El sándwich que amenaza a los países emergentes

La historia tiene a veces formas retorcidas de presentarse. En estos últimos años se está generando una alianza no escrita entre los políticos más activos de los países ricos y las cúpulas de las izquierdas tradicionales que siguen proponiendo ‘ideas muertas’, como en el Perú. El eventual éxito de cualquiera de esos extremos, tendría efectos devastadores en los niveles de vida de los pobres.

Curiosamente, la extrema derecha internacional y nuestra extrema izquierda nacional, unas veces con el ropaje del populismo, otras con el del nacionalismo, basados en inferencias inconsistentes pero muchas veces efectistas, se las ingenian para trasmutar las frustraciones y anhelos de muchos pobladores, en reclamos y hasta movimientos populares que cimientan el camino de cambios regresivos.

Efectivamente, hoy tenemos al candidato republicano en EEUU, Donald Trump, planteando el aislacionismo, la expulsión de los migrantes, aranceles compensatorios con China, la reversión del libre comercio, el rechazo de los tratados de comercio, etc. En Francia, el Frente Nacional de Marine Le Pen es abiertamente anti globalización y Nicolás Sarkozy agita nuevamente el nacionalismo. En Alemania, la derrota de Angela Merkel (y el CDU) en las recientes elecciones y la consolidación del partido populista, Alternativa por Alemania (AfD), plantean cambios radicales. En España la situación es más grave aún, dado que todavía no tiene un gobierno y podrían llevar acabo su tercera elección en 12 meses.
    
Por su lado, en el Perú, todas las izquierdas han adscrito al llamado pos-extractivismo, que plantea que produzcamos lo mínimo posible para sobrevivir. Por ejemplo:

En cuanto a las agroexportaciones, donde todavía tenemos la mayor cantidad de pobres, plantean que solo produzcamos lo que necesitamos para consumir nosotros y ‘tal vez’ nuestros países vecinos. 

El sector agrícola solo puede crecer, sostenidamente, llegando a más estómagos. Como un agricultor peruano decía hace algunos años: una persona solo puede comer un kilo de comida por día. ¿Cómo puede entonces mejorar sus ingresos un agricultor peruano? Si 3 millones de agricultores tendrían que abastecer solo a 27 millones de habitantes. Sus ingresos estarían limitados a un promedio de 9 consumidores o 9 kilos. Pero si exportamos a mercados de 2,700 millones de personas, en teoría, cada agricultor podría abastecer a 900 consumidores, 100 veces más. Ese es el potencial de este sector, y la única manera de enriquecer a nuestros campesinos, que, además, son dueños de la mayor parte de las tierras y predios agrícolas del Perú. 

O sea, los izquierdistas tradicionales, quieren condenar a la pobreza eterna a nuestros campesinos. ¡Habrase visto semejante barbaridad!

Ver en Lampadia: Pos-Extractivismo: Autarquía y empobrecimiento, Todas las izquierdas peruanas apuestan por la pobreza y Exigimos que se renuncie al ‘pos-extractivismo’.

En los países más ricos, donde el crecimiento de sus economías no llega a recuperarse desde la crisis del 2008/9, el desempleo se mantiene alto (excepto en EEUU) y se ha ampliado la desigualdad entre ricos y pobres; se esta cayendo en el facilismo de culpar de esta evolución a la globalización, el libre comercio, la deslocalización industrial y la competencia ‘abusiva’ de países como China.

En el caso de EEUU, la economía recuperó con creces el empleo, que está cerca del llamado pleno empleo (5.1% de la PEA). Lo que es más, después de que salieran cifras alarmantes sobre la disminución de la clase media, acaban de salir cifras que muestran nuevamente el crecimiento de la columna vertebral de su economía. Como afirma un reciente artículo publicado en El País de España, «la mediana de los ingresos de los hogares mejoró por primera vez desde la Gran Recesión (un 5.2%) y un total de 3.5 millones de ciudadanos dejaron de formar parte de los pobres.»

El reciente llanto de los países más ricos sobre sus problemas de desigualdad, algo en lo que también caen connotados economistas estadounidenses (ver en Lampadia: Un economista de Harvard le pone colores políticos a la globalización), hace caso omiso de la muy positiva evolución paralela de una disminución sin precedentes de la desigualdad en los países más pobres y la reducción de la pobreza en el mundo durante el período del boom globalizador. En los últimos 40 años se ha duplicado la población mundial y se ha formado una clase media global de 3,000 millones de habitantes y, hoy los más pobres tienen mejores condiciones de vida que nunca antes, con mayor esperanza de vida, mejor alimentación y mejor salud. 

