La “Empresa” no es enemiga del “Trabajador” ni de la “Sociedad”

Álvaro Díaz Castro
Abogado en Derecho de la Empresa y Minería
Para Lampadia

“Donde hay una empresa de éxito alguien tomó alguna vez una decisión valiente” (Peter Druker)

Un paradigma que caló, penetró durante décadas en el peruano es que la empresa y los empresarios son enemigos de la sociedad en su conjunto y de los trabajadores en especial.

El actual gobierno y congreso de la república parece que mantienen como suyo tal equivocado paradigma.

Y es una idea tan falaz como la que prevalecía hace más de 500 años, de que la tierra era plana y quemaron a Galileo por contradecir esta teoría que después, con toda razón, la humanidad abrazó como una verdad.

Tampoco, se trata de sostener que las empresas son conventos o espacios del paraíso.

Las empresas son finalmente las personas que la constituyen, no son una mera abstracción llamada persona jurídica, no es un programa informático o un algoritmo.  Las empresas y los empresarios tienen retos de acorde a su naturaleza, al igual que afrontan los propios los profesores, médicos, los funcionarios públicos o los jueces.

Los colegios y los profesores tienen la enorme responsabilidad de prepararse para compartir el conocimiento en las diversas disciplinas, así como fortalecer la formación integral del educando en valores, comportamientos éticos-, a tener capacidad de reflexión, libres de prejuicios y discriminaciones de cualquier índole.

Los hospitales y los médicos deberán estar actualizados en el saber científico y tecnológico, para poder ejercer su profesión con solvencia, en el marco de un comportamiento hipocrático y lejos de la mercantilización de la salud.

Así cada actividad, técnica, profesión u oficio se desenvuelve afrontando sus propios desafíos y responsabilidades y de la entidad o institución que las reúne (empresa, colegio, hospital, etc.).

Los empresarios tienen como función principal la de generar riqueza cumpliendo con responsabilidad las normas legales, la responsabilidad empresarial y en un compromiso ineluctable de solidaridad con la sociedad. No tiene como fin, no busca, ni persigue el obtener beneficios ilícitos ni ganar evitando cumplir sus responsabilidades, quienes hacen ello no son empresarios, son grupos mercantilistas o delincuentes.

Y es así que los empresarios formales asumen el reto de hacerlo día a día, con todos los vientos en contra: burocracia enredada y con gigantismo, incipiente sistema de financiamiento, servicios públicos deficientes, sobrecostos laborales, complicada estructura tributaria y administrativa, además de competencia desleal de la informalidad y el contrabando, como escasa oferta de especialistas debidamente calificados en el mercado laboral.

Esos vientos o huracanes en contra no es una percepción aislada de los empresarios. Los estudios comparativos a nivel mundial así lo reflejan: world economic forum (WEF), comisión económica para américa latina (CEPAL- Naciones Unidas) y otros organismos así lo señalan: gigantesca burocracia, difícil y caro sistema financiero, altos costos laborales, enredado sistema tributario, administración pública penetrada por la corrupción, inseguro poder judicial, deficientes servicios públicos, incipiente infraestructura de comunicaciones y un largo etcétera.

El 90% de emprendimientos quiebran en el primer año, es decir, 9 de cada 10 intentos de empresa no sobreviven un año en Perú (diario Gestión 10/01/2017). De ese 10% una gran parte no pasa del tercer año. Empresas con más de cinco años son heroicos sobrevivientes en el entorno agresivo a la empresa en nuestro país.  Ello también explica en gran parte el por qué de la altísima informalidad.

Para sobrevivir las empresas formales requieren de los mejores colaboradores posibles y, en efecto, luego de mucho esfuerzo e inversión se logra tenerlos. Las empresas son las personas que la conforman, no es un inversionista solitario, es el grupo humano que en cada detalle está presente y actuando.

Steve Jobs decía “en el mundo de los negocios, las cosas importantes no son hechas por una sola persona, son hechas por un grupo de personas”. Stephen Covey precisa que “personas interdependientes combinan sus propios esfuerzos con los esfuerzos de otros para conseguir sus mayores éxitos”. No puede ser de otra forma, no hablan de enemigos, de enfrentamientos trabajadores versus empleadores, no hablan de relaciones en permanente tensión negativa.

Y por ello, las empresas capacitan, forman, especializan, integran a las personas y así se va formando una empresa. Este gran reto implica trabajar en los trabajadores, inversión de importantes recursos: tiempo, fondos, espacios y oportunidades en inducir, capacitar, especializar, integrar.

Nadie sería loco o tonto para creer que abusando de los trabajadores se pueden formar equipos que se identifiquen con la empresa, o deshacerse a punta de despidos prepotentes o arbitrarios del factor que necesita y en el que ha invertido mucho en consolidar. Es todo lo contrario. Habrá excepciones, que son eso, casos aislados y totalmente minoritarios de algún gerente o jefe que no sigue las reglas o actúa bajo alguna pasión o conveniencia particular y abusa de su posición o toma medidas arbitrarias en contra de un trabajador o grupo de ellos, pero que de ninguna manera escribe la generalidad y el común comportamiento de los empresarios.

Las empresas tienen políticas, de lo que antes se llamaba, retención de personal y ahora es relacionamiento, identificación laboral. Que exista continuidad de las personas en una empresa es una de las piezas clave para su consolidación y crecimiento e incluso lo económicamente más eficiente.

El empresario, el empleador no es enemigo del trabajador, son aliados en la búsqueda de lograr sus objetivos. El ambiente laboral es lo más cercano, luego de la familia, a lo que existe con los amigos del parque, del club, del barrio, con quienes se pasa y comparte las buenas y las malas, las historias y los proyectos.

Y como en la familia, en el equipo o en el club, hay normas de convivencia mínimas, que buscan evitar casos de abusos, excesos o graves y conscientes descuidos que pudieran suscitarse.

En la empresa hay reglas manifiestas en las políticas y reglamentos que son fáciles de entender, reúnen una lógica de sana convivencia y llevan a que la organización funcione. La gran mayoría decide cumplirla y desarrollarse sanamente en esa relación que también contiene espacios y opciones para sugerir, proponer, interactuar, preguntar, reclamar o reflexionar. Por ello hay sindicatos, grupos de interés legítimos, inquietudes individuales, y parámetros para ejercerlos.

De hecho, Perú, según la entidad que lo califique, está entre el cuarto a octavo puesto de país con normas laborales más rígidas y exigentes pro-trabajador de todo el mundo democrático (claro que ello sólo ampara al 30% de trabajo formal que es al que me refiero en todas estas líneas).

