En el Perú pecamos de una extraña soberbia. Por un lado sentimos que todo lo que hacemos se hace mal y nos la pasamos admirando el buen desempeño o comportamiento de otras naciones. Sin embargo, apenas se nos propone traer al Perú las experiencias que funcionan en otras partes, aflora nuestro tradicional chauvinismo y rechazamos de plano la iniciativa. Qué diferencia con un país como Polonia que, sin complejos, copiaron e hicieron suyas 80,000 páginas de leyes y normas europeas, para reconstruir el país después del desastre que les dejó el imperio soviético. Polonia tiene hoy instituciones envidiables y uno de los mejores sistemas educativos del mundo. (Ver en Lampadia: Polonia es la nueva estrella europea).
Un ejemplo de este autodestructivo complejo nacional se produjo con el Plan Bratton (ver en Lampadia: Plan de Acción para la Ciudad de Lima – Perú, por The Bratton Group LLC) presentado en el 2002 por Alberto Andrade, Alcalde de Lima Metropolitana, en un acto que ahora podría calificarse de visionario. Andrade contrató a William Bratton, un retirado jefe de policía, que se hizo famoso por haber reducido el crimen en Nueva York, para que hiciera un diagnóstico y diseñara un plan para reducir la criminalidad en Lima. Él nos propuso ideas como la de la tolerancia cero, pero la grita en contra del extranjero terminó por alejarlo. Los siguientes alcaldes dejaron que el plan acumulara polvo, mientras los asesinatos, robos, asaltos y hurtos crecieron en Lima hasta convertir el tema de la seguridad en el principal reclamo ciudadano (ver en Lampadia: Sin seguridad no vamos a ninguna parte).
Lo que pocos saben es que ese mismo año, Bratton, ese curtido policía nacido en Boston, fue contratado por la ciudad de Los Ángeles para que reduzca el crimen en una de las urbes más grandes, complejas y violentas de los Estados Unidos.
Siete años más tarde, el 2009, The Economist, reportó: «William Bratton, jefe de policía de Los Ángeles, ha estado celebrando sus triunfos, mientras se prepara para dejar el cargo (…). Con su cara ancha y llena de cicatrices y grueso acento de Boston, él ya era un policía famoso cuando llegó a Los Ángeles en el 2002, tras haber dirigido los departamentos de policía de Boston y Nueva York. Siete años más tarde, su reputación es aún más impresionante».
En esos siete años redujo los «delitos violentos en un 53%, los delitos contra la propiedad en un 33%. Incluso los crímenes de pandillas, un gran problema de Los Ángeles, se redujeron en un 34%», señaló la revista británica.
Bratton validó una vez más su método para combatir el crimen. En los 27 meses que dirigió la policía de Nueva York, la transformó por completo. ¿Los resultados? Impresionantes. «Los homicidios cayeron un 50%… y otros delitos graves, como la violación y el asalto, se redujeron en más de un tercio».
Otro éxito fue haber conseguido que el desprestigiado departamento de policía de Los Ángeles (LAPD), a los que los ciudadanos temían y hasta odiaban, se convirtiera en una institución confiable. Como indica The Economist: «Hoy en día, los negros y latinos ya no odian a la policía, más bien les ayudan. `Viejecitas que antes negaban con la cabeza cuando los policías llegaban, ahora los están llamando para reportar sobre alguien consumiendo droga´ (…) El mayor logro del Sr. Bratton, dice, ha sido cambiar la vieja imagen del LAPD». Como sabemos en el Perú (por nuestra lucha contra el terrorismo), solo se puede tener éxito cuando la comunidad empieza a colaborar, confiar y trabajar con su policía.
Bratton se hizo conocido por aplicar la teoría de «las ventanas rotas» (si no se arregla una ventana rota inmediatamente, se genera un proceso de imitación en el que se terminan rompiendo las demás). Este policía la ha puesto en práctica con un éxito indiscutible en Boston, Nueva York y Los Ángeles. La estrategia se basa en la “tolerancia cero”, sin dejar de enfrentar las infracciones pequeñas.
«Su sistema «COMPSTAT» [una efectiva base de datos policial], está aún en uso y ha sido replicado en otros países. Se basa en cuatro líneas de acción: inteligencia precisa y oportuna, tácticas eficaces, rápida implementación y evaluación continua”.
Cuando Bratton terminó su labor en Los Ángeles le indicó a The Economist: «no estamos viendo ningún aumento en delincuencia como consecuencia de la mala economía. En el pasado, dice, los policías medían su éxito por el número de detenciones y el tiempo de respuesta a llamadas de emergencias, que era como ´espantar mosquitos en un pantano´. Ahora sus policías digitan estadísticas de delitos en mapas computarizados para detectar tendencias y ´averiguar donde se están reproduciendo los mosquitos´, y el éxito se mide por la reducción de la delincuencia».
Según The Economist, Bratton espera promover su siguiente avance, que él llama «la policía predictiva» y la compara con la medicina preventiva. “La idea, dice, es identificar los problemas antes de que ocurran, así como los epidemiólogos buscan evitar los brotes de gripe. La policía podría seleccionar a poblaciones de hombres jóvenes y trabajar con la comunidad para encontrarles mentores y puestos de trabajo, o para mantenerlos alejados de las pandillas”. En su actual trabajo de consultor en Nueva York, planea difundir y enseñar sus métodos y experiencias a los departamentos de policía por todo el mundo.
En el Perú hemos confundido todo, primero no supimos ver, como lo hizo Alberto Andrade, lo que necesitábamos y, ahora hemos confundido Bratton con Patton y hemos puesto en el ministerio de Interior al General Urresti, que más allá de sus cuestionamientos morales, es un hombre de campo y no un estratega, exactamente lo contrario de Bratton. (Ver en Lampadia: Un General Patton no es la solución. Sobre el combate de la minería ilegal.
Ya es hora de desempolvar el Plan que Bratton nos presentó hace doce años. Dejemos ese falso chauvinismo, tomemos el teléfono y marquemos su número. Empezar esta tarea tan difícil, requiere el consejo de los mejores expertos del mundo. Que Bratton nos ayude a revisar sus recomendaciones y a adoptar un plan efectivo para la reforma de la policía y el combate de la delincuencia ciudadana. Lampadia