El dilema existencial del BCE

(El Banco Central Europeo)

La estabilidad de precios es el mandato principal de los bancos centrales. Como vemos en el siguiente artículo de Project Syndicate (PS) que publicamos a líneas seguidas, el BCE (Banco Central Europeo), relajó sus objetivos para combatir la crisis que asolaron las finanzas europeas desde el 2008.

Los autores del artículo enfatizan que ahora que está subiendo la inflación el BCE debe regresar a preocuparse principalmente por la estabilidad de precios, tarea que será complicada por los impactos de su reciente relajamiento.

En el Perú debemos ser especialmente cuidadosos en mantener siempre el rol estatutario de nuestro Banco Central, de velar por la estabilidad de precios. Máxime ahora que también enfrentamos un recrudecimiento de la inflación.

Tarea que el BCP ha ejecutado con maestría durante las últimas décadas. Sirva la ocasión para felicitar a Julio Velarde, sus directores y funcionarios, por esta tarea que le ha ahorrado al Perú más desaguisados de los que enfrentamos hoy día con un gobierno y un MEF politizados y desenfocados. Lampadia

Project Syndicate
JÜRGEN STARK
TOMAS MAYERGUNTHER SCHNABL
19 de enero de 2022

Durante años, el Banco Central Europeo ha estado sucumbiendo a intereses políticos y persiguiendo objetivos más allá del alcance de su mandato principal: mantener la estabilidad de precios. Pero ahora que se están acumulando presiones inflacionarias, la credibilidad del BCE está en juego.

FRANKFURT – Nuestro régimen de dinero fiduciario requiere un ancla institucional que asegure de manera creíble y decisiva un nivel de precios estable y una confianza a largo plazo en el euro. La credibilidad es el mayor activo de un banco central, porque garantiza la confianza en el poder adquisitivo del dinero. Y la credibilidad, a su vez, descansa en la independencia del banco central de la influencia política y en su compromiso con la estabilidad monetaria.

Visto de esta manera, el Banco Central Europeo ha estado en aguas peligrosas durante varios años. Ha puesto en peligro su independencia política y comprometido su objetivo principal. Acciones que tienen la clara intención de anticiparse a la presión política no dejan lugar a dudas de que se ha excedido en su mandato.

Por ejemplo, durante la crisis de la deuda soberana del euro que comenzó a fines de 2009, el BCE participó activamente en la reestructuración de la Unión Económica y Monetaria (UEM) de Europa. Con su Programa de Mercados de Seguridad , abandonó importantes principios de política monetaria, incluida la prohibición de la financiación monetaria de la deuda pública y el requisito de una política monetaria única para la eurozona. El BCE también asumió un papel de liderazgo en el rescate de los estados miembros de la UE más afectados por la crisis, aunque esta era responsabilidad de los respectivos gobiernos nacionales. Los límites entre la política monetaria y la política fiscal se desdibujaron deliberadamente, lo que llevó a una estrecha coordinación entre ambas.

Con el compromiso unilateral del entonces presidente del BCE, Mario Draghi, de “ hacer lo que sea necesario para preservar el euro ”, el BCE se erigió como prestamista de última instancia para la eurozonaEl intento de imponer condiciones a este papel en el programa de “transacciones monetarias directas” del BCE fracasó. De hecho, el programa nunca se activó y desde entonces ha sido reemplazado por el Programa de Compra de Activos y el Programa de Compra de Emergencia por la Pandemia .

Al comprar deuda pública, el BCE ha distorsionado fundamentalmente los mercados de bonos, argumentando que está tratando de evitar la fragmentación del mercado. Pero ahora que las primas de riesgo se han nivelado y se ha asegurado el acceso al mercado con condiciones favorables para todos los estados miembros de la eurozona, los gobiernos tienen un incentivo para aumentar sus niveles de deuda pública ya exorbitantemente altos. Los estados altamente endeudados como Italia y Francia presumiblemente confiarán en esta salvaguarda indefinidamente.

