Donald Trump está destruyendo el Estado de Derecho

El Estado de Derecho distingue a las democracias de las dictaduras y lamentablemente, Donald Trump está destruyendo los fundamentos en los que se basa.

El Imperio de la Ley, o Estado de Derecho, tiene como regla básica que ninguna persona está por encima de la ley, ni siquiera un presidente. Lo que significa que un presidente no puede detener una investigación sobre sus presuntos actos ilegales. Sin embargo, en las últimas semanas, Trump despidió al fiscal general Jeff Sessions, y lo reemplazó por una persona sin experiencia, Matthew G. Whitaker, y a quien podría manipular, como afirma The Economist más abajo (en un artículo traducido y glosado por Lampadia).

El Estado de Derecho también tiene como regla tácita que un presidente no puede procesar a opositores políticos o críticos. Las decisiones sobre a quién procesar por supuestas infracciones penales deben ser tomadas por fiscales independientes de la política. Sin embargo, Trump ha presionado repetidamente al Departamento de Justicia para que presente cargos contra Hillary Clinton, su rival de 2016, por usar un servidor de correo electrónico privado cuando era Secretaria de Estado, en presunta violación de la Ley de Registros Presidenciales.

Hace casi medio siglo, otro presidente intentó destruir el Estado de Derecho, aunque no tan descaradamente como Trump. The Economist nos recuerda que esta persona fue Richard Nixon, quien trató de obstruir la investigación de Watergate, presionó al Departamento de Justicia para que procesara a sus enemigos políticos y asumió el poder judicial.

Pero Estados Unidos no lo permitió. La nación se levantó en indignación. Nixon renunció antes de que el Congreso lo destituyera. La pregunta es si esta generación de estadounidenses tendrá la fuerza y ​​la sabiduría para hacer lo mismo.

Compartimos líneas abajo el artículo de The Economist con mayor detalle:

Donald Trump está atacando el Estado de Derecho y puede que se salga con la suya

Nixon la tuvo más difícil

The Economist
24 de noviembre de 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Según la evidencia disponible, la mayoría de los estadounidenses no creen que el presidente Donald Trump haya cometido un delito o crimen grave. Solo un tercio de los votantes dice que debería ser acusado por su supuesta complicidad en el pirateo electoral de Rusia y el supuesto esfuerzo por impedir que el Departamento de Justicia lo investigue. El asunto apenas se discutió a medio plazo, y los demócratas más prominentes que lo transmitieron, como Beto O’Rourke que buscaba postular para el Senado de Texas, perdieron.

Sin embargo, es probable que los supuestos delitos de Trump ya hayan alcanzado el estándar del ‘impeachment’ (de destitución) establecido por Richard Nixon. Esa fue la implicación de un artículo notable publicado en el blog de Lawfare esta semana por el ex asesor general del FBI, Jim Baker.

Baker y su coautor, Sarah Grant, expresaron su punto de vista, sin referirse específicamente a Trump, basándose en nuevas pruebas de la investigación de Watergate. Se centraron en el esfuerzo de Nixon para apoyarse en un funcionario del Departamento de Justicia, Henry Petersen, que lo supervisaba en ese momento. Nixon le preguntó repetidamente si estaba bajo investigación. Después de que Petersen le informara que dos de sus ayudantes principales deberían ser despedidos, el presidente los defendió como «tipos buenos y sobresalientes». Como un esfuerzo por descarrilar la investigación para salvarse a sí mismo, la acción de Nixon representó, según uno de los tres artículos de juicio político que luego enfrentó, una «indiferencia al estado de derecho».

Los paralelismos entre entonces y ahora son inconfundibles. Trump acosó a James Comey para decir si estaba bajo investigación en la investigación de Rusia que el entonces director del FBI dirigía. Después de que la fiscal general interina, Sally Yates, informara a la administración que el asesor de seguridad nacional de Trump, Mike Flynn, había tenido comunicaciones secretas con funcionarios rusos y había mentido sobre ellos, Trump trató de protegerlo. Según Comey, el presidente lo instó a despedir a Flynn porque era un «buen tipo». Después de que Comey se negó, Trump despidió a su director del FBI. Significativamente, Baker fue uno de la media docena de funcionarios del FBI que Comey informó sobre estos acontecimientos en ese momento.

Si la supuesta transgresión de Trump fue tan mala como la de Nixon puede depender, en otro paralelo de Watergate, de lo que sabía sobre el complot ruso y cuándo lo supo. Robert Mueller, a quien los abogados del presidente enviaron una lista tan esperada de respuestas escritas a preguntas esta semana, está tratando de determinar eso. Se informa que el abogado especial está investigando qué sabía Trump sobre el esfuerzo de los rusos para piratear los correos electrónicos de su oponente demócrata, poco después de haberlos instado a hacerlo, y lo que sabía sobre una reunión de sus asesores principales con un grupo de expertos rusos que estaban prometiendo información sobre Hillary Clinton. Tal vez, en ausencia de pruebas, el abogado especial encuentre que Trump no tiene un caso para responder. Pero, de cualquier manera, parece poco probable que sufra el destino de Nixon.