Como toda familia, equipo o club, en las empresas puede haber diferencias de criterio entre pares, con los jefes, con los de otras áreas y, muchas veces, la mayoría de veces, hasta es bueno que sea así, porque dan una visión y sana tensión que mejora los resultados generales de la actividad. Ninguno de esos temas implica sanciones o despidos.

Las sanciones laborales y/o despidos como regla, como la gran generalidad, provienen de faltas, de incumplimientos de algún trabajador a alguna de esas normas de convivencia que se reflejan en las leyes, políticas y reglamentos conocidos e interiorizados. Podrían provenir de actos que demuestran abuso de la confianza, o acciones incorrectas o no éticas. Sancionar, como regla general, pasa por un análisis y pruebas y, a veces ciertamente, hasta frustración de tener que haber llegado a tales medidas, usualmente residuales, cuando no hay otro remedio.

¿Qué entrenador quiere enviar a la banca o suspender a uno de sus jugadores?, pero lo tiene que hacer si el jugador incumple. Gareca no tendría el éxito que tiene con la selección peruana de fútbol si no exigiera una conducta mínima, una disciplina lógica, con lo que luego logra resultados donde todos ganan.

Pero la percepción que se ha sembrado en gran parte de la población es de un empresario malvado, abusivo, irracional, explotador, antiético, aprovechado, sin escrúpulos; y tal cómo se manifiestan varios miembros del gobierno y congreso de la república en esta crisis del Covid19, pareciera que hacen suyo tales prejuicios.

Los colegios privados han sido dibujados como desalmados y mercantilistas, las farmacias y supermercados como acaparadores y monopólicos, los mineros como autistas y prepotentes; los bancos y financieras como agiotistas y convenencieros.

Luego, con innecesario doble mensaje, declaran que proponer vacaciones en alguna parte del periodo de cuarentena (que obedecía a que, literalmente, no existía más fondos en la caja de la empresa) como empresarios aprovechadores y faltos de solidaridad; luego dicen que plantear la opción de la suspensión perfecta es de desalmados y vampiros; pero al poco tiempo, la realidad demuestra el esfuerzo del empresario, a su riesgo y costo, de seguir apostando por mantener vivas las empresas, en un país  donde el 90% de emprendimientos muere al primer año, y emiten las normas que permitían tales medidas.  Pero ya habían vapuleado el buen nombre y mejor intención de los empresarios.

Igual con los programas de apoyo en el financiamiento de la empresa, donde pretendieron condicionarlos a que el empresario no aplique ninguna medida laboral como las mencionadas, como si las empresas no pagaran tributos, no tuvieran proveedores, no debiera mantener los locales y equipos, no hubieran perdido casi todos los clientes y, ante tal craso error de información, asume que no se requiera fondos para todo ello.  Entonces precisaron que no se condicionaban los préstamos, pero la imagen de empresario quedó como una que sólo buscaba sacarle el jugo al Estado y así fue quedando prendido en la retina y los oídos de la ciudadanía.

Por supuesto, ni gobierno ni congreso, mencionan o reconocen, sino excepcionalmente en letras chiquitas o palabras rápidas y a bajo volumen, los apoyos, las campañas, los compromisos de cientos de empresas, de todo tamaño, en solidaridad con la situación de emergencia, donando agua, alcohol, mascarillas, pruebas rápidas, oxígeno, dinero, bolsas de víveres, congelando cuotas e intereses, garantizando las provisiones lejos de cualquier especulación y un largo etcétera.

La empresa es el socio del Estado a quien le da entre el 40% a 50% de sus utilidades cuando estas existen y donde el Estado aporta nada cuando el negocio pierde o quiebra. Esos impuestos pagados por los formales son el fundamento de las sólidas reservas monetarias que hoy cuenta el Perú para afrontar la crisis, con la que se dan los bonos, los planes sociales, los equipamientos, las medicinas, y el largo etcétera de acciones y programas.

Los empresarios y las empresas no son enemigos de los trabajadores, no son enemigos del país, no son enemigos de la sociedad, son parte tan importante como lo son las demás instituciones, son el hermano que aporta generando valor para que directamente los trabajadores, proveedores y las familias que componen también lo hagan y puedan cubrir sus necesidades y realizarse en ese aspecto de la vida, las empresas son la principal proveedora de los tributos que es como se financia el Estado y con ello la burocracia, los servicios públicos, la infraestructura, educación, salud y justicia.

Es sustancialmente importante repensar en el mensaje como gobierno y congreso para dejar de buscar confrontaciones internas innecesarios con la actividad productiva, quizás hacer como decía Sócrates “el secreto para cambiar es concentrar toda tu energía no en luchar contra lo viejo, sino en construir lo nuevo”, romper el paradigma, el prejuicio y, esta vez en serio, comprender que nos desarrollamos juntos, entendiendo como parte de ese juntos a la empresa privada y los empresarios.

Winston Churchill lo resumió así: “algunas personas miran a la empresa privada como un lobo que hay que abatir; otros lo miran como la vaca lechera que hay que ordeñar. Pero muy pocos la ven como el caballo sano que tira del carro”; que comencemos el cambio de lo que resumió Churchill como, en efecto, ya ha ocurrido, en especial, en los países que han desarrollado más y mejor para beneficio de la mayoría. Lampadia




Exploración Minera: sí, pero no

Álvaro Díaz Castro
Abogado en Derecho de la Empresa y Minero
Para Lampadia

A veces no es cuestión de tener ideas nuevas, sino de dejar de tener ideas antiguas» Edwin H. Land

Hay consenso en el sentido que la exploración minera formal tiene importancia gravitante para asegurar el crecimiento del sector y del país, a la par que se van consolidando los sectores industriales, de servicios, turísticos, agrarios, innovación y pesqueros. De igual forma, estamos de acuerdo con que todas las actividades productivas y de servicios deben ser social y ambientalmente responsables. También se sabe que de cada 1000 depósitos con presencia de mineral, 100 se convierten en prospecto minero, 10 se convierten en proyectos mineros y uno se convierte en mina (Ing. Henry Luna C. -hoy Presidente de INGEMMET- – Lampadia 25 de mayo 2015). Son, sin la menor duda, emprendimientos de altísimo riesgo de inversión.

Si se halló ese uno en mil, lograr poner en operación una mina tiene su propia historia que requeriría no otro artículo sino algunos libros, para explicar los cientos de permisos requeridos para ello.

