La puerta de la verdad

Líneas abajo compartimos otro informe de Bjørn Lomborg, uno de los pocos (pero poderosos) analistas globales que nos demuestran con cifras, con hechos y con la verdad, los indicadores sobre el progreso de la humanidad en los planos económicos, sociales, ambientales e institucionales. Para una mejor ilustración sobre nuestra realidad, ver en Lampadia: 7 ensayos sobre la prosperidad

Las noticias malas nos ganan el ojo todos los días y por eso es que hay que hacer un cierto esfuerzo consciente para no dejar de ver los procesos de mejora de la humanidad en los planos indicados. Lampadia

Vivimos en un mundo mejor
16 de agosto, 2018
Bjørn Lomborg
Profesor Visitante del Copenhagen Business School, director del Copenhagen Consensus Center
Project Syndicate
Glosado por Lampadia

Es muy fácil formarse la opinión de que el mundo moderno se está desmoronando. Nos enfrentamos constantemente a un ataque de negatividad: titulares que amedrentan, resultados de investigaciones alarmantes y estadísticas miserables.

En verdad, existen muchas cosas en el planeta por las que deberíamos estar profundamente preocupados. Pero obsesionarnos con las historias de terror significa que nos perdemos el panorama más amplio.

Las Naciones Unidas se centran en tres categorías de desarrollo: social, económico y ambiental. En cada categoría, mirando en retrospectiva los últimos 25 años, tenemos muchos más motivos para celebrar que para alarmarnos. Por cierto, estos años han sido un período de progreso extraordinario.

A nivel social, el indicador más importante es cuántos años vive cada uno de nosotros. En 1990, la expectativa de vida promedio era de 65 años. En 2016, subió a 72.5 años. En apenas 26 años, ganamos 7.5 años de vida.

Un pesimista podría sugerir que esto significa que tenemos 7.5 años más para estar enfermos y sentirnos miserables, pero no es el caso. En 1990, pasábamos casi el 13% de nuestra vida enfermos, y ese porcentaje no ha aumentado. Y si bien se habla mucho sobre que la desigualdad está peor que nunca, en esta medición más vital, la desigualdad está disminuyendo: la brecha entre la expectativa de vida en los países pobres y ricos se ha achicado drásticamente.

En términos de desarrollo económico, uno de los indicadores más importantes es el porcentaje de personas que viven en la pobreza. Hoy mucha menos gente vive en una condición de necesidad deplorable. En 1990, el 37% de la gente vivía en condiciones de extrema pobreza; hoy es menos de una persona de cada diez. En apenas 28 años, más de 1.250 millones de personas han sido sacadas de la pobreza –un milagro que recibe demasiado poca atención.

Si miramos el medio ambiente, uno de los principales asesinos es la contaminación del aire en lugares cerrados causada por gente pobre que utiliza estiércol y madera para cocinar y mantenerse abrigados. En 1990, esto causó más del 8% de las muertes; ahora es el 4,7%. Eso equivale a que son más de 1.2 millones de personas menos que mueren por contaminación del aire en lugares cerrados cada año, a pesar de un incremento de la población.

Existe una tendencia similar en muchas otras estadísticas de desarrollo ambiental. Entre 1990 y 2015, el porcentaje del mundo que practicaba defecación al aire libre se redujo a la mitad, al 15%. En el mismo período, 2,600 millones de personas más tuvieron acceso a mejores fuentes de agua, alcanzando un porcentaje del 91%. Más de un tercio de toda la población del mundo ganó acceso a un agua de mejor calidad.

Las mejoras no terminan ahí: el mundo está más alfabetizado; el trabajo infantil ha venido cayendo; vivimos en uno de los momentos más pacíficos de la historia, y la mayoría de los gobiernos del mundo son regímenes democráticos.

Max Roser de la Universidad de Oxford ha creado un sitio web integral para explorar datos como estos. Curiosamente sugiere que podríamos pensar en estos cambios que se produjeron en 25 años en términos de lo que sucedió en las últimas 24 horas. Visto de esta manera:

  • Sólo en el último día, la expectativa de vida promedio aumentó 9.5 horas
  • 137,000 personas salieron de la pobreza extrema
  • 305.000 tuvieron acceso a agua potable más segura.

Los medios podrían haber contado cada una de estas historias todos los días desde 1990.

Pero las buenas noticias no son tan noticiosas como las malas noticias. Esto no es sólo culpa de los medios. Es más difícil contar una historia positiva. En muchos casos, la “noticia” no es que sucedió algo, sino que algo malo ya no está sucediendo. No capta nuestra imaginación de la misma manera. Un estudio interesante de 2014 determinó que inclusive cuando los participantes decían que querían leer historias positivas, su comportamiento revelaba una preferencia por el contenido negativo (una preferencia de la que ni siquiera eran conscientes).

Todos deberíamos proponernos prestar más atención a los hechos positivos. Cuando a la gente se le pregunta si las condiciones de vida en el mundo serán mejores en 15 años, el 35% cree que sí, y el 29% cree que empeorarán –esencialmente un cincuenta-cincuenta-. Pero entre la gente que entiende que muchas cosas en el planeta ya están mejor que antes, el 62% cree en el progreso. Ese porcentaje cae a apenas 17% entre quienes desconocen los hechos. La percepción de que todo está empeorando pinta un panorama distorsionado de lo que podemos hacer, y nos hace sentir más temerosos.