Peor aún, las operaciones del BCE que exceden los límites de los tratados y estatutos de la UE se han intensificado durante la presidencia de Christine Lagarde. Invocando “objetivos secundarios”, el BCE se ha comprometido a promover una “ transformación verde ”. El BCE quiere ayudar a mejorar las condiciones de financiación de los proyectos «verdes» y garantizar que las garantías y los bonos que acepta sean ambientalmente «sostenibles».

Hasta 2021, la creciente politización del BCE no desencadenó ningún conflicto importante sobre su mandato central de garantizar la estabilidad de precios. Pero con el aumento de la inflación cada vez más evidente, la situación ha cambiado. Sin duda, los principales representantes del BCE todavía descartan la inflación de hoy como temporal. Nadie discute el hecho de que algunos factores que influyen en la inflación son temporales. Pero el problema es que otros factores pueden persistir más de lo proyectado.

Por lo tanto, cada vez es más claro que la inflación cobrará impulso sin contramedidas de política monetaria, lo que presagia el fin de la era de la estabilidad de precios. Eso pone al BCE en una posición difícil porque simultáneamente se enfrentará a varios problemas agudos de su propia creación.

En primer lugar, la financiación monetaria de la nueva deuda soberana por parte del BCE ha creado un exceso de dinero, y ahora la fuerte demanda se enfrenta a las restricciones de oferta provocadas por la pandemia. El resultado son precios más altos, que probablemente se vuelvan endémicos a través de aumentos salariales subsiguientes. El BCE debe tomarse en serio el riesgo de una espiral de salarios y precios, incluso si hay pocos indicios de que esto suceda en la actualidad.

En segundo lugar, cada vez es más claro que la “transformación verde” no será posible sin un aumento repentino de la inflación. Idealmente, las fuentes de energía de combustibles fósiles deberían volverse más caras en la misma medida en que la energía renovable se vuelve más barata a través de la expansión de las capacidades e infraestructuras pertinentes. El cambio en los precios relativos debería alterar la estructura de la demanda mientras el nivel general de precios permanece estable. De hecho, las capacidades de producción de energía marrón han caído más rápido de lo que podrían crearse nuevas capacidades de energía verde. Como resultado, los precios de la energía de combustibles fósiles han aumentado sin que los precios de las energías renovables hayan bajado en consecuencia para compensar.

Debido a las demostraciones abiertas de activismo del BCE y su voluntad demostrada para coordinar las políticas monetarias, económicas, financieras y climáticas, ahora se enfrenta a una situación difícil. Debido a que su mandato central es garantizar la estabilidad de precios , debe estar preparado para un cambio de política monetaria.

Eso significaría tomar medidas consistentes para frenar la demanda al reducir el excedente de dinero (vendiendo los bonos del gobierno que se han acumulado en su balance) y elevando las tasas de interés más rápidamente (al contrario de sus comunicaciones anteriores). Tal endurecimiento crearía serios problemas para los miembros de la eurozona altamente endeudados, no solo para financiar nueva deuda sino también para refinanciar deuda vencida. La disminución de los ingresos fiscales y el aumento del desempleo a medida que la economía se enfría exacerbarían aún más el problema. El futuro de la pertenencia a la UEM de algunos países se volvería a cuestionar rápidamente.

Pero si el BCE tolera el aumento de la inflación, perderá credibilidad debido a las crecientes dudas sobre su voluntad o capacidad para mantener estable el valor del dinero. El aumento de las expectativas de inflación conduciría a una mayor dinámica de la inflación y una depreciación del tipo de cambio, lo que aumentaría aún más las presiones inflacionarias.

Al igual que el Hamlet de Shakespeare, el BCE se enfrenta a un dilema. ¿Debería ceñirse constantemente a su mandato y arriesgarse a otra prueba de fuego para la UEM, o debería aceptar una mayor inflación, perder credibilidad y sellar el destino del euro como moneda blanda?

