Persiste el calentamiento global

Como hemos señalado en anteriores oportunidades (ver Lampadia: ¿Es posible acabar con la contaminación del aire al 2050?), el problema del cambio climático global, producto del calentamiento de las paredes de la atmósfera, de ninguna manera se soluciona extirpando el sistema capitalista de la faz de la tierra, un argumento que ha sido esgrimido insistentemente por las izquierdas en Occidente, hasta de las más moderadas.

Por el contrario, es la misma economía de mercado y la libre competencia las que pueden proveer de soluciones ecoamigables a diversos problemas de índole ambiental, como de hecho ya lo ha estado haciendo (ver Lampadia: El futuro promisorio de las baterías, Las baterías del futuro de China y EEUU). Ejemplos hay varios, como el desarrollo de los autos eléctricos y la transformación de la industria alimentaria – una de las principales emisoras de gases de efecto invernadero – desde la ganadería hacia la producción de alimentos con alto contenido vegetal.

Sin embargo, es menester señalar que, aún con dichos esfuerzos del empresariado, la realidad es que nuestro mundo sigue sufriendo los embates de la contaminación, producto en gran medida de la aún vasta combustión de los combustibles fósiles. Y es que pareciera que los líderes políticos de las grandes potencias – ensimismados en guerras comerciales y tecnológicas por la geopolítica global – no han terminado de internalizar la gravedad de esta problemática en sus agendas. Inclusive en muchos casos, como es el caso del presidente Trump en EEUU, lo han terminado denigrando y hasta acusando de que es una invención proveniente de China. Nada más lejano de la realidad.

He aquí la autocrítica que realiza The Economist en un artículo reciente, que compartimos líneas abajo, en donde expresa su preocupación por la falta de interés de las clases políticas dominantes en los 12 países que son responsables de las tres cuartas partes de las emisiones a nivel mundial.

Es imperativo que tales actores tomen conciencia no solo de que el cambio climático ya es una realidad y que por ende se deben tomar medidas en conjunto para combatirlo a la brevedad. Más importante aún es que adviertan que el único sistema capaz de proveer de soluciones a la humanidad en este impasse es el sistema capitalista, a través de la inversión y del alineamiento de los incentivos. En ese sentido, las soluciones de política pública provistas para combatir el calentamiento global deben girar en torno a él, de manera que no termine torciéndose la aguja del desarrollo que ha experimentado y sigue experimentando nuestro mundo (ver Lampadia: Recuperando lo mejor del capitalismo).

Un mundo en calentamiento
El problema del clima

El cambio climático toca todo lo que informa este medio. Debe abordarse con urgencia y claridad

The Economist
19 de setiembre, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

De un año al siguiente, no puede sentir la diferencia. Sin embargo, a medida que se acumulan las décadas, la historia se vuelve clara. Las rayas en nuestra portada representan la temperatura promedio mundial en todos los años desde mediados del siglo XIX. Los años azul oscuro son más fríos y los rojos más cálidos que el promedio en 1971-2000. El cambio acumulativo salta. El mundo es aproximadamente 1ºC más caliente que cuando este medio era joven.

Representar este lapso de la historia humana como un conjunto de rayas simples puede parecer reduccionista. Estos son años que vieron guerras mundiales, innovación tecnológica, comercio a una escala sin precedentes y una creación asombrosa de riqueza. Pero esas historias complejas y las rayas simplificadoras comparten una causa común. El clima cambiante del planeta y el notable crecimiento en el número y la riqueza humana provienen de la combustión de miles de millones de toneladas de combustibles fósiles para producir energía industrial, electricidad, transporte, calefacción y, más recientemente, computación.