Consideremos el escenario bastante frecuente en el que los políticos y los medios despiertan el miedo a la delincuencia, inclusive cuando las estadísticas demuestran que las tasas de criminalidad a nivel nacional son bajas o están cayendo. Finalmente, se puede terminar dedicando la atención y los recursos escasos a solucionar un desafío equivocado, y ponemos más policía en la calle o reducimos las libertades civiles, en lugar de implementar más políticas que favorezcan el bienestar –pero que son menos noticiosas- como mejorar la pre-escolaridad o la atención médica.

Mientras que entender mal los hechos puede resultar fácilmente en políticas equivocadas basadas en el miedo, un reconocimiento más equilibrado basado en los hechos de lo que la humanidad ha logrado nos permite centrar nuestros esfuerzos en aquellas áreas en las que podemos obtener los mejores resultados (muchas veces donde ya nos está yendo bien). Esto garantizará que el futuro pueda ser aún más brillante. Lampadia




Política ambiental para multiplicarnos por cinco

Después de la COP20, el gobierno festeja su éxito mientras unos aplauden y otros critican. Sin embargo, pocos explican a los ciudadanos las implicancias de los acuerdos y desacuerdos de la cumbre. Mucho menos los impactos que tendrían en nuestros intereses de largo plazo, más allá del tema ambiental.

El Perú tiene por delante imperiosas agendas de acción en distintos planos que, para el caso, podemos resumir en: lograr un mayor crecimiento económico (o creación de riqueza), superar la pobreza y disminuir la desigualdad en forma duradera, y alcanzar un desarrollo social y ambiental sostenible.

De hoy al 2050 el Perú deberá multiplicar su PBI per cápita por cinco y nuestra PEA se incrementará en 40%. ¿Podemos hacerlo sin mayores emisiones de CO2? ¡NO! A diferencia del Perú, Alemania disminuirá su población en edad de trabajar (PEA) en un 30%, Japón en un 40%, Corea del Sur en 30% y China en 7%. (Ver en Lampadia (L): HSBC “The World in 2050”). Dichos países si pueden disminuir emisiones “brutas”, nosotros no.
En este contexto, ¿Cómo debemos abordar el tema ambiental?
Como hemos señalado antes del evento (ver en (L): El Perú tiene que abordar la COP20 con sus cinco sentidos bien puestos), nuestra posición sobre el tema ambiental debiera ser producto de un análisis estratégico que sepa conjugar los distintos intereses nacionales. Puede ser entendible, que el Perú como país anfitrión, haya tenido que navegar con la corriente prevaleciente durante la COP20 y no haya podido plantear una posición singular.
Pero ahora, ya no podemos saltarnos la obligación de promover un debate “multi-objetivo” que permita asumir una posición ambiental compartida de largo plazo en el contexto del conjunto de nuestros intereses. Con esta mentalidad, Lampadia presenta a continuación unos lineamientos de las acciones estratégicas que debiéramos resolver antes de llegar a la COP21 en París con compromisos serios.
Acciones Estratégicas

  1. Proyección de la actividad económica para que, al 2050, podamos multiplicar nuestro PBI per cápita por cinco.
  2. Cálculo del impacto en emisiones adicionales (brutas) para lograr el objetivo anterior.
  3. Inventario de la capacidad del Perú para compensar o contrarrestar las emisiones adicionales de modo que nuestras “emisiones netas” puedan ser iguales a cero. (Para este propósito definimos una emisión neta como una emisión de CO2 compensada mediante acciones que disminuyan los impactos ambientales). 
  4. Elementos a considerar en el inventario de compensación:
    • Reforestación
    • Limpieza de todas nuestras aguas: Mar, ríos y lagos o cochas
    • Reciclaje de las aguas servidas
    • Disminución de la pérdida de agua dulce:
      • Reestructuración de Sedapal y de todas las empresas de saneamiento
      • Construcción de reservorios
      • Transvases de aguas
      • Aprovechamiento de las aguas permanentes apoyando el  desarrollo de “Sierra Productiva”
    • Mejoramiento del transporte público y masificación del uso de gas natural
    • Construcción de vías férreas que privilegien el uso de gas natural
    • Desarrollo de nuestro potencial hidroeléctrico
    • Promoción del uso de fuentes no tradicionales de energía
  5. Incluir en la agenda climática la necesidad de invertir y desarrollar tecnologías que permitan:
  6. OFRECER: “Emisiones Netas Cero”
  7. Si el inventario lo permite, ofrecer:
    “El compromiso de que por cada parte de emisión bruta que generemos, compensemos o hagamos las acciones que la contrarresten en 1.5 o 2.0 partes equivalentes”.

Los peruanos tenemos que diseñar nuestro futuro con imaginación, análisis y acciones conjuntas que nos lleven al bienestar general. Cuidado con el tema ambiental, todavía hay mucho por evaluar. Lampadia