PERUANIDAD Y EL BICENTENARIO
José Luis Sardón
Abogado especializado en Derecho Público
Ex magistrado del Tribunal Constitucional del Perú
Palabras pronunciadas el 2 de junio de 2022 en la Universidad Católica San Pablo de Arequipa.
Buenos días. Es muy grato para mí estar esta mañana aquí con ustedes, el Comité de Reflexión del Bicentenario de la Universidad Católica de San Pablo, para revisar el mensaje de Peruanidad, la gran obra de Víctor Andrés Belaunde. Agradezco la convocatoria del Pro-Rector Alonso Quintanilla Pérez-Wicht, querido amigo de toda la vida. Esta es la primera presentación que realizo luego de haber concluido mi gestión como magistrado del Tribunal Constitucional. Por tanto, para mí, tiene un significado muy especial.
Esta convocatoria me permite reencontrarme con uno de los pensadores que más me impresionaron en mi juventud, Víctor Andrés Belaunde. Testimonio de ello es la semblanza que escribí sobre él en 1983, publicada originalmente en la revista Debate, con ocasión del centenario de su nacimiento. Ese texto apareció luego como prólogo de una edición de bolsillo de La Realidad Nacional y en la edición de Peruanidad que integra sus Obras Completas, a continuación de otros textos introductorios de Aurelio Miró Quesada Sosa, Raúl Ferrero Rebagliati y José Agustín de la Puente Candamo.
Ciertamente, Víctor Andrés Belaunde consideraba que Peruanidad era su libro más importante. A diferencia de Meditaciones Peruanas y La Realidad Nacional, lo concibió como un tratado, es decir, como una obra orgánica. Seguramente, ello tuvo que ver con la edad que había alcanzado cuando lo escribió. En 1942, estaba a punto de cumplir 60 años. Entonces, había llegado la hora de presentar sistemáticamente las ideas que tanto había madurado. Habiendo nacido al final de la Guerra del Pacífico, el Perú había ocupado el lugar central de sus preocupaciones intelectuales.
A mi modo de ver, el mensaje de Peruanidad es hoy más relevante que nunca. Al conmemorar el bicentenario de nuestra independencia, presenciamos el encumbramiento de un mensaje radical, cargado de un gran poder destructivo. No somos el único país donde ocurre ello. Incluso Chile —luego de 30 años de un notable progreso económico—, compró ese mismo mensaje el 2019, embarcándose luego en un proceso constituyente perfectamente disparatado. Si no corrige pronto ese rumbo, estará condenado a repetir las tristes historias de Cuba y Venezuela.
El mensaje radical al que me refiero es, para llamarlo por su nombre, el marxismo. Víctor Andrés Belaunde siempre tuvo claro que él constituía el mayor peligro que enfrentamos los peruanos como nación. Disfrazado de ciencia social, en realidad, el marxismo es una religión de contrabando. Como explicó Karl Popper, sus hipótesis no son falseables; siempre tiene un as bajo la manga. Por tanto, a pesar de las evidencias, a nivel mundial y regional, de que solo termina generando frustración, pobreza y desesperanza, mantiene el atractivo emocional que deriva de su peculiar escatología, de seguir ofreciendo recrear el Paraíso terrenal.
El meollo del marxismo es su teoría del valor del trabajo. Según esta, el valor económico de los bienes y servicios depende del input de trabajo que requiere su producción. Ocurre, sin embargo, que la producción es solo una parte de la actividad económica; la otra es el intercambio. Para desarrollarse adecuadamente, en realidad, la producción debe estar orientada al intercambio. Ello implica que el valor de los bienes y servicios derive no tanto del trabajo que requiere su producción sino de la escasez relativa que tengan en el mercado. Radica en cuánto la gente está dispuesta a pagar por ellos.
El marxismo desconoce la institución social por excelencia que es el mercado, y postula al socialismo y al comunismo como modos de producción.
- Para establecerlos, propone destruir la institución económica fundamental en la que se apoyan los mercados, el derecho de propiedad.
- El marxismo cultural, peor aún, busca anular también la institución social fundamental correspondiente, la familia.
Al destruir la propiedad y la familia, solo queda en pie el Estado en manos de lo que Mancur Olson llamaría una pandilla de bandidos estacionarios.
En el socialismo y el comunismo, los precios derivan no de los millones de intercambios voluntarios que configuran una economía de mercado sino de la decisión arbitraria de un puñado de burócratas. Más temprano que tarde, ellos dictarán los precios por consideraciones políticas, buscando solo el aplauso fácil de la población. Por ello, en el Siglo XX, todos los intentos por establecer estos modos de producción fracasaron estruendosamente, sea en la Unión Soviética, en la República Popular China o en los países de Europa del Este.
En Peruanidad, Víctor Andrés Belaunde contrapuso a las falacias marxistas una comprensión cabal de nuestro proceso histórico, explicando los logros alcanzados e indicando las tareas pendientes. En la segunda edición de Peruanidad, de 1957, preparó un resumen de tres páginas, a manera de conclusión. Asimismo, en 1966, en el último libro que escribió poco antes de morir, para la colección Perú Vivo, preparada por Juan Mejía Baca, elaboró otro resumen aún más escueto. Allí dijo lo siguiente:
El Perú ha sabido mantener, mejor que otros países de América, su unidad política, no obstante la incoherencia geográfica y los diversos estratos raciales. Nuestra unidad es el milagro de la continuidad histórica. No basta mantener la Unidad Política, necesitamos sobre todo conservar y afirmar nuestra Unidad Espiritual. Hemos recordado que el Perú presenta un caso admirable de transculturación. En el Perú se unen la cultura autóctona y la cultura hispánica, no en forma de yuxtaposición o de simple mezcla indiferenciada, sino en forma de una verdadera síntesis por compenetración y por asunción. A la respuesta al medio físico y a las mejoras económicas realizadas, hay que agregar la afirmación de los valores espirituales de las dos culturas y que, en unidad, aseguran la realización de nuestro destino. El Perú es una síntesis viviente comenzada pero no concluida. Nuestro porvenir exige proseguir, completar y perfeccionar esa síntesis. Ello dará un sentido primaveral a nuestra historia.
Además, agregó palabras que hoy resultan más pertinentes que nunca. Víctor Andrés dijo:
Han aparecido peligrosas tendencias de desintegración de nuestra Unidad Espiritual al oponerse dialécticamente el elemento indígena y la cultura hispánica, con olvido de que el Perú es hoy, como lo prueban las estadísticas, un país mestizo.
En la conciencia nacional debemos destacar con orgullo nuestra herencia autóctona milenaria que culmina en el Incario y los aportes del Cristianismo a través de la cultura hispánica. La inconveniente e infundada posición racista adquiere un coeficiente de máxima peligrosidad, si está alentada por diferentes concepciones de la vida. Ya desde 1942 denuncie que el racismo podía quedar agravado por el materialismo histórico. Por una sanción inmanente, la amputación de lo propio puede traer la consecuencia del triste sometimiento a lo extraño.
Peruanidad contiene, pues, una severa advertencia para nosotros, los peruanos del bicentenario. Felicito, por ello, a los organizadores de esta reunión. En los 80 años transcurridos desde que Víctor Andrés Belaunde escribiera Peruanidad el país ha podido sucumbir más de una vez a lo que él llamo la desviación radical. Una y otra vez, hemos esquivado ese riesgo, haciendo nuestro el mensaje de unidad y continuidad de Peruanidad. Empero, habiéndose renovado la tentación radical, debemos transmitir a las nuevas generaciones la perspectiva seria y ponderada que tanto brilla en esta obra.
Muchas gracias.
Lampadia