Esto se debe en parte a que las lealtades tribales que podrían haber salvado a Nixon ahora son más feroces. El día en que renunció, luego de que se le informara que los congresistas republicanos no lo defenderían, la mitad de los votantes de su partido todavía lo respaldaban. Con el beneficio de un partidismo más fuerte, políticos más débiles y una máquina de propaganda 24/7 en Fox News, Trump podría contar con una protección republicana más dura.

Otra razón por la que parece más probable que disminuya los estándares de su cargo que ser responsabilizado por ellos se relaciona con las peculiaridades de su persona política. Nixon fue un rompe-reglas comprometido que fingió no serlo. Cuando surgió la evidencia en su contra, fue condenatoria. Por el contrario, Trump siempre ha prometido que rompería más reglas de las que ha incumplido, casi sin importar lo que Mueller pueda encontrar.

Juró encarcelar a Hillary Clinton. Sin embargo, después de que su abogado de la Casa Blanca le aconsejara que abandonara esa idea, se informó que esta semana lo hizo. Él ha amenazado con cerrar la investigación de Mueller desde su inicio. En ese contexto, sus comentarios supuestamente impropios a Comey pueden parecer modestos; o en el peor de los casos consistentes con lo que ha estado diciendo abiertamente. Trump ha enredado de esta manera las expectativas de comportamiento presidencial.

El mantra favorito de los apologistas de Trump: «Toma nota de lo que hace el presidente, no de lo que dice», es ilustrativo de eso. Sólo tiene sentido cuando se mide contra las amenazas más dramáticas y, de hecho, inimaginables. Eso es en parte porque las palabras del presidente también tienen impacto. En el transcurso de sus ataques casi diarios a la investigación de Mueller y al Departamento de Justicia, la confianza republicana en esas instituciones se ha derrumbado.

También es una tontería porque, aunque no cumple con sus mayores amenazas, Trump está cumpliendo con las menores, lo que en tiempos normales se consideraría más allá de lo normal. «Mido la sensibilidad de un presidente al estado de derecho por sus acciones, no por sus comentarios, tweets o declaraciones», dijo uno de sus defensores más descarados, Leonard Leo, de la Sociedad Federalista, esta semana. Esto eludió el hecho de que Trump acababa de despedir a su fiscal general, Jeff Sessions, y nombró en su lugar a un sucesor en funciones inexperto y posiblemente ilegítimo, Matthew Whitaker. Y que lo hizo, sugiere un entendimiento razonable de sus palabras, en un intento por descarrilar la investigación de Mueller sobre él y sus familiares más cercanos.

Lo que temían los framers

Si el asesor especial sobrevive a esa maniobra, no recalibrará su visión del estado de derecho como lo ha hecho Leo. Por eso el presidente le teme. Sin embargo, cualquier veredicto condenatorio sobre Trump por parte de Mueller solo sería efectivo si hay voluntad política para hacerlo cumplir. Es por eso que el asalto del presidente a la dignidad de su oficina y la falta de voluntad relacionada con el Congreso de limitarlo es tan grave. Existe una opinión razonable de que, para instigar una crisis constitucional, tendría que desafiar una orden judicial o una citación. Una visión alternativa es que el efecto corrosivo de su guerra menor pero implacable en el sistema político asegurará que la necesidad de un desafío de alto riesgo nunca surja. Lampadia




Donald Trump: You are fired!

La vida está llena de ironías. El presentador de televisión Donald Trump, terminaba sus programas con una expresión prepotente: “You are fired!” (¡Estás despedido!). No ha pasado mucho tiempo desde que Trump asumió la administración del gobierno de EEUU, y cada día crecen más los comentarios y críticas a su gestión, llegando al extremo de plantearse un eventual impeachment, su destitución: “You are fired, Mr. Trump!”.

En Lampadia vimos hace tiempo quién era Trump y en junio de 2015 publicamos en nuestro ticker: “Debemos declarar a Donald Trump persona non grata a la humanidad”. Para nosotros, no era necesario esperar a contabilizar los desastres que haría semejante personaje, para entender su naturaleza y reaccionar. Mala suerte, la mayoría de estadounidenses no la vió. Pero no olvidemos que Barack Obama dijo que Trump era: “Unfit to govern” (incapaz para gobernar).

Fuente: Huffington Post

Todos sabemos que los primeros días de Trump en el gobierno han sido tormentosos, aparte de sus dislates con los temas del comercio internacional, la relación con México, la migración, sus disfuerzos con la Otan, Europa y China, desde el primer día se confrontó de mala manera con los medios de comunicación, una de las catedrales de la institucionalidad estadounidense.

