La estrella económica de la región perdió su brillo. El 2014 crecimos un magro 2.35%, menos que el promedio de la región tras haber liderado el crecimiento por más de una década. (Ver en Lampadia: El 2014 terminó nuestro ciclo virtuoso de desarrollo).
Las razones que explican este frenazo están en debate. Se señalan como causas los impactos externos, la tramitología y el creciente ruido político. Pero el crecimiento de una economía es un fenómeno complejo, explicado por múltiples factores y su cambio de ritmo no se da de la noche a la mañana, su análisis requiere de cierta perspectiva.
El origen
Tal como hemos venido advirtiendo en Lampadia. Ver en (L):Gobierno no responde a coyuntura nacional ni marca el norte – El país resbala después de muchos años. Este proceso se inició con la llegada de Ollanta Humala a la Presidencia de la República, quien asumió su mandato con la “hoja de ruta”, pero emprendió su administración con un equipo compuesto de sus compañeros del programa primigenio de “la gran transformación”.
El nuevo gobierno se autoproclamó como el de la “inclusión”, a pesar de que habíamos tenido una década de alto crecimiento, acelerada reducción de la pobreza y de la desigualdad, con niveles de inclusión económicos y sociales nunca vistos en nuestra historia. Ver en (L): Las cifras de la prosperidad.
La prédica gubernamental se basó en la negación de nuestros espectaculares avances. Su Primer Ministro, Salomón Lerner Ghitis, oficializó el lenguaje anti minero, cuando la minería había sido nuestro principal motor de crecimiento. Este sector, no solamente, impulsó el crecimiento económico, determinó en gran medida los altos niveles de inversión (entre 30 y 40% de los ingresos fiscales), y desarrolló encadenamientos productivos con otros sectores, siendo el más significativo el de la industria. Efectivamente, la industria peruana se transformó volviéndose más competitiva, exportadora, diversificada hasta convertirse en la más grande (en términos de su contribución al PBI) de nuestra historia. Si comparamos las cifras de la matriz insumo-producto del 2007 y 1994, veremos que si bien, nominalmente, el crecimiento es pequeño, se debe tomar en cuenta que las cifras del 94 estaban infladas por altos aranceles y los amplios márgenes que obtenían los productores, con todo tipo de prebendas y protecciones.
Cuando se paró el proyecto de Conga, tal como se advirtió, se detuvo la inversión minera y todas las cadenas productivas en industria, construcción y transporte, entre otros. Al mismo tiempo se entronizó un sentimiento anti inversión privada, que afectó a otros sectores importantes como el de la energía. Se dejó consentir que los funcionarios públicos tuvieran un sentimiento contrario a la inversión, y llegamos a ver proclamas estúpidas como: “Canon si, minería no”.
Cuando el Presidente se desembaraza de su primer equipo de colaboradores, era tarde, ya se había instalado una suerte de “revolución cultural anti inversión” y un autodestructivo sentimiento de desconfianza en el sector privado que caló con mucha fuerza en funcionarios públicos de la Capital y las regiones.
Los síntomas
Por un tiempo, la inversión siguió creciendo por procesos que ya estaban en marcha, pero otros que necesitábamos para sustentar la continuación del crecimiento se fueron apagando. Así, se multiplicó la tramitología, se trabaron las concesiones y, se inventó un plan de diversificación productiva para buscar nuevos motores de crecimiento sin entender que por las décadas perdidas sin inversión (60s, 70s y 80s), teníamos grandes reservas productivas en varios sectores de la economía, especialmente en minería, que hubieran podido compensar la posterior caída de los precios de los minerales con mayores volúmenes de producción.
El crecimiento de la inversión privada se fue paralizando y el 2013 colapsó (ver en (L): Urgen medidas para recuperar el ritmo de la inversión privada – Otra vez La Parada (esta vez en la inversión)). Así entramos al 2014, año en que tuvimos que transitar por una escalera descendente de pronósticos, hasta llegar a la situación actual: crecimiento del PBI de 2.35% y de la demanda interna de 2%. El gobierno trató de apoyar las concesiones, pero estas no se plasmaron en inversión efectiva, por culpa de la tramitología. Se anunciaron una serie de “paquetes reactivadores” que no lograron mover la economía, algunos fueron frenados en el congreso y otros, como la ley pulpín, correctos en su propósito, se desperdiciaron por una lamentable falla de comunicación y acción política.
A esto se sumó la absurda guerra de guerrillas desatada por el propio gobierno, exacerbada por sus mastines de los ministerios de Interior y Defensa, que contagió a toda la clase política, llegándose a niveles de enfrentamiento que determinaron el desconcierto general y la pérdida de confianza en los estamentos del Estado y el futuro del país.
Las consecuencias
¡Confusión, decepción e incertidumbre!
Como era de esperarse, el mal manejo produjo una menor reducción de la pobreza y el deterioro de todos nuestros indicadores económicos. Pero tal vez más importante aún, se perdió la visión del camino hacia la prosperidad, incluso la importancia de recuperar un crecimiento alto y sostenido. La clase dirigente, especialmente los políticos, en vez de abocarse a buscar un diálogo orientado a nuestros intereses de largo plazo, tiraron la toalla y se enfrascaron en rencillas, dimes y diretes y descalificaciones mutuas.
Las encuestas recogieron la caída del prestigio del Estado en todas sus instancias, las acusaciones de corrupción empeoraron el clima de inversión y entramos en una suerte de compas de espera, a ver como llegamos al 2016. La izquierda se desgañita pidiendo cambio de modelo, pidiendo que se apliquen las mismas políticas heterodoxas del primer gobierno de García que terminaron por destrozar la economía peruana. (Ver las increíbles propuestas de Pedro Francke, líder de Tierra y Libertad (DIARIO UNO, 18 de febrero), y miembro de La otra mirada, dirigida por Salomón Lerner Ghitisdel nonato FRENAIZ).
El Perú ya encontró el camino de la prosperidad, el cualse sustenta en: promover un alto crecimiento de la economía, desarrollar nuestras reservas productivas y enfrentar las agendas pendientes en educación, salud, instituciones e infraestructuras.
¡Necesitamos un poco más de seriedad y consecuencia! Lampadia