A nuestro alrededor

Que el clima cambiante afecta a todo y a todos debería ser obvio, como debería ser que los pobres y marginados tienen más que perder cuando el clima se vuelve contra ellos. Lo que es menos obvio, pero igual de importante, es que, dado que los procesos que fuerzan el cambio climático están integrados en los fundamentos de la economía mundial y de la geopolítica, las medidas para controlar el cambio climático deben ser igualmente amplias y abarcadoras. Descarbonizar una economía no es una simple resta; requiere una revisión casi completa.

Para algunos — incluidos muchos de los millones de jóvenes idealistas que, como The Economist fue a la prensa, se estaban preparando para un ataque climático global, y muchos de los que invadirán las calles de Nueva York durante la Asamblea General de la ONU de la próxima semana — esta revisión requiere nada menos que el castrado o el desarraigo del capitalismo. Después de todo, el sistema creció mediante el uso de combustibles fósiles en cantidades cada vez mayores. Y la economía de mercado hasta ahora ha hecho muy poco para ayudar. Casi la mitad del dióxido de carbono extra hecho por el hombre de la atmósfera se colocó allí después del cambio de la década de 1990, cuando los científicos dieron la voz de alarma y los gobiernos dijeron que actuarían.

De hecho, concluir que el cambio climático debería significar encadenar el capitalismo sería equivocado y perjudicial. Existe un inmenso valor en el vigor, la innovación y la adaptabilidad que los mercados libres aportan a las economías que tomaron forma durante ese siglo rayado. Las economías de mercado son los pozos que producen la respuesta que requiere el cambio climático. Los mercados competitivos debidamente incentivados, y los políticos que sirven a una verdadera sed popular de acción, pueden hacer más que cualquier otro sistema para limitar el calentamiento que se puede evitar y hacer frente a lo que no.

Para comprender ese contexto, es importante comprender todas las cosas que el cambio climático no es. No es el fin del mundo. La humanidad no está balanceándose al borde de la extinción. El planeta en sí no está en peligro. La Tierra es una cosa vieja y dura y sobrevivirá. Y aunque se puede perder mucho, la mayor parte de la vida maravillosa que hace a la Tierra única, por lo que los astrónomos aún pueden decir, persistirá.

Sin embargo, el cambio climático es una amenaza grave para innumerables personas, una que tiene un alcance planetario. Desplazará decenas de millones, como mínimo; interrumpirá las granjas de las que dependen miles de millones; secará pozos y tuberías de agua; inundará lugares bajos y, a medida que pase el tiempo, también los más altos. Es cierto que también proporcionará algunas oportunidades, al menos a corto plazo. Pero cuanto más tiempo demore la humanidad en reducir las emisiones, mayores serán los peligros y menos los beneficios, y mayor será el riesgo de sorpresas verdaderamente catastróficas.

La escala de las implicancias subraya otra cosa que el cambio climático no es. No es solo un problema ambiental junto con todos los demás, y absolutamente no uno que pueda resolverse mediante la abnegación autoflagelante. El cambio por parte de las personas que están más alarmadas no será suficiente. Lo que también se necesita es un cambio en la vida de aquellos a quienes aún no les importa mucho. El clima es un asunto de todo el gobierno. No se puede desviar al ministro del medio ambiente, a quien nadie puede nombrar.

Y eso lleva a una tercera cosa que el cambio climático no es. No es un problema que pueda posponerse durante algunas décadas. Es aquí y ahora. Ya está haciendo que eventos extremos como el huracán Dorian sean más probables. Sus pérdidas ya están allí y a menudo están de luto, en paisajes apagados donde los glaciares han muerto y en los arrecifes blanqueados de sus colores coralinos. El retraso significa que la humanidad sufrirá más daño y enfrentará una lucha mucho más costosa para recuperar el tiempo perdido.

