Cuidados en el manejo de cifras de pobreza

Como ya hemos escrito previamente (ver  Lampadia: Retomemos el libre comercio, Otra mirada al mito de la desigualdad), nosotros hemos seguido de cerca el “estancamiento de los ingresos de la clase media” en los Estados Unidos, y la proyección de la consecuente mayor desigualdad hacia los países emergentes. Base del argumento del discurso populista del entonces candidato presidencial Donald Trump.

En las publicaciones indicadas, explicamos las diferencias de análisis sobre la evolución de los ingresos de la clase media, siguiendo una publicación de The Economist. Veamos:

La economía de EEUU ha crecido enormemente durante las últimas cuatro décadas, pero no todos sus trabajadores han cosechado los frutos. Tal vez la estadística más citada para demostrar cuán desiguales han sido las ganancias es el ingreso familiar promedio. Las estadísticas oficiales de la Oficina del Censo muestran que este número se mantuvo estable durante 40 años. Sin embargo, un análisis reciente de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) descubrió que en realidad aumentó en un 51% entre 1979 y 2014. ¿Por qué es que las cifras de la CBO son mucho más alentadoras?

Los datos de ingresos de los hogares generalmente se ajustan por inflación utilizando el índice de precios al consumidor (IPC). Esto muestra que los estadounidenses no han progresado mucho desde la década de 1970.

Sin embargo, las estimaciones de la CBO tienen en cuenta el cambio demográfico. Los hogares se han ido reduciendo, lo que significa que la misma cantidad de dinero en una familia ahora representa un mayor poder adquisitivo.

El CBO también usa el índice de gasto de consumo personal (IGC) como su medida de inflación, en lugar del IPC. Históricamente, el índice IGC ha demostrado que la inflación es medio punto porcentual más bajo que el IPC, una diferencia que se suma con el tiempo.

Además, las estimaciones de la CBO tienen en cuenta los impuestos y las transferencias, como los seguros de salud financiados por el gobierno. Los ingresos después de impuestos para la clase media han aumentado mucho más rápidamente que los ingresos antes de impuestos.

Fuentes: Oficina del Censo; CBO; BLS; BEA; NBER; The Economist

Fuentes: Oficina del Censo; CBO; BLS; BEA; NBER; The Economist

Para contribuir con este análisis, queremos compartir a continuación  un artículo del prestigioso economista Angus Deaton, Premio Nobel de Economía 2015, en el que señala más precisiones acerca de los ajustes que deben realizarse a los ingresos de los hogares para tener una medida más exacta de su verdadero poder adquisitivo. Esto puede nutrir la discusión acerca de cómo realmente debe medirse la pobreza en los países.

Cómo la pobreza en Estados Unidos se convirtió en “noticia falsa”

Project Syndicate
8 de enero, 2019
ANGUS DEATON
Premio Nobel de Economía 2015, profesor emérito de Economía de la Universidad de Princeton. Autor de “The Great Escape: Health, Wealth and the Origins of Inequality” (El Gran Escape, salud, riqueza y el origen de la desigualdad).
Glosado por Lampadia

PRINCETON – Bajo el gobierno del incontinentemente mendaz presidente Donald J. Trump, todos deberían preocuparse por la integridad de las estadísticas oficiales de Estados Unidos. También hay muchas otras cosas de las que preocuparse bajo Trump, en particular el destino de la democracia en Estados Unidos. Pero sin datos oficiales creíbles, no puede haber auténtica rendición de cuentas, y sin ella, tampoco democracia.

Piénsese en los datos de pobreza en Estados Unidos publicados por el gobierno de Trump. Parece que los números de base producidos por la Oficina del Censo de los Estados Unidos están (hasta ahora) intactos, pero hubo un frenesí de interpretaciones erradas que superan el maquillaje partidista habitual.

A los comentaristas de derecha les gusta citar la afirmación de Ronald Reagan en 1988, cuando dijo que en la Guerra contra la Pobreza declarada por Lyndon B. Johnson en 1964, ganó la pobreza. Esa afirmación (eterno latiguillo para criticar la red de seguridad social ampliada por las reformas de la “Gran Sociedad” de Johnson) se condice con las estimaciones de pobreza oficiales, cuya metodología no se actualiza desde los sesenta.