Era de esperarse, que la realidad lo fuera centrando. Efectivamente, así pasó con lo de la Otan, Europa y China, pero, en vez de asumir el camino hacia un comportamiento de estadista en los demás temas, durante los últimos días ha agravado sus acciones al punto de ponerse en la eventual encrucijada de un impeachment. Veamos sus nuevos escándalos: 

  • Despidió a Michael Flynn, general retirado y primer asesor de seguridad nacional de Trump
  • Despidió abruptamente al director del FBI, James Comey, quien estaba supervisando una de las investigaciones sobre las vinculaciones de Rusia en la política de EEUU
  • Habría pedido al director del FBI, James Comey, que parara una investigación sobre vinculaciones entre Michael Flynn y Rusia.
  • Amenazó a Comey con publicar cintas comprometedoras si continuaba filtrando información a la prensa.
  • El 4 de marzo, Trump twitteó que Obama «había sido “wire tapped” en la Trump Tower justo antes de la victoria».
  • Reveló información clasificada de alta sensibilidad al ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, y al embajador de Moscú en Washington,  durante una reunión que mantuvieron en la Oficina Oval de la Casa Blanca

Como se explica en el artículo del Foreign Policy, que reproducimos líneas abajo, más allá del comportamiento de Trump, algo que llama la atención de manera sorprendente, es que los republicanos no parecen inmutarse con la cadena de errores del presidente. No solo eso, hasta lo defienden y relativizan todas sus barbaridades. De alguna manera, como hemos leído en varios análisis, Trump y los republicanos están socavando la otrora sólida institucionalidad de EEUU, tradicional ejemplo de democracia, división de poderes y ‘checks and balances’ (contrapesos).

Como conclusión de esta experiencia, podemos decir que no se deben subsidiar los errores de un gobernante. No se mejora con esos malos favores, solo se empeora. El poder es ya una suficiente alteración de la capacidad de los gobernantes para mantener los pies sobre la tierra, como para que los supuestos amigos y partidarios del poderoso le hagan el favor de ignorar sus errores. Lampadia

Los republicanos necesitan abandonar su apoyo a Trump lo antes posible 

La seguridad nacional de Estados Unidos lo exige

Por Max Boot
Foreign Policy
16 de mayo, 2017
Traducido y glosado por Lampadia

Fuente: Foreign Policy

El problema de escribir sobre Donald Trump es que las críticas a su administración vienen tan rápido y son tantas que es difícil mantenerse al día. El mundo político ahora está zumbando por el informe que publicó el Washington Post este lunes por la noche, en el que se indica que Trump divulgó códigos secretos – en otras palabras, algo de la información altamente clasificada que el gobierno de los EEUU – al embajador y  ministro ruso de relaciones exteriores, durante una reunión en la Oficina Oval. Sí, eso es importante. Pero no se puede olvidar el despido de James Comey, que es, en definitiva, un escándalo aún mayor.

Dos días después de despedir a Comey, Trump fue a NBC y destruyó la historia que su propia administración había declarado sobre el despido, que se basaba en las declaraciones públicas del director del FBI sobre la investigación de los correos electrónicos de Hillary Clinton. «De hecho, cuando decidí hacerlo», dijo el presidente a Lester Holt, «me dije a mí mismo: ‘Sabes, esta cosa de Rusia con Trump y Rusia es una historia inventada. Es una excusa de los demócratas por haber perdido una elección que deberían haber ganado”.

En esa misma entrevista, Trump confirmó que le había preguntado a Comey en al menos tres ocasiones distintas, si era un blanco de la investigación sobre la manipulación de las elecciones estadounidenses por parte de los rusos. Posteriormente, surgió que en enero, Trump cenó con Comey y exigió su lealtad, sosteniendo la amenaza implícita de que si no le era leal, no podría permanecer en el puesto. Trump le negó a Fox News que pidiera lealtad personal al jefe de la investigación de Rusia, pero luego rebajó sus protestas diciendo que no sería «inapropiado» hacerlo.

Como si eso no fuera suficiente, Trump amenazó al ex director del FBI de la misma manera que lo haría un jefe de la mafia a un subalterno que está pensando en entrar en el programa de protección de testigos. «¡James Comey debe estar rogando que no hayan ‘cintas’ de nuestras conversaciones antes de que empiece a filtrar información a la prensa!», twitteó Trump el 12 de mayo.

Donald Trump no es el primer presidente de Estados Unidos en obstruir la justicia. Pero es el primero en presumir de ello en público.

Ya no importa si se puede demostrar que Trump ha colaborado ilícitamente con el Kremlin para influir en el curso de las elecciones, algo que sería difícil de probar y aún más difícil de procesar, como señala David Frum en The Atlantic. Trump ha cometido obstrucción de la justicia e intimidación de testigos a simple vista – y como argumenta Laurence Tribe, uno de los principales estudiosos de la ley constitucional de la nación, esto debiera ahora conducir al proceso de impeachment (destitución). «Decir que esto no sube por sí mismo al nivel de» obstrucción de la justicia «, escribe,» es vaciar ese concepto de todo significado”.