Colgando juntos

Qué hacer ya está bien entendido. Y una tarea vital es la especialidad del capitalismo: mejorar la situación de las personas. La adaptación, incluidas las defensas marinas, las plantas de desalinización, los cultivos resistentes a la sequía, costará mucho dinero. Ese es un problema particular para los países pobres, que corren el riesgo de un círculo vicioso donde los impactos del cambio climático les roban continuamente la esperanza de desarrollo. Los acuerdos internacionales enfatizan la necesidad de apoyar a los países más pobres en sus esfuerzos por adaptarse al cambio climático y hacerse lo suficientemente ricos como para necesitar menos ayuda. Aquí el mundo rico está eludiendo sus deberes.

Sin embargo, incluso si tratara de cumplirlos, de ninguna manera todos los efectos del cambio climático se pueden adaptar. A medida que avanza el cambio, menos adaptación podrá compensarlo. Eso lleva a la otra necesidad del capital: la reducción de emisiones. Con mejoras tecnológicas plausibles y mucha inversión, es posible producir redes eléctricas que no necesitan centrales eléctricas que emitan dióxido de carbono. El transporte por carretera puede electrificarse, aunque los envíos de larga distancia y los viajes aéreos son más difíciles. Los procesos industriales pueden ser reestructurados; aquellos que deben emitir gases de efecto invernadero pueden capturarlos.

Es una tontería pensar que todo esto se puede hacer en diez años más o menos, como lo demandan muchos activistas y algunos aspirantes presidenciales estadounidenses. Pero los esfuerzos de hoy, que son demasiado laxos para mantener al mundo alejado de dos o incluso tres grados de calentamiento, pueden mejorarse enormemente. Obligar a las empresas a revelar sus vulnerabilidades climáticas ayudará a los inversores cada vez más preocupados a asignar capital de manera adecuada. Un precio sólido sobre el carbono podría estimular nuevas formas de innovaciones para reducir las emisiones que los planificadores aún no pueden imaginar. Sin embargo, por poderosa que sea esa herramienta, la descarbonización que conlleva deberá acelerarse a través de regulaciones bien orientadas. Los electores deben votar por ambos.

El problema con tales políticas es que el clima responde al nivel general de dióxido de carbono en la atmósfera, no a la contribución de un solo país. Si un gobierno reduce drásticamente sus propias emisiones pero otros no, el galante reductor generalmente no verá daños reducidos. Esto no siempre es del todo cierto: los excesivos subsidios de energía renovable de Alemania impulsaron un auge mundial en la producción de paneles solares que los hizo más baratos para todos, reduciendo así las emisiones al exterior; los prósperos parques eólicos marinos de Gran Bretaña pueden lograr algo similar. Pero es lo suficientemente cierto en la mayoría de los casos como para ser un gran obstáculo.

La solución obvia será desagradable para muchos. Las conversaciones sobre el clima de la ONU tratan a 193 países como iguales, proporcionando un foro en el que todos son escuchados. Pero las tres cuartas partes de las emisiones provienen de solo 12 economías. En algunas de ellas, incluida EEUU, es posible imaginar votantes más jóvenes en las democracias liberales que exigen un realineamiento político sobre cuestiones climáticas, y un nuevo interés en lograr que otros se unan. Para un club compuesto por una docena de grandes y medianos poderes extravagantes, resolver un acuerdo «minilateral» dejaría a miles de millones excluidos de las preguntas que podrían dar forma a su destino; los participantes necesitarían nuevos sistemas de preferencia comercial y otras amenazas y sobornos para mantenerse en línea. Pero podrían romper el estancamiento, empujando lo suficiente del mundo a una trayectoria de mitigación más pronunciada para beneficiar a todos, y ser ampliamente emulados.

El daño que terminará causando el cambio climático depende de la respuesta humana en las próximas décadas. Muchos activistas de la izquierda no pueden imaginar las democracias liberales de hoy respondiendo al desafío en una escala adecuada. Piden nuevos límites a la búsqueda de la prosperidad individual y el control general del gobierno sobre la inversión, restricciones que algunos de ellos aceptarían bajo cualquier circunstancia. Mientras tanto, a la derecha, algunos apartan la mirada del incipiente desastre como diciendo “estoy bien, Jack” e ignoran sus deberes para con el grueso de la humanidad.