En la obra, Hamlet nunca puede decidir. Por eso es una tragedia que termina en desastre. Lampadia




¿Crisis en Italia?

Esta semana, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha puesto en la mira a la economía italiana. Ha revisado a la baja sus pronósticos de crecimiento, a menos del 1% este año y en torno al 1% en 2017, frente a la previsión de un crecimiento del 1.1% este año y del 1.3% en 2017. El llamado ‘Brexit’ (la salida del Reino Unido de la UE) ha complicado la ya frágil situación de la banca italiana y se teme que esto se pueda generar en el corto plazo una nueva crisis en la Eurozona, con posibles contagios a las economías española y portuguesa.

Según el organismo financiero, podría tomar otras dos décadas antes de que Italia pueda terminar de salir de los efectos de la crisis financiera global del 2008/9. En su último informe, el FMI advierte que “los riesgos están inclinados a la baja, incluyendo la volatilidad de los mercados financieros, una oleada de refugiados y los vientos contrarios de la ralentización del comercio mundial.”

El informe también dice que, durante este período de lenta recuperación, es probable que el país crezca relativamente menos en comparación con otros países de la eurozona, mientras que sus bancos siguen siendo vulnerables a factores económicos externos.

Según un artículo de The Economist, titulado ‘The Italian Job’, publicado el 9 de julio, la situación en Italia podría ser potencialmente más peligrosa que el Brexit:

«Italia es la cuarta economía más grande de Europa y una de las más débiles. La deuda pública se sitúa en 135 por ciento del PBI y la tasa de empleo entre los adultos es la más baja de los países de la UE, excepto Grecia. La economía ha estado moribunda durante años, sofocada por una excesiva regulación y una productividad débil. En medio del estancamiento y la deflación, los bancos de Italia están en profundos problemas, abrumados por unos 400,000 millones de dólares en préstamos incobrables, el equivalente de una quinta parte del PBI. En conjunto, la banca se ha preparado solo para el 45% de esa cantidad. En el mejor de los casos, los débiles bancos de Italia estrangularán el crecimiento del país. En el peor, algunos irán a la quiebra.

Lógicamente, los inversionistas han huido. Las acciones de los bancos más grandes de Italia han caído en hasta en 50% desde abril, una salida de capitales que se ha intensificado desde la votación del Brexit. La mayor preocupación inmediata es la solvencia del Monte dei Paschi di Siena, el banco más antiguo del mundo. Varios intentos por limpiarlo han fracasado: ahora vale solo una décima parte de su valor nominal, y bien pudiera no pasar una prueba de estrés del Banco Central Europeo a fines de este mes.

Su mero tamaño vuelve peligroso al lío bancario de Italia. Sin embargo, también es un ejemplo de los males más grandes de la zona del euro: la tensión entre las reglas elaboradas en Bruselas y las exigencias de la política nacional, y el conflicto entre acreedores y deudores. Ambos son consecuencia de reformas financieras mal concebidas. Mal manejada, la situación italiana podría ser la ruina de la eurozona.»

Pese a todo, el ministro de Economía italiano, Pier Carlo Padoan, se muestra optimista sobre el futuro de la economía italiana. “Estamos en un periodo de volatilidad y el Brexit ha aumentado esta volatilidad”, aseguró durante una conferencia. Sin embargo, “en esta situación tenemos que mirar a largo plazo. Continúo siendo optimista sobre los fundamentos de la economía real”, añadió. Menos optimistas se mostraron los eurodiputados del Movimiento 5 Estrellas, que, desde la oposición, denuncian que la situación del Montei dei Paschi di Siena es “una bomba de relojería”.

Italia cuenta con una bajísima productividad, tiene una larga historia de no cumplir con las metas de crecimiento y, por lo general, ha venido teniendo un rendimiento inferior a la mayoría de países europeos en los últimos años. Ahora, sin embargo, se le suma un gran problema más: una crisis bancaria sistémica.