Uno podría agregar otro cargo a la documentación del impeachment, si es que Trump efectivamente reveló códigos secretos a los representantes de Rusia. Tal acción es criminal si cualquiera que no sea el presidente lo hace; en el caso del presidente, es potencialmente otra base del impeachment.

Sin embargo, no es probable que se inicie una investigación de destitución por la sencilla razón de que pocos o ninguno de los miembros del partido gobernante en Washington están de acuerdo con el análisis de Tribe. En la semana que ha transcurrido después del abuso de autoridad presidencial más grave desde Watergate, ningún miembro del gobierno de Trump ha renunciado en protesta. Lejos de eso: la embajadora de Estados Unidos, Nikki Haley, afirmó  falsamente en ABC News que: «El presidente es el CEO del país. Puede contratar y despedir a quien quiera”. Haley tal vez quiera releer la Constitución, que no menciona nada sobre un CEO, pero afirma que el presidente debe «asegurarse de que las leyes sean ejecutadas fielmente».

Incluso el Subprocurador General Rod Rosenstein, quien fue engañado para servir como una tapadera del despido de Comey, ni renunció ni nombró un abogado especial. Al parecer, no le importa mucho que su reputación profesional haya sido destruida por el comandante en jefe.

En Capitol Hill, alrededor de 40 republicanos de un total de 290 han planteado preguntas sobre el despido de Comey, pero sólo seis han pedido una investigación independiente y sólo uno a pedido un abogado especial.

Lejos de criticar a Trump, muchos republicanos lo están alentando.

La representante Liz Cheney, por ejemplo, publicó la desafortunada y vergonzosa carta de Trump despidiendo a Comey con este alegre comentario de Twitter: «La mejor. Carta. De despedida. De siempre.»
 
Incluso fuera del gobierno, es difícil señalar a un solo prominente defensor de Trump que haya cambiado y ahora lo esté criticando. Bizarramente, el profesor de derecho libertario Richard Epstein, quien en febrero estaba sugiriendo que Trump debía renunciar, ahora está defendiendo la terminación de Comey. También lo está haciendo es William Barr, el fiscal general bajo el presidente George H.W. Arbusto. Asimismo,  Kenneth Starr, el ex consejero independiente de Whitewater. Intentó que Bill Clinton fuera acusado por mentir sobre un asunto sexual, pero ahora afirma que no hay razón para nombrar un consejero especial para investigar si Trump trató de detener al FBI de investigar sospechas de colusión con una potencia extranjera hostil para influir en una elección presidencial.

Una cosa une todos estos argumentos pro-Trump: Se basan enteramente en una ficción. La afirmación de que Comey fue despedido por portarse mal con «Crooked Hillary». Esta es la historia de portada presentada por la Casa Blanca en las 24 horas posteriores al despido de Comey y luego desechada rápidamente. Pero al parecer los defensores de Trump no han recibido el mensaje: Están actuando como si Comey realmente hubiera sido despedido por actos que Trump elogió el año pasado.

En la medida en que cualquiera de ellos reconozca la realidad -que Trump despidió a Comey para terminar la investigación de Rusia, como la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, reconoció – estos activistas republicanos afirman que no es gran cosa, porque puede que Trump no consiga su deseo. Ellos confían en que la sonda rusa continuará a toda velocidad, aunque es muy probable que el sucesor de Comey, elegido por Trump, permita que la investigación languidezca y finalmente muera. Ciertamente, cualquier persona en el Departamento de Justicia o el FBI con la intención de llevar a cabo la investigación puede que él o ella estén en peligro de ser despedidos – y que el Fiscal General Jeff Sessions no dudaría en ‘dejar caer el hacha’ a pesar de su aparentemente falso compromiso para haberse recusado del escándalo del Kremlingate.

Pero incluso si los defensores de Trump tienen razón, y la despedida de Comey no impide la investigación como pretende, ¿cómo es que eso es una defensa? Es como decir que el despido de Archibald Cox por Richard Nixon no fue un gran problema porque no detuvo la investigación de Watergate.

¿Acaso ahora la norma es que la obstrucción de la justicia tiene que ser exitosa para ser un crimen? ¿Simplemente, intentar y fallar está bien?

Observadores independientes y no partidistas como el ex director de Inteligencia Nacional James Clapper pueden ver lo que está sucediendo. En CNN, el domingo dijo que «nuestras instituciones están siendo atacadas internamente» por el Presidente Trump. Pero los republicanos están siendo sordos, mudos y ciegos – o, peor aún, lo están animando – mientras se desarrolla este ataque a cámara lenta contra el Estado de Derecho. Como dijo Fareed Zakaria, «Parece que el Partido Republicano está perdiendo cualquier semejanza con un partido político occidental tradicional, para  convertirse en algo común del mundo en desarrollo: una plataforma para apoyar al ego, los apetitos e intereses de un hombre y su familia”.
 