Evidentemente, estos resultados que traen menor pobreza y desigualdad en los países emergentes, son además muy positivos para los países más ricos, pues crean un ecosistema proclive a los principios de la economía de mercado y por lo tanto habría que profundizarlos. Sin embargo, la reacción expresada en la nueva ola anti globalización y anti comercio, plantea revertir las políticas que originaron el mayor bienestar que hoy día goza la humanidad.

Recientemente hemos podido leer una seria de advertencias sobre la fuerza de esta ola regresiva. Por ejemplo, hace poco, Martin Wolf afirmó que “La liberalización del comercio se ha estancado y se puede observar un constante aumento de las medidas proteccionistas. Es probable que el aumento del sentimiento xenofóbico y la ralentización del comercio reduzcan el crecimiento de la IED.” Además, la política tampoco favorece a la globalización. Trump es, sin duda, el candidato a la presidencia de EEUU más proteccionista desde 1930.

De triunfar gente como Trump en EEUU, y/o Le Pen en Francia, podríamos tener que enfrentarnos a condiciones globales que restrinjan el acceso de nuestros productos a los mercados globales y a una disminución de los flujos de inversión extranjera. Algo que sería muy grave para un país como el Perú que mantiene la necesidad de generar suficientes recursos para superar las brechas sociales y económicas que aún nos aquejan y, que tiene que dar saltos cualitativos en educación salud, infraestructuras y tecnología para nivelar a nuestros pobres con los ciudadanos promedio del mundo.

Por otro lado, nuestros izquierdistas, atrapados en sus trampas ideológicas, plantean lo mismo que los nuevos políticos emergentes de los países del norte. No les gusta la globalización, no les cuadra la economía de mercado ni el crecimiento, sufren con los avances del comercio internacional y odian los recursos que produce la minería que ha permitido financiar el mayor estadio de inclusión de nuestra historia (2004 – 2011). 

El Perú pos-Constitución de 1993 se ha emancipado del estancamiento, de la relación del mercantilismo con el señor (Estado) repartidor, de la falta de oxígeno y autonomía para desarrollar ideas y proyectos. En un Perú que crece, con un poderosos sector privado, el rol del burócrata se va devaluando, el rol del intelectual venido a político repartidor (de pobreza) se diluye y el rol del gobernante omnipresente se opaca. Ya no hay sitio para ser gobernados por ideas muertas. La agujas de la economía y la mejora social las mueve en mayor medida el mercado, la inversión privada y la acción de millones de ciudadanos comprometidos en la construcción de un mejor país para sus hijos.

Como consecuencia de esta evolución política nos enfrentamos a dos amenazas. La externa que podría secar las fuentes de recursos, ya sean por exportaciones o inversión; y la interna que pretende paralizarnos para llevarnos nuevamente a la desesperanza, madre de las malas aventuras.

En nuestra opinión, debemos desarrollar una estrategia ofensiva que enfrente ambos males ‘de un tiro’. En vez de dar respuestas y explicaciones a las afrentas conceptuales detrás de estos movimientos, debemos izar las banderas de la globalización, de la economía de mercado y del comercio internacional. Y hacerlas nuestras banderas de cara a la próxima reunión de APEC en el Perú en noviembre próximo.

Estos objetivos deben ser vinculados a los beneficios que produjeron y deben seguir produciendo para los pobres y para las clases medias del Perú y del Mundo.

El Perú debe proclamar los algoritmos del bienestar y distinguirse en noviembre (APEC) como el campeón de la integración global, el comercio, la creación de riqueza y la superación de la pobreza. Lampadia

 




Crisis trae populismo, fascismo y ruptura a política europea

La irrupción de Podemos, la nueva fuerza política de España que sorprendió por su enorme aceptación en las elecciones para el parlamento europeo en mayo último, ha encendido las alarmas en la península. Este movimiento está decidido a “tomar el cielo por asalto”, como ha señalado su líder Pablo Iglesias, citando la tristemente célebre frase de Karl Marx. Para ello, los líderes de Podemos han descargado un agresivo ataque de verborragia (al mejor estilo chavista) contra lo que denominan la “casta” (los ricos, a los que culpa de todos los males) y contra el sistema político español al que llaman despectivamente “el régimen del 78”, en alusión al pacto de la Moncloa que cerró la división abierta por la guerra civil española y que permitió la convivencia democrática. Un admirable ejemplo de responsabilidad de la política española.