Si el espíritu de empresa que primero aprovechó el poder de los combustibles fósiles en la Revolución Industrial es sobrevivir, los estados en los que más ha prosperado deben demostrar que esas actitudes son erróneas. Deben estar dispuestos a transformar la maquinaria de la economía mundial sin renunciar a los valores de los que nació esa economía. Algunos afirman que el amor del capitalismo al crecimiento lo enfrenta inevitablemente a un clima estable. Este periódico cree que están equivocados. Pero, sin embargo, el cambio climático podría ser la sentencia de muerte para la libertad económica, junto con mucho más. Si el capitalismo quiere mantener su lugar, debe mejorar su juego. Lampadia




Preparándonos para recibir a otro Niño

Durante los últimos meses, se viene anunciando la posibilidad de un fenómeno del Niño que va de una fuerza “intermedia” hasta “muy fuerte” y  podría causar estragos en los patrones climáticos de todo el mundo. Para el Perú, que todavía recuerda los impactos del ´97, es crucial poder predecir y prevenir los daños que podría causar este fenómeno.

Según científicos de todo el mundo, parece que se avecina un gran “El Niño”. Pero los eventos de este fenómeno son a menudo impredecibles y llenos de sorpresas. Así que nada está garantizado por el momento. Primero, es importante entender cómo y por qué se forma El Niño, lo que sabemos sobre el evento de 2015 y cómo nos afectaría (al Perú y al mundo) un potencial fenómeno de categoría “muy fuerte”.

¿Qué es El Niño? Es un cambio temporal en el clima del océano Pacífico, en la región alrededor de la línea ecuatorial. Sus efectos se dan tanto en el océano como en la atmósfera. Típicamente, la temperatura de la superficie del océano aumenta unos grados centígrados. Al mismo tiempo, el lugar donde se producen tormentas fuertes en la línea ecuatorial se mueve hacia el este. Aunque estas variaciones pueden parecer pequeñas, tienen grandes efectos en el clima mundial.

Por lo general, el viento sopla con fuerza de este a oeste a lo largo de la línea ecuatorial en el Pacífico. Esto hace que se acumule agua (alrededor de medio metro) en la parte occidental del Pacífico. En la parte oriental, el agua más profunda es empujada a la superficie para reemplazar el agua que está yendo al oeste. Por lo tanto, la situación normal es agua tibia (alrededor de 30 ºC) en el oeste y el fría (alrededor de 22 ºC) en el este.

 

En un El Niño, los vientos que empujan que el agua se debilitan. Como resultado, una parte del agua caliente acumulada en el oeste se desploma de nuevo al este y esto hace que no se empuje mucha agua fría hacia la superficie. Por lo tanto, el agua en el Pacífico oriental se torna  más cálida, lo que es una de las señales principales de un El Niño.

El océano más caliente afecta a los vientos, los hace más débiles. Entonces el océano se calienta, lo que hace que los vientos se debiliten, lo que hace que el océano se vuelva más cálida… esto se llama una retroalimentación positiva y es lo que hace crecer un El Niño.

El último fenómeno El Niño sucedió en 1997-1998 y terminó causando una destrucción valorizada en US$ 35 mil millones y 23,000 muertes en todo el mundo. Es por este motivo que existe tanta preocupación sobre cuán fuerte podría llegar a ser el próximo. En el Perú, según datos de la Corporación Andina de Fomento (CAF), los daños al agro ocasionaron pérdidas superiores a los US$612 millones.