Dado que los republicanos no están dispuestos a actuar como un control sobre el abuso de poder de Trump, el único remedio que puedo ver radica en las elecciones de mitad de período de 2018. Me duele decir esto como alguien que pasó 30 años como un republicano leal – volví a registrarme como independiente el 9 de noviembre – pero estoy de acuerdo con Mark Salter, ex jefe de personal del senador John McCain, quien twitteó: «Palabras que pensé que nunca diría: la seguridad de los Estados Unidos podría ahora depender de la elección de un Congreso Demócrata en 2018. » Lampadia 



Un inaceptable intervencionismo político

Desde la muerte de Mao y la caída del imperio soviético, y más allá de la captura de Venezuela por parte de Cuba, no se habían visto nuevos proyectos de control y dominación política de terceros países, hasta las recientes malhadadas aventuras de Putin en EEUU y Lula da Silva en Latinoamérica.

Ambos personajes han usado sus capacidades para influir indebidamente más allá de sus fronteras.

Putin, según las más recientes revelaciones, influyó de manera explícita en las elecciones de EEUU para favorecer a Trump, mediante ciber-ataques que debilitaron la candidatura de Hillary Clinton. Algo nunca visto, que ha generado críticas muy fuertes y a lo que no se ha sabido responder institucionalmente. 

Por su lado, Lula, habría dirigido la instrumentación de un anillo de corrupción con Petrobras y las más afamadas compañías constructoras brasileñas, para sifonear recursos financieros a partidos y líderes políticos de izquierda en la región, así como para financiar movimientos y eventos como el Foro de Sao Paulo, que alteraron la agenda de desarrollo de Latinoamérica (como fue con el sabotaje de la Iniciativa de las Américas en 1992, que frenó la apertura comercial en el continente).

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Fuente: brasilpost.com

En el caso de Lula se llegó al extremo de autorizar a sus embajadores en la región, para confirmar que la alianza del presidente de Brasil con las compañías constructoras brasileñas, era un política de Estado.

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Fuente:  elmundo.sv

El ilegal, corrupto y nada fraterno, intervencionismo de Lula en la política de la región se ha ido estableciendo país por país, habiéndose llegado a confirmar, el día de ayer (según la revista Veja de Brasil), que la empresa OAS habría financiado la campaña de Michelle Bachelet.

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Fuente:  La Tercera

Todo esto constituye un atentado de carácter imperialista de Brasil en la Región. Como dice Jaime de Althaus:

La cancillería peruana debería enviar una nota de protesta al Brasil exigiendo una reparación porque la penetración corruptora de las empresas brasileñas en nuestro país, profundamente dañina y desmoralizadora, no fue el producto de iniciativas propias y aisladas de cada empresa sino fue una política de Estado dirigida desde los más altos niveles del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT).

Ver en Lampadia: Nota de protesta al Brasil

Se hace pues evidente que muchos eventos de la vida política peruana, como hasta tres procesos electorales, presidenciales, el 2006, 2011 y 2016, habrían estado manchados por la corrupción política del ‘padrino’ Lula y su PT.

Del mismo modo, incluyendo la participación del mismo ‘estratega’ marketero que apoyó a Ollanta Humala, la ex alcaldesa Susana Villarán, se habría beneficiado del apoyo de Lula para su elección y para evitar su revocatoria.

Es de suponerse además, que Verónika Mendoza y varios congresistas hayan recibido también, apoyo ‘petista’ (del PT).

Igualmente hay que señalar a los caseritos del ‘Foro de Sao Paulo’ y quién sabe cuantos desaguisados más.

A la fecha, todos los procesos de investigación sobre la corrupción promovida por Lula en el Perú parece dirigida mayormente a los temas vinculados a los proyectos de inversión y concesiones, al amparo de coimas.

Hasta ahora, no parece haber el propósito de develar la corrupción política y la penetración imperialista de Brasil en el Perú.

Instamos a las autoridades judiciales y a los medios de comunicación, a dedicar parte de sus esfuerzos a investigar la peor interferencia política extranjera de nuestra historia. Sin embargo, como esta viene del ‘padrino’ de las izquierdas latinoamericanas, será difícil movilizar voluntades, pues muchos medios, unos desde arriba y otros desde abajo, están comprometidos con un periodismo ultramontano que aún sigue detrás de las ‘ideas muertas’, que tanto daño han hecho en la región.

No dejemos de preguntarnos tampoco, si estos dineros cochinos han estado financiando a las ONGs anti inversión y anti minería, que en su momento han servido a agendas políticas de liderazgos locales y nacionales.