Como esa metodología no tiene en cuenta la situación impositiva de las personas (incluido el crédito fiscal para personas de bajos ingresos) y programas como los vales para alimentos (el ahora llamado Programa de Asistencia Complementaria Nutricional, o SNAP por la sigla en inglés), tampoco tiene en cuenta sus efectos, sin importar su eficacia en la reducción de necesidades. Una falencia estadística tan reconocida es una invitación a que los comentaristas llenen el vacío con prejuicios (como hizo Reagan).

Más cerca en el tiempo, el Consejo de Asesores Económicos de Trump afirmó (en un informe publicado en julio en el que recomienda sumar requisitos laborales a las prestaciones sociales) que, gracias a la red de seguridad estadounidense, la Guerra contra la Pobreza “está en gran medida ganada, y es un éxito”. Este argumento depende de abandonar las métricas tradicionales, que miden el ingreso, para usar en cambio el consumo.

Aunque puede haber razones para considerar que el consumo es mejor que los ingresos como medida de bienestar, no está clara la representación de los más pobres en una encuesta tediosa e invasiva a la que el 40% de los encuestados no responden. Todavía más preocupante es la “corrección” (esencialmente arbitraria) al índice de precios al consumidor (IPC), que reduce la línea de pobreza de modo que quedan menos personas debajo de ella.

Puede ser que el IPC oficial no capture adecuadamente las mejoras de calidad en bienes y servicios, una falencia cuyas consecuencias han sido tema de la literatura académica (en particular, un panel de la Academia Nacional de Ciencias presentó argumentos contra el uso de una corrección mecánica). Pero debatir esa cuestión es muy diferente a abandonar el IPC oficial en favor de otro políticamente conveniente que elimina casi totalmente la pobreza.

Un caso más flagrante de manipulación de datos tiene que ver con un informe del Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la pobreza extrema y los derechos humanos. Por invitación del gobierno de los Estados Unidos, el Relator Especial, Philip Alston, examinó la pobreza extrema en el país y presentó sus conclusiones al Consejo de Derechos Humanos de la ONU en junio de 2018.

La lectura de los resultados es espantosa. Como ejemplos de pobreza extrema en partes de Estados Unidos, el informe incluye campamentos de tiendas en las calles de Los Ángeles, patios bañados en aguas residuales no tratadas, porque las autoridades locales se niegan a suministrar los correspondientes servicios, y el uso extendido de multas y confiscaciones contra personas pobres como forma de recaudación de ingresos de los gobiernos de muchos pueblos y ciudades. Johnson declaró una guerra contra la pobreza, pero hay partes de Estados Unidos que ahora están librando una guerra contra los pobres.

Somos muchos los que creemos que las fallas de la red de seguridad social de Estados Unidos llevan a que haya allí más pobreza extrema que en otros países (y sin duda, más que en otros países desarrollados). Las reformas de las prestaciones sociales para alentar a los receptores a trabajar han beneficiado a algunas personas pobres, pero han perjudicado a los más desfavorecidos, con lo que aumentaron la desigualdad dentro de la población pobre.

Sendos libros de Kathryn J. Edin y H. Luke Shaefer y de Matthew Desmond presentan en detalle los sufrimientos de los estratos más pobres de Estados Unidos. Shaefer y Edin sostienen que varios millones de niños estadounidenses viven con menos de dos dólares al día. En un artículo que salió en enero de 2018 en el New York Times, observé que el Banco Mundial ahora publica estimaciones de la pobreza mundial que incluyen a los países ricos, según las cuales, en Estados Unidos hay 5.3 millones de personas que viven con menos del equivalente de la línea mundial de pobreza.

En mi argumento, usé un valor de cuatro dólares por persona por día en los países ricos como aproximadamente equivalente a la línea mundial de pobreza de dos dólares usada para los países pobres. En Estados Unidos hay más “pobres globales” que en Sierra Leona o Nepal; y las tasas de pobreza en Estados Unidos y China son similares, pese a que los ingresos per cápita del primer país son más del triple de los del segundo.

Los cálculos del Banco Mundial que presenté recibieron muchas críticas, desde la derecha y desde la izquierda. La Fundación Heritage sostiene que si se usa como criterio el consumo en vez de los ingresos, en Estados Unidos sólo hay 250,000 “pobres globales” (dejando a un lado la cuestión de si padres que venden los números de seguridad social de sus hijos para sobrevivir o arriesgan la seguridad de sus hijos para encontrar morada tendrán tiempo para responder la encuesta de consumo). En tanto, en la izquierda muchos se niegan a creer que haya estadounidenses tan pobres como los africanos o asiáticos más pobres. La derecha quiere disminuir las transferencias internas, y la izquierda quiere aumentar las transferencias internacionales.