Volvamos a la exploración minera formal; es una labor de alto riesgo, costosa, temporal y bajo impacto ambiental y social, muy localizada (poca área) y controlada. No utiliza ni genera extraños reactivos o materiales peligrosos, excepto algunos comunes como combustible o bentonita (especie de cemento sellador).  Emplea equipos de perforación, palas, picos, depósitos impermeabilizados, camionetas, carpas y cocinitas portátiles. Claro que esto, más la mano de obra, permisos y logística, demanda algunos millones de dólares en inversión por cada exploración.

Y cuesta más porque, aun cuando es de mínimo impacto ambiental y de bajo riesgo en términos de seguridad, los gobiernos (en especial el del anterior quinquenio) han venido imponiendo trámites y requisitos complicados, además de plazos reales interminables para cada paso administrativo, solicitando también opiniones de aquí, de allá y de más allá, en una vorágine de desconcierto total. Por ejemplo, en alguno de esos momentos, querían que se presente una constancia de Registros Públicos, sin reparar que esta entidad no estaba facultada para emitirla (pero alguien pensó que era buena idea). Se tuvo que convencer a Registros Públicos para que diera algún tipo de certificación para satisfacer al burócrata que hacía tal requerimiento impulsado por “consultores-tramitólogos” o algún promotor del empleo en tramitomanía.

La realidad es la que señala Miguel Cardozo – CEO de Altura Minerals Usted no puede pedir que un inversionista venga aquí y tenga que pasarse dos años para obtener un permiso y perforar…”; agrega Eugenio Ferrari presidente de la pasada proEXPLO Hubo una secuencia de cambios y contracambios que se dieron en los últimos 10 años, que lamentablemente no ayudaron a que la exploración se dinamice…” (diario Gestión del 31 de mayo 2017).

Pero, si se logra iniciar la labor de exploración es necesario buscar un equivalente al libro de álgebra de Baldor frente a problemas antitécnicos o imprecisiones que aparecerán. No hay tablita de respuestas correctas al final del libro. Solo queda el persignarse y contar con ingenieros, abogados y técnicos que ayuden a salir de este” leguleyesco” laberinto: nosotros hemos sentido que la legislación de exploraciones no ha tenido relación con la realidad de las exploraciones…. La regulación actual es muy inflexible, muy restrictiva y toma mucho tiempo declaró Luis Marchese – presidente de la SNMPE.

Pongamos un ejemplo de la extraña forma de promocionar las inversiones en exploraciones: el Impuesto General a las Ventas (IGV) tiene la característica de que se aplica con el «efecto cascada»; es decir, uno paga el IGV al proveedor de bienes o servicios (a quien se le compra algo); este IGV pagado es un crédito fiscal a deducirse del IGV que a la empresa le paguen por los bienes que venda (la fórmula sería: IGV cobrado en la venta menos IGV pagado en las compras). Resulta, sin embargo, que en exploraciones sólo se compra y nada se vende.   Recién se venderá cuando el yacimiento se construya como mina y opere; recordemos, será sólo un caso de cada cien proyectos de exploración.

En todos los casos existe un crédito fiscal (dinero inmovilizado) que no se puede usar.   Para ello, se habilitó la devolución definitiva del IGV. Más que un beneficio es una equidad tributaria. 

El único tema es que para poder aplicar a la aprobación de dicha devolución uno debe tener el estudio de factibilidad de la exploración hecho y presentarlo, pero no podrá hacer valer ninguna compra efectuada para el proyecto de exploración hasta que no se apruebe el contrato de inversión correspondiente (por el cual autorizan la devolución definitiva del IGV). Este trámite dura algunos meses, tiempo en el cual es muy probable que el proyecto se ejecutó y cerró (recordemos que los proyectos de exploración son temporales). Por tanto, carece de objeto tener el contrato de inversión aprobado a destiempo. Cierto es que permiten se traslade a otra fase del proyecto y otro proyecto, pero quién sabe si habrá otra fase o proyecto, lo que no habrá es recuperación del IGV.  

Tal supuesta facilidad, que no es sino un acto de trato justo con el IGV, no resulta tan eficiente como se indica en los manuales para atraer la inversión minera al Perú.

Pero con todas sus deficiencias, ahora, tampoco existe. La comisión de economía del Congreso, haciendo gala de las mejores prácticas taurómaticas “chichuelinas” y “verónicas”, dice que ha concluido la posibilidad de este régimen de devolución del IGV, porque ningún ministerio lo sustentó como ellos desean, pese a tener clara conciencia de la importancia y trascendencia del tema, simplemente no saben / no opinan y dejan que, aunque hago daño al futuro del país, allí termina la vigencia de la norma. Actualmente se está tratando de revivir la norma, pero nadie puede ver con claridad el futuro de tal paciente.

Por supuesto, en el corto plazo, la larga fila de proveedores y trabajadores formales vinculados a las exploraciones serán directamente afectados con la muy probable reducción de estos proyectos. En el mediano y largo plazo, no habrá más proyectos nuevos que impulsen la economía formal peruana.

Nuestro vecino del norte, Ecuador, se ha puesto como objetivo más que duplicar la actividad minera al 2021, para ello lo primero que ha determinado, entre otras medidas, es la devolución del IGV.  Chile ha proyectado que recibirán inversiones mineras por más de 65 mil millones de dólares.

Recordemos que, al 2011, sólo el 0.28% del territorio peruano se había explorado y sólo se había explotado 0.82% de las reservas minerales, es decir, los rangos de producción son mínimos (Guía de negocios e inversión en el Perú 2014/2015 – Ministerio de Relaciones Exteriores/EY/Proinversión – pág.71), y lo más probable es que con las políticas y normativa existentes no cambié mucho el panorama.

Sin embargo, el crecimiento del PBI peruano en los últimos 20 años ha sido el mayor de América Latina con un 151.1% y con una de las más bajas inflaciones (Paulo Pantigoso – El Comercio 01 diciembre 2018). La actividad minera es la que explica gran parte de estos buenos 20 años y puede sustentar muchos años más si se dejara de trabarla. En realidad, en Perú, nunca ha habido un “boom minero”, de haberlo habido estaríamos produciendo y exportando no menos que Chile que nos duplica, por ejemplo, en exportación de cobre.