Después de la crisis financiera del 2008/9, los bancos italianos incrementaros sus deudas incobrables en mayor proporción que lo de otros países, principalmente porque las empresas y los hogares tuvieron dificultades para pagar sus préstamos.

Ahora, el sector financiero del país está plagado de un exceso de préstamos incobrables, tanto así que el gobierno se ha visto forzado a crear un fondo de rescate llamado Atalante Fund, diseñado para comprar las malas acreencias e invertir en sus acciones, con la esperanza de que los bancos no disminuyan el crédito a la economía y estimulen el crecimiento.

El caso más preocupante, es el del banco más antiguo del mundo (y ahora el más débil de Italia), Monte dei Paschi di Siena. Más de un tercio de todos sus préstamos son improductivos (non-performing loans). Las acciones de Monte dei Paschi bajaron a 0.30 euros, frente a los 90 euros de hace 10 años. Hay rumores sobre un plan del Gobierno de Renzi para reducir el elevado volumen de préstamos improductivos presentes en los balances de la banca italiana a través de la inyección de 40,000 millones de euros.

Monte dei Paschi informó el lunes de esta semana que el Banco Central Europeo (BCE) le había instado a reducir en aproximadamente un 30% su volumen bruto de préstamos dudosos en el horizonte de 2018, hasta 32,600 millones de euros de los 46,900 millones actuales, lo que provocó que sus acciones perdiesen un 14% adicional de su valor durante la sesión de inicio de la semana.

Mejorar las perspectivas de los bancos italianos es crucial para la recuperación económica. Sin embargo, esto no será fácil. Como afirma The Economist, las reglas de la zona euro son muy rígidas y no permiten la flexibilidad necesaria para un rescate mediante una inyección de dinero gubernamental:

«Italia necesita urgentemente una grande y audaz limpieza bancaria. Como el capital privado está huyendo y un fondo de rescate con respaldo de los bancos está en gran medida agotado, se requerirá una inyección de dinero gubernamental. El problema es que políticamente esto es casi imposible. Las nuevas reglas de la zona del euro dicen que los bancos no pueden ser rescatados por el Estado a menos que sus tenedores de bonos acepten las pérdidas primero. El principio de que los acreedores los “rescaten internamente” en vez de endilgar la cuenta a los contribuyentes es buena, y en la mayoría de los países los bonos bancarios están en manos de grandes inversionistas institucionales, quienes conocen los riesgos y pueden permitirse la pérdida. Pero, en Italia, gracias en parte a una peculiaridad del código fiscal, unos 220,000 millones de dólares en bonos bancarios están en manos de inversionistas minoristas. Cuando unos cuantos bancos pequeños fueron rescatados según las nuevas reglas en noviembre, un tenedor de bonos minorista se suicidó. Causó una tormenta política. Obligar a los italianos comunes a asumir las pérdidas de nuevo dañaría significativamente al primer ministro Matteo Renzi, haciendo añicos su esperanza de ganar un referendo sobre la reforma constitucional en el otoño. Renzi quiere que las reglas se apliquen flexiblemente.»

Esperamos que esta sea una oportunidad para que Italia por fin resuelva su recurrente problema con las deudas incobrables, pero especialmente para que la Unión Europea haga las reformas necesarias para que sus miembros tengan perspectivas más auspiciosas.

Por otro lado, es importante entender que ante una crisis bancaria sistémica, el mayor riesgo es la desaparición del crédito en la economía, con lo que los grandes perjudicados son los ciudadanos comunes y corrientes y las empresas del llamado sector real (no financiero). Este proceso puede implicar, en apariencia, que se apoye a los bancos. Sin embargo, ese apoyo tendría que ser temporal, con restricciones muy duras a los accionistas y a las gerencias, así como el detonante de reformas efectivas que disminuyan efectivamente el riesgo de crisis sistémicas.

