Por: Fernando Rospigliosi
Expreso, 27 de junio del 2022
Las declaraciones del general EP (r) José Vizcarra la semana pasada a varios programas periodísticos, confirmaron que Pedro Castillo es un mentiroso incorregible. Ese individuo declaró ante la fiscalía que no se había reunido con el entonces Comandante General del Ejército, reunión en la que intentó presionarlo para que ascienda ilegalmente a varios de sus favoritos.
Por supuesto, Castillo puede mentir y negar lo tratado con el jefe militar, pero no cabe duda alguna que la reunión se efectuó. No solo está registrado el ingreso de Vizcarra a Palacio, hay testigos de que se entrevistó con Castillo.
El asunto es que si se hace un balance del incidente, si bien el comportamiento digno, institucionalista y valiente del general Vizcarra impidió que se materializara un estropicio, el Gobierno dio un paso más en su objetivo fundamental, el control político de las FF.AA., la captura de las instituciones castrenses para tener realmente el poder y acabar con la democracia, como ha expresado públicamente muchas veces Vladimir Cerrón.
En efecto, la señal que dio el Gobierno es clarísima: si no aceptan violar la ley, ascender a los secuaces del Gobierno, se les destituye de manera inmediata, fulminante. ¿Cuál fue el costo para el Gobierno? Insignificante.
Ese fue uno de los incidentes que aceleró la expulsión de Bruno Pacheco, que ya estaba de salida por sus peleas por el reparto del botín con Castillo –como ha relatado Karelim López-, por el hallazgo de los veinte mil dólares en Palacio y otras trapacerías. Y la caída de Walter Ayala, un suboficial de la policía en retiro –lo pusieron en el Mindef para humillar a las FF.AA. y medir hasta cuánto toleraban una afrenta-, una pieza sin importancia en la gavilla que ha asaltado el Gobierno.
Cuando la semana pasada Milagros Leyva, en Willax, entrevistó al general Vizcarra, informó sobre las extrañas relaciones del nuevo Comandante General del Ejército con el Gobierno.
En suma, ellos han avanzado un paso en su indeclinable propósito de dominar políticamente a las FF.AA.
Pero saben que no es suficiente. Más aún cuando algunas voces ya expresan públicamente ciertas demandas, como el general (r) Roger Zevallos en Beto a Saber (17/6/22) o Hugo Guerra (“La intervención inevitable”, Expreso, 21/6/22).
Según se dice, en las FF.AA. algunos oficiales también han manifestado su malestar por la catástrofe que vive el Perú y que no tiene solución en el marco institucional actual, copado por la corrupción.
Los que conocen de estas cosas, la inteligencia cubana, están alarmados y, como lo han hecho en otros lugares, están preparando el zarpazo que les permitirá el control total. Lo van a hacer y saben que, como con todos los latrocinios de este gobierno, no va a ocurrir nada, salvo más quejas, gimoteos y lloriqueos tardíos. Y los que pudieron hacer algo oportunamente, tendrán mucho tiempo para lamentarse mientras riegan su jardín.