Estuve escuchando varias de las conferencias ofrecidas por Ken Robinson, una de las personas más influyentes en el terreno de la educación. De estas podemos concluir que el sistema educativo escolar de hoy requiere de un cambio dramático.
Para empezar, el sistema se basa en un esquema “talla única”, en donde no se toman en cuenta las diferencias que existen entre los estudiantes en cuanto a habilidades y motivaciones. Hoy, el alumno debe adaptarse al currículo, en lugar de lo contrario. Me pregunto, Por qué tenemos que estudiarlo mismo si somos diferentes.
Sufrimos, además, de un sistema obsesionado por las calificaciones y los exámenes, antes que por la propia enseñanza. Todo gira alrededor de los exámenes y las puntuaciones, con lo cual los alumnos están más preocupados por las calificaciones que por aprender, y la verdad no los culpo. Es que las notas generan jerarquías (los buenos y los malos), como si la educación fuera una competencia, en lugar de fomentar el aprendizaje y el trabajo en equipo. ¿No nos piden acaso trabajo en equipo en nuestro trabajo?, pues sería bueno que nos lo enseñaran desde pequeños.
Olvidamos que parte del proceso educativo consiste también en formar personas. Invertimos muy poco en desarrollar competencias en el individuo, como el carácter, el liderazgo, la iniciativa y la perseverancia, indispensables para el éxito futuro del individuo, quizá tanto o más que el propio conocimiento.
De otro lado, el foco del profesor debería centrarse en estimular, provocar y generar curiosidad para fomentar el aprendizaje, y no solo trasladar información de manera fría como si la enseñanza fuese un sermón monocorde. Al respecto, estoy seguro que los chicos no sufren de deficiencia de atención, sino de aburrimiento. De lo contrario veamos como la atención sí les funciona cuando están frente a un videojuego.
Es que aunque parezca sorprendente, la concepción del sistema educativo de hoy sigue siendo la misma que la concebida hace más de 200 años durante la revolución industrial. En aquel entonces el sistema tenía sentido, pues se priorizaba la linealidad, la estandarización, la repetición, la mecanización y la predictibilidad. Las empresas exitosas eran aquellas que producían los mismos productos al costo más bajo posible y punto. Recordemos la famosa frase de Henry Ford: “Puedes tener cualquier color de auto mientras sea negro”.
Hoy el mundo demanda mucho más del individuo. No solo conocimientos, sino también carácter, no solo precisión y predictibilidad, sino también inventiva, creatividad y capacidad de ver más allá de lo evidente.