Como sostiene El País, “Podemos no es un fenómeno tan extraño en el contexto europeo y puede enmarcarse dentro de lo conocido como [la emergencia de los] partidos anti-establishment. Este tipo de partidos ha cristalizado de manera muy diferente según el país. Mientras que entre los acreedores de la zona euro [los más ricos] estos movimientos han tendido a canalizarse a través de la extrema derecha xenófoba, en el sur [los más pobres] tienden a favorecer a los partidos izquierdistas. [El ambiente más propicio para la emergencia de estos movimientos es cuando] coinciden problemas internos con un shock externo (…) Ahora bien, cuando esto se combina con una crisis económica y de gobernanza pueden ser un coctel inflamable”.

El descontento por la crisis del 2008 con su altísimo desempleo ha desacreditado al sistema democrático. “El daño de la crisis fue psicológico y financiero. Reveló debilidades fundamentales en los sistemas políticos de Occidente, socavando la confianza que tenían en sí mismos, que era uno de sus grandes activos. Mucha gente se desilusionó con el funcionamiento del sistema (ver en Lampadia (L): Bienestar y buenas instituciones, fundamentales, para la democracia). Esto se agravó cuando los gobiernos rescataron a los banqueros con el dinero de los contribuyentes, quienes luego continuaron pagándose enormes bonificaciones”, asegura The Economist.

Felizmente, aunque tarde para el impacto político, los banqueros han empezado a pagar caro sus debilidades. Para evitar una crisis a futuro, El Consejo de Estabilidad Financiera ya ha creado una serie de medidas y reglas impuestas a los bancos, en algunos casos hasta de manera exagerada, como indica The Economist. (Ver en L: Pena Capital)

Los desilusionados parecen estar aceptando el discurso anti-establishment y abrazando “las soluciones milagrosas” que proponen irresponsablemente estos movimientos.

“¡Claro que los ciudadanos prefieren oír buenas noticias que malas! Así pasó a los británicos cuando su primer ministro Chamberlain hablaba de ‘appeasement’, recién llegado de Múnich en 1938. Mientras Churchill se hacía incómodo con sus proféticas palabras: ‘habéis tenido que elegir entre la guerra y el deshonor, habéis elegido el deshonor, y ahora tendréis guerra’”.

Por lo general se aceptan las posturas populistas bajo la creencia de que los nuevos caudillos, nos liberarán de las penurias económicas. Nada más falso. Como ha demostrado la historia sin excepción.

Podemos está totalmente identificado con el discurso y la praxis política del populismo latinoamericano. ¿Qué reclama Podemos como préstamo — o legado— que resulte viable en la España de hoy?, se pregunta el politólogo venezolano, Ibsen Martínez, en El País. Martínez se responde que mucho, y advierte de lo peligroso que sería para las fuerzas políticas de España, pensar que un engendro político como ese pueda hacer de España una Venezuela sin petróleo.

Francia, en cambio, sufre el embate de un extremismo de derecha encarnado en el Frente Nacional (FN). Un partido xenófobo que ha resurgido con fuerza desde la crisis. Hoy amenaza seriamente la política francesa, el paneuropeísmo y aplaude al neo-imperialismo ruso.

Recientemente, Marine Le Pen, la líder del FN, criticó los planes de las autoridades francesas de anular el envío del portahelicópteros militar “Mistral” a Rusia, según RT.

Mientras que EE.UU. y varios países europeos han aplaudido las informaciones sobre la posible suspensión del suministro a la flota rusa del portahelicópteros, la líder nacionalista, Le Pen, en una entrevista concedida a la radio RTL criticó severamente la actitud de las autoridades francesas al respecto. Según Le Pen, anular el contrato del suministro sería «una decisión muy grave, ya que, en primer lugar, va en contra de los intereses del país y, en segundo lugar, muestra que estamos actuando al dictado de la diplomacia estadounidense».

La cancelación del contrato «tendrá graves consecuencias para la reputación de Francia y afectará negativamente a la imagen de París en materia de comercio, especialmente en términos del comercio de armas, que proporciona parte del crecimiento económico de nuestro país«, argumentó la política. La ultra derechista Le Pen, que ha tomado mayor peso electoral, amenaza con una discontinuidad de la política francesa llegando incluso a abogar por la salida de Francia de la OTAN.

Cómo advierte The Economist en su especial sobre democracia (citado más arriba), la suma de la crisis, el éxito económico relativo de la autocracia china y los reveses en Irak, Egipto y Rusia, han debilitado la confianza en ella, al punto que Europa enfrenta el embate de movimientos contestatarios que amenazan desestabilizar aún más, las posibilidades de un siglo XXI de paz y prosperidad. Lampadia