Luego la historia se pone surrealista. El informe de Alston provocó una airada descarga de la embajadora de los Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, quien afirmó que “es evidentemente ridículo que Naciones Unidas examine la pobreza en Estados Unidos”; en tanto, la respuesta oficial del gobierno estadounidense calificó de erróneas las cifras de Alston. Pero Alston sólo usó cifras tomadas de la Oficina del Censo de los Estados Unidos; el documento las describe como “la cifra exagerada citada por el Relator Especial” y luego cita con aprobación los cálculos de la Heritage, que se basan en mi línea de pobreza de cuatro dólares por día.

A continuación (tal vez sólo haya sido coincidencia) el gobierno de Trump sacó a Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos, de modo que Haley no asistió a la presentación del informe. Haley, como el Consejo de Asesores Económicos, señaló que el gobierno de Trump sabe cómo enfrentar la pobreza extrema (obligando a la gente a trabajar).

Podrá ser cierto o no, pero preferir los cálculos de la Fundación Heritage a los de la Oficina del Censo (una decisión que los funcionarios de la agencia cuestionaron) o manipular arbitrariamente el IPC y después tratar los números alternativos como superiores a las estadísticas oficiales se pasa sin duda de la raya. El gobierno de Trump mostró en 2018 que no está dispuesto a que le señalen fallas, ya sea la pobreza extrema o la inaceptable cifra de muertos del huracán María en Puerto Rico. Y todo indica que la distorsión de la verdad continuará el año entrante, con la amenaza que eso implica para la democracia. Lampadia




Angus Deaton: El nuevo Premio Nobel de Economía

El lunes, la Real Academia Sueca de las Ciencias concedió el Premio Nobel de Economía al economista británico-estadounidense Angus Deaton, profesor de la Universidad de Princeton, «por su análisis del consumo, la pobreza y el bienestar».

¿Quién es Angus Deaton? El economista, que está a una semana de cumplir 70 años, nació en Escocia y es un ciudadano con doble nacionalidad del Reino Unido y los Estados Unidos. Obtuvo su doctorado en la Universidad de Cambridge y se trasladó a los EE.UU. en 1983 para dar clases en la Universidad de Princeton.

En los últimos años, ha centrado más su atención en la medición y la reducción de la pobreza mundial, junto con la desigualdad de ingresos, proporcionando un énfasis particular en la India y África.

Deaton hizo un exhaustivo análisis sobre el consumo de las familias y su trabajo ha tenido una gran influencia, sobre todo en las políticas públicas, donde ha ayudado a los gobiernos a determinar cómo los diferentes grupos sociales reaccionan a los cambios fiscales específicos.

En sus primeros trabajos en torno a 1980, Deaton desarrolló el «Sistema de Demanda Casi Ideal” – una forma flexible, pero sencilla, de estimar cómo la demanda de cada bien depende de los precios de todos los bienes y de los ingresos individuales.

El académico de Princeton cree que el exceso de desigualdad puede producir algunos efectos secundarios negativos, que van desde la desaparición de los servicios públicos a la erosión de la democracia. Pero al mismo tiempo, las desigualdades también pueden ser producto de un emprendimiento exitoso, por ejemplo, cuando es el resultado de una iniciativa empresarial.

En su más reciente libro, ‘El Gran Escape: Salud, Riqueza y los Orígenes de la Desigualdad’, Deaton sostiene: En los años transcurridos desde la Segunda Guerra Mundial, el mundo moderno ha visto el mayor escape de todos. El rápido crecimiento económico en muchos países ha sacado a cientos de millones de personas de la pobreza. El bienestar material se ha elevado mientras que las tasas de mortalidad han disminuido y la gente está viviendo vidas más largas y más ricas.

Además, plantea preguntas prácticas sobre la desigualdad dirigidas a las políticas de reducción de la pobreza: “¿Qué pasa con la desigualdad entre los países? Muchos países pobres han aprovechado la «ventaja del atraso»: la oportunidad de adoptar (y  mejorar aún más) el conocimiento y las tecnologías que ya se utilizan en los países ricos. Los países que se encuentran atrasados pueden ponerse al día evitándose el  largo proceso de prueba y error que limitó el crecimiento en el pasado.” Esto ya fue planteado en Lampadia: Polonia la nueva estrella europea.