Lampadia




Bancos Centrales siguen apoyando recuperación de economías

La crisis del 2008/9 sigue teniendo impactos importantes en la economía global. En el caso de los países más ricos, sus economías no recuperan aún un ritmo de crecimiento que permita mejorar la sensación de bienestar. Además, los europeos no logran reducir el nivel de desempleo ni las inmensas deudas públicas que han acumulado.  Para colmo de males, se ha hecho evidente un aumento importante enla desigualdad en sus países.

Probablemente, este último tema es el más grave y su solución va más allá del artículo de Martin Wolf, sobre la política monetaria, que compartimos líneas abajo. Sobre éste, cabe resaltar lo asertivas que han sido las autoridades monetarias para enfrentar sus problemas con todas las armas necesarias.

Los riesgos de los tratamientos radicales de los bancos centrales

Martin Wolf

Financial Times

25 de mayo de 2016

Traducido y glosado por Lampadia

 

La política monetaria extrema puede tener consecuencias no deseadas

Ingram Pinn illustration©Ingram Pinn

¿Hemos llegado a los límites de la política monetaria? No. El botiquín de los bancos centrales todavía está lleno. Sin embargo, el uso agresivo de ‘curas’ antiguas o el uso de nuevas ‘curas’ crean riesgos políticos, financieros y económicos. Peor aún, dichas acciones no puede resolver algunas de las dificultades más grandes que enfrentan las economías de altos ingresos. En un mundo ideal, por lo tanto, la política monetaria, no debería seguir siendo «el único juego en la ciudad». Desafortunadamente, no vivimos en un mundo ideal. En el mundo real, los bancos centrales deben seguir siendo nuestros médicos de cabecera.

Los bancos centrales han empleado los tratamientos más radicales que nunca antes. Los principales bancos centrales de las economías avanzadas han fijado tasas de interés a corto plazo cercanas a cero. El Banco de Japón las aplica desde 1995. La Reserva Federal de Estados Unidos (FED) y el Banco de Inglaterra han utilizado tasas ultra bajas desde principios de 2009. En 2013, el Banco Central Europeo (BCE) hizo lo mismo – aunque muy lentamente.

Estos bancos también han ampliado considerablemente sus balances a través de la flexibilización cuantitativa [compra de activos financieros del sector público y privado] o, en el caso del Banco de Japón, «flexibilización cuantitativa y cualitativa» (que incluye el alargamiento de los vencimientos de los activos adquiridos). Al igual que la FED, el Banco de Inglaterra ha dejado de comprar activos. Pero, su balance es más grande, en relación con el PBI  del Reino Unido, que a lo largo de su larga historia. El Banco de Japón y el BCE todavía están expandiendo sus balances (ver gráficos).

Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra, señaló en Shanghai en febrero: «la innovación del Banco Central ha. . . llegado a tasas negativas, con alrededor de un cuarto de la producción mundial que se genera en economías en las que las tasas son, literalmente, altísimas».

Sin embargo, incluso después de años de tales esfuerzos, EEUU es la única economía de altos ingresos que ha alcanzado su meta de inflación. Por ello la FED ha iniciado un ciclo de ajuste, cautelosamente, con la tasa de fondos federales aún por debajo de 0.5%.

Una respuesta a este aparente fracaso es el argumento de que cumplir con la meta de inflación no importa. Algunos incluso argumentan que la deflación tiene méritos. Este punto de vista es erróneo, por tres razones.

En primer lugar, si la inflación es cero o, aún peor, si resulta negativa, se hace más difícil conseguir los cambios necesarios en los precios relativos y los salarios. El obstáculo aquí es la rigidez de los salarios nominales. Esta dificultad es especialmente importante en una unión monetaria de varios países, como en la zona euro.

En segundo lugar, con deflación, los tipos de interés reales negativos sólo son posibles si hay tipos de interés nominales muy negativos. Sin tasas de interés reales negativas, los países podrían terminar en un período prolongado de demanda disminuida, alto desempleo y débil inversión.