Para una mayor visualización, compartimos un video del Centro Nacional para la Investigación Atmosférica  (NCAR, por sus siglas en inglés) que muestra una breve comparación de los cambios en la temperatura superficial del mar entre el principal evento de El Niño de 1997-1998 y el evento de El Niño emergente de 2015.

https://www.youtube.com/watch?v=whsQbIwWjBo

El martes, la Organización Meteorológica Mundial declaró este fenómeno como “muy fuerte” y algunos científicos han señalado que las temperaturas superficiales del mar en una parte clave del Pacífico son más altas que en eventos anteriores. Los meteorólogos con la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional y la Universidad de Columbia dijeron en su actualización de agosto que las temperaturas en la región podrían llegar a más de 3.5 ° C por encima de lo normal (esto sólo se ha registrado tres veces en los 65 años que se viene supervisando, incluyendo el evento 1997-1998, así como 1982-1983 y 1972-1973).

Abraham Levy, Director de Ambiental Andina, le comentó a Lampadia sobre las posibilidades de la llegada de este fenómeno y su intensidad: “Este es un niño canónico, un niño grande. (…) Yo pienso en base a un razonamiento absolutamente empírico, que si el niño en el centro del Pacífico llega a tener magnitudes tan intensas, va a ser bien difícil que en la costa peruana no pase nada porque desde ahí viene el agua caliente entonces de todas maneras van a haber impactos.”

Fuente: Abraham Levy

¿Cuáles serían las consecuencias de este Niño? Un estudio reciente de la Universidad de Cambridge, «Fair Weather or Foul? Los efectos macroeconómicos de El Niño «, encontró que en promedio, los episodios de El Niño afectan negativamente la actividad económica en Australia, Chile, Perú, Indonesia, India, Japón, Nueva Zelanda y Sudáfrica. Las razones son variadas: La sequía y los rendimientos de las cosechas se reducen en Australia y la India, hay incendios forestales en Indonesia y una pesca menos productivas en Perú.

Pero ese estudio también encontró que, en promedio, El Niño tiende a impulsar las economías de Argentina, Canadá, México, e incluso los Estados Unidos, al menos en el muy corto plazo. En promedio, El Niño puede impulsar la economía de Estados Unidos en alrededor de 0.55 % del PBI, lo que se traduciría más de US$ 90 mil millones este año, afirma un estudio del Fondo Monetario Internacional. Una vez más, los factores son diversos: Además de traer la lluvia necesaria para California y Texas, El Niño se asocia con una menor actividad de tornados en el medio oeste de Estados Unidos y un menor número de huracanes en el Océano Atlántico.

En el Perú, específicamente, este fenómeno significa que el Océano Pacífico frente a la costa de Perú aumentará su temperatura, afectando la pesca, en especial la de anchovetas, que es el 90% de la producción pesquera del Perú. Además, esto generaría una pérdida de biomasa para años posteriores.

En el sector agropecuario, el cambio de temperatura no permitirá que la siembra de productos en la costa llegue a cosecharse, pues las altas temperaturas generarán la aparición de plagas e insectos que atacan a las plantaciones. Otro impacto que se teme es la inundación de los cultivos, producto de la crecida de los ríos, generando millonarias pérdidas.

A diferencia de los Niños anteriores, el Perú tiene ahora una basta producción agrícola en el norte del país que sería afectada severamente por el volumen y persistencia de las lluvias.

Perú ya declaró un estado preventivo de emergencia en 14 de sus 25 departamentos y ha presupuestado unos US $ 70 millones para prepararse. El ministro de Agricultura, Juan Benites, quien presentó la estrategia adoptada por el Estado para afrontar el fenómeno de El Niño ante miembros de las misiones internacionales, afirmó que “las obras de prevención ante el desborde de ríos ejecutadas en Piura, Tumbes y Lambayeque están a un 60% de implementación”.

Además, el ministro de Transportes y Comunicaciones, José Gallardo, planteó las medidas de prevención: «En el caso de las vías nacionales debemos prevenir tres tipos de riesgos: deslizamientos, afectaciones de puentes y las inundaciones, cada una requiere estrategias distintas».

