-1, INEI.

Es importante tener en cuenta que aún falta la mitad de la muestra de la ENDES correspondiente al segundo semestre del 2019. Pero ello no significa que debemos esperar que el descenso anual sea el doble de ‑1.3%, es decir ‑2.6%. Siempre es posible, aunque por el modesto resultado alcanzado a la fecha, es poco probable.

Sin embargo, algunos resultados son alentadores: la tendencia a la disminución es en el sentido correcto; la mayor diminución ha ocurrido en la selva urbana, en donde ha disminuido ‑6.3% desde 48.0% en el 2018. Asimismo, la disminución en el ámbito del programa Juntos (‑3.1%) y en los niños del programa Juntos (‑3.9%) ha sido más pronunciada que en el promedio nacional, lo que sugiere una administración adecuada a pesar de no haber alcanzado significación estadística, probablemente debido al pequeño tamaño de muestra. Por su lado, el porcentaje de niños entre 6 a 8 meses de edad que consumieron suplemento de hierro en los 7 días antes de la encuesta subió 9.1%: sí señor, casi 10%. Sin embargo, por tratarse de poblaciones pequeñas, estos avances no logran arrastrar el promedio nacional.

Los resultados parecen sugerir que es necesario revisar fundamental y conceptualmente la estrategia, porque pese a los recursos invertidos, no se está avanzando con la velocidad que se esperaría. Recordemos que ya el 2018 la prevalencia de anemia (43.5%) disminuyó solo 0.1% en relación al 2017, que fue 43.6%.

Finalmente, es necesario señalar que estas tendencias son nacionales y no dependen solo del MINSA, sino de todos los subsistemas, sean ESSALUD, las fuerzas armadas y policiales, privados, etc. Se requiere revisar la estrategia y coordinar los esfuerzos sectoriales e intersectoriales. Podríamos consolidar buenos resultados para este fin de año. Fuerza Perú. Lampadia




¿Es el SIS un seguro de verdad?

En verdad, la modalidad asegurativa del SIS es la de un auto-seguro, que normalmente es de dos tipos: O se desarrollan fijando una prima que alimente una reserva o se establecen contra el patrimonio de la empresa o entidad que otorga el seguro.

Ver también en LampadiaUn SIS rediseñado para la salud de los más pobres

Moisés Rosas, Ex jefe del SIS
Para Lampadia

En el primer artículo de esta serie de tres entregas, intentamos responder a la pregunta de si el Seguro Integral de Salud (SIS) es un seguro de verdad, comenzando por si cumple con las características fundamentales de un seguro, mientras aclaramos otros aspectos.

Las características fundamentales de cualquier seguro de salud, sea privado o “público” son:

  1. Transferir el riesgo de sufrir una perdida financiera ─debido a los costos asociados a la atención de una enfermedad o condición médica─ desde un individuo hacia a un grupo
  2. Distribuir dichos costos entre los miembros del grupo

En el caso del SIS, el riesgo financiero se trasfiere desde las personas aseguradas en el SIS hacia el resto de peruanos que financiamos los gastos a través del pago de nuestros impuestos, por diversos conceptos. El Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) recauda nuestras aportaciones, las que constituyen un “fondo” implícito, que garantiza que los costos de atención de salud de la población asegurada estarán cubiertos.

Algunas personas, cuando son preguntadas sobre si el SIS es un seguro, o si se debería convertir al SIS en un seguro, señalan que ello tendría que ver con el cálculo de una “prima”, cuyo valor (mensual o anual) resulta ser el promedio de lo que tendríamos que pagar todos los que aportamos nuestros impuestos para cubrir los gastos de todas las personas que se enferman, más los costos de operación administrativa. Aunque la prima (el costo promedio) lo calcula rutinariamente el SIS y sobre esa base tiende a pedir fondos al MEF, este punto supone que debería haber un cálculo muy preciso de dicha prima, generalmente usando técnicas “actuariales” de proyección, que aparentemente son las que le dan una suerte de legitimidad al cálculo de dicho valor o “prima”.

Aunque hemos reservado un artículo para el tema de los estudios actuariales y el SIS, la verdad es que, en el caso de los seguros de salud, el cálculo de la prima, aunque debe hacerse sobre la base de información sólida, no requiere tener una elaborada precisión a futuro (v.g. no requiere técnicas actuariales), ya que la prima se actualiza anualmente, y por ello, más relevantes para los cálculos resultan ser los gastos incurridos durante el año previo, salvo que cambien las enfermedades cubiertas o se vaya a incluir personas con un riesgo financiero diferente al de las personas que se cubrieron el año anterior. Por esta razón, los seguros de salud se denominan seguros “de corto plazo”, en contraste con los seguros de pensiones o de vida, conocidos como seguros “de largo plazo”, los que requieren precisas y complejas proyecciones actuariales para muchos años, e incluso, toda una vida por delante.

Por su lado, otras personas señalan que, para que el SIS sea un seguro, debería tener asignado un “fondo” explícito, sobre la base de la multiplicación del valor de la prima por el número de personas aseguradas. Ello supondría que el SIS estaría en capacidad de manejar dicho fondo, y hacer inversiones o colocaciones financieras que podrían generar rentabilidad para el SIS, y poder financiar más asegurados. En sentido estricto, ello tampoco es un requisito para que el SIS sea un seguro, y basta con que el Estado se haya comprometido a financiar los gastos directamente de su fondo implícito. Es necesario señalar que, el tener un fondo explícito no garantiza un funcionamiento adecuado, ya que puede ser que, a pesar de tenerlo, este resulte insuficiente debido a diversas razones, como ocurre en el caso del SIS, y que señalaremos más adelante.

Finalmente, a veces se escucha, en sentido frecuentemente peyorativo, que más que un seguro, el SIS sería un programa de subsidio a la demanda. Esta afirmación tiene que ver más con el origen de los recursos (“subsidio”) y su conducción gubernamental (“programa”), que, con su funcionalidad.

Como trataremos de explicar en el tercer artículo de esta serie, son más bien los aspectos de su funcionamiento los que definen si se puede considerar al SIS como un seguro de verdad. Lampadia