Sobre la medición de la pobreza y los errores cometidos por muchas instituciones internacionales, afirma que: Espero que la mayoría de ciudadanos y responsables políticos verán las líneas de pobreza nacionales como cifras razonables que dividen a los que les están yendo biende aquellos que no. El Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, por ejemplo,cometió este error durante muchos años, exagerando deliberadamente la miseria en los países pobres. Los salarios son ciertamente más bajos en los países pobres-simplemente otra manera de decir que estos países son pobres- pero de nada sirve exagerar lo pobre que son en relación con los países ricos del mundo.” Ver en Lampadia: No nos equivoquemos sobre cómo medir la pobreza.

Sin embargo, lo más importante que menciona en su libro es sobre el crecimiento global y la importancia de la tecnología y convergencia de ideas e innovación para seguir creciendo sostenidamente. “En un mundo interconectado, la innovación a menudo puede propagarse de un país a otro, sobre todo en países similares, de modo que la carga de la invención se distribuye. Esta interconexión, por sí misma, tenderá a acelerar el crecimiento.

La globalización reduce los costos de los bienes y la información se desplaza de un lugar a otro. Permite que los bienes y, cada vez más, los servicios que se realicen sean más eficientes y más baratos, y permite que los descubrimientos sean adoptados rápidamente en otros lugares.

La convergencia de los ingresos promedio entre los países es justo lo que esperaríamos que suceda cuando el crecimiento es impulsado por nuevas ideas y nuevas tecnologías y si la innovación se extiende rápidamente por todo el mundo. Lo que es más desconcertante es el fracaso de los países pobres para ponerse al día. Ver en Lampadia: Innovando para el crecimiento y el bienestar general y 10 razones que explican el éxito de Singapur.

Tal vez la mejor respuesta es que los países pobres carecen de una buena capacidad institucional- gobernanza, un sistema legal, el Estado de Derecho, un buen sistema tributario, la seguridad de los derechos de propiedad, y la confianza en dichas instituciones, que son una base necesaria para el crecimiento.” Ver en Lampadia: El Mundo carece de una Gobernanza Global para el Siglo XXI.

Además expresó su escepticismo sobre la eficacia de la ayuda internacional. Señaló, por ejemplo, que China y la India han logrado sacar a decenas de millones de personas de la pobreza a pesar de recibir relativamente poco dinero de ayuda. Al mismo tiempo, muchos países africanos han permanecido sumidos en la pobreza a pesar de recibir una ayuda sustancial.

Ingvild Almas, profesor asociado en la Escuela Noruega de Economía, dijo que el gobierno de la India ha cambiado su metodología de medición de la pobreza gracias a la investigación de Deaton y que ha mejorado sus políticas de reducción de la pobreza.

«Por ejemplo, Deaton encontró que había muchas más personas pobres de las zonas rurales de la India de las que se pensaba», dijo. «En la práctica, esto ha afectado al sistema de subsidios de la India, lo que les permite comprar artículos de primera necesidad. Los hogares que no fueron definidos como pobres antes, ahora sí tienen un alcance con estas políticas, y eso es un resultado directo de la investigación de Deaton».

Sin embargo, no todos están felices con el reciente Nobel de Economía. Un crítico importante de la teoría de Deaton es Bill Gates, el multimillonario fundador de Microsoft y filántropo. Él ha dicho que admira a Deaton pero encuentra su argumento de la ayuda «muy débil» y «extraño».

Entendemos el punto de vista de Deaton, pero la labor de Bill Gates y de los demás multimillonarios que está dedicando sus fortunas para ayudar a los pobres es muy importante y efectiva, como lo reporta Gates en sus cartas anuales, ver en Lampadia: Las buenas noticias de Bill Gates. En nuestra opinión las conclusiones de Deaton sobre este tema, deben estar referidas al apoyo que tradicionalmente se daba a los gobiernos y que efectivamente, era, muchas veces, desperdiciado por incapacidad y corrupción. Ver en Lampadia: Una visión práctica para la superación de la pobreza.

Más allá de la discusión entre estos dos ‘moguls’, la humanidad tiene mucho que agradecer por estos emprendimientos, el académico y el empresarial (Bill Gates) que está cerrando el circuito virtuoso del capitalismo con una filantropía que va más allá del dinero, compromete su tiempo. Lampadia