Esperamos que se puedan tomar todas las acciones necesarias para poder sobrellevar este fenómeno y que, a futuro, podamos incluir la variable Niño en nuestros planes, presupuestos y diseños de infraestructuras. Lampadia




Reconversión del CO2 permitirá limpiar el aire y ayudar a países pobres

Una nueva tecnología permite cambiar el dióxido de carbono (CO2), el gas más abundante del efecto invernadero (causante del cambio climático), en un valioso producto. Durante mucho tiempo, este tipo de desarrollo ha sido el sueño de científicos y la insistencia de Lampadia sobre Una Solución al Cambio Climático:

“Lamentablemente, casi el 100% de los ingentes fondos usados en los temas del calentamiento global se dedicaron a sustentar los cálculos de sus eventuales efectos y muy poco a buscar nuevas tecnologías que permitan que el CO2 pueda recuperarse de la atmósfera de forma masiva y económica. Si no se desarrolla esa tecnología, condenaríamos al África a quedarse sin electricidad (inaceptable), pues solo pueden generar electricidad (económicamente) mediante sus reservas de carbón.”

Hasta ahora no se había encontrado una solución eficiente y económica para recuperar el CO2 de la atmósfera. Se especuló sobre la posibilidad de expulsarlo al espacio, pero se descartó, pues no podíamos perder el carbón para siempre. Tampoco se logró que se pueda depositar eficientemente en el subsuelo. La verdad es que la mayor parte del inmenso financiamiento de los temas climatológicos estaba dirigido a la sustitución de los hidrocarburos y el carbón, dejando sin suficiente financiamiento la posibilidad del uso de hidrocarburos en procesos límpios, algo muy deseable desde una perspectiva holística.

El Boeing Dreamliner utiliza nanofibras para crear fuertes compósitos de carbono utilizados en el cuerpo del avión.

Ahora, un equipo de químicos reporta haber desarrollado una tecnología para convertir eficiente y económicamente el CO2 atmosférico en nanofibras de carbono de gran valor para los productos industriales y de consumo.

Debido a su eficacia, este proceso de bajo consumo de energía se puede ejecutar utilizando sólo unos pocos voltios de electricidad o la luz solar para transformar una gran cantidad de dióxido de carbono.

La importancia de esta tecnología es la implicancia que tendrá en la matriz energética del mundo. Una de las preocupaciones siempre ha sido las consecuencias negativas del carbón en la producción de energía. Ahora se podrá absorber este gas de tal manera que compense considerablemente las emisiones del gas invernadero, creando además un material muy útil para la humanidad.

Este desarrollo es un claro ejemplo de los beneficios que produce la tecnología que, además, viene reduciendo el costo de la energía solar de manera espectacular. Ver el siguiente gráfico y el artículo de Lampadia que explica este avance: Revolución Tecnológica.

A continuación compartimos la información de la ‘American Chemical Society’ sobre el desarrollo de la transformación del CO2 en Nanofibras de carbono:

Absorber el CO2 de la atmósfera para crear nanofibras de carbono

Por Nick Lavar, publicado el 20 de agosto 2015 en el portal gizmag.com.

Traducido y glosado por Lampadia

Los investigadores dicen que con un área física menor al 10 % del tamaño del desierto del Sahara, el método podría reducir la concentración de CO2 en la atmósfera a niveles preindustriales dentro de 10 años (Fuente: Shutterstock)

Las nanofibras de carbono tienen un enorme potencial. Algún día se podrán utilizar en chalecos antibalas más resistentes, músculos artificiales o en la reconstrucción de corazones dañados, sólo por nombrar algunas posibilidades. Los científicos han desarrollado una técnica que podría retirar el dióxido de carbono de nuestra atmósfera y transformarlo en nanofibras de carbono, lo que resultaría en materias primas para su uso en cualquier cosa, desde ropa deportiva hasta aviones comerciales.