En tercer lugar, con deflación, la carga real que implica un determinado nivel de deuda nominal va en aumento. Este riesgo de crear «deflación de la deuda», una condición explicada por el economista estadounidense Irving Fisher, en la década de 1930. Mientras que Japón logró estabilizar la deflación a un ritmo lento, esto puede ser debido a su uso agresivo de la política fiscal. Descartado esto en la zona euro, los riesgos de la aceleración de la deflación pudieran ser mayores en esta.

Es importante que los bancos centrales alcancen sus metas de inflación. Esto incluye tasas nominales muy bajas o incluso negativas. Mario Draghi, presidente del BCE, afirmó recientemente, que muchos se quejan de que estas bajas tasas de interés son un problema en sí mismas. «Pero», responde, «no son el problema. Son el síntoma de un problema subyacente, que es una insuficiente demanda para inversión en todo el mundo, para absorber todos los ahorros disponibles en la economía».

La pregunta es qué tan bien puede la política monetaria remediar tal deficiencia crónica de demanda. Una respuesta es que los bancos centrales poseen muchas maneras de aplicar las nuevas medidas de estímulo monetario: las bajas e incluso negativas tasas de interés, compra de activos, metas más altas de inflación, la financiación monetaria pura y simple de los déficits públicos y el envío directo de dinero a los hogares

Ben Bernanke, ex presidente de la FED, demuestra la potencia de este tipo de herramientas. Él puede ser incluso demasiado cauteloso acerca de qué tan bajo pueden ir las tasas negativas, con el argumento de que «más allá de un cierto punto, la gente simplemente elegirá mantener con ellos,  el dinero que paga cero interés». Pero la creación de un sistema de pagos basado en efectivo es una tarea difícil y costosa. Como argumenta Martin Sandbu, Director de Roller Agency (agencia desarrolladora de software), sería posible que el banco central o los bancos, limiten el acceso a dinero en efectivo o impongan cargas sobre la conversión de los depósitos en dinero en efectivo. Algunos economistas recomiendan incluso la abolición del dinero en efectivo.

Sin embargo, ir más lejos lleva a dificultades significativas:

En primer lugar, mientras menos convencional es la política, más difícil es calibrar sus efectos. Es necesario crear suficiente demanda adicional, pero no demasiada, junto con efectos secundarios manejables. Esto es muy difícil de hacer, entre otras cosas, porque la política monetaria se maneja a través de muchos canales. Por otra parte, los efectos pueden ser impredecibles. ¿Acaso las tasas negativas, por ejemplo, aumentan la confianza al mostrar que los bancos centrales no están fuera de municiones, o la dañan al demostrar la gravedad de la enfermedad?

En segundo lugar, algunos remedios pueden ser peor que la enfermedad. Tal vez la mayor preocupación es que los riesgos de una política monetaria extrema distorsionen el precio de los activos y la generación de nuevas burbujas financieras. Otra crítica es que la confianza en los tratamientos de política monetaria alivian la presión sobre los gobiernos para llevar a cabo las necesarias reformas estructurales. Otra vez, las políticas aparentemente diseñadas para afectar el tipo de cambio podrían ser vistas como mecanismos para empobrecer al vecino.

En tercer lugar, una política monetaria extrema tiene objeciones políticas. Por ejemplo, los acreedores se oponen a todas las políticas destinadas a reducir las tasas de interés. Una vez más, la gente teme que la financiación directa del déficit público no haría más que alentar el despilfarro fiscal.

Aparte de estas objeciones, hay otras dos importantes dificultades, al depender de una fuerte política monetaria.

Una de ellas es que, si la dificultad fundamental es un exceso de ahorro sobre inversión, la política fiscal sería un remedio mejor orientado. En Japón, por ejemplo, la gran dificultad ha sido el exceso de ahorro del sector de sociedades no financieras. La solución obvia sería mayor tributación de los beneficios no distribuidos. El aumento de los impuestos al consumo está simplemente mal dirigido. Una alternativa sería que los gobiernos aumenten el gasto en inversiones públicas de alta prioridad.