Siempre me ha dejado esa sensación de que la ubicación a media tabla de Perú en el Índice Fraser (que mide la competitividad de los países/estados mineros en el mundo) es el resultado del discurso de un Estado, gobierno tras gobierno, diciendo «sí; pero no». Lampadia




De política, discursos y oportunismos

Álvaro Díaz Castro, Abogado en Derecho de la Empresa y Minería
Para Lampadia

«¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?»
Groucho Marx

Así suenan muchos de los mensajes políticos en el Perú, volviendo realidad la ironía que expresa el gran comediante Groucho Marx.

Dicen muchos padres de la patria, candidatos a puestos públicos, gobernantes de turno: “¿A quién va usted a creer? ¿A las estadísticas, a los informes técnico-económicos, al benchmarking elaborado por entidades multilaterales del mundo, o a mí?, ¿A la ciencia, la lógica, a la matemática o a mí?, insisten.

Se imaginan así mismos como si actuaran con decisión y valentía al presentarse con expresión seria y actitud firme para sustentar propuestas que, por lo general, son descabelladas, además de dañinas en el corto, mediano y largo plazo para la mayoría de los peruanos. Ideas y sustentos que pretenden negar lo que la evidencia muestra, en insistir en aquello que está probado no funciona en lugar alguno sea país, estado o región.

Por ejemplo, aunque se conoce con certeza que en la década 2001 – 2011 se haya acumulado más de un 70% de crecimiento económico, debe señalarse que ello fue impulsado por el dinamismo de exportaciones (minera, industrial y agroexportadora) y a su vez activado el motor del dinamismo económico interno, iniciándose un verdadero proceso de inclusión (más que en cualquier otra época republicana del Perú), lo cual parece intrascendente para tales ojos.

Las noticias internacionales al respecto eran como la siguiente: “La economía de Perú fue la de mejor desempeño relativo en América Latina con un incremento promedio de seis por ciento entre los años 2001 y 2011, destacó la consultora Ecolatina de Buenos Aires… Perú no sólo fue el país que más creció de Sudamérica, sino el que enfrentó una menor inflación conformando un milagro económico…” (RPP – 12 de agosto del 2012 – Informe de Ecolatina)

En el otro carril, también están los que opinan en tonos triunfalistas; dicen que no importa Conga, que ya tuvimos suficiente de la minería, que no significa nada descender varios puestos en el ranking del Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés), del Doing Business (haciendo negocios) o del Instituto Fraser. Que el Perú podía prosperar ignorando tales análisis y advertencias, que la exuberante, enredada y mal aplicada normatividad peruana no impactará al afamado “caso Perú”. Así, afirman alegremente que las inversiones extranjeras tendrán como primera elección a nuestras tierras Incas, haciendo una extraña interpretación que contradice todas las luces rojas y alarmas que consignan las evaluaciones internacionales.

A estas personas les resulta complicado detenerse a meditar el por qué en todo país, que tenga un Índice de Desarrollo Humano alto (como aún no es nuestro querido Perú), se fortalece la democracia y gobernabilidad centrada en la institucionalidad, el estado de derecho y el “enforcement” (respaldo efectivo para la aplicación de las normas), y no sólo en recurrir a las formas y normas (en nuestro país cada vez más enredadas o intrascendentes dado que se aplican y se aplican mal sólo al pequeño sector formal existente).   Prefieren ignorar que, si bien es importante, no es suficiente la buena campaña “Marca Perú” y el “Perú Day” en la Bolsa de Nueva York y de Londres, se debe aplicar en la realidad todo lo que allí se dice, que se cree en el mercado, en la predictibilidad y respeto de las normas, en la no discriminación, en la innovación y desarrollo, en el emprendimiento y la formalidad.

El citado sostenido crecimiento económico entre el 2001 y 2011 conllevó la reducción de la pobreza del 54.8% al 27.8%, y la pobreza extrema de 24.4% al 6.3% en el mismo periodo, con una reducción importante del índice GINI (la diferencia entre los que más ganan y los que menos ganan). No podemos negarlo ni dejar que otros lo desconozcan como el mejor antecedente de desarrollo y oportunidades para todos en Perú.

Pero tampoco es bueno no ser críticos y reconocer que, con mejores políticas y menos estigmas a la inversión nacional y extranjera, hubiera sido posible optimizar más los beneficios para el país y sus familias en ese periodo, y no estar ahora en el freno de estos últimos siete a ocho años.

SUNAT, SUNAFIL, OEFA y muchas otras entidades deben dejar de ver, en muchos casos ocurre, como enemigo y con presunción de culpabilidad a toda empresa. No puede darse el discurso hacia afuera que en Perú se está promoviendo la inversión y simplificando los procesos cuando ocurre lo diametralmente opuesto. El BCR explicó que en cortos siete años aumentó en más de quinientos por ciento la legislación para el sector minero, y ello no ha parado a la fecha.

Las enormes deficiencias en infraestructura (sobrepasando los US $ 80,000 millones de necesaria inversión), la baja credibilidad en el poder judicial, congreso y policía, el estigma que pesa sobre la clase empresarial a todo nivel, la bajísima calidad educativa, la carencia de incentivos para promover la investigación y el desarrollo, la inseguridad jurídica, la desnutrición real (no sólo la que se mide hasta los cuatro años y se cree combatir con vasos de leche) y los servicios de salud saturados cuando no inexistentes, representa un panorama complicado para las mejores intenciones del gobierno. Las cifras indican que estaremos en un aproximado 4% de crecimiento anual. Deberíamos proyectarnos cuando menos al 7% y aún a varios puntos encima. Tener los fondos no garantiza el éxito de un país, pero bien administrados lo facilita en gran medida.  De allí viene que la administración y ejecución de los mismos sea eficiente, adecuada, debidamente priorizada.

Por ello, es indispensable basar las decisiones de Estado y de gobierno en el sudor de lo acreditado, probado o investigado y no en discursos trasnochados o populistas, cumplir con lo establecido y no generar tantas interpretaciones auténticas según se quiera aparentar frente a las tribunas, apuntar a futuro aún con medidas que probablemente no den réditos inmediatos. Actuar pisando suelo, pero mirando bien alto, haría que seamos la consecuencia positiva de nuestros actos y decisiones y evitar seguir perdiendo el tren de oportunidades o desembarcarnos en el medio del camino.

Julio Luque (presidente de IPAE) nos recuerda el estudio de McKinsey Global Institute: “…nada más importante para un país que la productividad, ya que esta determina su capacidad de competir con otros países y al mismo tiempo define el nivel de ingresos de sus ciudadanos”.

