Por: Fernando Rospigliosi, Analista político
El Comercio, 13 de abril de 2019
Como advertí hace seis semanas en esta columna, “Vizcarra y sus aliados tienen que buscar algún golpe político mediático que permita revertir la caída de la aprobación presidencial –dando por descontado que su mediocre gestión no va a mejorar–. Tendrían que conseguir, por ejemplo, la prisión preventiva –con fundamento o sin él– de una figura muy representativa como Alan García. De otra manera, el descenso continuará y las posibilidades de perpetuación en el gobierno se alejarán” (2.3.19). No fue el personaje señalado sino otro ex presidente, pero el pronóstico parece haberse comprobado.
Para redondear la faena, el presidente Martín Vizcarra pronunció un mensaje a la nación al día siguiente de la detención de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) centrado, como es habitual, en la lucha anticorrupción.
La detención preliminar de PPK no tiene mucho fundamento, dado que es muy improbable que trate de fugarse o tenga el poder y los instrumentos para borrar pruebas en el Caso Westfield. Ya estaba con impedimento de salida, con sus cuentas congeladas y otras limitaciones.
Tampoco tiene asidero el que lo acusen de pertenecer a una organización criminal, figura delictiva que está siendo usada arbitrariamente para meter presos a muchos. Como para configurar esa supuesta organización se necesitan por lo menos tres personas, el fiscal ha involucrado abusivamente a su secretaria particular y a su chofer.
Por supuesto, hay motivos para que sea investigado por su participación en el caso de la Interoceánica, obra que fue aprobada dolosamente en el gobierno de Alejandro Toledo en el tiempo en el que ocupó el Ministerio de Economía y la Presidencia del Consejo de Ministros, mientras su empresa y la de su socio hacían negocios con Odebrecht. Pero otra cosa es meter preso al investigado antes de acumular más evidencias, sobre todo tratándose de una persona de más de 80 años. Aún si fueran ciertos los rumores de que hay nuevos testimonios que involucran a PPK, eso robustecería la acusación –que todavía no se ha formulado– pero no justificaría su encarcelamiento.
Como siempre ocurre en estos casos, el gobierno se lava las manos y se escuda en la supuesta independencia de poderes para decir que no tiene nada que ver. En realidad, el presidente Martín Vizcarra ha tenido una injerencia manifiesta y notoria en el Ministerio Público desde el principio, defendiendo a José Domingo Pérez y la facción a la que pertenece en la fiscalía, y atacando a sus rivales. El 1 de enero regresó corriendo de Brasil, sin participar en la ceremonia de asunción al mando del nuevo presidente, para embestir al entonces fiscal de la Nación Pedro Chávarry –presentó un proyecto de ley para destituirlo– y defender a Pérez y su grupo. Se salió con la suya y encumbró a la cuestionada Zoraida Ávalos, que le debe el puesto.
No es inverosímil la posibilidad de que Pérez haya actuado no solo con el consentimiento, sino instigado por el gobierno.
Por eso, la hipótesis descrita al principio parece tener sustento ahora. La lucha anticorrupción, la única bandera del presidente Martín Vizcarra, el tema que le permitió subir abruptamente en las encuestas entre agosto y diciembre del año pasado, ya estaba desgastado. Primero, porque aparecieron varios asuntos que relacionaban al propio presidente con hechos oscuros que echaban sombras sobre su supuesta impoluta honestidad.
Segundo, porque los grandes resultados que prometieron el gobierno y los fiscales vinculados a él, luego de suscrito el controvertido acuerdo con Odebrecht, no eran tales. Por ejemplo, el 83% considera que hay pocos o ningún avance de los fiscales en el Caso Lava Jato, según la última encuesta de Ipsos publicada en El Comercio.
Tercero, porque varios ministros y funcionarios han sido objeto de imputaciones en el último tiempo sin que el presidente reaccione y, si bien las denuncias no son concluyentes, ensombrecen la imagen de un gobierno limpio y puro, libre de cualquier mancha, que persigue implacablemente a los corruptos reales o imaginarios.
Todo eso ha mellado el único tema que le permitió a Vizcarra aplastar a sus adversarios y fortalecerse políticamente con el respaldo de la opinión pública. En la base de todo está, por supuesto, una gestión peor que mediocre, que lo arrastra hacia la impopularidad, que ellos suponen puede ser revertida por hechos impactantes como la prisión de PPK y los ataques al Congreso, a falta de acciones efectivas para mejorar la vida de los ciudadanos.
No obstante, en esta ocasión, la maniobra podría no resultar tan lucrativa.