Otto Guibovich Arteaga
Para Lampadia
Ancash es una región bendecida con áreas de riqueza extraordinaria y muchas otras de gran potencial que la pueden convertir después de Lima, en la más próspera del Perú.
Tiene un sector minero que hace de Ancash el primer productor de cobre y zinc, el tercero de plata y el cuarto en plomo y molibdeno a nivel nacional, con la subsiguiente generación de canon minero que con seguridad pudo ser empleado óptimamente y no permitir el 27% de pobreza que hoy arrastra.
El sector pesquero que alguna vez catapultó a Chimbote como el primer puerto pesquero del mundo hoy, siendo muy estacional, es una fuente valiosa de recursos. Ancash quedó estancada en la explotación primordial de la harina de pescado como en el siglo pasado. En este campo, países como Chile han dado pasos importantes para lograr aceites finos y omega sintetizada cuyo valor agregado es infinitamente superior a la tradicional harina. ¿Algún centro de investigación privado o público privado avanzó en investigación y desarrollo? Es sin duda un paso pendiente para el mejor empleo y la mayor rentabilidad de los recursos hidrobiológicos cada vez más escasos.
Con la pesca que genera Ancash no debería existir tasas de desnutrición infantil escandalosos que bordeen el 80% en el ande y en lugares cercanos a Huaraz y aún a Lima. No es aceptable. Más aún, la piscicultura de agua dulce (truchas) debe constituir una fuente potente de alimentación y nutrición en el ande si tiene fuentes de agua andinas que muchos anhelarían. La exportación nacional de esta especie tiene un largo espacio de crecimiento, cuestión de proponerse e impulsarlo.
La agroindustria ancashina es un eslabón reciente y creciente que genera entusiasmo por el valor de las tierras feraces y las posibilidades de agua, dos atributos bendecidos que por fortuna la región los tiene juntos, aunque distantes. Las exportaciones agroindustriales ancashinas no alcanzan el 2% de su total, pero impulsando Chinecas junto a otras micro-irrigaciones y el empleo de tecnología agrícola deben ayudar a dar el gran salto y combatir el desempleo. Regiones como Ica o Piura, rozan el pleno empleo basados en un crecimiento agroindustrial sostenible. He ahí dos espejos en los que se debe mirar Ancash.
Con la montaña más alta del Perú (Huascarán), más de 20 picos sobre los 6,000 metros, más de mil lagunas andinas, la montaña más bella del mundo (Alpamayo), Ancash tiene una fortaleza extraordinaria en el turismo, pero solo el 2.3% del turismo internacional que llega al país le visita. Seguridad, promoción turística, de la mano con infraestructura conectiva, son algunos de los factores para hacer de este potencial una real fortaleza. Recordando además que Chavín de Huántar, Sechín, Pañamarca, y otras por poner en valor como las ruinas de Castillo (fortaleza Inca) en las alturas de Macate, pueden conformar un circuito turístico muy interesante que aporte empleo y más crecimiento a esta región.
En una visión de integración, Ancash, que como Ica es periférica de la gran capital, no ha explotado debidamente las virtudes del mercado limeño ni las bondades de la integración macro-regional. Es clave buscar la integración transversal con Huánuco y Ucayali casi en línea con el sueño de Antúnez de Mayolo. Una Macro-región que bien podría denominarse “Leoncio Prado” brindaría oportunidades de crecimiento colectivo complementario y suplementario, donde el eje Chimbote, Huaraz, Huánuco, Ucayali formen una cadena integradora de crecimiento del centro del Perú, con Junín y Pasco que no pueden estar lejanos.
Ancash es pues una región bendecida por la providencia con muchos dones, pero la providencia no regala capacidad de gestión. La gestión no es producto de un milagro sino un proceso con exigencias mínimas de capacidades de gobierno de recursos humanos, de planeamiento operativo y estratégico, de honestidad y honradez en el manejo de la cosa pública. En Ancash no se cumple aquel aforismo que «no se puede ser funcionario honrado y millonario al mismo tiempo», con los casos excepcionales de familias reconocidas que deciden servir solo por motivaciones trascendentes.
La región de la hermosura de la cordillera blanca ha sido duramente castigada y sus demonios rebalsaron los diques del bienquerer, del bien-obrar, del bien administrar y del bienestar de su población haciendo papilla de los recursos que la providencia le otorgó. Ancash es la región más fragmentada del Perú con 20 provincias y 166 distritos. Una paradoja de las bellezas de los paisajes
Año tras año el crimen sentó sus reales en puertos, carreteras, en muchas provincias y algunos distritos para dejar que la mortalidad infantil pueda llegar hasta el 67% en lugares como Corpanqui en Bolognesi o q el analfabetismo siga como hace 100 años en 45% y lo que parece increíble: que la desnutrición infantil pueda alcanzar el 80% en Ticllos en pleno siglo XXI.
Por desorden e inseguridad permitidas o promovidas, Ancash perdió el rumbo para convertirse en una región peligrosa y a la deriva donde la pobreza de 27% alcanza picos vergonzosos de 53% en lugares no lejanos de Recuay y la pregunta es: ¿puede este estado de cosas ser la plataforma de proyección al futuro para las nuevas generaciones de esta importante región?
La respuesta es un no rotundo. Ancash debe recuperar su moral colectiva y reencontrar el recto camino. El horizonte será claro si los nubarrones no se perennizan y son despejados en democracia. En Ancash el bienestar social está íntimamente ligado al orden y la seguridad. El orden financiero, el orden público, el orden de las prioridades, el orden en los servicios, en la administración y la gestión en general son primordiales. Después de todo el orden es patrimonio de los países desarrollados.
El millón y casi doscientos mil habitantes de esta región merecen hoy un bienvivir y convencerse que se puede construir un mejor futuro más allá de la sola esperanza basada en la promesa fácil, retórica y “caza-votos”.
Sin orden, impera el caos y sus secuelas pueden ir desde el robo callejero hasta la muerte por sicarios. Hemos sido testigos de lo sucedido él quinquenio pasado y si no hay seguridad como en cualquier lugar no habrá inversiones, turismo, empleo, exportaciones, ni bienestar para sus ciudadanos. He ahí un claro ejemplo del nexo entre seguridad y desarrollo y la necesidad de cortar el círculo vicioso para que el desarrollo despegue.
El orden, la seguridad y bienestar son tres eslabones de una misma cadena y el bienestar es incompatible con índices del siglo XX. Hablar de la era digital y convivir con analfabetismo medieval lacera el sentido común. Los miles de millones birlados, es tema de la judicatura, pero el futuro es mañana y hay que empezar sin demora.
Somos testigos que regiones con menos recursos han crecido mas y más rápido. Y una conclusión es que no hay magia ni golpes de suerte para lograr bienestar por más recursos que la naturaleza haya dado. Hay que saber conjugar orden, seguridad y bienestar en una misma ecuación lo cual es totalmente factible. Ancash debe ser una región líder. Lampadia