En tal entorno, creo que podemos responderle a Groucho Marx que sí. Que vamos a creer en nuestros ojos de un Estado técnico y desburocratizado, en los brazos de la justicia y de una policía instruidas y amables como justas y firmes, en empresarios éticos y responsables, en un cambio del slogan cepalino de “consuma lo que el Perú produce” por el “produzca lo que el Perú y el mundo consume”, en un avalar las ventajas competitivas que Dios regaló y nuestros antepasados conocieron y en hacerle caso a Raimondi que en sus largas caminatas nos pidió y repitió: “… dar a conocer el Perú a los peruanos, sobre todo a los jóvenes, hacerles comprender sus riquezas naturales tan variadas”. Con tal afán hacía un llamado a la juventud en su obra El Perú, diciendo: «Jóvenes, os pido vuestro concurso, ¡ayudadme! Dad tregua a la política y consagraos a conocer vuestro país y los inmensos recursos que tiene». ¡Qué vigentes sigue su invocación hoy día! (1)

Probablemente pronto escucharemos ¿a quién va usted a creer a Raimondi o a mí? Lampadia

  1. Raimondi estudio la geología (minerales) así como investigó diversos recursos, representados en sus colecciones: 708 ejemplares de rocas; 2,000 ejemplares de fósiles; 20,000 ejemplares de plantas; 500 ejemplares de semilla, cortezas, gomas, resinas, cascarillas y maderas; 2,000 ejemplares de moluscos; 4,000 ejemplares de insectos; 1,265 ejemplares de aves: 72 ejemplares de cráneos y 300 ejemplares de estudios etnográficos.



Ser emprendedor: no es fácil

Álvaro Díaz Castro
Abogado en derecho empresarial y de la minería
Para Lampadia

“Tu enemigo eres tú mismo. El desconocimiento de tu propio desconocimiento es la fuente de todos los fracasos”
(El libro negro del emprendedor).

En Perú la palabra “emprendedor” ha adquirido tantos matices como quienes quieren aprovechar del buen semblante que representa.

En este sentido, te consideran emprendedor si abres una tienda en la esquina, si pones la cabina de internet, si reparas techos, si montas un café, etc. Esos son negocios, trabajos dignos, necesarios, pero no necesariamente emprendimientos.

Jim Clifton (Presidente y CEO de Gallup, en su libro “Descubra sus fortalezas de emprendedor”) dice “Sólo cerca de cinco de cada 1,000 personas tienen la capacidad de iniciar y hacer crecer un gran negocio.  En comparación, 20 de cada 1,000 personas tiene un coeficiente intelectual lo suficientemente alto para ser aceptados en la organización americana que busca la excelencia en la inteligencia humana (MENSA)”.   Por ello los bonitos mensajes de que todos somos emprendedores no tienen una base en que fundarse; y, por el contrario, pueden generar no sólo frustraciones sino fracasos económicos reales.

Dice la teoría que emprender significa “tener decisión e iniciativa para realizar acciones que son difíciles o entrañan algún nivel importante de riesgo”, y emprendedor es el “individuo que organiza y opera una o varias empresas, asumiendo cierto riesgo financiero en tal acción; comienza algo”.

Revisado ello, empresario resulta igual o muy similar a emprendedor. Dice la teoría que se entiende más por empresario al que toma decisiones.  Resulta que el emprendedor es considerado como tal justo porque toma decisiones.

De algún modo, por estos lares, se ha buscado envilecer la palabra empresario y realzar la de emprendedor como una categoría más benévola, casi beatificada, en un intento para separarla de la mediana y gran empresa. Si tienes éxito con tu emprendimiento y creces, dejarías de ser emprendedor, y te vuelves un vil empresario.

La imagen del inconsciente colectivo que tenemos de un emprendedor (pidiendo disculpas a Carl Jung por utilizar de este modo su concepto) es la de aquel que ha creado o innovado algo y ha dejado de lado un cómodo status quo, o ha dado un paso comprometido para poner a luz su creación que funcione y cambie (mejorando) la forma de hacer tal o cual cosa en beneficio de la sociedad.

Por esa imagen se suele relacionar a emprendedor con innovación y desarrollo, con creatividad y aventura, con construir sueños y probablemente por ello es que termina siendo tan bien visto el ser denominado emprendedor.

En las ideas “per se” no hay emprendimiento (ni empresario), sólo imaginación y bonitas propuestas. En ejecutar, plasmar, hacer realidad tales ideas distintas, creativas, motivadas, es cuando comienza a forjarse el emprendedor.

Crear un trabajo conforme al estándar no encajaría plenamente con el concepto que se quiere entender por emprendedor (igual pasó con los “clusters” como los concibió Michael Porter y como se tergiversó en los discursos políticos, pero ello es otra historia).

El abrir negocios y fuentes de trabajo en función de la demanda del mercado es necesario, indispensable y loable, pero eso no necesariamente es emprendimiento.

El nivel de fracaso de quienes quieren asumir un emprendimiento es altísimo, e implica arriesgar y muchas veces perder patrimonios personales, familiares, de amigos y/o del Estado (que, con buena intención, pero no necesariamente buenos resultados, tiene políticas para subvencionar todo aquello que llegue bajo el nombre de emprendimiento, en lugar de lo que genere innovación y desarrollo).

De hecho, en Perú, el 90% de las start-ups no sobreviven más de un año (diario Gestión 10/enero/2017 entrevista al Dr.  Alejandro Morales, de Torres y Torres Lara, Abogados).

El emprender va más con volver útil el conocimiento innovador existente, ese que promueve Endeavor “formas de hacer las cosas que resultan disruptivas y con potencial de escalamiento exponencial”. Ello sí fortalece de modo sólido y rápido la generación de empleo, el dinamismo económico, bajos costos, mejora de servicios. En resumen, todo lo que esté más cerca de los llamados “océanos azules” (como lo describe Reneé Mauborgne y Chang Kim).

Como es usual, el no tener claro los conceptos y manosearlos, estirarlos o fraccionarlos lleva a que se cometan graves errores, se dilapiden recursos, se mal oriente al ciudadano, se alimenten falsas expectativas.

Se debe tener políticas que apoyen la generación de negocios y empleos tal cual se usan y necesitan en el quehacer diario y otras distintas para promover el emprendimiento.   Llamar a todo esfuerzo emprendimiento hace que se desvíe la atención y los recursos. El “chocolatear” esos ingredientes no te da ni torta ni pan, ni chicha ni limonada.