El equipo de la Universidad George Washington,dirigido por Stuart Licht que trabaja en este proyecto lo describen como un enfoque de «diamantes del cielo». Esto es en parte porque los diamantes están hechos de carbono y también por lo valioso que estas fibras podrían llegar a ser.

El sistema toma dióxido de carbono y lo baña en carbonatos fundidos a una temperatura de 750 ° C. A continuación, es introducido el aire de la atmósfera, por medio de una corriente eléctrica directa de electrodos de níquel y acero. Esto disuelve el dióxido de carbono y las nanofibras de carbono comienzan a acumularse en el electrodo de acero.

«Hemos encontrado una manera de utilizar el CO2 atmosférico para producir nanofibras de carbono de alto rendimiento», dice Licht. «Tales nanofibras se utilizan para hacer fuertes compuestos de carbono, tales como los utilizados en el Boeing Dreamliner, en el equipamiento deportivo de alta gama, palas de turbina eólica y una serie de otros productos.»

Otro de los puntos fuertes del método es la pequeña cantidad de energía necesaria para que funcione. Es un sistema híbrido que incorpora células solares y un colector de energía térmica que se utiliza para llevarlo a la temperatura requerida, un proceso que dice utilizar tan poca energía como un solo voltio de electricidad.

«El crecimiento de nanofibras de carbono puede ocurrir con menos de 1 voltio a 750 ° C, que por ejemplo, es mucho menor que los 3 a 5 voltios utilizados en la formación industrial de aluminio a 1,000 ° C «, explica Licht.

Licht afirma que si los investigadores amplían sus operaciones para cubrir un área física de menos de 10 por ciento del tamaño del desierto del Sahara, sería suficiente para reducir la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera a niveles preindustriales dentro de 10 años. Y estarían suministrando muchísimos materiales para la producción futura al mismo tiempo.

Con la investigación todavía en la fase experimental, el equipo ahora está buscando la mejor manera de escalar el proceso y ver cómo se pueden producir nanofibras de un tamaño consistente. «Estamos incrementando el tamaño rápidamente», dice Licht. «Y pronto debería estar en el rango de decenas de gramos (0,04 onzas) de nanofibras por hora.»

La investigación está siendo presentada en la 250a Reunión y Exposición Nacional de la American Chemical Society en Boston esta semana.

Se puede escuchar al mismo Licht describir la investigación en el siguiente vídeo:

Transcrito y traducido por Lampadia:

https://www.youtube.com/watch?v=nSXYKdsNg7A

TRANSCRIPCIÓN DEL VIDEO:

Buenos días, soy Christine Suh. Bienvenidos a esta conferencia de prensa de la 250va Reunión Nacional y Exposición de la American Chemical Society en Boston.

Nos acompaña hoy el Dr. Stewart Licht de la Universidad George Washington, que va a hablar con nosotros sobre un nuevo enfoque para la eliminación del CO2 de la atmósfera y convertirlo en nanofibras de carbono. Dr. Licht:

Muchas gracias. Una de las amenazas que enfrenta nuestro planeta es el cambio climático. En lugar de tratar de sobrevivir a las consecuencias del cambio climático como las inundaciones, los incendios forestales,la hambruna, los trastornos económicos, la muerte humana y la extinción de especies, debemos mitigar el gas de dióxido de carbono del efecto invernadero. Existen muchos intentos de reducir el dióxido de carbono con otras sustancias como soplar CO2 al océano o burbujearlo dentro de la tierra u otros métodos de secuestro, pero estos métodos están llenos de incertidumbre, altos costos y es poco probable que tengan éxito.

Reportamos hoy que hemos encontrado una solución viable para mitigar el cambio climático. En lugar de secuestrar el dióxido de carbono en la atmósfera, se puede transformar directamente en productos de carbonos estables, útiles, compactos y valiosos. En este simple procedimiento, el dióxido de carbono se convierte en nanofibras de carbono. Las nanofibras de carbono son una sustancia valiosa basadas en carbono puro, que tienen una fuerza mayor a la del acero y propiedades útiles para edificios, la nanoelectrónica, la catálisis industrial y baterías de iones de litio de alta capacidad.