Ojalá nuestros lectores nos puedan aconsejar el tipo de compensación que nuestro país debe reclamar a Brasil. Estaremos atentos a las sugerencias. Lampadia     

 




La trampa anti globalización

Absurdamente, todos los días empeoran las críticas a la globalización y el libre comercio en los países más ricos. Ambas, son las nuevas banderas de la ola de populismo que aqueja a las democracias occidentales más desarrolladas.

Como hemos comentado anteriormente en Lampadia, un factor que no se menciona en los rebotes periodísticos es el de la ‘cuarta revolución industrial’, que ya empieza a mostrar sus impactos en la composición del empleo. Europa no llega a resolver la caída del empleo y es probable, que mientras continúe sobre-regulando e inhibiendo la innovación, no pueda corregirla. Por su lado EEUU, según información muy reciente  que ya hemos publicado, está ya casi en pleno empleo y su clase media está creciendo nuevamente.

El tema anti comercio internacional y anti globalización es muy peligroso para países como el Perú. Ver en Lampadia: El sándwich que amenaza a los países emergentes. Las críticas están basadas fundamentalmente en falsedades, como puede verse en el análisis de The Economist que compartimos líneas abajo, en el que se afirma:

“Un estudio de 40 países encontró que los consumidores más ricos perderían el 28% de su poder adquisitivo si terminara el comercio transfronterizo; pero aquellos que están en el decil inferior perderían el 63%”.

Además del artículo indicado, estamos adjuntando una serie de cuadros de The Economist que permiten hacer una buena lectura del tema.

Como sabemos por experiencia en el Perú, por la debilidad de la política, los procesos electorales vienen deteriorándose en todo el mundo. Lamentablemente, en tiempos que traen estos riesgos, no tenemos mejores clases dirigentes y medios de comunicación, para que, con compromiso cívico y pensamiento crítico, nos ayuden a evitar que poblaciones poco informadas caigan en las trampas políticas que nos asechan.

Esperamos que el siguiente artículo y nuestro seguimiento del tema, contribuyan a paliar los vacíos de análisis e información indicados.

Anti-globalización: ¿Por qué se equivocan?

Los críticos de la globalización dicen que sólo beneficia a las élites. De hecho, el mundo menos abierto perjudica sobre todo a los pobres.

The Economist

1 de octubre, 2016

Traducido y glosado por Lampadia

En setiembre de 1843, el Mercurio de Liverpool, Inglaterra, informó sobre una gran manifestación pro libre comercio en la ciudad. El Anfiteatro Real estaba repleto. John Bright, el MP (miembro del parlamento) recién elegido, habló elocuentemente sobre la abolición de los aranceles de los alimentos importados, haciéndose eco de los argumentos presentados por The Economist, un periódico novato. Bright explicó  «cómo los albañiles, zapateros, carpinteros y todo tipo de artesanos sufren si se restringe el comercio del país». Su discurso de Liverpool fue ovacionado abrumadoramente.

Es difícil de imaginar, 173 años más tarde, a un político occidental que sea ovacionado por la defensa del libre comercio. Ninguno de los candidatos en las elecciones presidenciales de Estados Unidos es un campeón. Donald Trump, incoherente en tantos frentes, es claro en esta área: la competencia desleal de los extranjeros ha destruido puestos de trabajo en casa. Él amenaza con desmantelar el NAFTA, (el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica), retirarse de la Asociación Trans-Pacífico (TPP) e iniciar una guerra comercial con China. Para su descrédito, Hillary Clinton, ahora denuncia el TPP, un pacto que ayudó a negociar. En Alemania, uno de los mayores exportadores del mundo, miles de manifestantes salieron a las calles a principios de este mes para marchar en contra del acuerdo comercial entre la Unión Europea y los Estados Unidos.

La reacción contra el comercio es sólo un síntoma de la ansiedad generalizada por los efectos de la apertura de las economías. El voto por el Brexit de Gran Bretaña refleja la preocupación por el impacto de la migración sin restricciones sobre los servicios públicos, el empleo y la cultura. Las grandes empresas están siendo golpeadas por usar espacios del exterior para evadir impuestos. Estas críticas contienen algo de verdad: se debe hacer más para ayudar a aquellos que pierden por la apertura. Pero hay una gran diferencia entre mejorar la globalización y reversarla. La idea de que la globalización es una estafa que sólo beneficia a las corporaciones y a los ricos, difícilmente puede estar más equivocada.

La verdadera política pro-pobres

La prueba de los beneficios de la globalización para los pobres es la gran mejora en el nivel general de vida en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, que fue sustentada por una explosión en el comercio mundial. Las exportaciones de bienes aumentaron del 8% del PBI mundial en 1950 a casi el 20% del medio siglo más tarde. El crecimiento impulsado por las exportaciones y la inversión extranjera han arrastrado a cientos de millones fuera de la pobreza en China, y transformado las economías desde Irlanda a Corea del Sur.