Permítanme, en un siguiente artículo, resumir lo que nos cuenta el “Libro negro del emprendedor”, que el asunto no es tan fácil, pero hay que recorrerlo. Les dejo unas ideas de dicho libro para adelantar el tema:

El emprendedor no se desconecta jamás. Es como un contrato laboral draconiano de 24 horas al día durante 365 al año”. Lampadia

La inocencia debe practicarse en una tómbola. No se puede romper las reglas sin conocerlas, es algo que no suele suceder. Es mejor apostar conociendo los riesgos que hacerlo confiando en la fortuna pasajera”.
Animar a emprender a personas que no están preparadas no es fomentar el espíritu emprendedor, es un ejercicio de responsabilidad”.




Paradigmas peruanos en la innovación y desarrollo

Álvaro Díaz Castro.  Abogado en derecho empresarial y minero
Para Lampadia

«La lógica te llevará del punto A al B. La imaginación te llevará a todas partes».

Albert Einstein

Aunque las dos experiencias que narraremos a continuación tuvieron lugar durante el Gobierno anterior, el ambiente real es probable que siga siendo un poco más de lo mismo; es decir, se privilegia la forma respecto del fondo, más el título de magister o doctor que el acto trascendente de crear algo nuevo o formular propuestas innovadoras.

Los fondos públicos para incentivar a los innovadores no se activan si no cumples extraños requisitos ajenos a la creatividad o las propuestas de valor. Si los formularios y papeles priman sobre las propuestas y el esfuerzo es que no estamos apuntando en el sentido correcto.

Debe ser parte del por qué estamos en el puesto 113 de 137 países en “innovación y desarrollo” según el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés), retrocediendo cada año un poquito más.

Cuento estos dos casos con permiso de los personajes reales.

Singularity University (Singularity): es una entidad donde el futuro ya existe.  Google, la NASA y otros tops en tecnología aplicada fundaron la Singularity para que el conocimiento más avanzado de la humanidad se plasme en temas aplicables y útiles, buscando mejorar exponencialmente las posibilidades y la calidad de vida del mundo, en salud, ambiente, agua, educación, energía, alimentación, seguridad, entre otros aspectos sustanciales de interés de todos.   

Se prevé que el trabajo a desarrollar, cuando crezcan, quienes hoy son niños, será en un 60% en actividades que hoy aún no existen. Proyectémonos que más del 50% de las cosas como hoy las hacemos ya no se harán así dentro de cercanos 10 ó 15 años.

Singularity ofrece algunos espacios para que jóvenes de diferentes países puedan asistir a un programa intensivo en su sede principal y luego compartan lo aprendido con la juventud de su país de origen. Dar aviso, poner en alerta de todo este panorama impresionante e inevitable que se viene, impulsando con la innovación y desarrollo, estar listos para un universo de oportunidades.

Hace unos pocos años, el representante de la Singularity en Perú, un exitoso emprendedor peruano, tocó las puertas de los Ministerios y Entidades estatales peruanas vinculadas a estos temas, quienes no manifestaron ningún interés por respaldar el concurso en Perú. Como buen emprendedor insistió, le ayudaron otros peruanos en tratar de convencer a las Autoridades, pero fue en vano.

Así que estuvo a punto de responden negativamente a la Singularity por la vacante que esta entidad habilitó para Perú. 

En ese momento, por encargo del presidente de Ecuador, recibió el mensaje que nuestro vecino del norte estaba dispuesto a financiar el concurso de la Singularity en Perú, y sólo pedía que el ganador, cuando retorne del curso intensivo en Singularity, dé algunas charlas a los jóvenes en Ecuador. Ecuador entendía del valor de lo que significaba esta oportunidad única. Recién cuando las autoridades peruanas se enteraron que así se realizaría el concurso (bajo el auspicio de Ecuador), tomaron interés y respaldaron al mismo. Al final, se hizo el concurso en Perú y el resultado fue alentador porque Singularity, como algo excepcional, habilitó dos plazas para Perú y los jóvenes ganadores vienen divulgando e impulsando de manera importante todos esos conocimientos del futuro que ya existe.

Quizás si quien representaba a Singularity hubiera ido premunido de los títulos de doctorado en algo, desde un inicio el Gobierno hubiese apoyado, obviando, quienes rechazaron inicialmente esta iniciativa, que el auspicio y pedido lo había conseguido uno de los más exitosos emprendedores innovadores peruanos. Para ser emprendedor y/o innovador no se necesita título.

Un anillo médico: Nuestra amiga, originaria de Kazajistan, se encontraba en Perú, y creyó que podía lograr encajar en el perfil de los programas de Ciencia e Innovación que promueve el Perú para emprendedores. 

Su co-creación (con otros dos jóvenes que, oh coincidencia, se conocieron en la Singularity)  es de un anillo que tiene una micro-aguja que permite tomar una gota de sangre y procesarla en un michochip de papel que está al interior del anillo; vía bluetooth se comunica con el celular, tablet o computadora y detecta, de modo confidencial, si la persona dueña de la gota de sangre tiene alguna de las cuatro principales enfermedades venéreas (sífilis, gonorrea, clamidia o tricomoniasis), las cuales suelen avanzar de modo silencioso hasta que se manifiestan y requieren de complejos y costosos tratamientos.  Cuando cualesquiera de esas cuatro enfermedades se detectan en su fase inicial el tratamiento es muy rápido, de baja intensidad y bajo costo. Dicha propuesta contaba con interesantes estudios, incluso respaldo por una empresa de servicios médicos ocupacionales y preventivos de Perú. Pero no pasó ni las calificaciones iniciales que pudieran permitirle ingresar a postular a estos programas de Innovación y Desarrollo en Perú, es decir, fue “choteada” a la primera.    Recordemos que el Ministerio de Salud reportó que hubo más de 4 millones de casos de estas enfermedades entre el 2002 y 2011 en Perú.

Este mismo emprendimiento, al poco tiempo, ganó el concurso de start-up en México y en Kazajistán y en Corea del Sur (representando a Perú). Supimos que también recibió reconocimiento en la tierra del Silicon Valley. Claro, después de todos los éxitos, Perú decidió darle un poco de atención en start-up-Perú.

Otra vez, nuestra amiga no tenía el título de doctor, PhD en algo, quizás de haberlo tenido los funcionarios peruanos de innovación y desarrollo la hubieran permitido, siquiera, postular a los programas de emprendedores de Perú.  Después de los éxitos en otros países recién le abrieron las puertas.

Extraña Prioridad: El Perú reporta como logros de su gestión en innovación y desarrollo que ahora hay más gente con maestría y doctorados.   No creo que ello sea esencial para el objetivo de innovación y desarrollo.  