Hasta ahora las nanofibras de carbono han sido demasiado costosas para la mayoría de aplicaciones. Aquí han crecido de manera eficiente y a muy bajo costo, utilizando la energía solar. Han crecido en un reactor electroquímico.Los reactores electroquímicos ilustrados en nuestra animación…si podemos mostrarlo…

En la animación aquí, mostramos electrodos sumergidos en el carbonato de litio fundido. A continuación, se suministra electricidad, un ejercicio sencillo entre los dos electrodos en el inferior el cátodo con la sustancia común carbonato de litio, se divide en carbono y óxido de litio. Este carbonato en el electrodo de cobre simplemente libera oxígeno puro. El óxido de litio que se formó en el electrodo inferior reacciona con el dióxido de carbono atmosférico para hacer más carbonato de litio y lo que esto significa es que el carbonato de litio se recarga continuamente. La reacción final es que el dióxido de carbono entra desde el aire y el carbono se forma en un electrodo y oxígeno en el otro.

Pero este carbono está en una forma muy especial. Está en la forma de nanofibras de carbono y esta química, una química muy específica, es muy sencilla. Es muy sencillo hacer las nanofibras de carbono y está delineado en nuestra nueva publicación. Se encuentra disponible en línea, gratis, como un artículo de acceso abierto. Las referencias se dan en la animación. Además, si está interesado en la química específica, me puedeenviar un correo electrónico, mi dirección de correo electrónico también está en la animación y te enviaremos la animación completa de ese proceso de dos minutos.

Nanofibras de carbono son un producto muy valioso en comparación con el carbón, que cuesta alrededor de US$ 40 por tonelada o del grafito, que cuesta alrededor de US$ 1,000 por tonelada. Las nanofibras de carbono valen US$ 25,000 la tonelada. Pensamos que esto le dará un gran incentivo para convertir el dióxido de carbono directamente en nanofibras de carbono de la atmósfera y proporcionar un camino razonable para reducir los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera.

Hoy en día, las nanofibras de carbono se están utilizando en compuesto de carbono, en aplicaciones para el Boeing Dreamliner, un reemplazo de peso ligero para el cuerpo del avión (en lugar de aleaciones de magnesio de aluminio). Hay una variedad de aplicaciones para ellos y creemos que este proceso reducirá sustancialmente el precio de las nanofibras de carbono, lo que elevarásu demanda.

Creemos que el mercado de nanofibras de carbono recién está empezando. Es la misma situación que el mercado de los plásticos a principios de la Segunda Guerra Mundial. Está a punto de despegar. Habrá una maravillosa variedad de aplicaciones, desde la construcción de materiales hasta usos de energía renovable y la nanoelectrónica y con eso nos proporcionan un maravilloso buffer para almacenar el dióxido de carbono que se encuentra en la atmósfera de una forma compacta y estable.

 




Reforestación vs. calentamiento

Comentario de Lampadia

Nos da mucho gusto que el artículo de New York Times que presentamos más abajo coincida con nuestras recomendaciones de política ambiental.

Ver artículo en Lampadia: Política ambiental para multiplicarnos por cinco

Los países emergentes con poblaciones crecientes y con la necesidad de incrementar su riqueza no pueden dejar de generar nuevas emisiones de carbono, pero muchos países, entre ellos especialmente el Perú por su gran riqueza natural, pueden compensar sus nueva emisiones con mecanismos de reducción de CO2 como la reforestación masiva de plantaciones industriales, que como explica el artículo del New York Times pueden absorber el CO2 de la atmosfera  y fijarlo como celulosa en los árboles.

Artículo completo del New York Times “Reforestación contra calentamiento