Otra objeción es que la debilidad de la demanda no es la única dificultad. Es, al menos igual de importante, la disminución del crecimiento de la productividad y, en un buen número de países, la falta de flexibilidad de los mercados. Por tales razones, un paquete más completo debería incluir reformas estructurales. Estos últimos no son una panacea, sobre todo a corto plazo, como ha señalado el Fondo Monetario Internacional. Pero necesitan ser parte de la receta.

La política monetaria no se ha agotado, y el uso activo de la misma es esencial. Pero una confianza excesiva en la política monetaria es problemática.

Una dificultad radica en los límites políticos de la acción futura. Otra limitación es la necesidad de calibrar la política y mitigar los efectos secundarios. La política fiscal debe desempeñar un papel mucho más importante en la gestión de la demanda. Más importante aún, la política monetaria puede paliar, pero no curar, los problemas estructurales de bajo crecimiento y mercados inflexibles. Todavía necesitamos una política monetaria activa. Pero no es todo lo que necesitamos. Lampadia




‘OXI’ al desarrollo, el NO de Grecia

Después de dos rescates por un total de 240 mil millones de euros (US 266 mil millones) y seis años de depresión, recortes de gastos y pérdida de empleos, Grecia se pone al borde del colapso. El domingo, los griegos votaron por el “NO”, siguiendo la recomendación de su Primer ministro y rechazaron las propuestas de reformas y de austeridad que los acreedores europeos (Países, BCE y FMI) requirieron a cambio de nuevos préstamos que el país necesita para evitar el default y el colapso bancario. (Aunque las corridas bancarias ya han venido erosionando la solvencia del sistema). Ahora, la mayor preocupación es que este resultado podría sacar a Grecia de la zona euro y llevarlos a una recesión aún mayor.

El 61 % de los griegos votó ‘OXI’ (NO). Esto representa un impresionante rechazo a la austeridad solicitada por Europa. Sin embargo, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha prometido que Grecia será capaz de permanecer en el euro, a pesar de haber luchado arduamente por el “no”, ya que según él, este resultadole permitiría tener un mayor poder de negociación con los acreedores del país.

La situación llegó a tal nivel de enfrentamientos, que Yanis Varoufakis, su Ministro de Finanzas, declaró poco antes del referéndum: “Lo que están haciendo [los europeos] con Grecia tiene un nombre: se llama terrorismo.” Luego de lo cual, después de la votación, tuvo que renunciar, cosa que hizo via su blog personal afirmando que la “austeridad es como tratar de extraer la leche de una vaca enferma con azotes”. Su alejamiento debiera facilitar las negociaciones, pues evidentemente, ese lenguaje es inaceptable.

Pensionista griego Giorgos Chatzifotiadis, fuera de una sucursal de un banco nacional en Salónica el 03 de julio 2015

Un voto por el “si” habría mantenido a los bancos abiertos y les habría dado la opción de llegar a un acuerdo que reconozca las nuevas realidades griegas e incluir, como afirma ahora el FMI, la reestructuración de la deuda, pues de una u otra forma,es insostenible. Por otro lado, no hay que olvidar la responsabilidad de los gobiernos griegos, que pretendieron que el país viviera como Alemania, sin el esfuerzo, trabajo y generación de riqueza de los teutones.

Sin embargo, la situación actual de Grecia es crítica: los controles de capital impuestos antes del referéndum del domingo pasado han dejado al país con una gran escasez de alimentos y medicamentos (que son, en su mayoría, importados), y además la industria turística (la mayor fuente de ingresos de exportación del país) está sufriendo cancelaciones de hasta 40% por problemas de abastecimiento de los hoteles, ya que la prohibición de transferencias bancarias les impide pagar a sus proveedores. Además, el gobierno han puesto un límite de retiro de efectivo de 60 euros al día, un corralito parecido al argentino, antes de su default. También se ordenó que la bolsa de valores de Atenas se mantenga cerrada el martes y miércoles para evitar la especulación.