Cuando leo sobre Jack Andraka que a sus 16 años descubrió la forma de detectar el cáncer de páncreas a un costo 26 mil veces más barato, 168 veces más rápido y 40 veces más sensible (lo que las mejores universidades y médicos del mundo con los recursos de grandes laboratorios no lograban descubrir), imagino como Jack hubiera sido ignorado por estos lares por no tener maestría ni doctorado (aunque de algún modo, también fue momentáneamente ignorado en los EEUU, pero luego de reconocer tal error, se abrieron las mentes para no pre-juiciar que sólo los que tienen doctorados o desde las universidades pueden ser creativos, más aún con tanta información en internet con que hoy contamos).

Por ejemplo, para la famosa norma peruana que busca dar beneficios tributarios a las inversiones en investigación y desarrollo, no logrará éxito si no tienen un científico (un PhD, un doctorado) calificado como científico. Steve Jobs o Zuckerberg no calificarían.

Si buscáramos seriamente donde se han dado más inventos creativos útiles y difundidos, veremos que no es en las aulas universitarias o de los tecnológicos, es en los talleres, los garajes, la industria de todo tamaño, en los cafés con jóvenes empeñosos.  Las universidades y tecnológicos son instituciones sumamente valiosas como necesarias para el desarrollo de un país, para tener estándares mínimos, tener metodologías, pero no pueden ser la única forma o llave para juzgar o incentivar el ecosistema emprendedor de la investigación y desarrollo, menos aún limitarlo a los doctores (PhD).

Por llevarlo a otro campo muy peruano, es probable que si estudias en una buena escuela de cocina potencies tus habilidades y tengas muchos buenos resultados y éxitos en el mundo culinario, como también es cierto que muchos cocineros que nunca pisaron un salón de clases tengan muchos buenos resultados y éxitos en el mundo culinario: provecho con los anticuchos de doña Grimanesa Vargas.

Resumen: Sabemos que como nunca antes, el país tiene la vocación de prestar un poco más de interés a la innovación y desarrollo, pero la burocracia designada probablemente aún no conecta con el mundo por lo que tal visión produce un sesgo a favor de lo formal y no necesariamente de la creatividad. Aunque es importante el factor de maestrías y doctorados no necesariamente se debe juzgar a los creadores sólo por tener dichos títulos, recordemos que muchos de los Einstein´s, Job´s o Zuckerberg´s no tuvieron tales títulos y cambiaron el mundo. Lo expuesto es solo un punto de lo que no debemos seguir haciendo para incentivar realmente la investigación y desarrollo, debemos romper paradigmas y formalidades tan almidonadas, que es justamente lo que busca la innovación y desarrollo. Lampadia




Por mapas de oportunidades y no sólo de pobreza

Álvaro Díaz Castro
Abogado en Derecho de la Empresa y Minería
Para Lampadia

“Debemos “desbloquearnos” de anclajes, paradigmas y creencias surgidas de las experiencias, de la tradición y del lenguaje que nos impiden avanzar” nos recuerda Joanna Prieto, especialista en neurolingüística, lo cual no aplica sólo al tema personal o familiar sino a otras esferas mucho más amplias como las políticas gubernamentales, y los planes y desarrollos distritales, provinciales y regionales, es decir, en la perspectiva de diseñar el futuro de poblaciones e incluso el país.

Un tema que parece sólo lingüístico o un simple fraseo de palabras, resulta mucho más que ello, pensar en mapas de pobreza obliga a tomar determinados caminos explícitos como sugeridos. Si habláramos de mapas de desarrollo u oportunidades serían otros los caminos y el ánimo que las impulse.

No tenemos por qué dudar de la sinceridad y de las mejores intenciones del padre Gastón Garatea, así como las de muchos otros peruanos que se han involucrado en la tarea- de por sí encomiable y solidaria- por enfocar su preocupación por ayudar a los más pobres, y que fue con el mejor espíritu que propusieron e impulsaron las mesas o mapas de pobreza para focalizar el apoyo social.

Ello es distinto a los dudosos discursos y plataformas de ofrecimientos de políticos, seudo líderes y de algunas oenegés (repetimos, algunas, no la mayoría), respecto de sus reales motivaciones en mantener todo dentro de “Mapas de la Pobreza” y de las mesas de lucha contra este flagelo que, a partir de ello, se instalan, y reditúan o votos y/o fondos gracias a mantener el “status quo” de pobreza con todo ello.

El poder de la palabra, de los elementos que utilizamos en nuestros mensajes, en una extraña simbiosis que, señalan los estudios, nos suele llevar a transformarnos, de alguna manera, en esas mismas palabras y elementos que repetimos. El niño que escucha todos los días las reprimendas que lo señalan como sucio y holgazán es poco probable que desarrolle su estima y menos aún sus potencialidades, existe más bien el riesgo de que se convierta en un adulto sucio y holgazán.   La intención del padre de provocar una reacción positiva en el hijo, a fuerza de tales calificativos, es muy probable que genere el efecto contrario al buscado. Pareciera esto un contrasentido, pero lo cierto es que muchas buenas intenciones pueden convertirse en estímulos perversos: efecto boomerang.

Así, el estímulo de mostrarse como el más pobre, dentro del mapa de la pobreza, devino en que cada región, provincia, distrito y/o pueblo/comunidad se empeñara por aparecer ante cualquier ámbito, como los más desafortunados, hambrientos, miserables, abandonados y desatendidos: De esta manera, llegarán más programas sociales y nos darán más fondos”, parece que fuera la motivación en este intento, que se ha convertido en demagógica prédica de algunos de sus dirigentes.

Imaginémonos que hay dos distritos con casi igual población, necesidades y situaciones similares de pobreza. Eso hace que reciban del Estado (para todos los programas sociales), digamos un monto de 100,000 para cada distrito. El distrito “A” luego de un año de excelente planificación, esfuerzo, restricciones, responsabilidad e inversión eficiente de los recursos asignados, mejora las condiciones de vida de su población. Sin embargo, en lugar de premio será castigado por cuanto el siguiente año, es muy probable, tendrá menos recursos asignados, porque- razonan los burócratas- hay menos pobreza y siendo así hay que recortar los fondos. El distrito “B” que dilapidó, gastó en banalidades y festejos o no hizo nada, sino agudizar mayores desgracias en el entorno, es muy probable, será premiado dándole mayores recursos y programas sociales, porque será una zona aún más pobre que hace un año. Esos son los estímulos perversos a los que nos referíamos. No siempre es así, y existen esfuerzos puntuales por premiar correctamente al más eficiente, pero son esfuerzos aislados y excepcionales, no institucionalizados.

