Por: Fernando Rospigliosi
Expreso, 25 de abril del 2022
A estas alturas hasta los más crédulos -incluyendo a muchos de los ‘cojudignos’ que votaron por Pedro Castillo y que confiaron hasta hace poco en la ilusoria esperanza que con los caviares podría hacer un gobierno razonable-, ya se dieron cuenta que el país se está deslizando, cada vez más rápido, hacia un abismo insondable. Es decir, hacia un despeñadero que no tiene fondo, en el que el Perú se puede ir deteriorando indefinidamente.
No obstante, los mismos que condujeron a esta situación, toda la caterva comunista y caviar que gobernó con Martín Vizcarra y Francisco Sagasti, hoy día pretenden presentarse como la alternativa al desastre que ellos provocaron, proponiendo componendas como un nuevo gabinete con mayor presencia de caviares, o el reemplazo de Castillo por Dina Boluarte. Para este efecto cuentan con el muy importante respaldo de medios de comunicación que, como parte de la coalición vizcarrista, contribuyeron a la catástrofe y que, sin escarmentar, siguen en lo mismo.
En los últimos días las tensiones se han agravado hasta niveles casi insostenibles.
Por un lado, están los disparatados insultos y agresiones del vocero oficial del Gobierno, el premier Aníbal Torres, a todos los que no son defensores incondicionales de Castillo y sus secuaces. Y, nuevamente, la reiteración pública de Vladimir Cerrón de su intención de controlar políticamente a las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional –y el sistema judicial, la burocracia estatal y ¡el clero!- para implantar una dictadura chavista en el Perú. Por supuesto, también, la nunca abandonada idea de una asamblea constituyente, revivida ahora por un proyecto de ley de Perú Libre y la intención expresada por Castillo para realizar un referéndum en octubre.
Por otro lado, el gesto valiente y muy significativo de los comandos Chavín de Huántar en la ceremonia del viernes 22, y las declaraciones francas y categóricas de militares en retiro que participaron en esos sucesos como César Astudillo, Luis Giampietri, Roger Zevallos, Jean Pierre Jáuregui, Jaime Cabrera y otros, que han señalado inequívocamente que los herederos de Sendero Luminoso y el MRTA, derrotados militarmente, son los que ahora se han encaramado en el gobierno y pretenden imponer al país lo que no pudieron con las armas. Algo similar declaró el general PNP Óscar Arriola, jefe de la Dircote.
El problema es que las instituciones de la sociedad y el Estado parecen aletargadas e insensibles ante la gravedad de la crisis. Como bien ha advertido María Isabel León, expresidenta de Confiep, “El Estado no puede permitirse permanecer impávido ante la destrucción del principio y respeto de legalidad, salvo que la búsqueda del objetivo principal sea la generación del caos, la destrucción del propio Estado (…) ¡Despertemos!” (Correo, 17/4/22).