Al finalizar el segundo año de la administración del presidente Ollanta Humala, el país enfrenta una gran decepción con sus cuadros políticos y con las instituciones de gobierno. Esta situación coincide con la prevalencia de la crisis internacional y sus múltiples impactos, así como con un notorio enfriamiento de nuestra propia economía, tanto por factores externos e internos.
Mientras tanto, en el balance de los ciudadanos, corroborado por los inversionistas y analistas del exterior sobre la economía peruana, es sin lugar a dudas bastante positivo, especialmente en cuanto a la naturaleza de su evolución reciente. La visión del futuro económico peruano sigue siendo muy positiva. Nuestro potencial de desarrollo y crecimiento son muy importantes, hecho que puede constatarse mediante cualquier análisis riguroso de nuestra realidad.
Esta falta de sintonía, de tono, entre nuestra coyuntura política y las capacidades económicas del país, configuran una brecha autodestructiva que es menester se enfrente a la brevedad y con la mayor apertura de mente posible, pues es tarea de todos. Pero, quienes tienen una mayor responsabilidad al respecto son nuestros gobernantes, empezando por el Presidente de la República, pero incluyendo también a los congresistas y líderes regionales. Por eso se espera que con ocasión de las Fiestas Patrias, los representantes de los ciudadanos hagan un acto de contrición y propósito de enmienda.
Nuestro modelo de desarrollo económico y social, iniciado hace un par de décadas, muestra impresionantes resultados a favor de los pobres. Se ha reducido la pobreza, la desigualdad, la desnutrición infantil, el crecimiento de los ingresos y del empleo es mayor en las regiones y en la sierra y la selva. Lamentablemente esto se acompaña con un deterioro permanente y creciente de la situación política. Las deficiencias del espacio público son muchas y allí están las diversas interpretaciones de los politólogos y constitucionalistas sobre esta situación, que pueden servir de base para empezar un debate nacional. Sin embargo, una cosa es fundamental: la voluntad de la Primera Magistratura de la Nación, es decir, del Presidente de la República, para enfrentar la crisis política, de modo que todas las instituciones, los partidos, los políticos y los líderes de la sociedad civil, asuman su responsabilidad para sintonizar la gestión pública con el enorme potencial que tenemos para seguir reduciendo la pobreza y la desigualdad y, finalmente, alcanzar el desarrollo y el bienestar general.
Esta situación es también una excelente oportunidad para reaccionar y comprometernos con las rectificaciones necesarias de nuestras instituciones tutelares. De ninguna manera puede justificarse el que se aproveche la coyuntura para propiciar un mayor desorden a costo de nuestra democracia, que debe saber enfrentar y corregir sus errores, sin salirse de los cánones establecidos.
Consideramos que una actitud presidencial, que promueva esa actitud, se convertiría en una herramienta fundamental para iniciar la recuperación de la confianza de los ciudadanos en el Estado. Hasta hace poco muchos sostenían que la política y la economía marchaban por cuerdas separadas, pero esa situación parece haber llegado a su fin. Allí está una de las causas de la evidente desaceleración económica. En todo caso, Señor Presidente, usted tiene la palabra. ¡Qué mejor momento que el mensaje de Fiestas Patrias!
El Perú en general se enriquece, los pobres abandonan la pobreza, pero la política se empobrece. ¡Esto no puede seguir! ¡Tenemos que ponernos a la altura de nuestras responsabilidades! ¡Viva el Perú!