Claramente, los votantes occidentales no se sienten muy reconfortados por esta extraordinaria transformación en la suerte de los mercados emergentes. Pero en casa, también, los beneficios del libre comercio son indiscutibles. Las empresas exportadoras son más productivas y pagan salarios más altos que las de que sólo sirven el mercado interno. La mitad de las exportaciones de Estados Unidos se dirige a países con los que tiene un acuerdo de libre comercio, a pesar de que sus economías representan menos de una décima parte del PBI mundial.

El proteccionismo, por el contrario, perjudica a los consumidores y hace poco por los trabajadores. El beneficio del comercio es mucho mayor para los pobres que para los ricos. Un estudio de 40 países encontró que los consumidores más ricos perderían el 28% de su poder adquisitivo si terminara el comercio transfronterizo; pero aquellos que están en el decíl inferior perderían el 63%. Según el Instituto Peterson de Economía Internacional, el costo anual para los consumidores estadounidenses de cambiar a neumáticos no chinos después de que Barack Obama estableció aranceles antidumping en 2009, fue de alrededor de US$ 1,100 millones. Eso equivale a más de US$ 900,000 por cada uno de los 1,200 puestos de trabajo «salvados».

La apertura ofrece otros beneficios. Los migrantes no sólo mejoran sus propias vidas, sino también las economías de los países receptores: los inmigrantes europeos que llegaron a Gran Bretaña desde 2000 han sido contribuyentes netos al fisco, sumando más de £ 20,000 millones (US$ 34,000 millones) a las finanzas públicas entre el 2001 y 2011. la Inversión Extranjera Directa (IED) ofrece la competencia, tecnología, gestión del conocimiento y empleos, que es por lo que decepcionan las políticas excesivamente cautelosas de China con la IED

¿Qué has hecho por mí últimamente?

Nada de esto implica negar que la globalización tiene sus defectos. Desde la década de 1840 los defensores del libre comercio han conocido que, aunque beneficia a la gran mayoría, algunos pierden. Muy poco se ha hecho para ayudar a estas personas. Tal vez una quinta parte de las pérdidas de 6 millones de empleos netos en la manufactura estadounidense entre 1999 y 2011 provino de la competencia china; muchos de los que perdieron su trabajo no encontraron otros. En retrospectiva, los políticos de Gran Bretaña estuvieron demasiado despreocupados acerca de las presiones en los servicios públicos por la migración de los nuevos miembros de la UE en el este de Europa. Y aunque no haya protestas en las calles alrededor de la velocidad y la inconstancia en las mareas de capital a corto plazo, su flujo y reflujo a través de las fronteras han demostrado a menudo ser perjudiciales, sobre todo en los países endeudados de la zona euro.

Se debe hacer más para hacer frente a estos inconvenientes. Estados Unidos gasta un magro 0.1% de su PBI, una sexta parte de la media de los países ricos, en programas de reciclaje de los trabajadores y en ayudarles a encontrar nuevos puestos de trabajo. En este contexto, es lamentable que ni Clinton, ni Trump ofrezcan políticas para ayudar a aquellos cuyos trabajos se han visto afectados por el comercio o por la tecnología más barata. En materia de migración, tiene sentido seguir el ejemplo de Dinamarca de vincular los ingresos de los gobiernos locales con el número de ingresantes, por lo que las tensiones en escuelas, hospitales y viviendas pueden aliviarse. Muchos ven a los firmantes de normas de pactos comerciales como una afrenta a la democracia. Pero hay maneras en que reglas compartidas pueden mejorar la autonomía nacional.  Armonizar las normas sobre cómo se grava a las empresas multinacionales, daría a los países mayor control sobre sus finanzas públicas. Un enfoque coordinado para controlar los flujos de capital volátiles restablecería el dominio sobre la política monetaria nacional.

Estas son las respuestas sensatas a los mercachifles del proteccionismo y nacionalismo. La peor respuesta sería que los países le den la espalda a la globalización. Las razones de la apertura siguen siendo las mismas que cuando este periódico fue fundado para apoyar la derogatoria de las Leyes del Maíz. Hay más, y más, variadas oportunidades en las economías abiertas que en las cerradas. Y, en general, mayores oportunidades hacen que la gente esté mejor. Desde los 1840s, los proponentes del libre comercio han creído que las economías cerradas favorecen a los poderosos y perjudican a las clases trabajadoras. Ellos estuvieron acertados entonces. Ellos lo están ahora.

Ver líneas abajo una serie de cuadros publicados por The Economist que complementan la información del análisis.

Lampadia

 




El proteccionismo y populismo de Trump

En el primer debate presidencial de EEUU, el cuestionado candidato republicano reiteró sus amenazas de cortar los tratados de comercio, imponer aranceles a México y China y hacer pagar a los demás países por la presencia de EEUU en la seguridad global.

Trump reiteró que los puestos de trabajo de EEUU habían sido “robados” por dichos países, por el libre comercio y la globalización. Algo falso, pues EEUU está prácticamente en pleno empleo (ver en Lampadia: El sándwich que amenaza a los países emergentes) y, la desigualdad interna que los abruma, es solo uno de los primeros síntomas de la ‘cuarta revolución industrial’.

