CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia
En los últimos días Pedro Castillo y Aníbal Torres han puesto en evidencia, otra vez, que detestan a los medios de comunicación y que, cuando puedan, los silenciarán. Un gobierno comunista, del socialismo del siglo XXI, no puede tolerar a la prensa libre que investigue y denuncie su corrupción y autoritarismo.
La última –por lo menos al momento de escribir estas líneas- fue cuando Castillo ordenó que una barrera de policías impidiera que los periodistas se le acercaran, para evitar que le hagan preguntas que, obviamente, no puede responder.
Antes, Castillo se había negado a contestar los indispensables requerimientos de los periodistas sobre las flagrantes contradicciones entre sus declaraciones públicas y las preguntas que por escrito le formuló la fiscalía –las respuestas probablemente fueron redactadas por sus abogados- sobre su relación con la lobista Karelim López, la que organizó una fiesta de cumpleaños en Palacio sin que Castillo se enterara. Y como es su costumbre desde la campaña electoral, insultó a la prensa. Ninguna novedad.
Por su parte, Torres realizó una conferencia de prensa pretendiendo ordenar a los periodistas que pregunten solamente sobre los temas que él quiere.
En estos casos, como ha sugerido el periodista Beto Ortiz, sería no solamente legítimo sino necesario que los periodistas presentes abandonen el lugar como protesta por la evidente restricción al desempeño de su función, y como una manera de llamar la atención de la ciudadanía sobre la amenaza a libertad de prensa.
Otra muestra de la intolerancia del gobierno comunista ha sido el despido del periodista Enrique Chávez del canal del Estado. Chávez no era ni opositor ni crítico del gobierno, pero trataba de mantener cierto equilibrio.
Es importante insistir que la enfermiza animadversión a la prensa se explica por la naturaleza comunista del gobierno y sus secuaces. Algunos insisten en la necia idea de que se trata solamente de una banda de delincuentes, como si los socialistas del siglo XXI fueran honrados y capaces gestores públicos, solo que poseídos de ideas estatistas y autoritarias.
En realidad, este es comunismo realmente existente en América Latina hoy, conducido por corruptos e incapaces que pretenden perpetuarse en el poder para saquear el país sin los límites que impone la democracia, como desarrollé en un artículo anterior en Lampadia Comunismo reciclado – Este es el socialismo del siglo XXI.
Los motivos de los caudillos populistas
En realidad, los motivos por los que los caudillos y sus secuaces instalan dictaduras comunistas son complejos. No solamente se trata de que estén imbuidos por la ideología del marxismo leninismo.
Por ejemplo, ahora se cree que Fidel Castro siempre fue un marxista que se disfrazó de demócrata y que su profesión de fe liberal antes y luego de triunfar en 1959 era solo un engaño. Eso es discutible. Es posible que una vez que se instaló en el poder vio las opciones que tenía:
- una, la democracia, realizar elecciones, probablemente ganar y gobernar 5 años, con un Parlamento que le imponía restricciones y lo obligaba a negociar y una prensa libre que lo criticaba e investigaba, como en toda democracia.
- La otra opción, gobernar por los próximos 50 años con poderes absolutos y sin límites, convertirse en un semi Dios adulado e idolatrado servilmente por sus súbditos.
Optó por lo segundo. Y eso solo lo podía realizar instaurando un régimen comunista que justifica el totalitarismo y el poder absoluto del caudillo y sus secuaces.
Un caso similar es el de Hugo Chávez. En verdad, se trata del típico populismo y caudillismo latinoamericano, que hoy día, para perpetuarse en el gobierno y disfrutar de un poder corrupto ilimitado, se afilia al socialismo del siglo XXI, que le da la justificación ideológica y las alianzas y apoyos internacionales para eternizarse en el gobierno.
En suma, confluyen la fracasada ideología marxista que sigue entusiasmando a algunos, con las confusas ideas populistas de siempre –los pobres son pobres porque los ricos son ricos- y, sobre todo, la ambición, la ambición de poder, la ambición de riqueza, la ambición del disfrute sin límite de los bienes terrenales.
El resultado siempre es el mismo, como observamos en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Y hacia allí estamos yendo a paso ligero. Lampadia