Por: Luis Miguel Palomino Bonilla, Presidente Instituto Peruano de Economía (IPE). Director de la Maestría en Finanzas de la UP.
La República, 15 de junio del 2022
“… y se les paga, en promedio, poco. Además, los jóvenes componen la gran mayoría de la oferta de nuevo empleo. Por lo tanto, son los que más sufren cuando no se genera empleo…”.
La inmensa mayoría de la gente vive de su trabajo, por lo tanto, su futuro estará en gran parte definido por cuáles sean las oportunidades de trabajo que tenga. En el Perú de hoy, el futuro de su hija o de su hijo se ve poco promisorio y si quien está leyendo esta columna es alguien muy joven para tener hijos, preocúpese.
Hasta inicios del periodo de PPK, las dos décadas previas habían traído prosperidad para los peruanos. La mejora de la calidad de vida de los ciudadanos era innegable. Podríamos desear que hubiese sido mejor (¿cómo?), pero la mejora es sustancial midiéndolo de cualquier forma.
La única manera en que una población que vive de su trabajo mejore continuamente es que las oportunidades de trabajo mejor remunerado estén aumentando continuamente. Así es en efecto. Usaré los datos de la Encuesta de Empleo Permanente, que solo cubre Lima metropolitana y se tiene desde el 2007, pero a grandes rasgos lo mismo es cierto viendo los resultados totales para el país.
En 2007 había una población ocupada de 4 millones en Lima. Esta población ocupada se distingue principalmente por el salario que recibe. En ese entonces, bastante menos de la mitad de los trabajadores (43%) se consideraban “adecuadamente empleados”, lo que quiere decir que reciben un salario mayor al ingreso mínimo referencial. Hoy ese ingreso está en aproximadamente 1,133 soles mensuales.
Para inicios del año 2017, ese 43% había pasado a casi dos tercios de los trabajadores (65%) adecuadamente empleados. Este es un cambio enorme en diez años y explica la mejora de ingresos registrada. Sin embargo, ahí se detuvo la mejora y la cifra empezó a decrecer: 63% en 2018 y 2019, 61% en el primer trimestre del 2020 y 48% durante la pandemia. Ese 48% nos ponía a la par con lo que se alcanzó en el 2009. Luego ha habido cierta recuperación, a 55% al primer trimestre de este año, con lo cual estaríamos a la par con el 2011. ¡Once años perdidos! Posiblemente se pueda recuperar ligeramente, pero no es previsible que vuelva ni a 60% (lo que se tenía el 2013). ¿Por qué?
Cuando las oportunidades de más y mejor empleo crecieron, ¿qué estaba ocurriendo en el Perú? Fácil, estaba aumentando la inversión privada (que es el 80% de la inversión total). ¿Qué está pasando ahora? La inversión privada está, con suerte, estancada. Con menos inversión se demandarán menos buenos puestos de trabajo y los ciudadanos tendrán que recursearse vendiendo lo que puedan donde puedan, porque hay que trabajar para vivir.
Siempre los más jóvenes enfrentan lo más duro del mercado de trabajo. Generalmente no tienen experiencia y se les paga, en promedio, poco. Además, los jóvenes componen la gran mayoría de la oferta de nuevo empleo. Por lo tanto, son los que más sufren cuando no se genera empleo nuevo. Así, del máximo alcanzado en 2017 de casi la mitad de empleos adecuados, ha visto retroceder esa cifra 13 puntos porcentuales. Los trabajadores con más experiencia, de 25 a 44 años, en comparación, han visto un retroceso de tres cuartos a dos tercios (8 puntos porcentuales) y los de 45 a más han visto una caída de 10 puntos porcentuales. Se ve, claramente, la preferencia por la experiencia. Además se han puesto en vigor reglamentaciones de empleo, pensadas para quien ya tiene trabajo, que van a hacer mucho más difícil que se contrate jóvenes.
Las cifras nos indican que menos de un tercio de los jóvenes está obteniendo un trabajo adecuado. Esta tendencia, como vimos, antecede a la pandemia (claro, la pandemia lo empeoró). La tendencia se debe a lo que estamos haciendo, o dejando de hacer, hoy día. Es hecha en Perú. Hay consenso entre los economistas sobre qué hacer para revertir esta nefasta tendencia, no es ningún misterio. Se interpone únicamente el discurso populista y empobrecedor. ¿Cómo era: no más pobres en un país de ricos?