Fuente:  Reuters

Gracias a Dios, el debate lo ganó Hillary Clinton, un mucho mejor candidato, dadas las circunstancias. No nos olvidemos que en Lampadia hemos propuesto que ‘Donald Trump sea declarado como persona non-grata a la humanidad’.

Para los peruanos esta no es una elección intrascendente, el comercio internacional, amenazado por Trump, es una base fundamental para la eliminación de la pobreza y el desarrollo integral de nuestro país.    

Políticas comerciales de Trump generarían una recesión en EEUU

Shawn Donnan

Financial Times

19 de setiembre, 2016

Traducido y glosado por Lampadia

Las políticas comerciales proteccionistas del candidato presidencial republicano Donald Trump enviarían a los EEUU a una recesión, resultarían en la pérdida de casi 4.8 millones puestos de trabajo en el sector privado y conducirían a una escasez de bienes de consumo tales como iPhones, según el estudio más detallado hecho sobre su plan.

El estudio (Assessing Trade Agendas US Presidential Campaign) publicado el lunes por investigadores del no-partidista Peterson Institute for International Economics, ilustra cómo el hombre de negocios de Nueva York, que se compromete a impulsar el crecimiento y crear millones de puestos de trabajo, es visto por la mayoría de los economistas como alguien que tiene las políticas económicas de un peligroso curandero.

El estudio también ofrece una visión escéptica sobre las políticas comerciales del candidato demócrata, Hillary Clinton, y en particular por su oposición al TPP, el acuerdo negociado con Japón y otras 10 economías.

Según el estudio, las amenazas de Trump de romper los acuerdos comerciales existentes e imponer aranceles punitivos de 45% a los productos de China y uno similar de 35% a los productos importados de México, probablemente desencadenaría una guerra comercial y causaría un enorme daño a la economía de Estados Unidos.

«Mientras que la política comercial de Clinton sería perjudicial, la política comercial de Trump sería terriblemente destructiva», dijo Adam Posen, presidente del instituto. «Su enfoque sobre la economía global de librar una guerra comercial y proteger  intereses especiales no competitivos sería desastroso para el bienestar económico y la seguridad nacional de los estadounidenses.»

La semana pasada, Trump se comprometió a impulsar el crecimiento de Estados Unidos en casi 4 % y crear 25 millones de puestos de trabajo si es elegido. Pero el estudio Peterson muestra que si cumple con sus promesas de política comercial y nuestros socios comerciales responden del mismo modo, algo muy probable, la economía de Estados Unidos terminaría en recesión en un plazo de dos años, al contraerse el consumo, la inversión y el gasto del gobierno.

Tal guerra comercial también afectaría a los trabajadores de cuello azul (clase trabajadora) para quienes Trump plantea, supuestamente, sus políticas comerciales más duras.

Los investigadores encuentran que el mayor impacto del comercio en el empleo se daría en el sector manufacturero y en estados como Washington, donde se encuentra el fabricante de aviones Boeing, y en ciudades como Los Ángeles, donde el puerto es el punto de llegada de la mayor parte del comercio chino. Si China toma represalias y, por ejemplo, detiene la compra de aviones de Estados Unidos, se perderían 179,000 empleos.

Pero su mayor impacto en el empleo llegaría como consecuencia de una guerra comercial que resonaría por toda la economía, golpeando los centros de distribución al por menor, las tiendas de comestibles, restaurantes e incluso hospitales, según lo encontrado por el estudio.

También es probable que esto conduzca a la escasez y a altos precios de bienes de consumo – incluyendo productos tan populares como los Smartphone – y potencialmente incluso tendría un impacto en los ahorros de pensiones en Estados Unidos.

Por ejemplo, según el estudio, debido a que China obtiene relativamente poca ganancia del popular Smartphone de Apple, que se ensambla en su país, «el iPhone podría ser el arma secreta de la venganza china. Las pérdidas infligidas a sí mismos por la China serían mínimas, pero cortar los suministros de Apple podría alterar gravemente su disponibilidad y aumentar el precio de un amado producto de consumo.»

«A la luz de la ubicuidad de las acciones de Apple, esta acción podría afectar negativamente los planes de jubilación de los estadounidenses», escribieron.

Los investigadores citan estudios que demuestran que sería imposible construir un iPhone desde cero en EEUU e incluso, si Apple fuera capaz de hacerlo, el costo adicional sería de alrededor de US$ 100 por aparto.

Agregaron: «Por otra parte, con las firmas chinas moviéndose al mercado de teléfonos inteligentes, China podría alterar no sólo la producción de iPhones, sino también la oferta de los modelos alternativos. El aullido colectivo de dolor puede incluso inducir la reconsideración del más ardiente proteccionista.»

Lampadia