Estantes vacíos en los supermercados griegos, 5 julio 2015

«Las importaciones, las exportaciones, las fábricas, empresas, transporte…  todo está congelado», dijo Vasilis Korkidis, el director de la Confederación Nacional de Comercio Helénico. Afirmó que la economía habría sufrido pérdidas valorizadas en € 1,200 millones durante la semana pasada y que este costo tendría que ser añadido a cualquier nuevo acuerdo de rescate. «Incluso en el mejor de los casos, tomaría meses recuperarse de la conmoción de los bancos cerrados y los controles de capital», agregó Korkidis.

Incluso con el país al borde del colapso económico, los funcionarios griegos afirman que el gobierno todavía está buscando se les exima de sus promesas de reformas para proteger sus intereses especiales: quieren mantener un descuento del 30 %del impuesto sobre el valor añadido en las islas griegas y retrasar los recortes de gastos de defensa. También se resisten a elevar el IVA en los restaurantes a 23 %, y quieren esperar hasta el 2019 para eliminar un suplemento de ingresos para los pensionistas más pobres.

Quieren seguir viviendo en la misma ‘sociedad de bienestar’ que los llevó a la crisis en primer lugar. El dispendio excesivo del gasto públicose agravó porasegurar apoyo electoral, se pidieron grandes préstamos a los mercados internacionales para financiar más puestos de trabajo en el sector público, pensiones y otros beneficios sociales. Esto acrecentó aún más el déficit fiscal. La deuda griega como porcentaje del PBI  pasó de 126% en el 2009 a 175% en el 2014. Ver en Lampadia: La Sociedad del Bienestar llevada al extremo.

Sin embargo, según el mismo FMI, la deuda sería insostenible, ya que las finanzas de Grecia son prácticamente inviables. Sostiene que si el crecimiento es menor del 1% (creció solo 0.1% en el primer trimestre) o el superávit primario [saldo antes del pago de los intereses de la deuda] es inferior al 2.5% del PBI (fue del 1.7% en 2014) “sería necesaria una quita de deuda”, así como otorgar un periodo de gracia de 20 años a las deudas existentes y extender la vida de los créditos en vigor hasta 40 años. En el gráfico inferior se puede observar los principales acreedores de Grecia, siendo el 60% países de la zona euro, 10% el FMI y 6% el BCE.

No obstante, lo que está en riesgo es más que sólo el futuro de Grecia, que representa tan sólo el 2 % del PBI de la zona del euro. Si los bancos griegos se quedan sin dinero, el país se verá forzado a imprimir su propia moneda, lo que significaría que serían los primeros en abandonar el euro. Algunos temen que el precedente podría aumentar el riesgo de otros países del área, pero, ‘Grexit’, la salida de Grecia, puede ser mejor para todos: Europa quedaría más sana y con más capacidad de dedicarse a consolidar su recuperación económica; Grecia podría devaluar su moneda en vez de ajustar los precios reales, ser así más competitivo y tendría que esforzarse para reconstruir el país; los deudores irresponsables (Grecia) aprenderían que ‘no hay lonche gratis’ y; los acreedores, igualmente irresponsables, tendrían que asumir, de una vez por todas, las pérdidas de sus portafolios que solo contienen hoy, valores nominales.

En este contexto, el débil gobierno de Obama ha instado a Europa a llegar a un arreglo que evite la salida de Grecia de la zona del Euro. Los representantes de los paíse europeos han hecho declaraciones muy duras, pero al mismo tiempo, ya le dieron algunos días extras a Tsypras, para aparecer con mejores propuestas. Pronto veremos como termina esta dolorosa situación.

Los peruanos debemos siempre reflexionar sobre estos acontecimientos. Ver en L: Un remedio peor que la enfermedad -Des (Grecia) y reflexiones para el PerúLampadia