En esta perspectiva, se considera que de llegar una inversión pública o privada que puede ser una alternativa de desarrollo, lo mejor es rechazarla, ya que se arruinarían las estadísticas de extrema pobreza que tienen, lo cual  podrían ocasionar la reducción o desaparición de los programas sociales, los ministerios retirarían al médico de la posta y al profesor del colegio, en resumen se pondría en riesgo los programas de agua, desagüe,  carreteras proyectadas, el apoyo agrícola y veterinario, entre otros puntos.  En verdad, son temores que podrían ser fundados, porque en varias partes de las entidades públicas centrales se ha articulado reacciones y decisiones que promueven estas respuestas reactivas negativas y las considera correctas o normales: si hay una inversión que el Estado se retire y que la inversión vea como atiende todo.

Los alcaldes y directivas comunales, por el desasosiego generado (les cierran las puertas de las instituciones y cancelan los programas y proyectos) sentirán que es mejor no tener esperanza en esa inversión proyectada, que tendría efectos negativos en el plazo inmediato y es más seguro depender de los programas gubernamentales de asistencia social bajo el paraguas de ser muy pobre.  Incluso cuando luego de reclamos llegan a firmarse actas en mesas de diálogo, con compromisos específicos de varios ministerios y entidades, lo más probable es que pasen los años y no se plasmen tales acuerdos en la realidad, otra vez el discurso de los funcionarios públicos se dirigirá a que de eso se encargue la inversión, que ellos tienen otras prioridades.

Resulta interesante anotar que, hace varios años y en sólo una oportunidad, el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) en lugar de ofrecer información sobre mapas de la pobreza de Perú, elaboró el mapa de las potencialidades (sin dejar de lado el serio análisis de las carencias que se deben solucionar). Esto fue distinto y bueno. Enseñaba a las regiones, provincias y distritos la forma cómo debían verse así mismos e intentar buscar vías de desarrollo aprovechando las ventajas competitivas que tenían. Interesante resultaba señalar que no existía lugar alguno en el cual no hubiera condiciones idóneas para asegurar oportunidades de desarrollo.  No sólo eran cifras, sino motivaciones trascendentes, posibilidades de no tener que estirar la mano sino construir su camino, de ser reconocidos por su ingenio, creatividad, esfuerzo.   No mostrarse como el más pobre y carente, sino como quien, sí necesita una mano, pero para con ello proponer y hacer, que ese apoyo que reciban se transforme y crezca, para que mejoren realmente las condiciones de vida sin depender de las decisiones de otros.

A muchos políticos y dirigentes que viven de que exista y se mantenga la pobreza no les gustó que se dijera, por ejemplo, que de lo conocido en dicho momento, sólo se había explotado el 2% a 3% del potencial minero, que se habría desarrollado apenas el 20% en la industria pesquera, y muy poco del turismo, o de la diversidad genética agrícola (germoplasma), maderera, textil, mientras que, al contrario, teníamos  un sistema agrícola poco competitivo, pesca de supervivencia, minería artesanal, comercio informal, industria débil, etc. A los que se aprovechan de la pobreza para sus propios fines de proselitismo político, no les resulta cómodo que la población sepa que existen enormes oportunidades de cambiar los conceptos, calidades y cantidades de producir muchos productos y dar servicios altamente demandados en el Perú y en el mundo, en especial, reafirmando su identidad y generando oportunidades serias y de largo plazo.

Demostrar que hay oportunidades para todos deja sin discursos fatalistas y extremistas a buena parte de políticos. Para ellos, resulta mejor seguir promoviendo mapas de la pobreza y buscar culpables de las desgracias y no promover cómo crecer y mejorar la calidad de vida de modo sustentable en el tiempo.

Gastón Acurio no anda diciendo a los restaurantes, puestos de mercado, carretilleros que hagan huelgas, reclamen y amanecen, sino que sigan afinando sus sabores, mejorando su sistema de higiene, diversificando su oferta, promoviendo lo que hacen mejor.  Ello genera oportunidades y crecimiento, orgullo por lo que se hace, un panorama sostenible a mediano y largo plazo.

Insisto, el padre Garatea y personas de buenas intenciones como él, sí hacen una labor noble y alturada, pero los caminos y políticas elegidas una y otra vez, no ayudan. Las brújulas de los mapas de la pobreza por sí solos no apuntan al norte de las soluciones, sino que van por caminos sinuosos y temporales; si fueran integrados, tales Mapas de Pobreza como parte de los Mapas de Oportunidades y de Desarrollo es muy probable que ambos harían sinergia que no suma sino multiplica.

Cuando se retrasó un Camisea por veinte años probablemente ha costado tantas vidas y futuros frustrados como las de una enorme plaga o el terrorismo. Esos efectos producen en las personas la extrema pobreza: alta mortalidad infantil, padecimiento de enfermedades por toda una vida, disminución de las capacidades que no les permita igualdad de condiciones para su desarrollo, entre muchos otros efectos.

El pálido boom de las inversiones entre el 2001 al 2011 (no obstante, la mayor ola de inversiones recibida por Perú, pudiendo haber sido considerablemente mayor) conllevó increíbles efectos positivos: la pobreza en general se redujo del 54.8% al 27.8%, y la pobreza extrema de 24.4% al 6.3%, se redujo el índice Gini (la diferencia entre los que más ganan y los que menos ganan).

Si se cuantifica cuántos niños y ancianos han dejado de morir con tal reducción de la pobreza, cuántas enfermedades permanentes, crónicas y agudas se han dejado de generar, cuántas capacidades se han potenciado, adicional al impacto ambiental positivo de usar gas en lugar de otros combustibles fósiles… entenderíamos por qué tener un “Mapa de Oportunidades”, como norte de las políticas y esfuerzos, reditúa efectos tangibles y no sólo placebos como suele ocurrir con los efectos de los “Mapas de la Pobreza”, sin dejar de reconocer que un “Mapa de Oportunidades” no deja de lado a los programas sociales, sino que los optimiza, garantiza su financiamiento, los vuelve eficientes, coadyuvan al despegue, se integran en el esfuerzo individual, grupal y estatal en todos sus niveles.

Quizás George Bernard Shaw describió lo expuesto en una sola frase: “No tenemos más derecho a consumir felicidad sin generarla, que a consumir riqueza sin producirla”. Lampadia